Las prácticas fotográficas cubanas se instauran en el Kendall Art Center con una exposición que incluye abordajes concomitantes: Nadal Antelmo, Willy Castellanos, Rogelio López Marín /Gory, Ana Olema y Mel Rossitch.
El conocido bolero de Miguel Matamoros acota crónicas ajenas. Subversivas en su pretensión de vulnerar el continuum discurrir de los acontecimientos cotidianos. Cinco artistas que se reúnen tras la licencia que les confieren sus aparatos de registro digital o analógico, para radiar sus obsesiones, urdiendo tramas conexas. Maniobras especulativas donde transcurre la exención –temporal o definitiva– de una región ilusoria que cada uno de ellos creyó alguna vez haber conquistado y hoy solo pueden avistar desde el silencio y la luz.
Nadal Antelmo /Nadalito (Cárdenas, 1968) es un artista del desacato y las permutaciones. Desprejuiciado y experimental ha desarrollado un trabajo atípico en la escena contemporánea consiguiendo reinstaurar desde una perspectiva original preteridas prácticas de fundamento sociológico. 100 retratos familiares cubanos recupera las estrategias desplegadas en Redes entre 2007 y 2010. Realizados todos en la residencia de sus protagonistas, se trata de una panorámica prototípica que se zambulle al interior de la cotidianidad. Lo ordinario sesgado por la vulnerabilidad que supone el despojarse de los zapatos y mostrarse reeditado, con los pies en la cabeza. Semillas (2012) permanece en terreno fabulativo entre la utopía de renovación y la improbabilidad de cosecha. Por su parte El Mirón II (2018) y Relato erótico (2003) emparentan el rompimiento de la norma en connotaciones erógenas de signo público.
Una mirada transversal al trabajo de Willy Castellanos (La Habana, 1959) constata una ejecutoria asentada en la recurrente afición por desbordar los límites aparentes de las cosas. De esta manera, construye objetos mentales que compilen y procuren “pruebas” de ciertos órdenes que el artista problematiza y vulnera. Regreso a Koyaanisqatsi es el genérico con que Willy designa la serie relativa a sus recientes periplos por los basureros de chatarra de Miami. Registros documentales, hallazgos manipulados, escenas reconvertidas que estetizan el abordaje de problemáticas ambientalistas y donde la palabra –a través de los títulos de las piezas– espesa los significantes.
A Rogelio López Marín /Gory (La Habana, 1953) podría considerársele el reverso que mira, el sueño de un sueño de lo real. Trasvasando su trabajo desde la poética del poeta Hernández Novás, sus fotografías parecen ancladas a la orilla de un piélago infinito y confuso, ralentizadas en trazas donde se concilia la ausencia y lo invisible. Muy tempranamente su trabajo devino un tratado de ambientes proyectados desde el escepticismo, buscando trasponer el aislamiento en un censo material de inusitadas configuraciones. Algo que también se advierte en sus series de paisajes norteamericanos, como Because of the City realizada durante el inicio de los dos mil en Nueva York. Una quirúrgica propia, que documenta el sesgo anodino y surreal de la metrópolis, encuadrando la despiadada disolución del tiempo en un espacio escamoteado a la epifanía.
Ana Olema (Holguín, 1986) se declara una artista de proyectos, cuya producción simbólica busca analizar la naturaleza de la relación Individuo-Estado. Esencialmente, realiza proyectos políticos y de diseño social, basados en asociaciones de ideas poco convencionales que persiguen crear presentes o historias alternativas, ucronías o futuros cercanos. The Longest Night (2019) es una impresión de 90 x 58 pulgadas (las medidas aportan un significante obvio) cual indivisa página de “clasificados”. Una “pagina única” de anuncios que circunscribe una dimensión unificada de lo espacio-temporal en un periódico de lo posible, relatando el acontecimiento desde el punto de vista del lugar más impactado, después de Cuba, por este suceso en la historia: Miami. Y lo hace a través del elemento más distintivo del sistema capitalista: el marketing.
El trabajo fotográfico de Mel Rossitch (La Habana, 1968) podría definirse como una bitácora introspectiva, donde rafagazos de archivos mentales se corporizan en compendios efímeros y estimulantes. Se trata de colonizar experiencias ancestrales, atávicas en cierto sentido, escrutando nuevas maneras de abordar temas conocidos. Con la Serie Secretos de Confesión (2017) busca sumergirse en el espinoso terreno de lo icónico. Antepone fronteras transparentes, horadadas, a la imagen fugitiva y ambigua. No solo se establece una frontera material, sino que las formas mismas que se atisban invitan a una decodificación promiscua y polisémica. En estos “claustros de la intimidad” se resguardan secretos aparentes, sepultados en la representación de accesorios, utensilios, objetos personales e instrumentos.
Según Jasper Johs, la fotografía es un objeto que comenta la pérdida, la desaparición de otros objetos. Un objeto que no habla de sí mismo, sino de los demás, incluso cuando no los incluye. A través de lo fotográfico nos transformamos en testigos presenciales de lo intangible. Cualquier argumento axiomático que detenten las imágenes de Lágrimas negras podría ser minado por la pluralidad de significados que cada una de ellas supone. Esa impertinencia donde lo estético y lo simbólico se maridan ampara las controversias entre lo analgésico y lo estimulante. Al final, simplemente, se trata de más agua salada a golpe de bolero.
Isabel María Pérez Pérez
Fragmentos del texto curatorial
KENDALL ART CENTER
12063 SW 131 Ave. Miami