Dos obras instalativas del reconocido artista mexicano Leo Marz (Zapopan, 1979) se están exhibiendo en este momento en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO). Las piezas se titulan They stare at you from billions of years ago (Te miran fijamente desde hace miles de millones de años) y Complete bliss is not a full reality (La dicha completa no es una realidad plena). Ambas piezas están ubicadas museográficamente en el patio de la institución, y se articulan suspicazmente para potenciar un discurso crítico vinculado al impacto de los medios digitales y las redes, el sentido de protagonismo y representatividad social que compulsan.
Sobre el concepto de la muestra y las direcciones reflexivas que intenta potenciar, comenta el especialista Humberto Beck en el texto de sala:
En nuestra actividad cotidiana, reconocemos que el uso masivo de los medios digitales y la cultura de la viralidad han dado lugar a un nuevo sentido de la realidad. Por un lado, los ojos de Kim Kardashian -considerada pionera de la selfie-, han sido amplificados por Leo Marz a una grandiosa escala, cuyo título hace referencia a una declaración de la celebridad: “Complete bliss is not a full reality” (La dicha completa no es una realidad plena). Estos ojos representan el presente; en la selfie, a reflexividad del autorretrato alcanza un nivel antes desconocido. El diluvio de imágenes autorreflexivas ha credo una nueva manera de experimentar la propia subjetividad; la abundancia de retratos que conforman los archivos misteriosos de la civilización informática.
En contraste, un mural realizado a base de innumerables huellas dactilares del propio artista, reproduce el “ruido blanco” que los televisores analógicos transmitían ante la ausencia o debilidad de señal. Sabemos que esta interferencia es el vestigio de la radiación cósmica de fondo emitida por el Big Bang hace trece mil millones de años. Marz nos re-presenta un paisaje digital que nos remite al tiempo del origen, o más bien, al origen del tiempo: la pantalla de la realidad. Los ojos de Kim observan esa pantalla, y nosotros, los espectadores, lo vemos mirarla.
Entrar en ese espacio es una invitación a mirar a los ojos del presente; unos ojos que nos miran desde miles de millones de años atrás y cuya mirada perdura como un eco en el tiempo. Es tomar conciencia de que somos, quizás más que nunca, contemporáneos de un presente que nos conecta misteriosamente con el origen.