“Los Bártulos” es el título de la muestra personal que está presentando en estos momentos la fotógrafa y diseñadora gráfica cubana Mina Bárcenas en uno de los espacios de Patricia Conde Galería, San Miguel de Chapultepec, Ciudad de México.
Las obras de la artista se estructuran en este proyecto curatorial como una especie de instalación sugestiva, de archivo constatable y simbólico compuesto de fotografías y documentos personales, objetos disímiles, “bártulos” que reivindica la memoria social, intelectual y afectiva.
Por Mina Bárcenas
Recuerdo que migré hace muchos años.
Recuerdo que no me traje ningún libro cuando Sali de Cuba.
Recuerdo que en esa maleta vieja y carmelita de mi mamá tenían que caber un montón de cosas.
Recuerdo que en cada viaje de regreso para ver a mami y papi me traía algunos.
Recuerdo que el primero que me traje fue El siglo de las luces de A. C., por Ediciones R.
Recuerdo que R&M tienen una biblioteca grande.
Recuerdo que les pedí prestado muchos libros, y me los prestaban.
Recuerdo que fui a la biblioteca pública Manuel Cepeda Peraza para registrarme, hacerme usuaria y sacarme su carnet.
Recuerdo que no me pidieron documentos de nacionalidad para hacerme lectora de allí, que con solo mi pasaporte gris pude tener su carnet.
Recuerdo que el primer libro que me compré en Mérida fue Mishima o la visión del vacío de M. Y en edición de bolsillo de Seix Barral.
Recuerdo que me lo compré usado en uno de los anticuarios que los disponían sobre un tapete plástico en el parque de Santa Lucía.
Recuerdo que el primer libro que me compré en el D. F. fue La invención y la trama de A. B. C., del Fondo de Cultura Económica.
Recuerdo que también era usado y que lo encontré en uno de los puestos ambulantes bajo toldos en los pasillos, entre el metro Balderas y La Ciudadela.
Recuerdo que el Centro de la Imagen lo hicieron frente a La Ciudadela.
Recuerdo que ya no están esos pasillos estrechos entre mesas y cajas, ni tampoco los libros, libracos, imanes, estampitas, inciensos, y chácharas.
Recuerdo que el Chino me heredó su biblioteca con muchas cosas, y más de 3000 libros.
Recuerdo que todos la querían conservar, pero no sabían cómo.
Recuerdo que yo tampoco sabía.
Recuerdo que me quedé con cerca de 300 libros.
Recuerdo que regalé otros.
Recuerdo que le hice un ex libris con sus dos perros.
Recuerdo que varios estudiantes me ayudaron a estamparlo en sus libros.
Recuerdo que los sellamos con tinta verde y violeta y roja como las ropas que vestía, como las paredes entre las que vivía.
Recuerdo que los metí en cajas por temas muy generales.
Recuerdo que con esos estudiantes inventamos y pegué tramos, de ¿Nos llevará el tren?
Recuerdo que doné los libros a la UADY.
Recuerdo que en los regresos he vuelto a fotografiar La moderna poesía, esa librería Art Decó en la que comprábamos la mayoría de los libros; y en la que M. robó varios.
Recuerdo que A. E. dijo que la lejanía, el exilio, es un modo de arder que tienen las bibliotecas.
Recuerdo que llegué a una península plana y horadada.
Recuerdo que el cielo pesa mucho allí.
Recuerdo que aunque se convirtió en casa, soy huésped.
Recuerdo que soy isleña.