Zelenka a contracorriente (*)
Por David Mateo
A riesgo de parecer algo sectario, quisiera iniciar estas breves reflexiones confesando que he percibido un descenso notable de las producciones artísticas de carácter reflexivo, indagatorio; de las obras con enfoques críticos dirigidos al ámbito filosófico, social y político, en una buena parte del escenario artístico mexicano que he podido escudriñar hasta el momento. Me refiero específicamente a las presentaciones de galerías emblemáticas y Ferias internacionales que se llevan a cabo en este territorio. Para no ser demasiado parcial, incluso, puedo otorgar el beneficio de la duda y reconocer que quizás sí; que tal vez esos enfoques -o el intento de abordarlos- han estado muchas veces ahí frente a mis ojos; pero no con las instrumentalidades, las exigencias formales y discursivas con las que aspiro recibirlos.
Recientemente escribía estas palabras en el sitio web de Artcrónica, para las artes plásticas de Américas y el Caribe, que fundé hace algunos años y que actualmente dirijo; y cito: Una clara y peligrosa condición de analogía -a veces hasta de simulacro- parece prevalecer en las exposiciones de algunas de las galerías más importantes de la Ciudad de México, visitadas en los últimos meses del 2023 y principios del 2024. Esto se advierte, fundamentalmente, en el sentido de la “ambigüedad” autoral; en las retóricas y confusas motivaciones conceptuales; en la adopción redundante de recursos simbólicos y procedimientos técnicos.
Se observan obras bidimensionales supeditadas sin mucha conciencia de causa a la figuración y la abstracción de corte neoexpresionista y al bad paiting; instalaciones de códigos inductivos y disposición física elemental, pautadas por el concepto de “todo vale”, de la precariedad material, el arte efímero; piezas que reproducen de manera incauta -una vez más- esos artificios provenientes de la vertiente kitsch y la improvisación estética popular. Si esto me atrevo a comentar sobre las obras artísticas con “supuestas” pretensiones especulativas, dialogantes, que no podría decir sobre esa cantidad de piezas bidimensionales o instalativas que pululan por todos lados, imbuidas de artificios visuales superfluos, e inducidas hacia lo ambiental y hedonista.
Por eso puedo afirmar que la gratitud, el beneficio de estos primeros acercamientos a la obra y los procesos alegóricos del artista panameño Rodney Zelenka -venida de la mano del colega mexicano Pancho López- se justifica precisamente en el desborde conceptual, en la avalancha de pensamientos y metáforas, que he podido descubrir con tan solo aproximarme a la amplia y heterogénea producción de este artista.
Transitando a contracorriente, con aguda capacidad de asociación y sarcasmo, Rodney Zelenka implementa una serie de discursos sobre temas de actualidad, de fuerte sentido de contingencia; pero que han ido quedando menospreciados dentro de los enfoques perceptuales y la retórica visual; como por ejemplo, la pérdida de las expectativas sociales; la crisis de determinados dogmas y calificativos cívicos; el tema históricamente socorrido, y a estas alturas ya bastante “viciado” desde el punto de vista simbólico, de la diferencia clasista; el empleo arbitrario del poder y la represión social; la falta de identidad, empatía y compasión que manifiestan los estamentos de la autoridad política; y sobre todo, los dramáticos desplazamientos migratorios que hoy se manifiestan como consecuencia de algunos de estos acuciosos problemas; fenómeno migratorio con el cual me siento profundamente identificado por ser cubano, y haber sido unos de los tantos especialistas decididos a emigrar en los últimos años.
Aunque su acervo visual y metafórico es impresionantemente profuso, heterogéneo, ecléctico, lo cual me llevó en una oportunidad a adjudicarle el apelativo de “caja desbordada”; he decidido acercarme con especial curiosidad e interés a ese conjunto dedicado específicamente al flagelo migratorio; que desarrolla el artista desde las más disímiles alternativas metodológicas e iconográficas, y que pienso le es afín además por su descendencia judía.
Estoy enfrascado actualmente como editor, junto a mi equipo de la revista Artcrónica, en la realización de un número especial dedicado a dicha temática, y como dicta la lógica de mi descendencia cultural y social, he hecho énfasis hasta ahora en la disyuntiva que enfrentan los artistas de la isla. Pero como mi publicación tiene un perfil regional; o sea, ha sido concebida para promover y reflexionar sobre las artes visuales de América y El Caribe, pienso inaugurar con Rodney Zelenka e importantes artistas, curadores y críticos de arte con los que he hecho contacto desde México, un proyecto de investigación y documentación que abarque otros escenarios y tendencias creativas del área.
Por supuesto, al involucrar la obra de Zelenka y de otros artistas de la región en mi pesquisa editorial sobre el fenómeno migratorio, se ampliará considerablemente la dimensión del abordaje temático. Ya no será tan prioritaria -como ha sido hasta ahora- la mirada y el enfoque individual; los argumentos o las razones de transición, de cambios, esgrimidas por los creadores emigrados y sus producciones; sino también la manera como estos enjuician las dramáticas disyuntivas que viven en este proceso, desde el orden social y cultural, los grupos étnicos, las comunidades sociales avasalladas y desplazadas en nuestras regiones. Porque seamos justos, la mayoría de las veces la experiencia migratoria del artista visual -o del creador en sentido general, independiente de la manifestación que profesa- cuenta con ciertas prerrogativas, algunas ventajas de movimiento y circulación, que no posee el individuo común desestabilizado desde lo económico y social, y sometido a una férrea circunstancia de marginalidad. O sea, que no habría una disertación objetiva, consecuente, sobre la temática migratoria en las artes visuales, si no se aborda desde esas dos grandes direcciones y su sentido de transversalidad: lo individual y lo colectivo, lo privado y lo público, lo local y lo universal.
Como curador y crítico de arte me he interesado por ese abordaje diversificado desde el punto de vista conceptual y formal, que lleva a cabo Rodney Zelenka sobre el tema migratorio, en dos áreas eficaces de su producción simbólica: la pintura acrílica sobre lienzo y la técnica mixta sobre papel o cartulina. Empleo el calificativo “eficaces” no solo por la experiencia, la pericia que manifiesta el artista en el ejercicio de estas dos técnicas representativas; sino porque a través de ellas creo firmemente que el artista encuentra una fórmula compositiva idónea para evadir el tratamiento viciado o retórico del tema, y re-encausarlo a partir de una nueva perspectiva simbólica, permeada del ingenio surreal, onírico. Mediante ellas potencia al máximo también dos enfoques singulares de su labor representacional: el paisaje tropológico y la recreación expresionista de la figura humana y objetual. Con solo tener en cuenta estas perspectivas visuales y su despliegue técnico, procesual, sería más que suficiente para posicionar su trabajo -partiendo de un enfoque curatorial selectivo, condensado- en un escaño de distinción y reconocimiento dentro de la creación artística regional.
En la primera de estas dos vertientes técnicas, o sea la de la pintura acrílica sobre lienzo, advierto un dibujo figurativo algo más compacto, ondulado, donde los matices del color contribuyen a remarcar los contornos de la imagen, su volumen y configuración. Es un tipo de composición en la que la línea del dibujo, el esbozo de la estructura y las gradaciones tonales se fusionan o condensan de tal forma, que unas veces parecen querer absorberse unos a otros, y otras contraponerse en una sutil tensión de estados de revelación y omisión, destape y ocultamiento. Por eso creo que este tipo de pintura de Zelenka en acrílico pude ser percibida e interpretada, tanto desde lo particular como desde lo general, desde planos fragmentados o de conjunto.
En este conjunto de piezas, y en especial en dos que me gustaría utilizar ahora como referencia (Migration Disk/Disco migratorio y Migration Under Red Rain/Migración bajo la lluvia roja) considero que el fenómeno migratorio es abordado dentro de una atmósfera en la que se combina lo dramático y lo sublime. Esa dosis resulta funcional -al menos para mi- porque la escena, el pasaje simbólico que de ella se deduce, parece estar condicionado por la fuerte ilusión de un tiempo que transcurre lento, tedioso, inexorable, y de un ambiente que va mutando, que se descompone y sucumbe sin remedios. Sobre Migración Disk/Disco migratorio me atrevería a hacer dos interpretaciones, con respeto absoluto hacia las verdaderas intenciones del artista. Una interpretación donde la voluntad de huida, abandono y trasiego, es comparada con la dinámica simbólica de un disco giratorio, en el que todo se vuelve infinitamente repetitivo, monótono, infructuoso; y cuyo movimiento circular lanza por “inercia” algunos restos de órganos y objetos desarticulados, residuales. Y la otra interpretación podría estar asociada a la relación parabólica entre la experiencia del éxodo, la lejanía y ausencia que entraña, y la mutilación transversal de un árbol frondoso, legendario; la huella revelada de una cronología de tiempo y permanencia; de un devenir que se manifiesta cíclico, en espiral, pero que ya ha cesado, que no conduce a nada y se ha vuelto infecundo.
La otra pieza que me gustaría comentar, Migration Under Red Rain/Migración bajo la lluvia roja; me conduce también a esa noción del escenario o ambiente absorbido por el tiempo, sujeto al desgaste, la corrosión dramática y sublime de los ambientes. Una estructura de metal, de apariencia tecnológica; el cuerpo inerte y oxidado de algún artefacto de transporte terrestre o marítimo, parece fenecer, expirar en algún paraje recóndito, arrastrando consigo en esa descomposición los remanentes de una incursión humana migratoria. Me pregunto si acaso el manto de apariencia acuosa, el tono de rojo coagulado que envuelve a esa armazón o “esqueleto” ubicado al centro del cuadro, no es también una evidencia palpable de la pérdida o la muerte trágica.
En otras dos piezas que quiero mencionar, Migration road/Ruta migratoria y Forever migration/Migración para siempre; el sentido de sublimación pierde un poco su carga de protagonismo; la visualidad se torna más cruda, provocadora, expresiva. Hay un despliegue mucho más gráfico del dibujo y este no necesita siempre del complemento del color para alcanzar definición, autonomía. Las escenas se tornan descriptivas y con ellas se hacen más explícitos los objetos o artefactos simbólicos utilizados por el artista como parte indisoluble del proceso social que se analiza y valora. En ocasiones algunos de esos objetos se enriquecen, incluso, con nuevos rasgos simbólicos y detalles visuales. Me refiero a las maletas y utensilios de viajero; a las botas representativas del poder militar; a los enormes mazos asociados a la represión; a los alambres tendidos como recursos de delimitación o contención dentro de los espacios geográficos… A esa idea ambigua, casi abstracta del paisaje y el camino que se proyecta en las obras pictóricas, se contrapone entonces con estos dibujos una intención representativa que hace énfasis en la inducción física, en el reconocimiento del sendero o la ruta.
La alegoría sobre el momento probable de la confrontación, del exabrupto; del instante presagiado de la violencia y la fatalidad, se hace rotunda en este conjunto realizado en papel o cartulina, con el empleo por un lado de la figura tétrica de la gran araña que carga en sus redes los vestigios de la incursión migratoria, como se aprecia en la obra Migration road/Ruta migratoria; y por el otro con la representación de zonas o rincones confinados, en exceso restringidos, a partir de una disponibilidad casi geométrica de la estructura del dibujo; de la simulación simbólica de fronteras “custodiadas” o “vigiladas” hasta la saciedad, y atiborradas “contradictoriamente” de restos de caravelas humanas; tal y como se aprecia en el cuadro Forever migration/Migración para siempre.
A través del tema de la emigración o el éxodo masivo, que forma parte ahora de mi circunstancia de vida y prioridad editorial, he generado identificación, empatía, con la obra de Rodney Zelenka; he podido adentrarme en las conjeturas, los puntos de vista de un artista que no solo presume un convenio o pacto social, sino que lo pone en práctica a toda costa y de manera eficiente. Ha sido alentador, reconfortante, aproximarme al quehacer de un intelectual que -como el mismo afirma- no disiente ni de la palabra ni de la voluntad de denuncia. No sólo pretendo invitarlo a participar en los contenidos temáticos actuales de mi revista Artcrónica, abriéndome hacia un enfoque más internacional, ecuménico, como ya he declarado; sino que deseo también continuar documentando el curso de su producción, trayectoria artística e itinerario expositivo. Estoy consciente de que Rodney Zelenka no sólo se integra por derecho propio a ese inventario actual bastante reducido, singular, de artistas con producciones incitadoras y sugestivas dentro de la creación latinoamericana; sino que rescata, reivindica para ella, un arquetipo artístico que siempre le ha sido afín desde el ámbito social e ideológico: el de la revelación comprometida y el enfoque crítico.
(*) Texto concebido para el panel de reflexión sobre la obra del artista Rodney Zelenka, que se llevó a cabo en la Facultad de Artes Visuales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, el 24 de enero de 2024.
México, enero de 2024