Conversación con David Mateo
La artista cubana Katiuska Saavedra, radicada hace años en México, conversa con David Mateo, director de Artcrónica, acerca de su reciente performance “Aleteo 2025”, realizado en la casa-galería de Nina Menocal en la Ciudad de México. Estuvo presente también en el diálogo Maricarmen Graue, músico y artista multidisciplinar mexicana, invitada por Katiuska a participar en la obra…
David Mateo: Katiuska, ¿cómo surge la idea de este performance, sobre qué presupuestos se concibe?
Katiuska Saavedra: El performance surge a partir de una invitación para cerrar la muestra colectiva “Escalar pretendiendo las estrellas: Paisaje como territorio”, que se estaba realizando en casa de Nica Menocal. Nancy Mookiena, la curadora, me solicitó que hiciera algo performático. Coincide también con la muerte del artista mexicano Antonio Gritón y se buscaba hacer una intervención que hablara de la parte activista que tenía este creador. Guiándome por el tema de la exposición, que tenía que ver además con la naturaleza, con esas fuerzas ocultas que emanan de ella, me puse a buscar en mi interior y decidí hacer entonces un performance que hacía rato estaba pensando. Quería hacer algo con una persona invidente, realizar una obra que hablara de esos instantes donde uno siente; pero no entiende, no sabe, o no puede percibir a la distancia. Ese performance se relaciona de alguna manera con el “efecto mariposa”. Utilizo las mariposas a partir de la idea de que un detalle, por muy simple que parezca, puede incidir a la larga en otros acontecimientos para cambiar el rumbo de la existencia. Viendo estas dos líneas que me interesaban, más el momento que estoy viviendo, porque en mi obra hay muchas cosas autorreferenciales, decidí buscar a una persona que pudiera colaborar conmigo en este sentido y que estuviera abierta a dialogar sobre la temática. Quería crear una especie de atmósfera etérea donde las mariposas hablaran también acerca de ciertas situaciones que no se pueden controlar; donde se tocaran temas como el placer, como la muerte. Donde estuviera involucrada también la música; sobre todo ese sentido natural de lo sonoro que a veces uno no escucha porque es imperceptible en comparación con los sonidos que estamos acostumbrados a oír. Tito Rivas realizó para nosotros un diseño sonoro a partir de diferentes aleteos de insectos. Con el tema de los insectos vengo trabajando hace dos años desde que fui a Colombia, y ha sido un tema que ha estado como circundante en mi producción actual.
David Mateo: ¿Cómo fue el proceso de búsqueda de la persona invidente para tu performance?
Katiuska Saavedra: Indagué entre los amigos qué persona podía trabajar conmigo; y un amigo llamó a otro amigo para darme el teléfono de Maricarmen. Yo no la conocía, e intentamos mantener un vínculo. Yo estaba muy nerviosa porque pensaba, bueno, cómo le digo lo que yo quiero sin que ella se sienta extraña. Nos vimos, estuvimos platicando historias de la infancia; de cómo a veces las coincidencias nos llevaban a ciertos puntos en la vida; como, por ejemplo, el no saber quiénes somos en esos momentos cruciales en el que lo necesitamos. De hecho, yo quería un hombre invidente en vez de una mujer; pero al final no importó la parte del género. Cuando comencé a buscar cosas de ella y vi que era chelista, y que tenía esta fuerza espiritual, esta magia, pues a mí me encantó su forma de ser; la manera en la que toca el instrumento, cómo se expresa, la conexión que hicimos en las conversaciones… Incluso ella me llegó a decir, “yo voy a ser tu Tiresia”. Fue también muy bonita la conexión que tuvimos en ese momento y eso se evidenció dentro del performance, porque realmente no ensayamos, simplemente nos dejamos fluir. Le dije, mira simplemente vamos a hacer esto así, quiero que tú sientas esto. Ella estaba preocupada por las mariposas, el tener que clavármelas en el cuerpo, y yo le decía no te preocupes, no me va a doler, yo te voy a guiar.
David Mateo: ¿Podrías describirme cómo fue que se materializó la dramaturgia del performance?
Katiuska Saavedra: Pues llegamos ante el público que estaba en el patio de la casa-galería de Nina Menocal. Había aproximadamente 45 o 50 personas. Atravesamos el hall y desde que empezamos a entrar, la gente hizo silencio y entró en concentración. En off se escuchaba un sonido de aleteo suave que luego fue aumentando. Nos sentamos Maricarmen y yo para sostener un diálogo simbólico, sin hablar, solo emitiendo burbujas. Comenzamos a hacer un acto donde ella se quitaba las prótesis de sus ojos, y yo le comentaba estas ideas intrínsecas de mi persona, hasta llegar a una especie de acuerdo espiritual y emocional, todo ello a puro gesto. Después ella me comenzó a palpar el pecho desnudo y a clavarme el alfiler con la mariposa, guiada por mi mano. Escogió una de las mariposas que yo crie hasta su muerte. La idea era que el público participara también en la incrustación de las mariposas en mi cuerpo. Como era de noche no pudimos utilizar las mariposas vivas, que era la idea inicial; pero, como en todo performance, tuvimos que hacer algunos cambios. Luego yo fui mostrando estas charolas de mariposas taxidérmicas al público y la gente comenzó a colaborar muy bien. Agarraban las mariposas y yo las guiaba con la mano hasta la parte específica del cuerpo donde debían insertar las agujas. Era muy emocionante ver las expresiones del rostro de la gente, una mezcla entre ese morbo de que sí quiero y me da miedo. Tenían una respiración tensa, agitada, sorprendida, y quizás no era consciente en ese instante de que hasta yo misma estaba experimentando esa agitación interna. Debo decirte que participaron más mujeres que hombres. Incluso, yo había pensado que gente muy cercana a mi iban a tener mayor participación, y por el contrario los veías como empezaban a retirarse, mientras la curiosidad del otro, del ajeno, comenzaba a ocupar sus lugares en el performance. Pensé que no lograría que todos participaran. Eran 9 mariposas y todas fueron puestas sobre mi cuerpo. Me retiré cuando ya todas las mariposas estaban incrustadas en mi piel.
Luego me senté con Maricarmen y hubo una parte muy interesante que no estaba prevista. Hubo mucha gente que nos relacionó con la imagen conocida de “Las dos Fridas”. Obviamente en un contexto mexicano donde dos mujeres se dan la mano, sentadas en una silla frente a una mesa, y yo con las mariposas sobre mi pecho, además, pues era lógico que la gente relacionara esa imagen con esa versión surrealista de la visualidad mexicana. No era parte de la intención; pero cada cual empezó a contactar con sus experiencias personales, su bagaje espiritual, su enfoque informativo y sus referencias. Fue un performance muy emotivo. Mientas yo recorría el público, Maricarmen tocaba el chelo. Se creó una atmósfera tanto visual como sonora muy interesante.
David Mateo: Maricarmen, gracias por acceder a estar en esta conversación… Me interesa conocer cómo fue tu experiencia de aproximación a Katiuska Saavedra y su obra performática…
Maricarmen: El encuentro con Katiuska fue muy especial, convergieron muchas cosas que me llegaron a convencer de participar en su proyecto. Ella me localizó por intermedio de un cineasta que me había hecho una película; un realizador que es amigo de un amigo de Katiuska. Luego también supe que la obra de Katiuska era un homenaje al artista Antonio Gritón, con quien tuve una relación muy cercana; su pareja Adriana Camacho ha sido colega mía de la música desde hace unos diez años; ella es improvisadora y yo también; estoy muy metida en ese ambiente de la improvisación libre, el free jazz. Algo me estaba pidiendo estar en ese homenaje a Gritón. Hicimos hasta lo imposible por encontrarnos porque no coincidan las cosas; pero lo logramos al final. Desde que conocí a Katiuska descubrí razones, criterios, que me interesa compartir con ella. Desde que me explicó el performance, se fue embonando la idea en mi cabeza; iba poco a poco entendiendo todas las intenciones, muy a mi manera. Le iba dando un significado a todo aquello que ella me decía y que, coincidentemente, yo también compartía, sobre la ceguera y esos asuntos de la impermanencia. Pensaba en Gritón, en el aleteo de las mariposas que es sutil; también en la figura misma de la mariposa que es tan frágil; para mi ellas siempre han tenido un significado especial. Cuando Katiuska me dijo que tendría que penetrar su piel, poner una mariposa en su pecho, sí que me asusté. Pensé cómo voy a hacer eso si yo no veo y no puedo calcular la fuerza con la que tengo que introducir la aguja. Me dio mucha paz cuando ella me dijo que me iba a conducir; sentí mucha confianza de que todo iba a estar bien. Sobre la marcha comenzaron a surgir ideas. Al principio ella tenía un planteamiento personal y entre las dos comenzamos a platicar otras ideas. Por ejemplo, le propuse utilizar dentro de su performance las prótesis oculares que empleo; tomando en cuenta que ya había jugado con mis prótesis en otros performances anteriores; ya no tenía pudor alguno al respecto. Esta iniciativa también me dio confianza para no tener inhibiciones y hacer ciertas cosas.
Al principio ella no tenía tanto interés en que yo tocara; pero de pronto surgió la magnífica idea de que participara también musicalmente. Me compartió el diseño sonoro que hizo Tito Rivas, donde estaba el aleteo de las mariposas. Me puse a escuchar detenidamente para descubrir cómo podría estar también el chelo interactuando.
David Mateo: Maricarmen, he sabido que, además de la música, te interesa la creación multidisciplinar, a la que ahora regresas con la obra de Katiuska Saavedra…
Maricarmen: Desde niña siempre he tenido inclinación por todas las artes; mis padres eran arquitectos, él falleció, pero ella aún vive. Había mucha actividad artística en la casa, sobre todo de artes plásticas. De una u otra forma, siempre mis hermanos y yo estábamos cobijados por las artes. A mí me gustaba mucho dibujar escuchar música, o a veces me daban ganas de moverme y me ponía a bailar. Me gustaba mucho escribir también; todos los días dejaba constancia de lo que vivía. La interdisciplina se volvió algo cotidiano en mí. Si no me bastaba la música, me ponía a escribir o a pintar. Ahora, aunque ya no veo, de alguna forma sigo haciendo artes plásticas, y ya en escena me ha tocado participar en varios espectáculos donde he hecho performance; he actuado en puestas de teatro, en danza. Tengo escrito un libro de relatos autobiográficos. Siento que el arte tiene muchos brazos, y a veces uno recurre a uno u a otro. En mi caso siento que no me puedo casar con una manifestación solamente, por las diversas necesidades de expresión que tengo. La práctica de un arte solo no da todos los recursos.
David Mateo: Katiuska, ¿Te queda alguna expectativa por cubrir en cuanto al impacto y alcance de este acontecimiento performático?
Katiuska Saavedra: Me gustaría compartir el performance con los que no pudieron asistir físicamente. Al ser un espacio de casa-galería el de Nina Menocal, pues muchas veces no puedes invitar a todo tipo de público. Me interesa mucho que llegue la narrativa y la documentación del hecho a través de la prensa, de las publicaciones, las redes sociales, de una forma respetuosa; que la gente pueda conocer lo que pasó allí porque fue un momento mágico. Sin embargo, como mi torso aparece desnudo en el performance, muchas veces se censuran las imágenes que tratamos de publicar en las redes sociales y algunos medios de comunicación. Hay muchos prejuicios con la visualidad del cuerpo. Una amiga que intentó replicar lo que había sucedido terminó siendo censurada en sus redes sociales. Ese es el dilema que me interesa solucionar; ver de qué manera se socializa más esta pieza, sin que siga siendo el motivo principal del enjuiciamiento la desnudez del cuerpo, en vez de la trascendencia del mensaje a través del cuerpo. El cuerpo siempre para mi es una herramienta, no el fin. Ese siempre ha sido un conflicto en mi obra para poder difundirla.
México, marzo de 2025.
Fragmento del performance: https://youtube.com/shorts/Tm6FMBCa1NI?feature=share