
Nací en un país roto: revelaciones de Greta Reyna
Por David Mateo
La grabadora, pintora e instalacionista cubana Greta Reyna (La Habana, 1991), ha adoptado sus propias estrategias de trabajo y de vida para poder permanecer en Cuba; a pesar de la pérdida gradual de amigos y colegas cercanos que han abandonado el país en oleadas migratorias, y los tremendos desafíos económicos y sociales con los que tiene que enfrentarse cotidianamente. Por fortuna, cada cierto periodo de tiempo es invitada a participar en proyectos de intercambios y a exhibir sus obras en instituciones y galerías internacionales; oportunidades que ella relaciona de manera directa con esa férrea voluntad de resiliencia que sostiene desde los escenarios cubanos. Hace unos días la artista viajó a la Ciudad de México para participar en la exposición colectiva de arte cubano “Paisajes bajo sospecha”, y el director de Artcrónica aprovechó la oportunidad para invitarla a la sede de la redacción y conversar sobre su quehacer artístico en los últimos tres o cuatro años.
Artcrónica: Greta, ¿este es tu primer viaje para exponer en México?
Greta Reyna: No, es mi segundo viaje, yo estuve en el año 2023, y ahora vine a la exposición colectiva de la curadora Lissette Alonso del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Es una muestra de arte joven cubano emergente. Se está presentando en una galería que se llama Picci Fine Art que está ubicada en las Lomas desde hace dos años aproximadamente. Es una galería un poco más clásica, comercial, no tan contemporánea como pueden ser las propias obras que se están exhibiendo en ella. Tengo entendido que Lissette tuvo el encuentro con el director de ese espacio en La Habana, y él le sugirió organizar una exposición de paisajes. Ella le aclaró que el paisaje en las artes plásticas contemporáneas, sobre todo en el arte joven, no tiene un tratamiento clásico; por eso pensó entonces en una exposición que rompiera la barrera del paisaje convencional, tanto desde su técnica como desde su representación, y de ahí viene el título de la curaduría.
Lissette fue a mi estudio y me dijo que le interesaba que yo hiciera una de mis instalaciones que se llama “Interiores rotos”, la número 15. Repensé entonces cambiar un poco la perspectiva del trabajo. No aludo específicamente a un paisaje exterior, sino a un paisaje cotidiano, un poco más doméstico, que tiene que ver con el interiorismo, la decoración. Quizás si alguna relación pueda tener con el paisaje como género es en esa necesidad de contemplar la luz, los colores, eso a mí me interesa mucho. Yo siempre digo que nací en un país roto que no deja de ser bello. Ese es el eje central de toda mi obra: el objeto roto como metáfora.
Me considero una artista completamente abstracta. ¿Y cómo tú insertas la abstracción dentro de un paisaje, cuando el propio término paisaje alude a algo que ya figura en la memoria? Una de las cosas que me interesa es trabajar con la luz, con patrones de luz. La Habana es un lugar bastante colorido, con una fuerza vibracional de color muy fuerte, y todo eso me inspira para crear las abstracciones. Se trata de patrones de luz que juegan entre sí, que se mezclan.
Artcrónica: ¿Dónde encuentras esos colores ahora que la ciudad está tan “apagada” y gris?
Greta Reyna: La ciudad está gris, es cierto, y más que gris está oscura, porque lo de los apagones es fuerte. Es difícil sostenerse bajo un contexto donde el tema de la corriente y la luz, algo extremadamente necesarios para vivir en las sociedades actuales, esté en una situación tan caótica. Pero yo me paso mucho tiempo en el estudio que es bastante luminoso, tiene mucha vegetación, es una casa de los años 50; he mantenido algunas cosas vintage, hay una pared antigua. Comparto el estudio con otra artista cubana que se llama Brenda Cabrera, y ella trabaja mucho con la vegetación también. Mientras está la luz del día yo disfruto, voy al malecón y me siento allí.


Artcrónica: Entonces estás hablando más bien de un color simbólico, subjetivo…
Greta Reyna: Sí por supuesto, y yo creo que el uso o la manipulación del color es también la forma que tengo para sobrevivir dentro del contexto; es una forma de terapia. Mi obra me ayuda mucho a tener paciencia, a estar sosegada, porque mi trabajo lleva capa tras capa, hasta llegar al color más blanco, más luminoso. Entonces, aunque yo proceso muy rápido y tengo dos asistentes, el trabajo siempre me salva. Si me enfoco en todo el contexto político, económico y social en el que estamos ahora mismo, caigo en una depresión profunda.
Artcrónica: ¿Cómo sientes que se integra tu obra al grupo de artistas que está exponiendo en la muestra de México “Paisajes bajo sospecha”?
Greta Reyna: Es muy gracioso porque yo tengo 34 años, al igual que Carlos Zorrilla, los demás pertenecen a una generación que viene por detrás de la mía, son como cuatro años menores que yo; incluso en la Universidad de las Artes yo no los recuerdo bien. Pero sabemos que con el tema del COVID se produjo un lapso en el que se para todo y se mezclan muchas generaciones en La Habana. O sea, yo me inserto en los proyectos con estos artistas más jóvenes, colaboro con ellos, pero no pertenecemos a los mismos años de surgimiento. Hay dos artistas en la exposición que se llaman Rosa Cabrera y Giselle Lucía, yo conozco a casi todas las mujeres incluidas en esta muestra. A Omar Tirado y a Javier Barreiro no los conocía. También está Lianet Martínez que es un poco de mi generación, acaso un año o dos menor. Con Carlos Zorrilla tengo buenas relaciones; él está en la parte de atrás de mi estudio en La Habana. En fin, todos nos llevamos muy bien. Con Giselle Lucía existe algo muy curioso, y es que la gente tiende a mezclarnos. Estuvimos propuestas para ArtBo con galería Galiano, aunque el proyecto luego no se dio. Pienso que nos vinculan sobre todo por el tratamiento del color. Yo trabajo desde el textil, no trabajo con lienzo, por todo esto de la reutilización de los objetos en desuso, todo el tema ecológico, y Giselle trabaja con el textil, pero ya con el hilo. Las dos trabajamos mucho con el color y la abstracción. Visualmente su obra y la mía dialogan muy bien en esta exposición. La obra de Giselle Lucía y la mía son las más abstractas y las demás son más figurativas. A Rosa Cabrera la conocía más por el performance, pero trajo ahora una obra con un formato redondo con capas de hojas de árboles o algo así, y en cierto modo se vuelve algo abstracto también, luminoso. Lianet participa con su trabajo de los fósforos, el fuego, aunque su obra tiene también algún color.
Luego de haber revisado algunos proyectos de Picci Fine Art, puedo decirte que a mí me gustó como quedó esta curaduría en comparación con otras muestras. De hecho, tuve muchas experiencias el día de la inauguración, encontré personas que me comentaban que esta muestra les gustaba mucho más que otras a las que habían asistido. No sé si tiene que ver con el talento cubano, con la propia concepción de la curaduría, y lo que se seleccionó que es un poco más contemporáneo.
Artcrónica: ¿Esta galería mexicana en la que estas exhibiendo es nueva, o lleva tiempo haciendo proyectos expositivos con artistas cubanos?
Greta Reyna: Lo que yo conozco de la galería es que el director es hijo de un coleccionista conocido que ya murió y que se llamaba Poncho Aguilar; tengo entendido que coleccionó mucho arte moderno. Él siguió sus pasos y me han dicho que tiene la galería en esta sede de la ciudad hace unos dos años. Él va mucho a Cuba, tienen mucha relación con Cuba. No tengo mucha más información; incluso, cuando Lissette me propone participar yo no tenía dato alguno de este espacio. También creo que ellos llevaron una pieza monumental de un artista francés a la última edición de la Bienal de La Habana.
Artcrónica: ¿Qué te ha parecido el contexto mexicano para promover y legitimar tu obra?
Greta Reyna: Como te dije, yo vine a México por primera vez en el 2023. Justamente Adonis Ferro y yo acabábamos de regresar de Barcelona a La Habana, y allí me llega la invitación del estudio de Carlos Garaicoa que me habían nominado a SOMA. Tengo entendido que SOMA es una escuela ubicada en la Ciudad de México y tienen una residencia que se llama SOMA SUMMER de 21 días o un mes, no recuerdo ahora bien. Todos los años Carlos Garaicoa nomina a varios artistas cubanos. Su estudio me nominó y en México me escogieron. Me entero desde Barcelona de esa invitación, solicito la visa desde allá porque desde Cuba era complejo, y luego, después de una semana de haber llegado a Cuba, vengo a la ciudad mexicana. Normalmente esta residencia se hacía en la ciudad; pero hacía un año la estaban desarrollando en las afueras, en una quinta del pueblo de Tlaxcala, bastante antigua, super interesante. La residencia fue una experiencia muy rara porque había muchos artistas americanos, pero de ascendencia asiática y africana; muchachos jóvenes que lo mismo estaban estudiando en universidades o que ya se habían graduado. Había dos o tres de Europa, y solamente de Latinoamérica estaba yo y una muchacha colombiana con la que hice muy buena amistad; también estaban presentes dos mexicanos. La residencia era completamente en inglés, era teórica básicamente, con lecturas de textos, no había que dejar una obra específica hecha, sino más bien dialogar. Pero se volvió un poco compleja porque los estudiantes que venían de Estados Unidos comenzaron a generar conflictos sobre el tema de las razas, a plantear que eran discriminados. Yo soy una persona bastante diplomática que no me gusta entrar mucho en conflicto, sobre todo porque me cuesta juzgar la experiencia del otro. Yo respeto toda experiencia; pero también me molestó un poco que uno venía a disfrutar un contexto mexicano, latinoamericano, con una riqueza cultural increíble, y cada vez que nos iban a llevar los fines de semana a zonas arqueológicas, o a paseos por los bosques a ver a las libélulas, ellos más bien querían quedarse a hacer reuniones para conversar sobre esos temas raciales y el asunto de la discriminación. Yo me revelé, sencillamente dije que no iba a participar en ninguno de esos diálogos, no estaba de acuerdo con los temas. Yo creo completamente en la tolerancia, la paz y el amor; no creo que, en este mundo, donde hay tantas guerras y conflictos, uno tenga que ir a una residencia a convivir durante casi 21 días con 23 estudiantes o artistas para estar en conflicto. Varios participantes se unieron a mi reclamo, entre ellos un muchacho de China, una taiwanesa. La directora tomó la decisión de que los que querían irse a los viajes se iban con ella, y los que querían quedarse a conversar lo hicieran, todo en realidad fue muy democrático. Yo me pasé casi toda la residencia prácticamente sin hablar, y el último día les comenté que yo no entendía por qué ellos hablaban de discriminación cuando a mí y a los dos mexicanos nos discriminaron también; no nos saludaban, no nos hablaban en español, aun cuando estábamos en un contexto de habla hispana. Creo que ellos sintieron un poco de vergüenza, pero todo quedó ahí. Fue una residencia un poco rara y ahí aprendí muchas cosas también, por ejemplo, que el talento del arte cubano es bastante fuerte; que muchos de nosotros tenemos esa necesidad de conectar con el exterior, poder vender y conectar con una galería. Ya no estamos tanto en esa postura de estar cuestionándolo todo y estar en conflicto cuando podemos aprovechar los contextos de una manera más positiva. Con eso fue con lo que me quedé y con esa parte linda de los viajes y las visitas que realizamos; las personas positivas que conocí y que se interesaban por conocer de Cuba y de nuestra circunstancia. También nos llevaban frecuentemente a conversar con un crítico o curador de México. Yo tuve la oportunidad de presentar mi obra a Tania Candiani. Era una experiencia que se podía aprovechar de una manera más linda. Esa fue mi experiencia y le agradezco infinitamente al estudio de Carlos Garaicoa también porque fue mi primera interacción aquí en México. Estuve después de la residencia alrededor de dos semanas en la ciudad y sentí que debía venir a México a vivir una experiencia un poquito más personal; realmente no me fui con todas las expectativas cubiertas de lo que era la Ciudad de México. A Adonis Ferro, mi pareja, le encanta México, a mi abuelo le encantaba México, y yo me quedé con esa sensación de duda, de inconformidad. También algo que me influyó mucho fueron todas esas historias sobre la violencia, la inseguridad, que yo como mujer blanca tenía que cuidarme. El primer día, incluso, luego de haber llegado a México tuve una experiencia desagradable, el Uber me mandó para otro lugar, no era la dirección que buscaba y me tuve que bajar. En ese viaje yo estuve bastante tensa y psicológicamente no pude disfrutar todo lo que hubiera querido, como ahora por estos días he podido hacer. Ya he comprobado, incluso, que muchos cubanos llevan tiempo acá y no les ha pasado nada, que hay zonas bastante tranquilas. Un amigo mío brasileño me dijo una vez que la Ciudad era como una isla dentro de México, que por eso hay tanta gente concentrada. En este viaje he podido visitar más la ciudad, es hermosa, caótica con el tema del tráfico, pero impresionante, y el tema del clima también es muy agradable. Culturalmente a mí me llega bastante, porque, además, es muy mística, tiene mucha energía, y a mí me gusta mucho el esoterismo, la mística, la astrología… De hecho, cuando regresé de México a La Habana en el 2023 regresé con la intuición más desarrollada; es algo raro de explicar; pero en mi caso lo sentí con mucha fuerza.


Artcrónica: ¿Estarías dispuesta a continuar tus vínculos con México como escenario de promoción y legitimación para tu obra?
Greta Reyna: Sí… Aunque yo digo que México es una ciudad intimidante, soy una persona que no le tengo miedo a prácticamente nada, y soy bastante arrojada y valiente. No importa si tengo ese temor, yo lo supero. Viajo sola, permanezco sola, y no pasa nada. Justamente hablando ayer con mi hermana ella me preguntó: “¿Y valdría la pena pensar en México como escenario de interacción?”, y yo le respondí: “creo que sí”. En este segundo viaje me he quedado con la sensación de que es una ciudad que ofrece muchas oportunidades para el arte cubano. Sé que es difícil insertarse, pero hay que encontrar las maneras. Es una ciudad muy cercana a La Habana, está el tema del idioma afín. Yo siento que a México le encanta Cuba, no sé, por lo menos es una experiencia que he sentido entre los mexicanos que he ido conociendo.
Artcrónica: ¿Te refieres también a venir a vivir?
Greta Reyna: No, yo me refiero sobre todo a que sería muy positivo hacer viajes frecuentes a México, venir a colaborar con el ambiente, exponer y trabajar con alguna galería que se interese en mi obra; pero no pienso por ahora venir a vivir, a producir y a tratar de insertarme; prefiero seguir en La Habana. Yo estoy bien en La Habana, a mí me gusta La Habana. Tengo un estudio bastante bueno desde hace seis años, que fue de otros artistas como Campins y El Pollo. Ese estudio tiene una energía muy positiva con el tema del arte y los artistas. Yo adoro a la señora que nos renta, nos llevamos muy bien. El estudio está en el Vedado, en una zona muy linda. Ahora mismo acabo de comprarme mi primer apartamento a dos o tres cuadras, gracias a las ventas de mi trabajo. Yo creo que ahora mismo soltar La Habana sería un error.
Artcrónica: ¿En Cuba se están generando ventas actualmente, avanza la comercialización?
Greta Reyna: Hay una cosa interesante, las ventas que yo he generado han sido, básicamente, a través de los clientes que han ido a mi estudio y otras por Instagram. Yo creo ahora mismo que mi generación cree mucho en la plataforma de Instagram, esa es nuestra galería. De hecho, las últimas piezas que he logrado vender ha sido con coleccionistas que me he encontrado en Instagram y que les interesa el arte cubano. No es que me los encuentren y ya, sino que investigan más de mi trayectoria, de mi producción; después visitan el estudio y me compran determinada pieza. He sido muy quisquillosa en publicar en Instagram cada vez que hago una obra. Ese vendría siendo como una forma de dossier bastante contemporáneo. Tiene algunos datos personales; pero realmente es una forma muy práctica de llegar con tu información artística a la mayor cantidad de personas. También otra cosa que he observado, los coleccionistas no van a ir a España a comprarte si eres una artista joven tratando de levantar, sino que vendrán a Cuba, tu lugar de residencia y trabajo.
Artcrónica: ¿Podrías hacerme una rápida descripción de los procesos conceptuales y técnicos en los que estás imbuida en el presente?
Greta Reyna: Tengo un statements fijo en el que aclaro que yo nací en un país roto, y a partir de la palabra roto yo genero todo el concepto. Yo básicamente me muevo en medios como la pintura, la instalación, el objeto, y el objeto también dentro del stop motion. El objeto no se presenta tal cual, sino que tiene que estar roto; objetos que están en el olvido, en desuso, que la gente ya no quiere; me los van guardando y yo voy cumulando cajas completas de objetos rotos. A partir de ahí lo mismo hago el stop motion que genero una pintura desde la rotura. Me inspiro en la rotura y a partir de ahí desarrollo las formas en el cuadro. Por otro lado, también puedo decirte que no pinto sobre lienzo, sino sobre tela estampada, que también para mi es una indumentaria rota, porque vienen de sábanas. Incluso, me encontré un montón de rollos de tela que mi abuela tenía para tapizar muebles y con eso he ido trabajando.

Artcrónica: Por lo que veo la familia ha sido crucial también en tu formación…
Greta Reyna: Vengo de un contexto familiar bastante artístico, mi abuelo, Fernando López Castañeda, era arquitecto de monumentos, Premio Nacional de arquitectura 2013, y mi abuela diseñadora de interiores. Mi mamá es muy creativa y mi papá también. Crecí en una casa muy barroca, llena de cosas. Mi abuela y mi abuelo eran un poco más simples, más elegantes, pero he estado viviendo en casas donde había mucho interés por el diseño, por observar la luz, cómo entra a través de las ventanas. Desde niña yo vía mucho las revistas de mi abuela con las degradaciones de colores con las que justamente ahora trabajo. Mi abuelo era el que nos llevaba a los museos, a las galerías y crecimos viendo cómo él coleccionaba arte bizantino, religioso, estatuillas mexicanas, de Italia, era amigo de artistas conocidos como Víctor Manuel; los creadores le regalaban o intercambiaban cuadros. Yo crecí en el amor por coleccionar cosas antiguas, vintage; todo eso yo lo heredé luego, tengo toda la colección de mi abuelo, además de todos los santos que he ido coleccionando con Adonis Ferro desde el momento en el que nos conocimos; él también ha coleccionado siempre. Yo tengo una conexión muy fuerte con el objeto, con lo material. Básicamente ahora trabajo con el objeto roto, y mucho tiene que ver con mi memoria familiar sobre el interiorismo, el espacio. Me gusta romper con el cubo blanco de galería y crear una cosa más sensorial; pero al mismo tiempo que trasmita mucha paz, felicidad. No me interesa para nada tratar temas difíciles o tristes porque realmente no es mi experiencia de vida, la mía ha sido bastante armoniosa, no tengo grandes conflictos, ni traumas, y entonces trato de ser completamente sincera conmigo.
A mí me interesa mucho hablar de la resiliencia humana, cómo a partir de una rotura podemos fortalecernos. Y, aunque parezca que yo no hablo de política específicamente, considero que todos somos seres políticos. Nací en un contexto completamente precario, en los años 90, periodo especial, y todavía seguimos, vamos a más… Entonces ¿cómo yo he podido sobrevivir en un contexto tan precario; con tanta falta de suministros básicos? He visto cómo generación tras generación se reutilizan los mismos muebles, los mismos objetos. Yo tengo ropas de mi abuela, de mi tía, de mi mamá. Es interesante cómo el cubano tiene una conciencia ecológica sin saberlo, algo que está tan de moda ahora mismo en el mundo. De hecho, mi obra se reutiliza también, yo puedo mostrar el objeto y la instalación que hice aquí en México y después llegar a La Habana y poner los cuadros en otra pared, con otro mural y otros objetos. Esto también tiene que ver con el hecho de que en Cuba se le hace muy difícil a los artistas conseguir materiales.
Artcrónica: ¿Crees entonces que la resiliencia es un principio que moviliza a tu generación, sobre todo a esa parte que ha decidido seguir viviendo y trabajando en Cuba?
Greta Reyna: Te voy a ser muy sincera. Yo me fui a Barcelona con la idea de no regresar. Trabajé en una casa de cambios a pesar de tener nuestro Airbnb. Me fui con la convicción de que no podía dejar de hacer arte; pero que si tenía que hacer cualquier otro trabajo lo iba a hacer. Cuando yo me vi trabajando sin poder disfrutarlo, llegando todos los días a casa nerviosa, con una gran tensión y pasando frio, empecé a preocuparme. O sea, yo no la pasé mal en Barcelona porque Adonis y yo fuimos con buenos ahorros; pero siempre ese primer proceso de inserción es extraño, muy difícil. Se trata de desprenderse de lo que ya tienes logrado para volver a empezar de cero. Y cuando Adonis vio cómo me estaba sintiendo me dijo que dejara de trabajar. De hecho, estando en Barcelona, Laura Salas, con la que mi hermana y yo tenemos bastantes trabajos en colaboración, me invita a participar en una exposición en París. Ya ella se había llevado muchas piezas de mi estudio, pero como estaba en Barcelona, ella me mandó telas y yo pinté allí, fue la salvación. Ahí me dije: “yo no voy a sacrificar lo que verdaderamente siento, la necesidad de hacer arte, por estar en un contexto con una mejor calidad de vida”. Yo soy muy conformista en ese sentido. Trato de estar bien donde estoy, en el caso de Cuba, aunque sé que hay días en los que me deprimo, que no resisto el no tener luz. Y sobre todo más que pensar en mí, me angustia ver a mis padres y a mi abuela pasar trabajo. Mi abuelo está ciego y pasa mucho trabajo en Holguín; el calor allí es sofocante y tenemos que atenderlo, comprarle ventilador.
El contexto de Cuba es muy complicado. Es muy fácil para el artista que está afuera, y que logró avanzar, decir categóricamente que el que está en Cuba está a favor del estado. Yo no estoy a favor del estado, pero tampoco me interesa irme de Cuba. ¿Si yo quiero hacer arte en mi país por qué me tengo que ir? Hasta ahora a mí me ha ido bien en mi país; he logrado cosas importantes para mi carrera: exponer aquí en México, por ejemplo, en Barcelona, en París, y eso ha sido consecuencia directa de estar en La Habana. Yo no digo nunca a esto o a lo otro, a la opción de viajar largo tiempo; pero hasta ahora he tenido buena experiencia en La Habana desde mi arte, y no estoy para nada a favor del contexto político, de las decisiones que han tomado, de cómo están conduciendo al país. Estoy en contra de la encarcelación de Luisma. De hecho, ese fue un acontecimiento que afectó bastante a todo el contexto del arte. Nos puso en una situación muy difícil, de impotencia, no saber qué hacer, se genera miedo. Luisma es de los pocos artistas que ha tenido el valor de inmolarse en la isla, y hay muchos otros artistas que están afuera. Es muy fácil desde afuera juzgar al que está dentro, y al que está dentro y no se proclama disidente o en contra. Yo no estoy a favor del gobierno; pero no me voy a ir de mi país; quiero seguir haciendo arte en la isla y ya está.
Artcrónica: ¿Podrías hacer una valoración sucinta sobre la situación actual del ambiente artístico en la isla?
Greta Reyna: Se suele pensar que, mientras haya una ola tan gran de emigración, el país se va a quedar vacío, y no, en las escuelas se están formando estudiantes que tienen ganas de hacer y continúan trabajando; se presentan a Puzzle, a Pos-it, a Mala hierba… Se dio una situación muy graciosa en esta última edición: mi hermana yo nos presentamos al concurso y resulta que éramos las más viejas de los participantes. Yo siento que lo que pasa con las generaciones de artistas que están dentro de Cuba es que han ganado conciencia sobre el hecho de que, ya que están ahí dentro, tienen que hacer, producir obra. Mientras estemos ahí vamos a hacer, ¿por qué no?; no hay que esperar a estar en el exterior para comenzar a producir obra, a potenciar una carrera; si al final estamos dentro de nuestro contexto, disfrutamos hacer arte. También cuando uno es joven tiene la ilusión de lograr cosas, y por eso la gente se enfoca y se pone perseverante, y muchos lo logran. Es verdad que es difícil crear las condiciones de trabajo, sobre todo para los muchachos que llegan de provincia. Cuba cada vez está más cara, los alquileres son caros, conseguir los materiales. Hay una situación política un poco rara, aparecen un montón de cosas privadas; pero al mismo tiempo lo que se vende es otra imagen del ambiente. Cuba siempre ha sido un contexto muy surrealista y lo seguirá siendo. Pero mientras uno esté allí, si tiene la fe y la esperanza de lograr hacer algo, como yo siempre la he tenido, no se puede parar de hacer, y seguir insistiendo una y otra vez.
Mi hermana y yo cuando empezamos no teníamos nada. Cuando nosotros nos graduamos del ISA, y a pesar de que mis padres eran arquitectos, no veníamos de una clase alta, de cuna de oro, ni nada por el estilo, pasamos trabajo como cualquier graduado, cogimos bastante guaguas; pero siempre hemos sido muy trabajadoras, creemos que el esfuerzo y el trabajo es lo que te lleva a nuevas metas. Acabadas de graduarnos nos alquilamos y empezamos a trabajar con Clandestina haciendo sombreros, y así pagábamos nuestro alquiler e íbamos a las exposiciones. Porque Cuba, a pesar de todo es un contexto muy cultural. En Barcelona tú no puedes ir al teatro con frecuencia a ver las obras, o a ver a Chucho Valdés tocar en el Museo Nacional de Bellas Artes porque te costaría un ojo de la cara; y en Cuba por 50 o 100 pesos cubanos entras a las salas a ver los espectáculos. Es un contexto con una riqueza cultural que uno valora y esas experiencias son importantes cuando uno está empezando. De repente se arma una fiesta y terminas reunida con todos los artistas de la galería, ahí empiezas a hacer relaciones, y el arte actual es para mí 90 por ciento de relaciones públicas, y nosotros los cubanos somos muy sociables. ¿Por qué no darles la oportunidad a los artistas jóvenes? ¿Por qué no generar este tipo de concurso para ellos como Puzzle? Son iniciativas que hacen que el contexto se mueva a pesar de que ya se ha ido mucha gente. Toda mi generación se ha ido prácticamente; muchas de las artistas que yo conocía ya no están.
Siento, además, que casi ya no hay crítica de arte. La crítica que había cuando tú estabas en Cuba ya no existe. Esa oleada de profesionales como Rufo Caballero, tú y otros más, eso ya no se produce. Jorge Peré escribe un texto de vez en cuando. Ahora hay algunos críticos que están regresando y eso es hasta cierto punto bueno. Tú sientes que hay alguien nuevamente interesado en ver y evaluar el contexto, y eso los artistas lo agradecemos. Nosotros creamos primero para nosotros, o al menos yo, y luego para el espectador; pero igual siempre es lindo que alguien especializado se fije en tu exposición y quiera promoverla, comentar de ella, y eso realmente no se está viendo mucho, es algo que se extraña bastante. A veces aparece algún crítico joven escribiendo para Rialta, digamos, como uno que lo hizo recientemente sobre Brenda Cabrera; pero aquellos tiempos en los que Adonis y yo nos poníamos a leer, eso ya no existe. No sé si de repente cambie el panorama, pero esa es la situación que hay. También ha mermado el tema de las entrevistas, que ahora yo veo que aquí en México se realiza bastante. Con esta exposición de México ya me han entrevistado como en siete ocasiones. La prensa cubana se ha alejado del arte, la prioridad ahora es el contexto y sus problemáticas, y eso lo puedo llegar a entender. Por otro lado, sabemos también que en Cuba no hay mercado interno; la oportunidad de nosotros como artistas de venir a estos contextos es muy importante.


Artcrónica: ¿En esta exposición de México has logrado vender tus obras?
Greta Reyna: Aquí mis obras han despertado interés de promoción y comercialización, puede que se concrete alguna venta; pero te digo que no es una prioridad ahora mismo; afortunadamente desde La Habana yo he logrado vender mi trabajo a pesar de los inconvenientes, los obstáculos, las críticas… En La Habana ahora mismo también hay mucha envidia; te juzgan de un bando y del otro; y como yo siempre estoy en el medio no sabes a veces cómo quedar bien.
Artcrónica: Según he podido averiguar, a tu hermana Gabriela Reyna le está yendo bastante bien también en Cuba…
Greta Reyna: De eso justamente también quería hablarte… Mi hermana le acaba de vender al Museo Nacional de Bellas Artes, a través de Jorge Fernández, que fue profesor de nosotros en el ISA, su performance “Cuba”. Es un vestido hecho de relojes que estuvo confeccionando durante unos cuantos años, que pesa siete kilogramos, y estuvo durante 24 horas en París, donde primeramente lo exhibió. Ella ganó un premio de la Fundación Mariano Rodríguez junto con Brownstone y fue a París. Y Laura Salas le dijo que por qué no hacía el performance. Laura se llevó primero el vestido a una exposición en París y también llevó piezas mías. Y como ya el vestido estaba en París la embulló para que hiciera la acción performática. Laura curó entonces el performance y mi hermana estuvo en la galería de París con el vestido puesto durante casi 24 horas. Se cansó mucho como podrás imaginarte, se le entumieron las manos. Pero ella estudió algunas posturas de Yoga, ella practica Yoga, y también adoptó algunas posturas de boxeo, y las utilizó en el performance. Después realizó ese mismo performance en La Habana, en la Galería Servando. Y Jorge Fernández, que nos sigue y sique a muchos artistas jóvenes cubanos, se quedó fascinado con el performance. Ese performance de mi hermana habla de Cuba y de la resistencia al tiempo insular, y cómo los artistas soportamos tanto dolor también. Ella llora, incluso, en el performance, y no lo hace por la teatralidad de la acción, sino por todo el esfuerzo que tiene que hacer para cargar esa vestimenta. Hasta cierto punto es una pieza bastante política y crítica, y el Museo se la compró sin prejuicios. ¿Dime qué otro contexto le iba a comprar una pieza así? A Adonis Ferro también el Museo le compró la obra “Rectángulo”, que es una pieza también crítica. Tú sabes que él es bastante profético con sus performances y este era el de las 100 personas aplaudiendo. Después vino el COVID y esa iniciativa de que a las 9 de la noche se aplaudían a los médicos. Luego de esas adquisiciones, comenzaron entonces los comentarios, que los artistas son del estado, que le hacen juego al gobierno… Y nosotros no asumimos esa actitud de concesión, no solemos involucrarnos en exposiciones oficialistas, simplemente aprovechamos la oportunidad en el momento indicado. Además, una de las mejores cosas que le pueda pasar a cualquier artista joven en el mundo es que el Museo de su país le compre obras.
Artcrónica: ¿Tienes en la actualidad algún proyecto en preparación?
Greta Reyna: Ahora cuando regrese a Cuba tengo una exposición colectiva de carácter público, que es una propuesta para ubicar en los picos que hay en la Avenida del puerto de La Habana, en la terminal de trenes. Todos son picos o galpones que se van a restaurar y dentro de ellos pondrán cafeterías, oficinas del Historiador de la ciudad y todo lo que tiene que ver con patrimonio, van a incluir también salas de wifi, de internet. Le propusieron a la curadora Sachie Hernández hacer un proyecto para esos picos, para que las fachadas fueran intervenidas por los artistas. Ella me contactó a mí y a otros artistas y se supone que ahora comencemos a trabajar en función de ese proceso. A mí me gustó la idea porque es como tener un mural propio en la ciudad.
Artcrónica: ¿Estás trabajando con alguna galería en particular en La Habana?
Greta Reyna: Estoy trabajando ahora con la galería Acacia que recién me acaba de contratar. A partir de los años 2026, 2027, se comenzarían a gestar algunas exposiciones personales; a lo mejor en el transcurso del año que viene ya participo en alguna colectiva. A mí me pasó una cosa muy curiosa en Cuba: una vez que decidí regresar de Barcelona a La Habana muchas cosas comenzaron a sucederme, me comenzaron a convocar para exposiciones colectivas y personales. En febrero de este año inauguré mi exposición personal “Astral”, que vendría siendo prácticamente como mi primera muestra individual, curada por Adonis Ferro. Llevamos mucho tiempo juntos y él conoce a profundidad mi trabajo; eso fue en galería Galiano. Hice todo un mural dentro de la exposición y ahí coloqué varias piezas. Siempre surgen proyectos de todo tipo. Para las exposiciones personales yo si me tomo mucho más tiempo. También voy a participar próximamente en la Semana británica con Laura Salas, en la casa de Inglaterra en La Habana, en el Vedado, donde hay varios artistas jóvenes. Muchos pensamos que por el COVIC el contexto del arte iba a frenarse o a morir, pero no sucedió así, todo se ha ido renovando. Por ejemplo, fue muy importante toda la experiencia que se propició alrededor de los 10 años de Galería Continua; esa fue para mí la verdadera Bienal. Todo el contexto cubano se puso en función de ese evento. Ya tú ves…, todavía se mantiene la ilusión en La Habana de reunirse, de dialogar, de participar.
(Imágenes de obras cortesía de la artista)
México, 16 de noviembre de 2025







