
Ricardo Arcos-Palma, visita la muestra «Plegarias de Resistencia»
Plegarias de resistencia/Carlos Motta
(Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona)
Por Ricardo Arcos-Palma.
El MACBA acoge una exposición antológica del artista bogotano residente en New York Carlos Motta. Echemos un vistazo crítico a esta magnífica exposición. Bajo el cuidado curatorial de Agustín Pérez Rubio y María Berrios, esta exposición se articula en cinco grandes momentos: el primero titulado “Cuirisar el cuerpo”; aquí el artista toma como eje central la historia de América Latina y su colonización. Hay una trilogía compuesta por videos que lleva por nombre Nefandus (2013). Aquí imágenes del mar, historias de navegación y la lectura de un diario donde se narra la imposibilidad de asumir la homosexualidad que era condenada y penalizada con la tortura y la muerte en un contexto extremadamente cristiano. Una réplica de una embarcación propia de los navegantes españoles y portugueses que atravesaron el Océano para conquistar y someter a otros cuerpos que no conocían la idea del pecado. Algunas fotografías detallan las fortalezas que dejan ver el contraste de la fortificación de los cuerpos. Otra de las obras que pudimos ver es Hacia una historiografía homoerótica (2014) en el que miniaturas expuestas como en un museo antropológico representan actos homoeróticos. En otra obra Requiem. Mundo invertido (2016), el artista se pone en acción aludiendo a la tortura, al sadomasoquismo en una clara alusión a la pasión de Cristo que se puede entender en su doble acción como sufrimiento y como placer. El artista se cuelga de los pies extendiendo los brazos en posición de crucifijo invertido.
El segundo momento de la exposición se titula “Cuerpos desviados” recoge una serie de iconografías, textos y testimonios de los activismos que han defendido la diferencia, la homosexualidad y lo queer reivindicados por la comunidad LGTBIA2S+. Esta sala colorida la instalación Nosotrxs que sentimos diferente (2012) retoma monitores de televisión, impresiones en la pared y el piso y recupera los corredores que dan acceso a las salas donde los visitantes pueden detenerse a “dialogar” con los diferentes testimonios de los sobrevivientes a la epidemia del VIH, quienes en una clara actitud solidaria hacen del activismo un lugar de resistencia y persistencia que configura otra idea de democracia y ciudadanía. Obras como “Vacío” (2020), realizadas en colaboración del historiador del arte e historias del VIH Ted Kerr y el arquitecto Coray Duman, despliegan en la pared dos grandes triángulos a manera de pirámides, uno rosa y el otro negro con sus puntas doradas, que representan la inversión del emblema de la estigmatización gay. Esta suerte de contra monumento exalta la emancipación y la revuelta queer y cuir. Un gran intestino se desprende del piso y cae al vació hacia los otros pisos del museo. Finalmente, Legado (2019) es una pieza de resistencia donde el artista enfrenta las herencias “incómodas” para la sociedad que terminan siendo paradójicamente lugares de resistencia y re-existencia. Por ejemplo, en Son(i)a podcast, donde se invita a varios personajes a tomar, se pone en escena con un dispositivo que le impide articular palabras. Su discurso traducido en subtítulos se refiere al sida y el VIH que aún no han desaparecido. Las palabras se deshacen en babas generando un retrato hablado de la imposibilidad a enunciar lo indecible. Una crítica feroz al silencio y el tabú que aún cae sobre estos cuerpos.
El otro momento es “Actos de fe. El amor como resistencia”. De nuevo una perspectiva histórica esta vez en clave decolonial pone de manifiesto los cuerpos colonizados y sus resistencias a través de prácticas “no santas” como la sodomía, la felación que se orientan más hacia las prácticas del placer que de la reproducción. La figura del infierno y del demonio aparecen como un territorio que la Iglesia como institución y su aparato represivo de la Inquisición pone en ruta en un imaginario, que reprime y condena el amor libre y libertario de esos cuerpos disidentes que merecían el infierno y no el paraíso en el imaginario religioso. Algo que en esta exposición se invierte. Por ejemplo, en Corpo Fechado. El trabajo del diablo (2018), el artista retoma la historia de un esclavo negro juzgado por la Inquisición de Lisboa por sodomía y brujería, actualizando la idea de los tribunales inquisitoriales actuales que, en contradicción con las luchas emancipatorias del siglo pasado, instauran la cancelación cultural y la condena, hurgando con las policías del deseo, en las vidas privadas de los “condenados”, en un neo puritanismo que recuerda los periodos más oscuros del fascismo y que se esconden bajo las luchas de género. Motta interroga las instituciones históricas y del presente que juzgan e instalan leyes donde el límite difuso del bien y del mal condicionan las relaciones corporales. En Deseos (2015) el artista explora la relación lésbica en épocas y regiones alejadas y que se superponen creando una especie de nuevo territorio, de nueva narrativa emancipadora, que dialoga con otras historias blasfematorias de sodomitas y hermafroditas que recuerdan esa antigua leyenda del ángel caído. Los ángeles no tienen sexo, nos recuerdan las sagradas escrituras, pero ¿si en verdad lo tienen? ¿cuál sería? En la instalación Nosotrxs el enemigo (2019) aparecen una serie de cabezas reducidas sin cuerpo exhibidas sobre columnas. Estas esculturas reproducen rostros de humanos animalizados y demonios que recuerdan ese lado bestial de lo humano demasiado humano. Gritos que hacen de la boca un ano y viceversa. O un rostro sexualizado que reafirma el carácter lascivo de la humanidad condenada por las inquisiciones de todos los tiempos. Otras esculturas que parecen tomadas de la historia de la sexualidad de Michel Foucault nos recuerdan que los cuerpos domesticados generan tensiones con los cuerpos demoníacos o emancipados. Es el caso de Escenas de duelo (2022) donde la intersexualidad se exalta y lo animal encarnado en lo demoníaco es el antiguo y nuevo horizonte: no hay infierno lugar de sufrimiento, solamente existe el paraíso, verdadero Jardín de las delicias parece insistir Motta en su obra. En efecto, esta es mi lectura, todo parece extraído del imaginario del Bosco en el que la orgía gramatical resalta, como diría Deleuze funden y confunden los sexos. Una espiral realizada con cuerda hace surgir de su centro del mundo una figurilla del diablo.
Finalmente, en el momento “Mundos translaminares” aparecen obras colaborativas que dialogan con la del propio artista en su producción temprana como en Autorretrato sin título (1998) fotografía en blanco y negro que rescata la animalidad, que tanto me interesa en el arte contemporáneo y que condensé en mi investigación de lo que he llamado Petite Histoire de l’Animalité (2013) y que presentaré pronto en un seminario ante los estudiantes de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona. En estas fotografías performance en blanco y negro ya se veía algo de la obra “Cuando yo deje este mundo” (2022) que busca escapar de la condición de lo humano. Aquí aparecen testimonios colaborativos de cuerpos que, a través de la danza o las transformaciones del cuerpo, intentan borrar todo trazo o vestigio de humanidad resaltando una vez más lo demoníaco y lo animal. Es el caso de NoMan Pan, un antiguo hombre del mundo de las finanzas quien al saberse contaminado de VIH decide comenzar una resistencia activa y transformación de su cuerpo que con el tiempo fue asemejándose a un réptil. Mientras en una pantalla vemos y escuchamos su historia, en otra vemos un cuerpo “crucificado” y el de este personaje animalizado que es suspendido por arneses y ganchos de carnicería que le sostienen de la piel perforada y herida. Aquí se borra todo rastro de belleza, exaltando la fealdad que magistralmente ya Umberto Eco había narrado en su historia.
La exposición cierra con la instalación Aire de vida (2023) que es una verdadera bocanada de aire fresco con imágenes de la Selva Amazónica, que recuerda esa historia colonial de “penetración cultural” donde los cuerpos de esos indios se asemejan a los ojos de los conquistadores, a las guerreras amazónicas en una clara proyección de las represiones y deseos sexuales propios de la época colonial donde la “violación de la selva virgen” se convierte en un horizonte de violencia y dominación; aquí Motta resalta esa mitología que aún pervive y resiste a la colonización de las mentes y de los cuerpos, pese a siglos de dominación. Algunas esculturas en madera de animales humanizados o humanos animalizados, hombre lagarto, hombre mono, hombre tapir, que resaltan la tensión entre razón y sin razón, entre instinto y conciencia, entre cuerpo y alma. Las esculturas en madera fueron realizadas a partir de dibujos de Motta por el artista y artesano Higinio Bautista de la comunidad Ticuna. Aquí el artista cierra de manera inteligente el bucle de esa historia colonial que muestra un pueblo que aún resiste en clave decolonial y las prácticas de cuerpos emancipados sexualmente hablando. Una exposición simplemente magistral con una producción propia de un gran museo como el MACBA.
Barcelona, primavera del 2025
(Ricardo Arcos-Palma es miembro de AICA Internacional)