BIOGRAFÍA
Antonio Vidal nació en La Habana en 1928 y falleció en esta ciudad en 2013. Entre 1970 y 1993 fue profesor de Pintura en la Escuela Nacional de Arte. Simultáneamente, fue miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y del Taller Experimental de Gráfica de la Plaza de la Catedral.
A lo largo de su vida recibió un sinnúmero de premios y distinciones, entre los que destacan el de Hijo Ilustre de Centro Habana, el Diploma al Mérito Pedagógico del Instituto Superior de Arte, la Medalla Alejo Carpentier que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba, la Orden Félix Varela (Primera Clase) del Consejo de Estado de la República de Cuba y el Premio Nacional de Artes Plásticas 1999 que otorga el Consejo Nacional de las Artes Plásticas.
Durante los años 50 realiza una serie de exposiciones personales y colectivas, como Dibujos y Gouaches, Central de Trabajadores de Cuba; 6to Salón Nacional de Pintura y Escultura, Capitolio Nacional, La Habana; Quince pintores y escultores jóvenes, Galería Nuestro Tiempo; Once pintores y escultores, La Rampa, La Habana. Como parte del grupo homónimo en 53 y 54 participa en Los Once, pintores y escultores, Lyceum de La Habana, el Círculo de Bellas Artes, La Habana y los Caballeros de la Luz, Camagüey. Para la medianía de la década participa en Contemporary Cuban Group, Galería Sudamericana, New York. Le siguen Pintura Abstracta Cubana. Galería Sardio, Caracas; Cuatro pintores y un escultor, Lyceum de La Habana y Pintura y escultura, Galería Habana y el Salón Nacional en el Palacio de Bellas Artes.
Mantiene su intensa producción durante los siguientes decenios. Exhibe en México, Venezuela, Brasil, Checoslovaquia, Rumania, Hungría, URSS, Polonia, Austria, Italia, Canadá. Destacan el Pabellón de Cuba en la Segunda Bienal de México, la 6ta Bienal de Sao Paulo y la Bienal Internacional de Grabado. Museo de Arte Moderno de Tokio. Asimismo, exhibe en varios espacios de la capital habanera como el Palacio de Bellas Artes para el Primer Congreso de Escritores y Artistas, la Galería Habana y la galería La Rampa.
Los años ochenta y noventa también resultan prolíficos para Vidal. Per la libertá (Exposición itinerante por la libertad de los presos políticos uruguayos) viaja a Génova, Italia, a la vez que exhibe en el Museo Regional de Guadalajara, la Galería Alfama de Zaragoza, la Galería Mercado de Arte de Lima, The Art Museum at Florida International University y Tempo Latino, en Toulouse. Destaca en 1998 Cien años de pintura cubana 1898-1998. Patrocinada por la UNESCO, Centre Universitaire Mediterranéen, Niza y el Pabellón de Cuba en la Exposición Universal de Sevilla.
En el año 2000 organiza Su punto de vista, exposición por el Premio Nacional de Artes Plásticas en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Durante esos años exhibe también en el Hotel Habana Libre, en Martinica y Guadalupe, Francia y forma parte de una exposición itinerante por Alemania bajo el título Kubanische Kunst Heute. El Museo Nacional de Bellas Artes acoge tres años más tarde Uno, dos, tres…! Once! (Exposición homenaje al 50 aniversario del grupo Los Once) y ese mismo año se organiza Abstracción Activa, Colateral a la Octava Bienal de La Habana en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología. Galería Habana exhibe sus esculturas en hierro en la colectiva Abstractus Tremens. Para 2010 La otra realidad: una historia del arte abstracto cubano se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
COMENTARIO
(…) Antonio ha sido una presencia constante, a veces soterrada, en el panorama de nuestras artes plásticas durante las últimas cinco décadas. Su amigo y camarada de aventuras generacionales, el pintor y poeta Fayad Jamís, lo retrató vivamente en el título de un poema inolvidable: Antonio silencioso.
Absorto en su silencio –un silencio urdido con la modestia, el insomnio, los cigarrillos y el olor del aguarrás y la linaza–, Antonio logró que lo dejáramos en paz, que incluso, por momentos, lo olvidáramos. Así pudo quedarse, todo el tiempo y sin apuros, ante lo único que verdaderamente le ha importado: su pintura, sus alumnos, y el mundo según se vive y se percibe desde su apartamento en Centro Habana.
Este Antonio de pelo blanco y de una larga lista de discípulos –a quienes supo siempre guiar para que no derivaran en remedos, atrofiados, de su maestro– es aquel hijo de españoles nacido en Luyanó. Aquel cuyo padre, carpintero ebanista, tallador de cofres y bastones, aspiraba a ver convertido en bodeguero próspero. Es el adolescente aventurado en la actuación, antes de reconocerse demasiado tímido para las tablas; el que aprendía a dibujar historietas por correspondencia y caricaturas entre las mesas de los dibujantes del periódico Información; el que, ya en los años cincuenta, diseñaba vidrieras y carteles en tiendas como Sears y Almacenes Inclán. Es el hermano de Manuel, pintor y poeta excepcional que le acompañara en su primera exposición, allá por 1952, junto a Antonia Eiriz, Fayad Jamís y Guido Llinás.
(…) Los Once son, eso sí, la expresión más trascendente de una voluntad por renovar el arte nacional, que parecía entonces a punto de anquilosarse en los dulzores de la llamada Escuela de La Habana. Y los Once son también, junto a otros artistas de la misma generación, protagonistas del rechazo al conformismo y a las maniobras de instituciones culturales plegadas a un oficialismo retrógrado, en una época de dictadura y de crisis social y política. En ellos, alrededor de ellos, encarna esa «doble insurgencia» estética y política de la cual habló en su momento José Antonio Portuondo, plasmada en eventos como la Antibienal de 1954 y el Antisalón de 1956.
Antonio Vidal participó de todos estos episodios, y cuando el grupo se disuelve, por diferencias éticas entre sus miembros, permanece en ese centro reducido que conformaron también Llinás, Raúl Martínez, Hugo Consuegra y Tomás Oliva. A ellos se debe, en buena medida, la continuidad en la Revolución de un proceso artístico que llega a su plena madurez con Expresionismo abstracto (Galería Habana, 1963), en mi opinión una de las exposiciones más importantes del arte cubano en este siglo.
Antonio ha sido, indiscutiblemente, un artista ganado por la pintura, pero además extendido al grabado, a la escultura y a las obras ambientales. En los años sesenta participa en la fundación del Taller Experimental de Gráfica, y hace una obra intensa (muy poco valorada) en la litografía. Dos murales en mosaico, en el teatro Manuel Ascunce de Ciudad Libertad y en la tienda La Época, junto a las losas de granito en las aceras de La Rampa, se encuentran entre sus contribuciones más visibles al arte público.
(…) En los años ochenta, Antonio, profesor de pintura, incursiona en la escultura, y hace una serie de piezas en metal soldado, expresión en lo tridimensional de las preocupaciones sígnicas y estructurales tan caras a su obra sobre lienzo y papel. Este momento fue uno más entre los lances experimentales de una trayectoria salvada de la complacencia, de un autor que ha logrado renovarse mientras extiende el sello inconfundible de su individualidad a esas pinturas más recientes que ahora mismo lo esperan en su taller de la calle Estrella.
Nos honramos hoy porque premiamos a un artista que reivindica la creación en su sentido más puro: como soledad germinativa, como espacio inexpugnable que se hace fuerte negándose al ditirambo, la adulación y el titilar del neón cromado. Una soledad que no es ni encierro amargo ni egoísmo: es darse a otros de muchos modos, pero sobre todo, del mejor modo posible, mediante el compromiso invariable con la obra.
Fragmentos de Antonio Vidal, absorto en su silencio por Antonio Eligio Fernández / Tonel