Artcrónica estuvo presente en la inauguración de la muestra “Confluencias magnéticas”, en la tarde del pasado 21 de junio de 2023; un ejercicio curatorial coordinado por Nancy Mookiena y desplegado a todo lo largo y ancho de la primera planta de la residencia de Nina Menocal, ubicada en Lomas de Chapultepec, Ciudad de México.
Pinturas, fotografías, esculturas, instalaciones y bordados, constituyen las manifestaciones básicas de esta muestra colectiva; en la que logran coexistir también de manera equilibrada -y desde un abordaje mayoritariamente noexpresionista- los lenguajes abstractos y figurativos.
La diversidad de intenciones representativas es otro de los elementos importantes en esta exposición, tal como infiere el concepto metafórico de la muestra: “distintas aguas atraídas hacia un mismo flujo magnético”. En determinadas obras se observa, por ejemplo, la necesidad de encontrar un subterfugio, una evasiva estética, decorativa, a partir de la recuperación de saberes y tradiciones manuales; en otras se intuye el anhelo sistemático de fuga hacia ambientes primigenios y naturales; la imagen artística convertida en una especie de bitácora de itinerario, documento alegórico de transición entre lo físico y lo espiritual. En otros conjuntos se interpreta la obra y su proceso de realización como una vía o conducto hacia la confesión y la catarsis; y en no pocas de ellas se compulsa la idea de crear paralelismos entre las lógicas del pensamiento religioso ancestral y los credos de la vida cotidiana.
Resulta interesante comprobar cuantos géneros, recursos metodológicos y expresivos, se han mostrado funcionales en este ejercicio específico de curaduría; cuantos han puesto a prueba su capacidad instrumental para servir de soporte a las concepciones y discursos que legitima el proyecto. A tal efecto, podemos descubrir lo mismo un paisaje natural inerte, contemplativo; la documentación fotográfica de un performance; el esbozo de retratos neofigurativos crudos, irritantes; la compactación geométrica de formas u organismos casi escatológicos; el registro de un desnudo femenino aparentemente seductor; la huella de un bordado diáfano, sublime; y hasta el despliegue de algunos panoramas lúgubres, umbríos.
En la muestra “Confluencias magnéticas” se decidió incorporar obras representativas de los artistas Ana García Alcocer (AGA), Aimée Joaristi, Antón 3000, Carlos Aguirre, María José de la Macorra, Gabriela Mendizábal, Marta María Pérez Bravo, Néstor Quiñones y Katiuska Saavedra. Sobre los procedimientos y criterios alegóricos que cada cual adopta, explica la curadora Nancy Mookiena:
La mirada curiosa de María José de la Macorra encuentra similitud entre la geografía del norte de nuestro país con el cuerpo humano en la instalación Entre un delante y un adentro, 2000-2001, órganos y sistemas como caminos y ríos, dejan vestigios de vertebras y huesos, todas formas que remiten a nuestro cuerpo y que se ven explotados sobre el muro. Los collares con sus cuentas son testimonio de nuestros pasos por esta geografía y se han convertido en un elemento recurrente en su obra; así vemos la fotografía de perlas sobre un lago congelado evocando las representaciones de nuestro sistema solar y Soma, una vez más la configuración de lo orgánico, está vez con guantes de látex.
Carlos Aguirre es un artista clave en el arte contemporáneo en México, ha estado presente en la escena del arte desde los años setenta y ha desarrollado un amplio y complejo trabajo marcado por las premisas del arte conceptual en relación con la investigación del ejercicio del poder y la experimentación gráfica, que le han permitido encontrar nuevos materiales y distintas formas de representación. Así es como retoma la fotografía, experimentando a partir del encuentro y la reconstrucción de lo que observa. Sus hojas van más allá de una toma, están compuestas por distintas miradas, se doblan y hacen que los marcos obedezcan a su forma.
Katiuska Saavedra nos lleva a ver posibilidades de renacimiento, un escarabajo “El que llega a ser por sí mismo” simbólicamente representa el trabajo duro, la fertilidad, el progreso y la estabilidad, el amor; la serpiente hace su trabajo Al agua, lo que es del agua y a la tierra lo que es de la tierra. En Leda, la esperanza como una roca en medio de un lago en el Desierto de los Leones, plumas vuelan, un rastro de aquellas mujeres que como en el mito que la inspira, fueron seducidas y en nuestro contexto, desaparecidas.
Las fotografías de Marta María Pérez Bravo hablan por sí misma, parte de una línea única conceptual y formal, de acercamiento e interpretación de la artista al mundo religioso de origen afro-cubano y al espiritismo, mezclando investigación bibliográfica, de creyentes y practicantes, con la suya; así un árbol es más que un árbol y un símbolo es una verdad, títulos que profundizan en lo percibido por los ojos. En la serie Sí van a un cielo, representa a sus abuelos maternos y paternos, homenaje de pies que corren como caballos y vuelan como palomas, se hunden en una copa o se plantan como un par de conejos.
La obra de Néstor Quiñones está vinculada a reflexiones que pretender elevar o profundizar lo evidente, de ahí que muchas recurran al simbolismo o a la abstracción geométrica, a reflexiones paradójicas o espirituales. En su exploración sale del cuadro con artefactos y va más allá de bidimensionalidad con balanzas intervenidas. En Yo Migrante representa al sistema nervioso central, un sistema que como seres humanos tenemos igual, este ser no tiene rostro, ni nombre, se acompaña de todos los pasaportes o banderas del linaje de Quiñones, desde África hasta México, resolviendo que todos somos iguales, todos hemos sido muchos en constante migración y peregrinaje; además la pieza es fosforescente, como una entidad energética, parte de nuestro ser integral como unidad viva en el presente. En KINTSUGI el ciervo que representa al dios del bosque, después de ser atacado por los humanos y en su agonía se convierte en un gigante que destruye todo, Néstor lo reconstruye con líneas de oro, eleva el valor de la naturaleza y el respeto que debemos tener por ella.
La serie de paisajes de Anton 3000, viene del vínculo entre estudios geográficos y poesía legendaria china, propuesto por Shanhaijing (Libro de las Montañas y de los Mares en español), lugares imaginarios, habitados por criaturas híbridas en una flora naciente, bestias sagradas, como ídolos. La técnica de la pintura sobre seda le da al color una transparencia y una luminosidad que recuerda a las composiciones de los vitrales. Además, el uso de lentejuelas y el tratamiento del pelaje confiere a las criaturas un vestido de desfile, esta ornamentación falsamente preciosa es parte de la idea popular de lo sagrado. Existe un interés en ciertas obras de la historia del arte, aquellas de carácter universal y atemporal.
Aimée Joaristi -artista multidisciplinaria nacida en Cuba- presenta una serie fotográfica de la serie Umbrias, ahí vislumbra entre los límites de lo objetivo y lo subjetivo, respondiendo a vínculos tanto emotivos, como energéticos. Paisajes en dónde prevalece la penumbra, el color desaparece casi por completo e impera la presencia de tonalidades negras y grises y sobre todo la dimensión simbólica de lo espectral, la luz y textura de estas imágenes tomadas desde un celular, acentúan las señales que nos llevan a experiencias de superstición, duda o incertidumbre.
Las pinceladas de Gabriela Mendizabal, joven artista, nos llevan a los límites del movimiento, son firmes y la vez delicadas, una suerte de integridad que nos calma y nos hace estar presentes frente al flujo. Líneas que se desbordan y se disuelven, otras flotan y regresan, en un ir y venir que nos cuestiona sobre la existencia, encontrando en el caos y la incertidumbre, orden y belleza.
AGA (ANA García Alcocer) nos invita al entre sueño, Territorios astrales, un escape a otros mundos, de sueños, memorias e ilusión. AGA subvierte las memorias terribles, mandatos y cuidados que se pasan de generación en generación, y como una forma de recordatorio colectivo y antídoto para romper esa cadena, recupera pañuelos abandonados en los cajones de las tías, los borda con hilos de colores para transcribir algunas de aquellas palabras hirientes de una monja a sus alumnas del colegio, se rehúsa a ser una Madre Canalla. Otra forma de exorcizar la acumulación, es reutilizando las chanclas del pedicure; aparecen nuevamente imágenes y seres que la devuelven al recuerdo de su propio ser.
Para el equipo Artcrónica ha sido muy provechoso documentar con cierta frecuencia estas exposiciones que organizan Nina Menocal y Nancy Mookiena. En los espacios de Lomas de Chapultepec no solo hemos tenido la oportunidad de actualizarnos con la obra de artistas cubanos que dejamos atrás en la isla o que han emigrado y continúan trabajando con Nina; sino de descubrir la producción visual de interesantes artistas mexicanos que están en activo, e iniciar un proceso de intercambio con ellos.
Cada tarde-noche de inauguración en la residencia de Nina Menocal, se convierte en una experiencia de socialización inusual, sorprendente, que aprovechamos como equipo al máximo. Allí nos podemos encontrar con artistas plásticos, músicos, actores que llevan viviendo algún tiempo en México, pero también con coleccionistas o especialistas que solo están de tránsito; gente “variopinta” del ámbito de la cultura, con criterios, posturas ideológicas y expectativas intelectuales muy heterogéneas.