Muestra de Víctor Manuel Maden
Con curaduría de los críticos de arte Abram Bravo y Estela Ferrer, se está presentado la exposición “Hay que tener tabla”, del joven artista cubano Víctor Manuel Maden Morgan, en el Centro Hispanoamericano de cultura.
La muestra esta compuesta por 12 obras, 10 cuadros y 2 instalaciones, realizados en técnica mixta sobre madera y lienzo.
(Texto de curaduría)
Por Abram Bravo
Víctor hace rato que se metió en su drama. Él no es vencedor ni vencido -ya no tan chama se había convencido de que esas cosas no valen-. Vive la vida con una electricidad contagiosa, la tiene porque sí y va dando chuchazos a todo el que se le pega. Víctor le transfundió la sangre del barrio a la pincha y anda orgulloso de su “fatalidad” negro/cardenense. Porque él es esas dos cosas, y es socio, inventor, negociante de domingo y artista desde el medio del pecho. Yo creo que está muy en sintonía con la idea que tengo de cubano -al menos de la que imito con patetismo-: vive a fuerza de empuje, de pasión, no sobrevive, tiene tabla para vivir.
Por suerte Víctor se siente más negro de lo que es y, por suerte también, tampoco es que le importe mucho. Negro es una palabra que se llena y vacía, todo en dependencia de quién vierta los trastos en el viejo saco. Víctor sabe que lo negro es una olla de carbón que a todos se nos viró encima, y gracias a eso entendemos juntos un mismo cuerpo de realidades insulares: de congo o carabalí tenemos todos. Por eso no pinta deidades de la santería o rituales del palo, mucho menos evoca la secreta dosis mítica de la cofradía abakúa, Víctor encontró la clave para ser un poco más cubanamente universal.
Reproduce con obsesión el sistema iconográfico que decora el entramado urbano, que se funde al sol caliente con los muros destartalados y portones cargados de óxido. Arrebata a la calle ese mundo de firmas y rostros que son distorsiones de la herencia socio-religiosa africana, con él arma su propio lenguaje, canta sus propias canciones y dice lo que siente a pura bomba. A Víctor le sirve ser negro porque entiende que todos lo somos, lo prueba y le sabe a gloria, lo celebra: la fragilidad histórica nos es común, el negro no es un color de piel, es nuestra marca de Isla. Nos corta por la misma tijera, aprieta y afloja, saca lágrimas y sonrisas. Lo negro es áspero, frágil, bello, nuestro. Lo negro -y Víctor siempre lo supo- nos da la tabla para vivir.