El ajedrez es una guerra de la amistad / 1991 / Acrílico sobre tela / 130 x 130 cm / Colección Consejo Nacional de las Artes Plásticas
Jesús Menéndez / 1958 / Óleo sobre masonite / 96.5 x 112 cm / Colección Museo Nacional de Bellas Artes

Adigio Benítez nace en Santiago de Cuba en 1924. A los 12 años se traslada para La Habana y comienza una etapa de intensa militancia política. Para 1943 ingresa en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro y se desempeña como dibujante de prensa en el periódico Voz del Pueblo y el magacín Mella. Su destacada participación en la prensa obrera de la época lo hacen acreedor de premios y menciones. Colabora con la prensa clandestina y paralelo a su trabajo artístico se desempeña como profesor.
En 1956 participa en la muestra colectiva Exposición de Pintura en la galería Nuestro Tiempo, La Habana. Tres años más tarde se desempeña como dibujante en el periódico Granma, comienza a escribir poesía y, a la par, participa en numerosas exposiciones nacionales e internacionales donde obtiene un sinnúmero de premios y reconocimientos. En 1963 participa en la colectiva Cuba en la VII Bienal de Sao Paulo en el Museo de Arte Moderno de esa ciudad. Durante la siguiente década, comparte su trabajo creador con la participación en un sinnúmero de eventos y certámenes tanto en Cuba como en el extranjero.
Entre 1979 y 1983 ejerce como Presidente de la Asociación Internacional de Artes Plásticas (AIAP). Al finalizar su mandato es elegido Presidente de Honor de esa organización. Para el 86 participa en la Segunda Bienal y recibe varias distinciones: la Medalla Conmemorativa XXX Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); el Diploma Fundador del Instituto Superior de Arte; el Diploma Miembro Fundador de la UNEAC, y el Premio de las FAR a escritores, artistas y periodistas. Un año más tarde recibe la categoría docente especial de Profesor de Mérito del Instituto Superior de Arte.
En 1995 participa en el Primer Salón de Arte Cubano Contemporáneo en la Fototeca de Cuba, La Habana y en un sinnúmero de exposiciones por todo el mundo. En 2002 obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas que otorga en Consejo Nacional de Artes Plásticas y se mantiene en activo mostrando su incesante producción artística hasta su muerte en 2013.
Perteneciente a las promociones que comienzan a exponer a partir de 1959, Adigio tenía ya en dicha fecha más de una década de trabajo como caricaturista y dibujante político en publicaciones de la prensa progresista tales como el magazine Mella y los periódicos Hoy y Carta Semanal, todas ellas vinculadas al Partido Socialista Popular (PSP), en que el artista militó desde los dieciocho años. Sus caricaturas y dibujos motivaban a la reflexión acerca de los más controvertidos temas políticos de la realidad cubana entre finales de los años cuarenta y mediados del cincuenta del pasado siglo. Desde el punto de vista estilístico eran de aliento expresionista, unas veces realizados en tinta y otras a base de creyón en Hoy y posteriormente en Granma, así como ilustrando diversas publicaciones periódicas.
Entre 1952 y 1959 sus creaciones al óleo representaban escenas de la vida de la gente humilde: el tema clásico de la maternidad concebido con una mujer negra y pobre amamantando a su hijo (Maternidad, 1954); el sentimiento de solidaridad entre los trabajadores (Obrero lesionado, 1956); la ingenuidad de los niños que juegan en el patio de un solar (La rueda, 1958), y el retrato del líder obrero asesinado Jesús Menéndez (Jesús Menéndez, 1958), son testimonio de cómo estaba profundamente motivado por las urgencias de la vida cotidiana del cubano de aquellos tiempos, y que consideraba su arte como un medio de denuncia social. Pero a diferencia de los dibujos políticos, donde utilizaba la deformación expresionista como elemento de crítica, Adigio apeló en sus pinturas a la representación realista que, no obstante mostrar la dura realidad del pueblo, enaltecía a los pobres y despertaba admiración por la manera armónica de tratar los personajes y los ambientes.
Mas la Revolución planteó también nuevos derroteros al artista. La estructuración de una imagen poética desde la perspectiva del arte figurativo, que le permitiera asumir la experimentación y renovación manteniendo el abordaje de los nuevos aspectos de la vida social, constituyó uno de los más audaces retos que el artista se planteara en lo adelante. En consecuencia, las obras de los sesenta, tanto los dibujos como las pinturas, son expresión de las nuevas vertientes que resultaban de su continua experimentación creativa: milicianos, soldadores, paisajes y motivos de carnaval emergían de sus lienzos y cartulinas, dejando entrever su interés por expresar la nueva realidad histórica desde un lenguaje plástico más imaginativo y metafórico.
En estos años, Adigio buscaba un cauce expresivo que lo distanciara de las fórmulas tradicionales del realismo. Un año más tarde inaugura la muestra Papiros de La Habana, la cual marca el inicio de un proceso que va a definir en él un modo original de crear. Aquí se presenta una serie de dibujos realizados en tinta sobre cartulina de corte surrealista y creados en sus ratos libres durante su época de dibujante del periódico Granma. Dichas obras, en las que se descubren situaciones humorísticas tratadas a partir del absurdo, fueron hechas a base de un rayado de líneas, en una personal reinterpretación de los recursos del op art. En ellas aparecen casas plegadas, cuyos habitantes se fragmentan o emergen por sus puertas en una alteración de las normales proporciones, máscaras formadas por zonas de diversos rayados, y áreas blancas y personajes fantásticos que remiten a una especie de zoológico extraterrenal. De hecho, Papiros de La Habana (1968), De los años recientes (1976) y Plegables simulados (1988) son exposiciones que descubren el hallazgo de una figuración original y novedosa que surgía al estructurar las formas como si fueran de papel plegado, a la manera de los origami, aunque con mayor complejidad. Adigio halló aquí la metáfora plástica que aún hoy lo identifica.
Frecuentemente se piensa que el cubismo es el ascendente principal de esta estética, mas no es así. Tal impresión emerge del tratamiento de las figuras y los espacios con líneas rectas y formando ángulos, lo que trae como resultado una imagen geometrizada muy cercana a dicha tendencia. Sin embargo, su estilo se deriva en realidad de la exploración del pop y el op art, y de su capacidad de transformación imaginaria de las formas a partir de concebir un mundo de papel.
A la altura de los años noventa, su obra se nutrió de nuevos presupuestos conceptuales. Así volvió a sus míticos paisajes de los años setenta y ochenta, donde puso sus papirotes a dialogar con las beldades del arte de otros tiempos, a fabular con los caimanes, con sus aves de papel, con todo el imaginario con que también retrató a los héroes. (…) El ya mencionado contraste entre el tratamiento realista que da el creador a algunos personajes, y el fabuloso e imaginativo con que concibe otros a los que bautiza con el nombre de «papirotes», introduce y marcha aparejado con su gusto por las citas y referencias provenientes de la historia del arte.
Las obras realizadas por este artista bajo los presupuestos del arte referencial en las que interactúa su propia figuración con otras representativas de culturas de diversas épocas y regiones, contienen nuevas perspectivas del discurso cultural del mundo global, donde cobran valor las relaciones interculturales, la mezcla racial, los préstamos culturales, lo universal y lo nacional, el juego intertextual de la plástica dentro de la plástica, y que ponen de relieve su sensibilidad para captar a través de su particular poética los cambios de visiones de la contemporaneidad
Adigio Benítez Jimeno muestra una vitalidad creadora admirable para el hombre octogenario que ya es. Pintar para este artista es una necesidad vital, es la manera que tiene de contribuir al objetivo supremo de la libertad humana. Sabe que eso se logra si el arte lo es auténticamente, por ello ha estado buscando siempre formas expresivas más imaginativas y alejadas de lo convencional. Esta es también la lección que nos deja el magisterio de Adigio: la ética de quien se sabe fabulador de realidades y no se permite quedar atrapado en el tiempo, y la convicción del compromiso raigal del arte con la vida en pos de un ideal social.
Fragmentos de El arte de Adigio: la parábola de un ideal social de Surnai Benítez Aranda