Uno de los más notables reconocimientos monumentarios al Apóstol se erige hoy en el Parque Central de La Habana. Su estatua, inaugurada el 24 de febrero de 1905, fue comisionada a José Villalta Saavedra por la Asociación del Monumento a Martí. Es el lugar en Cuba donde se yerguen 28 palmas reales en alusión al día de su natalicio, en enero de 1853.
El primer monumento a Martí comporta una historia singular. La elevación del monumento al Apóstol se realizó de acuerdo con el resultado de una encuesta que, anunciada por el semanario ilustrado El Fígaro ya desde el 30 de abril de 1899 –a pocos días de haber sido removida la figura de la reina española Isabel II–, había preguntado qué estatua colocar allí a nuestros hombres más distinguidos, guerreros, políticos, escritores, poetas y personalidades salientes del mundo intelectual cubano. La pesquisa se extendió también a escrutinio popular. El resultado no podía ser otro: José Martí.
Formado en Italia, Villalta había trascendido en Cuba cuando gana el concurso convocado para el monumento que en el Cementerio de Colón, dedicado a los ocho estudiantes de medicina asesinados por la Metrópoli. Luego realizó, entre muchas otras, la estatua de Francisco de Albear, así como el trío escultórico que corona el pórtico norte –el principal– del Cementerio de Colón: las Tres Virtudes Teologales.
La desbordante sensibilidad del mulato habanero, y su furibundo patriotismo, lo hicieron empeñar parte de sus ahorros y pertenencias en sufragar los gastos de producción en mármol de Carrara del Monumento a José Martí. Poco se había recaudado y el artista decidió completar de esta manera el precio de ejecución estipulado. Con el tiempo, enfermó y regresó a Italia, donde murió pobre y olvidado por sus compatriotas, aunque se le adeudaban grandes cantidades.
Muchos otros monumentos se erigirían luego al Apóstol. Pero este, el inaugural, desde lo alto del Parque Central continuaría guiando a los cubanos hacia el camino de la libertad.
Información e imágenes tomadas de Internet