Pérez & del Valle
Las prácticas artísticas contemporáneas han implementado una multiplicidad de nuevas formas de generación, visibilidad y abordaje, ancladas a pilastras tradicionales o arcaicas. Esta dicotomía, entre modelos inéditos y estructuras apolilladas, de alguna manera condiciona las discordancias con que opera en nuestros días el circuito del arte internacional.
Presente impreciso y futuro equívoco para un sistema que no solo ha buscado expandir los radios de acción de sus operatorias, sino que ha ido imbricándose en ámbitos cada vez más equidistantes y multifactoriales. En este “cosmos de galaxias activas” –pletórico de supernovas y agujeros negros– se imponen interrogantes que conciernen tanto a colapsos gravitatorios como a relatividades termodinámicas. Se mantienen tensiones y derivaciones en torno a los ejes fundamentales de la actividad artística: supremacía institucional y/o autonomía creativa; operaciones de rentabilidad de imagen y/o programaciones complejas; mecenazgos privados y/o presupuestos públicos; estratégicas pedagógicas y/o transacciones turísticas; pupilaje ideológico y/o disidencia militante… Dicotomías que se superponen y trasvasan sin que podamos encontrar una formulación de quirúrgica infalible: solo estaciones irradiadas en microclimas inestables.
En nuestro caso particular aventurarse a un análisis totalizador redundaría en valía improbable. Solo aproximaciones sucesivas podrían ir derivando la morralla de lo sustancial, para tamizar un tanto la red y despejar el horizonte de nubarrones atomizados, anárquicos o errabundos. Quizás mereciera la pena un intento de mapeo de los espacios de visibilidad conectados con lo exhibitivo, para luego adentrarnos en otros territorios vitales, como los comunicativos o los editoriales.
Por razones obvias, en esta oportunidad, nos centraremos en La Habana. Eso no descarta que esta sección buscará abordar esos mismos temas en otras zonas de la Isla, en aras de completar este ensayo de “atlas”. Buscamos incluir, en el ámbito de lo institucional, tanto aquellas entidades que específicamente se ocupan de exponer artes visuales contemporáneas como las que lo hacen puntualmente, como parte de una programación que incluye también presentaciones de lo histórico, lo conmemorativo, lo etnográfico, entre otras. También las que dirigen sus intereses concretamente a lo comercial. En la esfera privada registramos por igual los proyectos que se circunscriben a la producción y socialización de la obra de uno o varios artistas, como aquellos de corte más empresarial, polifacético o experimental.
El Museo Nacional de Bellas Artes encabeza este inventario. Adscrito al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC), del Ministerio de Cultura, es la institución museística más significativa del país. Cuenta tanto con salas exhibición permanentes como transitorias y desplaza su radio de acción en un espectro muy amplio de perspectivas y posibilidades en cuanto a la visualidad cubana. Posee la más importante colección de arte cubano del mundo, ascendiente a más de 30 mil piezas, que exhibe parcialmente en sus salas permanentes. Organiza exposiciones, talleres, certámenes, presentaciones y se inserta en un sinnúmero de eventos nacionales e internacionales.
Aunque con misiones específicas, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y la Fototeca de Cuba estarían también entre las principales instancias expositivas del país. Subordinados al Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP) organizan una programación concentrada en las prácticas contemporáneas y esta incluye asimismo eventos sistemáticos y otros ejercicios de socialización: Bienal de La Habana, Salón de Arte Contemporáneo, Noviembre Fotográfico, entre otros. Las tres instancias poseen colecciones propias que, eventualmente, se muestran en sus salas. Se destaca el vasto archivo patrimonial de la Fototeca de Cuba que supera las 80 mil piezas. En adición, el CNAP –organismo responsable para regir la política cultural de las artes visuales en la esfera contemporánea– comparte y supervisa el trabajo de la galería El Reino de este Mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, y de los proyectos que se presentan en el tercer piso del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. La Biblioteca Nacional también posee su propia colección que, de manera permanente, ambienta los espacios del edificio.
Casa de las Américas ha estado entre las instituciones más destacadas en el ámbito latinoamericano e internacional. En lo específico de las artes visuales cuenta con Galería Latinoamericana, Galería Haydee Santamaría y Galería Mariano. Organiza, además, los certámenes La Joven Estampa y el Premio de Fotografía Contemporánea. La conformación de la Colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría, probablemente sea uno de los proyectos más pertinentes que se hayan realizado en el país, en cuanto al acopio de patrimonio visual. Esa Colección reúne alrededor de 10 mil piezas, algunas de las cuales se muestran de manera permanente en los recintos del edificio. Mientras otras se integran a proyectos y exposiciones de diversa naturaleza.
Galería Villa Manuela es una entidad de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que cuenta con espacios de exhibición, taller de montaje y librería. Este complejo cultural exhibe y promueve la obra de sus miembros y comparte la dualidad entre lo promocional y lo comercial. Una entidad cuyo acento distintivo es que circunscribe su nómina a la membresía de la organización, algo que no sucede en ninguna otra institución promocional del país.
En otro nivel de visibilidad y gestión se sumaría un conjunto de instituciones de índoles y alcances desemejantes. Fundación Ludwig de Cuba, Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño (Dirección Provincial de Cultura), Pabellón Cuba (Asociación Hermanos Saíz), Galería Raúl Oliva (Centro Cultural Bertolt Brecht), Taller Experimental de Gráfica de La Habana (CNAP), Taller de Serigrafía René Portocarrero (Génesis Galerías de Arte), Galería Espacio Abierto (revista Revolución y Cultura), Galería L (Universidad de La Habana), Casa del Alba (Ministerio de Cultura), Museo de Artes Decorativas (CNPC), Memorial José Martí (Consejo de Estado), Colegio de Arquitectos (UNAICC) y Galería Manos (ACAA). Cada una de ellas pone su acento específico de acuerdo a la misión que acomete y dan mayor o menor prioridad a lo exhibitivo. En algunos casos, como los talleres de serigrafía y gráfica, son organizados eventos genéricos y estas instituciones poseen colecciones históricas que registran parte de la labor realizada en sus predios.
Dos casos particulares se suman a este repertorio: Centro de Arte Continua y Fábrica de Arte Cubano (FAC). Se trata de modelos mixtos de gestión y administración. Arte Continua se integra a los proyectos de la italiana Galleria Continua, con sedes en San Gimignano, Beijing, Les Moulins y La Habana. En nuestro caso, se trata de un programa no comercial, que busca instaurar una experiencia de relación entre la capital cubana y un grupo de creadores contemporáneos de primera línea. A la par, de mostrar el trabajo de un conjunto de artistas cubanos en la esfera internacional. Organizan eventos como el Fórum Rebirth (con Michelangelo Pistoletto a la cabeza) y mantienen una estrategia activa y expansiva: sin precedentes en el patio. Su creación se sustenta en un convenio de colaboración con el CNAP, entidad que además tiene a su cargo El Águila de Oro, inmueble sede del Centro de Arte Continua.
La FAC, por su parte, se define a sí misma como un gran laboratorio de creación interdisciplinario con un marcado enfoque social y comunitario. Su mirada a la visualidad es quizás la más extendida dentro de la Isla, pues mixtura diversas artes: cine, música, danza, teatro, pintura, escultura, fotografía, moda, diseño gráfico, arquitectura… El concepto, la curaduría y el funcionamiento artístico de FAC es liderado por X Alfonso, su director; mientras que la propiedad del espacio, gestión financiera y contratación general, corren a cargo del Centro Nacional de Música Popular. El más dinámico y visitado de los espacios de La Habana exhibe piezas en casi cada rincón de la laberíntica edificación. Se destacan como ámbitos de exhibición la Galería, FotoFAC, el Estudio-Galería FotoFAC, La Pared Negra y el Área de Diseño Gráfico e Ilustración.
Como denominador común, todo este entramado administrativamente se subordina al Ministerio de Cultura. También en esa esfera deberíamos añadir los espacios del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que de manera sistemática exhiben en sus predios artes visuales: los cines Chaplin, La Rampa, Cinemateca (23 y 12), Yara y el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate. Asimismo, podríamos incluir algunos teatros pertenecientes al Consejo Nacional de las Artes Escénicas (CNAE) en cuyos lobbies se presentan –con alguna regularidad– exposiciones de artes plásticas: salas Covarrubias y Avellaneda, del Teatro Nacional, y en el Teatro Mella. El Teatro Carlos Marx, adscrito a la empresa Palco, eventualmente podría sumarse a esta lista.
Aunque solo en lo metodológico, la Dirección Provincial de Cultura de La Habana se integra a este sistema. Su red de galerías municipales no comprende actividad comercial y en muchos casos se han malogrado los propósitos fundacionales, tendientes a poner en contacto a la población local con lo mejor de las producciones locales y nacionales. Han perseverado y mantienen programaciones básicas y regulares: Galería Servando Cabrera Moreno (Playa), Galería Teodoro Ramos Blanco (Cerro), Galería La Moderna (Centro Habana), Galería Fayad Jamís (Habana del Este), Galería Mariano Rodríguez (Villa Panamericana) y Casa de la Cultura de Plaza (Plaza).
Cierra este capítulo con las entidades formativas. En la enseñanza superior estarían el Instituto Superior de Arte y la Facultad de Artes y Letras, de la Universidad de La Habana. En la educación media-superior especializada, la Academia Nacional de Artes Plásticas San Alejandro y, en adición, el proyecto de la Escuela Experimental de Artes Visuales José A. Díaz Peláez. Todas ellas, por razones lógicas, amén de la permanente producción y presentación del trabajo de sus educandos como parte del proceso pedagógico, cuentan con espacios de exposición que adquieren más o menos autonomía según los objetivos puntuales del plantel.
La Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, constituye otra galaxia de entidades expositivas. Enclavadas en el entorno de la zona antigua de la ciudad, conforman una madeja de instancias que, de manera central o tangencial, se interesan por el arte contemporáneo. Cualquier enumeración debería comenzar por Factoría Habana, centro que ha buscado involucrar en su programación tanto a artistas visuales como a críticos, curadores, urbanistas y diseñadores. Organiza exposiciones transitorias, talleres, laboratorios de ideas, conferencias. Y se inserta en muchos de los eventos más relevantes del país.
Las entidades de este sistema tienen un acento marcado en lo patrimonial y lo histórico, por lo que según ese eje se estructuran sus proyecciones fundamentales, sin que ello suponga que se desechen ciertas aproximaciones a lo contemporáneo. Entre las más sistemáticas en el abordaje de las producciones actuales podríamos enumerar al Centro Hispanoamericano de Cultura, la Galería Rubén Martínez Villena de la Biblioteca Pública homónima, la Casa-Estudio Carmen Montilla, la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana, la Casa Oswaldo Guayasamín y la Vitrina de Valonia.
Esporádicamente, sobre todo en el contexto de determinados eventos o certámenes, se presentan exposiciones de arte contemporáneo en otras instancias: Museo de Arte Colonial, Palacio del Conde Lombillo, Convento de San Francisco de Asís, Casa Simón Bolívar, Casa de los Árabes, Casa de la Obra Pía, Casa de África, Casa de Asia, Casa de las Artes y Tradiciones Chinas, Casa de la Poesía, Casa Víctor Hugo, Museo Casa Natal de José Martí y Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
Con esta enumeración estaríamos cerrando el radio de lo meramente promocional en el conglomerado de las entidades expositivas de la capital. Como es evidente, se alinean en dos grandes ámbitos concomitantes de subordinación: el Ministerio de Cultura y la Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana. La sinergia parece todavía una asignatura pendiente, aun al interior de las esfera de influencia de cada una de ellas. Un desmontaje “a priori” de los proyectos expositivos durante el recién superado 2019 nos llevaría a pensar que cierta anarquía gerencia muchas de las decisiones fundamentales. Por otra parte, un año de Bienal de La Habana es siempre un período pródigo en exposiciones y la ciudad deviene vitrina excepcional para los productores nacionales. Esta “cara de la luna” ha sido la gestora y promotora del arte cubano –casi en exclusiva por mucho tiempo– a través de un sistema que muy poco ha cambiado en los últimos veinte años. Obsolescencia de sus engranajes, falta de alineación entre sus elementos, carencia de estrategias acopladas a las nuevas circunstancias… Un camino por desbrozar…
El mercado del arte consigue preeminencia en la Isla –para bien y para mal– a partir de los años noventa. El buque insignia a lo largo de estos últimos treinta años resultó sin dudas el proyecto Galería Habana, con sus miras puestas en artistas y presentaciones internacionales de primera línea, y con la realización de la ya fenecida Subasta Habana. Es la única entidad de este tipo que se subordinaba al sistema promocional, es decir, al CNAP.
El Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) tiene a su cargo la más nutrida nómina de espacios de comercialización: Galería Galiano, Galería Collage Habana, Galería Artis 718, Galería Casa 8, Galería 23 y 12, Galería Víctor Manuel y Galería Orígenes. Cada una de ellas tiene su propio catálogo de artistas, coleccionistas y participación en ferias internacionales. Similar estrategia siguen aquellas que pertenecen a la empresa Génesis Galerías de Arte: Galería La Acacia, Galería Servando y Galería La Nave. El FCBC, en adición, ha generado el concurso Post-it, un certamen que busca contribuir a insertar en el sistema de mercado a las más noveles producciones visuales.
Dos estructuras paralelas y muy semejantes que, en muchos casos, comparten la representación de los mismos artistas (una paradoja “extravagante” en un escenario pletórico de posibilidades en ese sentido). Tampoco queda claro en cuáles estamentos se distingue su gestión, ni las particularidades del trabajo de cada una de ellas. A instancias de este análisis nos enfocaremos en sus estrategias promocionales, sin atenernos a los resultados de la gestión comercial propiamente dicha, motivo de futuras indagaciones.
Completan esta zona de mercadeo algunos hoteles donde se han establecido puntos de venta de artes plásticas. Estarían, entre los que han acometido la labor con más regularidad, el Hotel Habana Libre, Hotel Inglaterra, Hotel Meliá Cohíba y Hotel Packard.
Estudio-Galería Los Oficios, de Nelson Domínguez, inauguró una modalidad de espacio de visibilidad que no tenía precedentes en nuestra circunstancia insular. Espacios públicos (en este caso patrimoniales) que se cedían a los artistas para su trabajo, exhibición y eventual comercialización, bajo la singularidad de responsabilidades compartidas. El siempre audaz y preclaro Eusebio Leal encontraba en esta formulación una vertiente para encauzar los destinos de muchas edificaciones ganadas al abandono y la desidia. Luego, en los altos del restaurante La Mina se acoplarían los dominios de Zaida del Río, Pedro Pablo Oliva, Roberto Fabelo, Ernesto Rancaño, Ángel Ramírez y Carlos Guzmán. Más recientemente tenemos el Estudio-Taller Manuel López Oliva en las cercanías de la casa natal del Apóstol.
Esta variable de cooperación, entre la propiedad estatal y las praxis de gerenciación desde la figura del artista, se extiende a los predios del Ministerio de Cultura que apoyó proyectos similares como La lavandería, estudio taller de Rafael Pérez Alonso; el Estudio Aguilera, de Lidia Aguilera, a través del FCBC. Asimismo, el Taller Chullima, de Wilfredo Prieto, y el Espacio Arte Revolución, de Nelson Ramírez de Arellano, se operan de conjunto con el CNAP.
Fórmulas relativamente noveles en el país, que más allá de las suspicacias o desconfianzas que han generado en cierto sector, suponen un cambio en el modus operandi de sus protagonistas. Aquí también se sumarían, entre otros, el Estudio Romerillo Laboratorio Para El Arte, de Alexis Leyva Machado (Kcho), y Espacio 50, de Luis Mario Gell. Igualmente, el Espacio Altamira, de Yamilé Pardo y Edel Bordón, con la particularidad este último de estar enclavado en una zona de la edificación que pertenece al Consejo de Vecinos.
De manera natural los lugares de trabajo de los artistas han ido evolucionando: del recinto íntimo y personal –solo para la producción de la obra y la eventual presentación a especialistas y amigos– hacia espacios plurifuncionales, públicos, donde se exhibe y se programa; se desarrollan iniciativas transdisciplinares; se organizan eventos, foros de debate, entre muchas otras posibilidades. Pionera de esas prácticas, que transcurren en el ámbito puramente privado, resulta Sandra Ceballos con su Espacio Aglutinador, de amplio reconocimiento en la esfera pública nacional y extranjera.
Esta es una zona de relación que fluctúa constantemente, pues los creadores abren y cierran los Estudios con relativa facilidad. Quizás se podrían delimitar tiempos de Open Studio y de Closed Studio a tenor con la época del año o el evento en desarrollo. Sin embargo, algunos han mantenido su interés expansivo y plural “contra viento y marea”, tales como Riera Estudio, de Samuel Riera; Artista x Artista, de Carlos Garaicoa; Mena Estudio, de Rigoberto Mena; LAB26, de Vilma Bartolomé; Galería-Taller Gorría, de Jorge Perugorría. Cada uno de ellos opera de acuerdo a las peculiaridades del trabajo y el alcance del artista en cuestión.
En otras ocasiones no son los artistas sino especialistas, curadores o marchantes quienes lideran estas iniciativas. Espacio Figueroa-Vives / Embajada de Noruega en Cuba, a cargo de Cristina Vives, ha desplegado una encomiable labor en ese sentido. En este segmento se tornan más confusas las conducciones y los tutelajes, dadas las limitantes legales que persisten en esa clase de actividad cultural. Sin embargo, se mantienen a flote dominios como El Apartamento, con Christian Gundin; Fucina des Artistas; Galería El Artista; La Marca / Estudio Galería de Arte Corporal; El Ojo del Ciclón; 331 Art Space; Seis Seis Espacio; Galería Máxima y el espacio Raúl Corrales Galería a cargo de la Familia Corrales, entre muchos otros.
En un inicio todos estos espacios operaron de manera aislada, salvo en iniciativas muy precisas. Luego, durante la oncena edición de la Bienal de La Habana, el CNAP decidió acogerlas todas como parte del Programa colateral del evento, sin hacer ninguna distinción por primera vez entre los ejes institucionales y los privados. Esa vocación de comunión y concurrencia de la Bienal con los Open Studio ha evolucionado a estrategias que se emprendieron más tarde desde lo institucional o lo privado. Valga destacar las ediciones de lo que se conoce como Havana Art Weekend, que dirige Direlia Lazo y busca mostrar en su contexto de origen la producción actual del arte contemporáneo.
Una geografía accidentada y compleja la de los espacios expositivos de visibilidad de La Habana… Mapeo que desencadenamos a partir de estas líneas y que pretende aproximarse a un diagnóstico de sus variables y generalizaciones. Próximas entregas de “El Circuito” abordarán aristas específicas de esta problemática. Y ofreceremos algunas estadísticas que arroja el análisis de conjunto del programa de exposiciones de estas fuentes. Acudiremos también a las experiencias de algunos de sus protagonistas.
Como colofón, proponemos algunos de los cuestionamientos que pudieran interesar a nuestros lectores, a quienes agradeceríamos cualquier opinión o sugerencia. ¿Cómo opera la imprescindible jerarquización de las producciones contemporáneas condicionadas por la concomitancia de estas modalidades de proyección exhibitiva? ¿Es posible articular un programa de exposiciones coherente en un entorno donde se superponen actores de tan diversa índole? ¿Asistimos a un reacomodo de las nociones de estructura e institución? ¿Se verifica un trueque de roles entre lo central y lo alternativo, lo público y lo privado? ¿Alguna de las variables apuntadas supone un modelo viable de buenas prácticas? ¿A quiénes se espera impactar cuando se organizan estos proyectos? ¿Interesan los grandes públicos o la idea de micro-públicos resulta plausible? ¿Puede advertirse alguna tendencia de política cultural clara de acuerdo a como han operado estos espacios en 2019?
¿Cuántos elefantes pueden balacearse sobre la tela de una araña y tensar las cuerdas sin que definitivamente colapse? ¿Se trata de los elefantes o de la red de cuerdas? ¿Y la araña…?