Entre los intercambios que he logrado documentar para el portal Artcrónica, desde que estoy radicado en México, el que sostuve recientemente con los artistas que integran la exposición colectiva “El charco y la curva”, ha sido uno de los más amenos e instructivos. La visita a esta muestra, que estuvo exhibiéndose hace unos meses en la galería del Círculo cubano, Córdoba 14, DF, no solo me dio la oportunidad de conocer personalmente a algunos creadores sobre los que ya tenía una referencia elemental desde la isla, apreciar parte de sus nuevas producciones artísticas; sino de poder reevaluar, desde otras perspectivas y lecturas, la producción visual de creadores emblemáticos cubanos que viven hace algún tiempo en este territorio.
Interesado en conocer sobre las motivaciones y argumentos curatoriales que dieron origen a este inusual proyecto de exposición, conversé con su curador principal y uno de los participantes esenciales en la selección: Ariel Orozco.
David Mateo: Ariel, ¿cómo surge la idea de esta exposición?
Ariel Orozco: La idea de la exposición surge a partir del momento en el que conozco el Círculo Cubano, a través de Eduardo Smeker, quien se encarga de la coordinación del espacio. Este sitio ha funcionado como punto de reunión de cubanos que salieron de la isla antes del triunfo de la revolución y ciertamente ha tenido un enfoque político. Sin embargo, el lugar está actualmente abierto a recibir distintas propuestas; por lo que, teniendo en cuenta el trabajo y enfoque del grupo de artistas reunidos para la muestra, necesitábamos encontrar un punto neutral, que la exposición se enfocara básicamente en lo abstracto, y así los trabajos pudieran dialogar cómodamente sin vincularse directamente con esta dimensión más politizada del espacio. Se trata de un lugar arquitectónicamente muy interesante en el que podían confluir, con un trabajo potente, artistas de diferentes generaciones que recurren a distintas estrategias creativas.
DM: ¿Pero veo artistas conocidos en la muestra que no abordan sus obras desde la abstracción?
AO: Sí, efectivamente… Los artistas en esta exhibición no abordan la abstracción de forma directa en sus obras sino a través del gesto y lo procesual. Pensando en esto, Marta María Pérez Bravo -destacada fotógrafa que no se reconoce a sí misma como tal- presenta una obra en la que es menos evidente la parte simbólica y autobiográfica que suele acompañar a su producción. Al vincular la imagen con lo abstracto, a través del cuerpo que pinta sobre un vidrio y deja una huella pictórica, Marta María postula una manera de captar la pintura desde otro medio.
En el caso de Ángel Ricardo Ríos, ha venido desarrollando durante años un cuerpo de obra pictórica que deriva de una obra figurativa a una suerte de abstracción, muy rica a nivel visual y procesual. Ríos relaciona el acto de pintar con lo corporal, lo físico y lo táctil, condensando un alto nivel de sensualidad que remite al disfrute de pintar con los dedos. Un pintor que “come” pintando con las manos.
Enfocado en el dibujo hace varios años, James Bonachea presenta “Materia líquida”, una pieza que no solo encaja perfectamente con el título de la exposición y la fluidez que explora, sino que también plantea una relación con lo estático, al plasmar -casi como en una fotografía- la vibración del grafito en movimiento. Lo rígido y lo móvil se convierten en uno mismo.
Jenny Macías es una fotógrafa joven que está explorando la relación con los espacios que habita. La pieza que muestra es su primera fotografía posterior a su llegada de Miami, y se trata de un close up del edificio Zaha Hadid en Brickell. Al montar la fotografía de cabeza, nos ofrece en su lugar la imagen de una cara que te mira; un extraño que te observa, y con el cual estableces una relación tan cercana como distante. La idea del close up es lo que la vuelve abstracta, tratando de buscar esa proximidad.
Yanet Martínez ya había abordado la pintura desde lo matérico, y ahora explora una nueva relación con el gesto pictórico. No solo incorpora la materia, sino que se interesa en el comportamiento de la pintura con elementos externos. Lo gestual relacionado a lo simbólico. De Yanet se seleccionó una obra de la serie “Arqueros”. Es una pintura realizada con un gesto, que incorpora un hilo tensado mientras el material está fresco. Al fraguar la pintura, queda tirante por el mismo proceso pictórico. Esto crea un momento de rigidez entre la pintura y el elemento externo que se integra y así conecta con la realidad exterior. Se convierte el cuadro en algo alegórico, y la imagen concreta deviene en una especie de “arquero”.
DM: Observo que hay obras específicas que fueron concebidas teniendo en cuenta también el espacio físico…
AO: La exposición también intenta explorar la arquitectura del espacio. Katiuska Saavedra, Yanet Martínez y yo, trabajamos in situ, explorando mediante pautas visuales un diálogo con el lugar.
En colaboración con Gabriela Garciandía, Katiuska Saavedra interviene las dos ventanas de la galería, creando un espacio de trans-lucidez cromática mediante unas “cortinas” producidas a partir de retazos de ropa. Haciendo eco con la relación binaria o de pares que existen en varias piezas de la exposición, Saavedra y Garciandía abordan las dos ventanas proponiendo dos cortinas: una creada con ropa femenina y otra con ropa masculina. Sin embargo, la dimensión de género y cuerpo se disuelve en la materialidad expresiva del díptico. Al descomponer las ropas en tiras de colores y colocarlas como cortinas, se alcanza un potencial más visual que simbólico en conexión con las otras obras de la exposición. Las cortinas invitan a mirar a través de ellas, y desde afuera en la calle el espectador puede sentirse atraído a mirar hacia dentro, haciéndose partícipe de la obra aún sin entrar.
Esta relación con los cuerpos y la descomposición también se denota en la serie fotográfica “Pinturas ambulantes”, en la que Katiuska Saavedra plantea una abstracción cromática a partir de imágenes de pintura de uñas femeninas.
En la sala del Círculo Cubano se encuentra un espacio arquitectónico congelado en el tiempo de los años 50, que sirvió de escenario para las obras in situ “Apunte” y “Reflejos”, ambas intervenciones de Yanet Martínez y mía. En ellas coquetean los conceptos entre sí y los artistas en su realidad. Yanet experimenta con el espacio escenográfico y, sin modificarlo, establece el mismo mecanismo que usa en la pintura, pero esta vez con vino. Mimetizándose con la escena, en una sinfonía a cuatro mesas, la artista plasma un acto reflejo que no evita la acción inevitable. La caída de la copa llena de vino detiene su azaroso desparramarse en el suelo, controlando el impulso. Mientras tanto, yo instauro una situación que se contienen desde el piano; seduzco el ambiente con perfume y anuncio el acto a punto de suceder, deteniendo con la punta de un lápiz el peso de la tapa del piano. Es un paso previo a la inspiración, el antes de que la idea ocurra, mientras que la pieza de Yanet es la idea ya manifestada.
Finalmente, encontramos en la galería un díptico mío de la serie pictórica “Yo te amo más”. En tonos dorados y negros ambos cuadros se unen con la pintura fresca, y luego de secarse se separan violentamente tomando el uno del otro. Es la idea del cuadro que se hace a sí mismo, y donde en el proceso se omite la idea de tomar una decisión ante el lienzo en blanco.
DM: ¿Cómo se interpreta la relación alegórica entre el título de la muestra y las obras elegidas para el proyecto?
AO: Existe en la exposición una relación con lo curvo, con lo estancado y lo azaroso. Es el charco con el que te encuentras en el camino y debes darle la vuelta. Una dicotomía entre lo estático y lo espontáneo. Desde el instinto y el impulso las obras se relacionan con lo inmediato y con el control mental. Ahí donde hundirse también puede ser una forma de lo tangente.