“La transformación más importante traída por el nuevo arte fue orientar la cultura hacia la crítica social y política”.
Gerardo Mosquera
Hay tradiciones que al sistematizarse pasan a ser códigos culturales en forma de comportamientos, valoraciones, costumbres, hábitos e imaginarios. En las artes visuales cubanas, Gerardo Mosquera ha expresado, en más de uno de sus textos, las peculiaridades del Nuevo Arte Cubano: un movimiento artístico, que no poseyó un manifiesto o un programa que lo respaldara; a pesar de esa condición, sus peculiaridades en el contexto general del arte cubano lo distinguen, por la renovación que trajo consigo, las vías por medio de las cuales llegó a ser el sector más activo de ese arte en las últimas décadas y cómo esos componentes culturales enriquecieron las visiones que, desde el arte, se daban de la sociedad y la cultura cubana.
En la ciudad de Barcelona ha sido presentada la exposición colectiva Viva la Devolución: para el espacio Utopía 126, en septiembre de 2021 y curada por Haba Gallery como parte de las celebraciones de la Fiesta de la Mercé, la mayor festividad anual de esa ciudad. Dicho espacio fue en sus orígenes una fábrica textil y desde 2015 es un centro cultural. Le ha dado acogida al arte cubano. Ha habido posibilidades de intercambio y encuentros fraternales entre creadores cubanos y el público catalán.
Es un lugar amplio que tiene la particularidad de dejar asomar su antiguo linaje arquitectónico. Comparte su desgaste, belleza, elegancia e hidalguía con el arte que ha lucido en sus paredes. Se ha alcanzado un diálogo entre espacio y obras de arte, sin que estas últimas tuvieran que lidiar con la desventaja que suele traer consigo tal competencia. Es, a su vez, una circunstancia muy bien aprovechada por la museografía.
La curadora de la muestra, Patricia Kasaeva, y el equipo que labora en ese espacio bajo la dirección del productor de cine Quique Camín, reunió en Viva la Devolución a 17 artistas. Sus obras se orientan a géneros tradicionales –la pintura y el dibujo– junto a formas contemporáneas, definidas en calidad de performance, instalaciones y videos. Contigua estaba una exposición de fotografía cubana, Transferencias culturales, con la presencia del maestro de la fotografía Raúl Cañibano y un grupo de jóvenes fotógrafos, entre ellos: Alejandro Alonso, Vladimir Romero, Evelyn Sosa, Sarah Bejerano y Sergio Leyva; un panorama del cine joven cubano, con filmes de los cineastas Heidi Hassan / Patricia Pérez, Carlos Quintela y Yimit Ramírez, entre otros, y una exposición de libros de autores cubanos, entre los cuales sobresalían los nombres de Iván de la Nuez, Gerardo Mosquera, Leonardo Padura, Kevin Power y Magaly Espinosa. También había varios catálogos de arte.
Con relación a la exposición Viva la Devolución o en la mayoría de las obras que la componían, la tendencia dominante era de reflexiones sobre la sociedad y la cultura de la Isla del presente y cómo ellas se sustentan considerando valores, normas y funciones que el arte emplea para domesticar las imágenes. Kasaeva había logrado aglutinar piezas que incorporan formas constructivas, sustentadas en procesos apropiativos de documentos; de atisbos que renuevan las visiones de la historia; de relatos ficcionados, de corte feminista o antropológico, desplazados entre la ironía, el cinismo, los amores y rencores que una realidad como la cubana genera.
Desde esta perspectiva, el centro de atención de tal muestra colectiva se dirigía al uso de lo simbólico como portador de información, relaciones de poder y valores sociales. Si bien no todas las obras evidencian esas relaciones y los valores que manejan lo simbólico –en los planos políticos, ideológicos y culturales–, de un total de 32 piezas 28 transmiten tensiones, que sacan a la luz interioridades de la vida cubana.
El cartel confeccionado para la exposición por Kasaeva, incorpora una fotografía del artista Leandro Feal tomada a Hamlet Lavastida mientras este se lanza al mar. Establece un nexo entre semejante gesto y el espíritu del cual ella desea permearse.
Los acercamientos a obras que parten de documentos serían una de las tensiones mejor representadas en la muestra. Por este camino, el arte de nuestros contextos puede ser infinito, pues tanto el valor histórico que el documento contiene, así como los senderos simbólicos recorridos, nos aproximan a una de las aristas más poderosas del arte cubano, con artistas como Eduardo Ponjuán, René Francisco Rodríguez, Dagoberto Rodríguez, José Toirac y Lázaro Saavedra. También con creadores jóvenes, quienes insisten en leer e interpretar la actualidad que vive la cultura y la sociedad cubana: Léster Álvarez, Paolo De, Leandro Feal, Reynier Leyva Novo, José Manuel Mesías, Grethell Rasúa y Renier Quer (Requer). Incluso, la creadora Alejandra González, pues se centró ella en un tema de corte feminista a través del performance. Y hasta los pintores Alejandro Campins, Ariel Cabrera y Michel Pérez (El Pollo), autores de obras que tienen un enfoque más universal, como la pieza del joven artista José Yaque.
No es posible detenerse en todas las obras. Por ello comentaré un conjunto en el que se centran las líneas temáticas y las formas creativas más reiteradas en la muestra, a través de diferentes medios expresivos: la fotografía (en su calidad de documento), la instalación, el video y los medios digitales.
Del conjunto de piezas que optan por el documento en su calidad de referente, comenzaré refiriéndome a la serie fotográfica Un día feliz, de Reynier Leyva Novo, basada en la apropiación de fotos realizadas en los primeros años del proceso revolucionario, en las cuales aparece el líder de la Revolución. Partiendo de ellas, elaboró una nueva versión en la que se omite dicha presencia. El juego entre ambas se completa con el título, tan irónico como la propia apropiación. ¿Dónde se encuentra esa felicidad?, ¿en cuál de los instantes? Puedes decidirte por uno o por otro, pero el gesto de la omisión parece inclinar la balanza hacia lo que significa esa ausencia.
Otra dirección del uso del documento se aprecia en la instalación de Renier Quer, El arresto de los propagandistas, que toma como fuente la obra de Ilya Repin del mismo título. En ella, Renier “[p]retende evocar toda una estética de gráfica combativa –históricamente implementada desde el [E]stado– que actúe como resistencia a las medidas llevadas a cabo por la oficialidad, utilizando expresiones representacionales que operan fuera de los espacios de permisibilidad”.[1]
Situada en el centro del recorrido y en un pequeño cuarto ruinoso, que evocaba un taller clandestino de propaganda política, colocó fotos, fragmentos de periódicos, storyboard, imágenes del cine, registros gráficos de variada procedencia, dibujos de su autoría. En el conjunto percibíamos sus habilidades para este tipo de arte. También se integraba al proyecto la instalación Euforia en la mesa del editor, una mesa repleta de documentos y dispuesta en el amplio salón, a medio camino hacia la obra antes comentada. El estado de abandono del lugar propiciaba la lectura de imágenes cargadas del tiempo, referidas a diferentes publicaciones y momentos históricos que solo la imaginación del artista logró hacer dialogar como si fueran partes de una sola vida.
En una dirección cercana, apoyado en las posibilidades que ofrece el video y partiendo de la apropiación documental, se encuentra Shoot. Homenaje a Chris Burden, de José Toirac. El mismo descansa en la utilización de fragmentos de un documental, guardado en los archivos de la televisión cubana, sobre el juicio realizado al teniente Enrique Despaigne: condenado a muerte por haber cometido 17 asesinatos políticos, en la década de los años 50, durante el gobierno de Fulgencio Batista. Su último deseo fue dar personalmente la orden de fuego al pelotón que lo iba a fusilar. El audio que acompaña a esas imágenes, durante casi todo el video, proviene de la voz de Chris Burden, quien describe una de sus obras más conocidas (Shoot, 19 de noviembre de 1971: consistió en recibir voluntariamente una bala disparada por un rifle de calibre 22).
La superposición de imagen y sonido, procedentes de obras diferentes, genera un contrapunto entre dos situaciones, violentas y relacionadas entre sí por el disparo de un arma de fuego. Sin embargo, tal comparación desconcierta por lo distante que son los contenidos de ambas obras, en las cuales solo el gesto del artista, su autoridad, pueden permitir comprender la posibilidad de tal encuentro.
La apariencia conceptual de ellas acrecienta el valor de la muestra. Compensan la presencia de piezas que parten de documentos en los cuales el significado de lo político ocupa el lugar principal.
Junto a la anterior obra hubo otras que utilizan ese medio artístico, por ejemplo, A palo limpio y Geometría popular, de Dagoberto Rodríguez, y Como las aguas quedan algunos, de Grethell Rasúa. Esta última se estructura partiendo de un registro de los diferentes estados por los que viajan las aguas en las calles de La Habana. Es un recorrido de aguas limpias emergidas de salideros y roturas abundantes que, con su andar, recogen tanta basura y quedan estancadas y podridas. Cómo dejar que lleguen a esta fase… como si fueran paisajes comunes a la orilla del camino.
Fue acertado, por parte del proyecto, incluir la Galería I-MEIL, del artista Lázaro Saavedra: “pieza” emblemática del arte cubano de las últimas décadas. Ella pone en acción diferentes opciones con la utilización del documento. Esa “galería” comenzó a circular de manera intermitente desde el año 2007. Es, con cierta razón, considerada una de las mejores obras del artista de los últimos años. A través del correo electrónico, esta Galería… ha penetrado el espacio digital: adentrándose en los avatares de la subsistencia y el acontecer del mundo del arte; resumiendo casi a diario, por medio del humor gráfico y con recursos formales muy diversos, las historias individuales y sociales, los sucesos o acontecimientos de valor social, político o cultural del país. Las viñetas, que la componen, toman de referencia a la historia universal o la nacional; asumen los personajes más diversos; incluyen como fuente de inspiración a un faraón, un samurái o al héroe más popular del animado infantil cubano, Elpidio Valdés.
Pero su importancia no se centra solo en la veta humorística con la que son recreados aquellos personajes, sino en el carácter reflexivo que los envuelve. Contingencias que son una excusa para develar las eventualidades que teje nuestra realidad, despejada de la retórica oficial. A falta de la presencia de un humor crítico en la prensa, se ha contado con esta Galería… que ha enriquecido a la “prensa periódica”, a pesar del limitado acceso que ha tenido como medio de comunicación entre nosotros.
Entre las instalaciones, una forma artística predominante en la muestra, mencionaré a cinco. Junto a la antes citada obra de Requer, nos acercan a ese espíritu renovador y experimental muy propio del arte cubano.
En un espacio cerrado, dominando todo el lugar, se hallaba la instalación Interior con huracán, de José Yaque. Es una impresionante mole construida in situ con objetos abandonados y recopilados cerca del sitio donde sería construida la pieza. Con ellos forma un remolino de 8 metros de altura –se elevaba desde el piso hasta el techo de la galería– dando la impresión de que su delgada punta penetrara el piso. Compartiendo el mismo espacio, diferentes muebles, entre ellos pedazos de sillas, mesas, lámparas, juguetes, se aprisionaban. Al acercarse a este inmóvil remolino, sentías su poder sobre lo real. ¿Cómo puede esa fuerza brutal de la naturaleza comprimir fragmentos de objetos que nos rodean y demostrarnos que todo es efímero ante su fuerza? El huracán no deja nada vivo a su paso, pero el que se adueña de la realidad cotidiana aprieta objetos: fueron confeccionados por el hombre sin que puedan ser recuperados, son solo fragmentos, aunque porten recuerdos, significados y memorias de cierta realidad.
Entre las instalaciones no se debe dejar de mencionar la del artista Eduardo Ponjuán, Granma, formada por pliegos doblados que simulan ser ejemplares del periódico oficial cubano. Sobre una frase alusiva a acontecimientos y sucesos significativos que desde la síntesis que ella representa despiertan la memoria del espectador, ellos generan diversas interpretaciones. Frases como: “Falleció el comandante de la […]”, “Falta mucho por hacer”.
Otra de las instalaciones que mayor impacto provocó en la exposición, por la originalidad desde la que fueron mostrados y rehechos ciertos espacios públicos de la ciudad de La Habana, fue la del proyecto colectivo Silent Specific, del artista René Francisco, emprendido junto a la curadora Dayneris Brito. La misma ya había consistido en una convocatoria para un proyecto de intervenciones virtuales con el objetivo de reactivar el espíritu intervencionista de los integrantes de las sucesivas “Pragmáticas” y sumar a otros artistas que han permanecido alrededor de su órbita. “Más de sesenta artistas cubanos, asentados dentro y fuera de Cuba, se unieron en lo que se ha descrito como ‘un tipo de cartografía estética que disiente de un repertorio tradicional de concepciones, imágenes, percepciones y experiencias de lo urbano. Asimismo, libera la realidad confiscada mediante la expresión metafórica de una nueva realidad (ficcional)’ (…) Los creadores tuvieron la oportunidad de seleccionar un sitio sobre el [cual] trabajar: metaforizar su imagen”.[2]
A su vez, cada imagen ha estado acompañada de un texto del crítico y curador cubano Orlando Hernández. Las imágenes, que parten de la manera en la que se descubren los espacios públicos, se transforman bajo la mano de sus creadores en alegorías de esos espacios: unas, portadoras de un fuerte sentido del humor; otras, más ácidas, pero todas poéticas. Y Orlando, con su acostumbrado humor, aprovecharía muy bien las circunstancias para bromear y reflexionar, dialogar desde personajes que presuntamente los habitan. Ambos, personajes y narraciones, endulzan o agrian cada ocasión que las composiciones muestran.
Las imágenes y el video empleados por la mayoría de los artistas participantes, los magníficos comentarios de Orlando –lo que él imagina o fantasea– logran mostrar un amor por cierta ciudad. Por una Habana que, pese a todo, sigue siendo mágica.
Considero que la anterior es una de las propuestas más singulares de las producidas alrededor del arte cubano de las últimas décadas. Es la primera ocasión que ha sido presentada como proyecto digital en una galería.
De las creaciones que lo integran, he elegido algunas que nos pueden acercar a comprender cómo la coincidencia de imagen y texto pueden completar metáforas de nuestro estado emocional y vivencial. Pongamos cuatro ejemplos de obras que la integran.
Uno de los videos más impactantes lo tenemos con la pieza Black on black, del artista Javier Castro. Nos enseña una especie de muro que limita el mar; en el fondo de la imagen, de manera indeleble, aparece y desaparece el rostro de un hombre negro, ya maduro e inexpresivo. El comentario de Orlando Hernández versa sobre lo siguiente: “(…) Entrando o saliendo de la claridad o de las tinieblas. Apareciendo y desapareciendo. Buscándote. Metido todavía en el torbellino de los recuerdos. Los dos sentados por última vez en aquel arrecife, mirándonos, llorando. Sin saber cómo despedirnos. De verdad que lamento no haberte dicho que esa noche venían a buscarme, y que la lancha no podía esperar a que te decidieras. Pero no pudo ser de otro modo”.
La obra de Alexandre Arrechea, La ciudad oculta en su silencio. La tribuna antimperialista, contiene una imagen de una concentración frente a esa tribuna habanera. En medio del tumulto se aprecia un grupo de máscaras sobredimensionadas, en hileras que la atraviesan como dispuestas a su uso. El texto asociado de Orlando nos dice: “(…) Engañe y mienta con soltura, con naturalidad, como hacen diariamente con usted. Protéjase. No se deje tocar la cara. Nadie tiene por qué saber la verdad (…)”.
La pieza de Fernandito Rodríguez, Black carpet for a blind date, con el humor al que el artista nos tiene acostumbrado, incorpora una imagen del edificio del actual Ministerio de Relaciones Exteriores. Mientras, por su costado derecho, suben unas máquinas que asfaltan las paredes. A partir de ella, Orlando recrea un diálogo entre el Ministro y un personaje que trabaja con el mismo:
–Oye, ¿y ese ruido?
–Las máquinas, Ministro.
–¿Qué máquinas?
–Las de pavimentar. Estamos haciendo lo que usted recomendó.
–¿Que recomendé?
–Subir más la producción por ese asunto de La Habana Ciudad Maravilla.
–¿Y qué hace esa gente echando asfalto en el costado del edificio?
–Subiendo la producción, Ministro. Creo que ya mañana llegamos hasta arriba.
Por último, valga citar la obra Arquitectura negativa, de Fidel García, desde la que propone transformar el último piso del edificio del entonces ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión): al vaciarlo y dejarlo solo en su estructura básica. Sobre esta, Orlando comenta:
(…) se dice que allí se han ido acumulando, año tras año, por más de medio siglo, un enorme y apestoso tesoro: todo aquello que debimos saber y no supimos, aquello que no pudimos ver, ni oír, ni leer porque fue motivo de escamoteo selectivo, de prohibición, de drástica censura.
Es lo que se dice, y lo que han arrojado nuestras investigaciones. De manera que el área se halla tan contaminada que es imposible desinfectarla y debe desaparecer. La tarea es tan delicada como extirpar un cáncer mediante una operación de mínimo acceso. Y de eso justamente se trata.
Las interpretaciones que Orlando Hernández ingenia, para comentar las obras, son tan potentes que a veces nos parece que ha sucedido lo que se nos cuenta. O sucederá realmente.
La muestra crea la sensación de que cuando nos situamos frente al mural del fotógrafo Leandro Feal, La revolució dels artistes, todos los símbolos desplegados en la exposición encuentran en ella abrigo: imágenes políticas, metáforas simbólicas de la realidad, documentos, formas de vida, acontecimientos y personalidades. Ha tomado como referencia el “mural”, de Raúl Martínez, Isla 70.
El nuevo es un mural político que sigue las reglas de este género visual, en el cual el contenido político que se trasmite tiene el lugar esencial en la pieza. Por otra parte, Leandro ha alcanzado una adecuada distribución del sentido de los colores, las diversas perspectivas visuales y una armonía entre imágenes portadoras de diferentes significados. Todo ello le facilita hacer saltar al género por encima de cómo es habitualmente concebido. Lo lleva más allá de su contenido tradicional, al valor de lo estético: la belleza, el equilibrio y la armonía, factores que hacen crecer su eficiencia visual.
Incorpora Leandro algunas de las figuras más destacadas de los movimientos sociales que se han intensificado en la Isla y alrededor de la cultura cubana desde finales del año 2020: Tania Bruguera, Coco Fusco, Celia González, Hamlet Lavastida, Reynier Leyva Novo y Julio César Llópiz; adiciona a personalidades políticas oficiales de ese escenario: el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, y el Ministro de Cultura, Alpidio Alonso. Logra una síntesis de dos componentes políticos opuestos: el oficial y el activista, no solo por la presencia de políticos y figuras sociales de la oposición, sino a su vez, por el equilibrio visual que se aprecia en una y otra dirección. Esto podría desconcertar al espectador, lo compelía a detenerse, intentando comprender la identidad de los fotografiados. Las imágenes de las personalidades oficiales han sido minimizadas y reproducidas en varias decenas y las fotos de los activistas se muestran en distintas dimensiones: esto le brinda a la obra un dinamismo, que se acerca a la compleja dialéctica de la teatralidad que sostiene el escenario político actual cubano. Desde ese es tan difícil adivinar los derroteros de la nación. Cuál es más poderoso, ¿el que se repite y se reitera en el panorama nacional o el que asoma en instantes claves de las luchas políticas?
Leandro Feal ha incorporado también al mural una foto que rememora un momento del año 1989, cuando un grupo de creadores se reunieron en el Círculo Social Obrero “José Antonio Echeverría” para celebrar un juego de Pelota y bajo un título: La plástica joven se dedica al beisbol. Ante la censura de diversos proyectos artísticos, los creadores decidieron que si no se podían consagrar al arte, se dedicaban pues al beisbol, el deporte nacional. Mucho después, cuando nuevos actos de censura sacudieron al arte cubano, se repetiría la acción y de ello queda cierta nueva imagen con valor histórico: conjuga personalidades con acontecimientos, pues son partes de una misma realidad.
Una referencia de la artista Tania Bruguera sentada en un sillón –realizada por el propio Feal y, a su vez, una de las mejores fotos que le han sido tomada– aporta al mural un significado especial. Pero no es casual la presencia de la artista desde esta perspectiva. La balanza de tanto discurso político se interrumpe con una pose privada, con la intimidad que ella contiene: una de las personalidades artísticas y activistas más valientes y admiradas del arte cubano.
A su vez, una valiosa relectura se encuentra en la pieza La Maleza, de Léster Álvarez, una instalación integrada por libros “publicados” en diversos períodos. Fue comenzada en 2015. El artista presentaba la tercera edición de la obra, “como gesto para visibilizar una zona de la literatura cubana que existe al margen de las editoriales oficiales, por cuestiones de censura política, intolerancia temática o estilística, entre otras razones (…) es una plataforma para residuos literarios (…)”.[3]
En sentido general, las instalaciones se prolongan hacia la interpretación y él rehusó de documentos. Cada propuesta la modela desde distintas perspectivas, relecturas y deconstrucciones, que activan y actualizan los contenidos de escritos y registros.
También sobresalió la presencia de José Manuel Mesías. Él con 5 piezas, que se distribuían entre la pintura y la instalación. La primera consistía en una placa de yeso. En ese material se inscribe –como si hubiera sido rasgada– la frase “Déjenme quedarme más tiempo”. Una expresión que golpea, porque contiene significados muy diversos: desde lo que le puede decir un amante a su amada hasta lo que expresa un emigrado como deseo. Este creador y Requer hicieron una residencia artística, que concluyó con obras incluidas en la muestra.
La performance estuvo representada por la artista Alejandra González y bajo el título Jaula de cristal. Alejandra, desde una instalación con esas características, aparecía ante el público encerrada, encarnando la piel de una mujer maltratada en su espacio familiar. Y, a través de varios estados de ansiedad, se enfrentaba a la decisión de escapar de un hogar propio, que le está siendo arrebatado.
El videojuego tuvo su espacio con la obra La Raya (2018), del artista Paolo De. Coqueteando en el espacio de poder oficial, “es un prototipo de videojuego situado en las áreas exteriores del archiconocido edificio de la legislatura en Cuba: El Capitolio Nacional de La Habana [sic]. Es ahí donde entonces se encuentra dibujada una raya roja, una suerte de hilo rojo que designa los límites de acceso al inmueble, que demarca las fronteras entre el espacio público (social) y el espacio de poder (estatal). El juego consiste en batir récords, arrojando cripto-monedas, lo más [próximo posible] a los límites de la raya. Cada récord queda marcado frente al edificio (y en la memoria de la partida) como un sumario de manifiestos, textos y señales de los jugadores… en un simulacro de lo que pudiera convertirse [:] en un espacio abierto, democrático de protesta”.[4] Nos hace pensar en las imágenes que circularon sobre los sucesos del 11J [11 de julio de 2021], que ocurrieron, entre otros, en ese lugar.
La pintura tuvo una representación limitada en la exposición, pero no por ello menos elogiosa. Cuatro artistas de este medio incluyeron sus obras: Alejandro Campins con Malpaís, Ariel Cabrera con Apotheosis No. 6, René Francisco Rodríguez con Fábrica de utopías y Michel Pérez (El Pollo) con Accidente. Piezas que nos aproximan a su estética. Estos creadores adicionaron a la muestra los valores estéticos que la pintura suele contener.
Comentar algunas de las piezas ayuda a vislumbrar el valor de la expo Viva la Devolución; su potencia para acercar al contexto catalán –desde diferentes soluciones visuales– sobre lo variada y compleja que es la Cuba del presente, sobre las huellas de una utopía y los altos costos que ella ha contraído. Esta carga que el arte sostiene, manipulando documentos y registros, leyéndolos en su presente, muestra el ingenio y el valor de los creadores cubanos para que se evidencie su íntima relación con una realidad que nos rebasa a todos.
Magaly Espinosa.
- Palabras, referidas a la pieza El arresto de los propagandistas, en el catálogo de la muestra. ↑
- Del texto publicado por el staff de Rialta: “Proyecto artístico ‘Silent Specific’ celebra un año de la puesta en virtualidad de una Habana múltiple”, Rialta, 18 de noviembre de 2021: www.rialta.org/proyecto-artistico-silent-specific-celebra-un-ano-de-la-puesta-en-virtualidad-de-una-habana-multiple. ↑
- Palabras del artista en el catálogo de la muestra Viva la Devolución (Utopía 126, Barcelona, 23-26 de septiembre de 2021). ↑
- De Lesly Fonseca Tundidor (Less) para su curaduría de la exposición colectiva Just in Time (To Play), sobre el llamado Game Art Cubano, en galería El Oficio, La Habana, 2018. Líneas reproducidas también en el catálogo de Viva la Devolución. ↑