Jorge Luis Montesino
Pedro Pablo Oliva es un intruso. Sabemos que históricamente a los intrusos se les ha mirado con el rabito del ojo. Debe ser porque a ellos se les ve diferente en su obrar.
Hace varias décadas su obra pictórica, sus dibujos, cerámicas y esculturas lo dejan muy claro. Él es un ser intersticial e intestinal. Lo primero, porque la vida le ha exigido y enseñado el arte de colocarse atinadamente en la rajadura misma de las situaciones de la existencia; lo segundo, porque desde las aberturas ayuda oportunamente a la digestión de esta presencia.
La desenvoltura del trabajo realizado por la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva entre 1998 y 2010, así como la atipicidad de tal empeño creativo, el rediseño de la función del artista en el contexto cultural cubano, impone valorar y colocar en su justo lugar una de las experiencias de gestión cultural –básicamente privada– de mayor aporte a la cultura cubana y pinareña de finales del siglo XX y lo que va del XXI. Sin embargo, no del todo aprovechada, conocida, justipreciada. Quiero decir, frecuentada y reconocida como merece tal compromiso asistencial, siempre loable.
En sus bases conceptuales y metodológicas se le fundamenta “como un proyecto personal de carácter sociocultural, sin afán de lucro, financiado exclusivamente por el pintor Pedro Pablo Oliva, cuyos objetivos esenciales son promover las artes, la literatura y la cultura pinareña, cubana y universal, proveer a artistas, escritores, profesores y estudiantes universitarios y de escuelas de arte, críticos, promotores e investigadores, de referencias actualizadas acerca de temas artísticos y culturales que contribuyan con su desarrollo profesional. Del mismo modo esta institución oficia como espacio de encuentro para suscitar la reflexión y el debate de ideas que se mueven en el terreno de lo social y lo cultural dentro y fuera de Cuba, así como sobre otros temas de la realidad cubana que conciernen a nuestra comunidad intelectual”.[1] Y hay algo más: “Surgió como necesidad de llenar el vacío de información y de confrontación crítica en el ámbito sociocultural que en ese momento imperaba en Cuba, y que de manera singular se agudizada en nuestra región, Pinar del Río”.[2]

Al vaivén de las tempestades (2005), detalle de la instalación –en un primer plano– de Juan Suárez Blanco y en el contexto de la expo colectiva Escrituras Profanas (MAPRI, Pinar del Río, diciembre, 2008), con curaduría de Amalina Bomnin Hernández y David Horta Pimentel. Se reproduce en el catálogo-plegable que fuera diseñado por Eduardo Solano Estrada.
La muestra fue a partir de obras de los artistas galardonados por la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva con el Premio Cubaneo de/en Artes Visuales hasta 2006 y, además, por la década de una Casa fortalecida –ya entonces– en el imaginario cultural. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
Como antecedentes y motivación para Oliva estuvieron centros culturales o fundaciones en otras regiones del país en el afán de reactivar el sistema institucional relativo al arte y la cultura en general. Mencionaría a la Fundación Pablo Milanés, aunque de corta existencia; a aquella de orientación ecológica, intentada por el pintor Tomás Sánchez; El Mejunje, en la provincia de Santa Clara; la misma Fundación Ludwig de Cuba. Asimismo, la presencia en Cuba durante 1995 del director de la Fundación Joan Miró de España, el Sr. Pablo Rico, con el objetivo de impartir un taller destinado a la conceptualización y creación de fundaciones, aportó herramientas necesarias. Fue en la provincia de Matanzas, a finales de los años 90, durante la apertura de una exposición en la Galería El Retablo del diseñador de títeres Zenén Calero y en el contexto de uno de los Coloquios Nacionales de Artes Plásticas que organizara la Asociación Hermanos Saíz (AHS), cuando hablamos por primera vez sobre el asunto. Oliva, su entonces esposa Yamilia y yo, durante aquella plática, soñábamos para nuestra región los sueños que de otras halagábamos. A solo un año de la apertura de la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva (CTPPO) ya se sentía su vitalidad, su juventud oportuna, su incidencia: en buen cubano, su atravesamiento. Pero, ambicionábamos más.
Todo ello me motivó a presentar un grupo de datos e impresiones respecto a la labor e influencia que ejerció la Casa-Taller sobre el campo cultural, entendido en el sentido más amplio. Dichosa la sociedad que cuente en nuestros días con hombres intrusos. De ellos, la mayoría de las veces, brotarán el desvelo, el sueño, la intrusión y, por supuesto, la trascendencia del ser humano, de la cultura misma.
II. “Esta es tu Casa…”
Un hombre intruso, inquieto, insatisfecho, se siente cómodo al vivir en una casa activa, despierta: si se puede, pública. Existe una relación directamente proporcional entre aquel y esta, entre el homo y el hábitat. Siendo más exactos, podríamos ver que Oliva, casi tanto como otras cualidades suyas, llevaría de rostro su Casa-Taller. Aspecto a estudiar, pues revelaría determinadas claves socio-políticas y culturales de nuestro tiempo.
La Casa-Taller Pedro Pablo Oliva pone en práctica la definición de “intelectual específico” acuñada por Michel Foucault, contrapuesta a la tradicional práctica de “intelectual orgánico” del italiano Antonio Gramsci. Significa profundos cambios de definición, de función y práctica intelectual, de relación con las diversas formas de existencia del poder, modos de incidencia social, lugar dentro de las estructuras generadoras del “régimen de verdad”. Porque hoy el hombre público –el intelectual– desplaza su histórico compromiso de guía político y teórico de la clase obrera –y demás estructuras sociales desalojadas de la sociedad civil– y se coloca en la especificidad de los conflictos que, a partir de su profesión, más le competen.

Publicaciones varias del sello Artecubano Ediciones son promovidas, de modo ocasional, en septiembre de 2003 en la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva.
“Uno de los valores mayores que aprecio del trabajo desarrollado por la Casa-Taller está en la proyección ecuménica de la cultura: participativa, afiliada a la ansiedad por contribuir a la conformación de una subjetividad informada (…) Por sus objetivos y acciones, la condición de Taller de la Casa de Oliva es una fragua donde se cuecen los alimentos para la dieta inmediata de la otra casa mayor, que es Cuba”, ha escrito Montesino en su ensayo de 2010. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
El hogar de Oliva no fue tan particular y doméstico, porque apremiantemente su suerte de Taller trascendió a la convivencia tradicional y cerrada del alter ego del artista. Fue licencia democratizante del saber; anuencia que en no pocos casos le concedemos –lectores y decididores gubernamentales– aprobando, justificando esta función pública cuando, en ocasiones, pudiéramos preguntarnos por los derroteros actuales de su laboreo pictórico. Sin dudas, el acceso y la comunicación de Pedro Pablo con la situación diaria del cubano a través de la Casa-Taller ha sido privilegiada y, por ello, se visualiza más su personalidad: como que el mito se precipita dentro; un adentro activamente público. Sus preocupaciones humanistas, culturales y sobre todo la cierta administración de recursos financieros alcanzados debido al acceso a importantes circuitos internacionales de legitimación estética y de mercado, le posibilitan abrir, instituir por su función y servicio sociales, un Centro de Documentación: sería fundado el 2 de diciembre de 1998; abierto, de lunes a viernes, en el horario de 9:00 am a 5:00 pm. Especializado en Artes Visuales, es la arteria principal de la Casa-Taller. Incluía una biblioteca, una hemeroteca, servicio de búsqueda de información especializada en Internet y otros servicios informáticos.
A partir de 2008 se fomenta la Cinemateca “Tiempos Modernos”, con acceso durante toda la semana y en igual horario. Compuesta por más de 1000 películas, gracias a un proyecto de intercambio con la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, incluye además ejemplares en formato VHS y DVD de documentales y filmes relacionados con las artes. Incluso, se almacenan las conferencias y lecturas realizadas en la institución. Tiene como objetivo: “Contribuir a la formación y [el] desarrollo del pensamiento crítico sociocultural y, por extensión, al mejoramiento de la calidad de vida y el crecimiento espiritual de nuestros conciudadanos, a partir del establecimiento de un espacio alternativo de participación ciudadana para la apreciación estética, la creación y el debate de ideas en el ámbito de las artes audiovisuales”.
La Casa-Taller acondicionó el espacio para una Galería de Arte que inició sus actividades en abril de 1998, a propósito del III Coloquio Nacional de las Artes Plásticas –organizado por la AHS– y con una muestra de obras realizadas por Joel Jover y Pedro Pablo Oliva. El pintor autodidacta Arturo Regueiro, el fotógrafo Alfredo Sarabia y varios creadores, igual expusieron allí en su momento.
La Fototeca digital tenía como propósito: “Conservar la memoria histórica de Pinar del Río a partir de la fotografía”.
De igual forma, Oliva concedió los Premios Cubaneo: a la sobresaliente obra de artes plásticas, debida a autores pinareños, residieran o no en la localidad; y otro, al proyecto de creación colectiva o individual vueltabajero de resultados significativos durante el año. El primero era de 500 y, el segundo, de 1000 dólares –ahora CUC. “A partir de junio del 2008, la CTPPO con el objetivo de apoyar el pensamiento crítico, la investigación sociocultural y la creación artística en la región, decidió destinar el monto total de los Premios Cubaneo a la creación de una beca anual”.
Además, financió la Colección “Saturno” –cuadernos de Teoría y Crítica– para libros de ensayos, impresos a partir de 2003: Indagaciones. El Nuevo Arte Cubano y su estética (2003), de la autoría de la Dra. en Filosofía Magaly Espinosa; Contra el documento (2004), de Dean Luis Reyes; La aventura del Escambray (2004), de Omar Valiño, entre unos pocos más. En la Casa-Taller ha habido charlas, conferencias, lecturas, presentaciones de revistas de arte y de publicaciones de corte socio-cultural y de orientación cívica y religiosa.

Otra de las acogedoras áreas de la Casa-Taller, en julio de 2003, durante la conferencia “El pastiche cubano y el sujeto recobrado” de Elvia Rosa Castro. Es uno de los ensayos en su volumen, de 2001, Erizando las crines (o del arte y otras recetas). Ese, inclusive, fue presentado junto a la ya célebre antología de la crítica en los años 80 que, en su momento, prepararan Margarita González, Tania Parson y José Veigas y de la cual Elvia Rosa es la autora del prólogo.
Aquella tarde-noche debieron escucharse, por la conferencista, ideas varias: “El pastiche (…) parece ser un síntoma de pensamiento débil o de cansancio (…) En Cuba (…) llena de asombrosas intimidades, el pastiche se ha presentado, de forma general, más como una estrategia de resignificación, que una pueril jugada a lo visual”. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
Desde inicio de la década se registran sucesos que influyeron en el rumbo posterior de la creación artística y la postura intelectual. Algo evidente, incluso, en los lineamientos de la política cultural regional y nacional.
A diferencia de no escasos lugares del resto de la Isla, en los cuales asomó por momentos y con fuerza una línea de corte socio-político e instrumental dentro del arte, los años 90 en ciertas zonas de la sociedad pinareña mostraron signos de una cultura hacia la regeneración de la sociedad civil y los valores estéticos asociados a la experiencia artística. El arte continuaba siendo la tabla salvadora. Por tal razón los artistas buscaban preservarlo, alimentarlo, protegerlo. Y fue así que buscaron sus propias alternativas ante un sistema institucional de la cultura en deterioro, producto del descalabro de los modelos sociales y económicos dominantes. Así surgieron, debido a la autogestión, grupos de artistas: en 1996, el Hogar Promocional Verdes pero Dulces, compuesto por el artista Miguel A. Couret, el diseñador Rogelio García y el autor de estas líneas, con el objetivo de facilitar espacios de promoción de los artistas pinareños; Vórtice, integrado por Raciel Linares, Gustavo Suárez, Juan S. Blanco, Marcos González y Juan Miguel Suárez, al que, por cierto, la suspicacia reinante por entonces apenas dejó gatear. Compartían una filiación estética. Están también los casos de la revista Fragmentos Humanos, que concibió el poeta y activador cultural Juan Carlos Vals, en 1993; La Gaveta, en 1998, con su versión inicial y para muchos aún no superada, en forma de Cuaderno de Arte y Teoría de la Cultura, apoyada por Pedro Pablo Oliva sobre una idea y un proyecto inicial de Ramón F. Cala y Jorge L. Montesino; la revista cultural Cauce, en 1995; los Talleres Teóricos sobre las Artes Plásticas en Pinar del Río; los Salones de Arte Joven, organizados por la Asociación Hermanos Saíz, a partir de 1996; los Salones de Arte Religioso y Sacro, en 1995 y 1998. Todo lo anterior: por solo mencionar algunos ejemplos.
En tal sentido no es difícil entender el motivo de la creación y el trabajo oportuno, de la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva, en un ambiente natural, propicio. Incluso, en algún momento, el pintor me comentó que sentía las coordenadas moverse en algo hacia Pinar del Río: razón no le faltó. Y es que la cultura posee caminos interiores que se entrecruzan un buen día y, otro, esos se distancian. Pero que igual existen, laten, y es como decir… pero se mueve(n).
Confieso, sin pedantería, que todavía para mí el caso de la Casa-Taller es digno –más que de encomio– de oportunos estudios, en los cuales se crucen la visión del sociólogo, del promotor cultural, del intelectual, del político. Constituye, al igual que El Mejunje en Santa Clara y del Centro Cultural Criterios, a cargo de Desiderio Navarro, un caso atípico en la sociedad cubana de hoy. Cuando muchos han apostado por el enceguecedor lujo de la forma, Oliva se arriesga por la forma que será si es pulida. Él coloca su mirada sobre la posibilidad, la estimula, coquetea con ella. Él busca en el futuro inmediato un ser todavía incompleto, brusco, soñador. Y por qué no, apuesta Oliva por una versión humanitarista del ser, pues su proyecto es asistencial, situacionista. Y aquí aflora uno de los ejemplos de la demarcación que caracteriza a Pedro Pablo como “intelectual específico”, situado en puntos neurálgicos de los procesos históricos, allí donde se requiere de la intervención oportuna del hombre público, del agente incidental.
En una especie de cartas que él denominó FRANQUEOS, que durante el año 2000 estuvo enviando a los amigos, explica su intención: “La idea de la Casa-Taller estaba esbozada en esos sueños de muchacho. No consistía en tener un gran castillo repleto de antigüedades, con un valor económico totalmente relativo para disfrute personal o familiar; sino en llenar todo el espacio posible de cultura, conocimientos e información y compartirla con amigos, estudiantes, colegas y todo aquel que quisiera llegar a colmar en lo posible su espíritu”. Y más adelante, está su credo ideológico, verdadero aporte a la ética del intelectual de hoy: “La idea que sostendría el proyecto de la Casa tenía una invariable condición: esa información, ese conocimiento y esa cultura, solo estaría limitada por la falta personal de recursos económicos para adquirirla y sostenerla, o por la falta de gestiones para lograr la ayuda de cuantos pudieran contribuir a enriquecer el proyecto. Nunca los filtros personales lastrarían la genial idea borgiana de la Biblioteca Total”.[3]
Estas y otras razones nos hacen pensar en su inquietud por incidir en el plano social, civil, intelectual, ético-moral, socio-político.
Y es que tener tan cerca a un artista de dimensión internacional ayuda, estimula, orienta, proporciona seguridad y presiona. La cultura y el arte necesitan que se les insufle constante presión y energía transformadora.

Ángulo del Centro de Documentación o sala de lectura de la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva. “Ambientada” necesariamente con arte, volúmenes, revistas…
“El gran vacío se llenó de obras geniales, libros eruditos o malditos, multimedias y grandes películas. Miles de personas han aprendido algo cada día (…) deshojando los catálogos o escuchando a un conferencista. Nos sumamos sin condiciones a cuanta causa justa, digna y liberadora del hombre surgió por estas tierras. Y ayudamos a unos pocos a proyectar su obra o a vivir tranquilos para pensarla mejor (…)”, leemos en el texto al catálogo que, en 2008, circula para la exposición homenaje por el décimo aniversario de la Casa-Taller. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
Uno de los valores mayores que aprecio del trabajo desarrollado por la Casa-Taller está en la proyección ecuménica de la cultura: participativa, afiliada a la ansiedad por contribuir a la conformación de una subjetividad informada, que disienta, cuestione, aporte. Porque no debemos temer a la voz que se crece, que florece, y atraerá siempre a las laboriosas abejas, sus soplos de aire fresco, su llovizna, su luz matinal y cenital que quema pero fortalece. Y, precisamente, de eso se trata. ¿Para qué si no son las políticas culturales, el arte, las ideas, las Revoluciones en el amplio sentido de la palabra y la acción?
No podemos perder de vista que el intelectual es una figura moderna, que alcanza uno de sus momentos de esplendor público luego de la comprometida carta que enviara el escritor francés Émile Zola a su presidente Félix Faure: plantea(ba) su alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus y fue publicada en el diario La Aurora el 13 de enero de 1898. “Yo acuso” ha pasado a la historia como el nacimiento público del intelectual moderno comprometido con la justicia y la verdad, como velador de la armonía, del orden social y la individualidad.
Por sus objetivos y acciones, la condición de Taller de la Casa de Oliva es una fragua donde se cuecen los alimentos para la dieta inmediata de la otra casa mayor, que es Cuba. Esto estuvo planteado desde el inicio a través de los Premios Cubaneo, de los temas de las conferencias impartidas, del interés por lo nuevo y lo naciente. El desplazamiento de la línea de acción y gestión estatal de la cultura, desde la historia que es reducida muchas veces al pasado (y que caracteriza de modo general al trabajo que realizan las instituciones del Sistema de la Cultura), se aprecia en el caso de la Casa-Taller: a partir de la estimulación a atender lo cotidiano, lo inmediato, que significa información, reflexión, discusión, expansión del pensamiento, tal y como sucede con la obra pictórica y los dibujos de Oliva. Existe marcado interés, en ambos casos, por mirar hacia lo habitual del ser humano, sus objetos, sentimientos y opiniones. Ser un cronista social de la pintura le ha facilitado a Oliva mirar y entender mejor nuestra vida desde la Casa-Taller. No podemos asombrarnos si por tan válidas contribuciones la Casa-Taller crece, se amplía como es lógico y se posiciona, cada vez más, en medio de la construcción de lo civil, lo ético, lo estético, del cubaneo del cubano.
También, me he preguntado: ¿por qué cuando se entra a ella enseguida el frescor te zarandea la piel, te la acaricia? ¿Y tanta atención? ¿Y poca muela y muchos libros, miles de páginas muy blancas esperando por nuestra inquietud…? La inquietud misma esperando por nosotros. Es tan difícil que hoy alguien haga esto independientemente, con sus propios recursos financieros, con su billetaje y esfuerzo y el inevitable riesgo, porque hasta donde conozco es planteamiento del Estado cubano. Todo lo anterior constituye una de las cualidades de la figura del intelectual, del artista de hoy, según lo entiende Pedro Pablo Oliva.

Una de las caras del proyectado catálogo para la exposición colectiva Escrituras Profanas (MAPRI, Pinar del Río, diciembre, 2008). Así comienza “La Quimera de nuestro Oro”, su texto principal: “El enorme caserón estaba vacío, apenas algunas sillas en el comedor, faltaban cientos de cosas. Un lugar ideal para emprender un gran proyecto: la quimera del pensamiento en Pinar del Río. Ese fue el sueño que nos animó aquel otoño de 1998, cuando con unos 500 buenos libros y una computadora abrió la Casa-Taller.// Eran tiempos oscuros. Los auspicios de las artes y la cultura pinareñas rebotaban de una mano a otra en una encarnizada batalla para obtener su control, sin razonar todos que la creación es inmaterial en su esencia y, por ende, libre: como el espíritu santo o el destino de la patria (…)”. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
Otro de los elementos sobresalientes consiste en la recomposición de la relación lo público-lo privado desde la Casa-Taller. En tal sentido, Oliva pasa de una perspectiva autoral apegada a los criterios tradicionales de participación de la voz privada como portadora y productora de artisticidad, de una pintura y dibujo de comentario y crítica social, a la producción de lo público que actúe sobre una subjetividad acallada, desinformada. Sería lo público como topos de incidencia socio-política, para propiciar una práctica intensiva, asistencial en y de lo público, y en las estructuras y prácticas de producción y distribución del saber, de la subjetividad, la opinión, la identidad.
Por otra parte, su postura explica mejor una serie de prácticas estéticas de incidencia directa sobre lo social (como la performance, el happening, el situacionismo, el arte público), su proceder desde la Casa-Taller, debido a las implicaciones ideo-políticas asociadas a toda una tradición hegemónica de la cultura y los procesos sociales y estéticos, frutos del triunfo de la Revolución de 1959. Al convertirse el Estado Revolucionario en único garante de los procesos de producción, distribución y modos de apreciación de valores, quedaba ciertamente excluida la posibilidad de incidencia y conformación de agentes públicos en la planificación e incidencia en los procesos sociales. Y aquí es justo donde comienza a revelársenos una zona apreciable del trabajo e importancia de la Casa-Taller. Una Casa que tallerea, recompone; en fin, un Taller familiar.
Su fuerte lo constituye el Centro de Documentación por el protagonismo que desempeña en la expansión de los niveles de instrucción. Ese enfatiza en la necesidad de información en dos sentidos: amplificar, por un lado, las referencias metodológicas y prácticas sobre la cultura, el arte, la sociedad; y por otro, en la contribución a la forja de una subjetividad incompleta a estas alturas, periclitante en la órbita compleja del mundo y de la Cuba que nos exige.
![Del performance de Mayimbe o Mayim-B (José Miguel Díaz), tesela de peso en/para la muestra colectiva Escrituras Profanas, de 2008. El artista (d)escribiría a modo de correlato, en el catálogo previsto, lo siguiente: “La acción, cuenta con un cerdo de [100 libras que cuelga] de la pared por un gancho de carnicería. Una mesa con (…) cuchillo, pesa, una botella de vino tinto de producción nacional, un vaso, un paño blanco, una hornilla con carbón natural (…) y un marcador de metal con el texto en relieve: ‘Socialismo’. Vestido con traje de gala, accedo al cerdo (…) retirando la carne de los huesos, así como la manteca de la carne. Mientras, escucho a través de un tocadiscos ruso (…) la reproducción [de un] discurso que el Líder Fidel Castro pronunciara en la década del 60 (…) Durante 2 horas aproximadamente ofreceré al público porciones iguales (…) después de haber marcado sobre cada ración el texto [Socialismo] al rojo vivo”. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).](https://www.artcronica.com/wp-content/uploads/2021/07/m7-1024x768.jpg)
Del performance de Mayimbe o Mayim-B (José Miguel Díaz), tesela de peso en/para la muestra colectiva Escrituras Profanas, de 2008.
El artista (d)escribiría a modo de correlato, en el catálogo previsto, lo siguiente: “La acción, cuenta con un cerdo de [100 libras que cuelga] de la pared por un gancho de carnicería. Una mesa con (…) cuchillo, pesa, una botella de vino tinto de producción nacional, un vaso, un paño blanco, una hornilla con carbón natural (…) y un marcador de metal con el texto en relieve: ‘Socialismo’. Vestido con traje de gala, accedo al cerdo (…) retirando la carne de los huesos, así como la manteca de la carne. Mientras, escucho a través de un tocadiscos ruso (…) la reproducción [de un] discurso que el Líder Fidel Castro pronunciara en la década del 60 (…) Durante 2 horas aproximadamente ofreceré al público porciones iguales (…) después de haber marcado sobre cada ración el texto [Socialismo] al rojo vivo”. (Foto: archivo de CTPPO, 1998-2011).
Por curiosidad anduve en una ocasión por uno de los tantos túneles planificados y cavados –ante posibles situaciones de guerra– en los alrededores del parque La Independencia, al frente de la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva. Para mi sorpresa se orientaba exactamente del parque hacia la Casa de Oliva. Mentiría si no dijera que sentí su peso. El que La Independencia se ramifique y pase por allí, camino a su escondite, es reconfortante.
Febrero, 2010.
[Texto inédito hasta el momento. “El caso de la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva: la cultura en franca zona” es su título original.
Para nuestra sección “Enlaces” comenzamos con una porción visual de la Casa-Taller y algunas de las piezas –Roberto Fabelo, Oliva, Ramón Vázquez, Osmany Betancourt, Juan Suárez Blanco– de la colección del artista. Agradecemos de modo especial a Silvia Oliva Saínz por las históricas imágenes facilitadas de lo que fue, en un ayer casi cercano, “un caso atípico en la sociedad cubana”].
- “Fundamentos teórico-metodológicos de la Casa-Taller”. Centro de Documentación, Casa-Taller Pedro Pablo Oliva, Pinar del Río. ↑
- Ibídem. ↑
- “Franqueos Oliva”, Pinar del Río, 25 de mayo de 2000. Impreso, Centro de Documentación Casa-Taller Pedro Pablo Oliva [sic]. ↑