Abram Bravo Guerra
Proyecto de Ciudad no es el primer paso de Kevin Sánchez (Kesape) como fotógrafo; no va a ser la nota más aguda de su partitura visual, ni el punto final de su relato simbólico. Funciona, quizás, como un salto consecuente de la pubertad a la madurez. Porque con Proyecto de Ciudad -la serie, de esa hablaremos todo el tiempo- Kevin decidió olvidarse de la excitación del que apresuradamente descubre para dar paso a un discurso mucho más compacto: enfocado en desmantelar la imagen de una Habana para armar, con precisión casi quirúrgica, su propia quimera de ciudad muda. Y es que la ciudad de Kesape alardea a destiempo sus excéntricas moles de concreto, disimula sus cicatrices a base de orgullo y danza inerte al compás de la sinfonía del silencio.
Su gesto fotográfico puede situarse en el medio de la nostalgia y el tributo, consciente de lo que es y fantaseando con lo que pudo ser. Mueve edificios como piezas en un tablero, se olvida de los rincones y proyecta contra el cielo el tejido arquitectónico: alto y claro, sin retórica innecesaria. Entonces se toma un tiempo para explorar, para rendir tributo a la misma fotografía, y nos presenta una Habana digital enfrentada a otra analógica: así mezcla presente y pasado, decepciones y sueños, anhelo e historia. Luego cuece la imagen alterando el contraste para que cada mole se forme de lo que la luz arrebata a la sombra. Y en esa monumental dispersión de viejas glorias ubica Kevin su ciudad incompleta. Incompleta porque necesita de todos para armar su rompecabezas. Al final siempre ha sido así: aquí cada quién se inventa su propia Habana.