Estela Ferrer
Curadora, crítica de arte y profesora
La tierra dada, exposición colectiva que aglutinó 73 proyectos artísticos de jóvenes creadores en el Pabellón Cuba del Vedado, refiere testimonios que vienen marcados por la regionalidad, relatos que discurren por parajes y situaciones que desbordan lo autóctono de diversas herencias culturales. La muestra propuso visibilizar y hacer énfasis en zonas medulares del arte cubano contemporáneo desde una pluralidad de manifestaciones tales como: grabado, pintura, instalación, objeto, video, acción y una incursión cinematográfica.
Las poéticas condensan un espacio-tiempo completamente dilatado, confuso y complejo, donde se potencian y yuxtaponen escenarios simbólicos a modo de experiencias latentes que se verifican en los materiales elegidos o, en las narrativas desde el concepto de territorialidad. Se verifica precisamente en Urdimbre, una de las piezas que abre este compendio visual, compuesta por un nido hecho de garabatos provenientes de Medialuna -apartado pueblo de la provincia Granma- realizado por el colectivo de mismo nombre (Alfredo Coello y Osmani Domínguez). La pieza ofrece la esencia rural a través del marabú, material de suma importancia para este dúo ya que la operatoria de Medialuna se fundamenta en la concepción artesanal de la obra de acuerdo a su experiencia en la vida del campo.
El territorio como construcción social requería que la curaduría transitara por pares como identidad/memoria desde la propia vivencia personal. La territorialidad se asocia con apropiación y esta con identidad y afectividad espacial, que se combinan definiendo territorios apropiados de derecho, de hecho y afectivamente.1 De ahí que en diferentes obras cobre mayor importancia el hombre en relación con una situación específica o simplemente el lugar como espacio geográfico. Precisamente sobre diferentes escenas acontecidas en varios lugares discursa Qué hacer con una casa sin alma, de Evelyn Aguilar. Un cúmulo de cristales con su estatura, es usado para proyectar escenas de espacios íntimos y urbanos. Así, el documento personal se trueca evidencia de la vida y su discurrir. Mientras, Kamila Ramos en Flashback construye una bitácora de memorias con papel alba.
El paisaje estará aquí mañana, de Maikel Sotomayor, se acerca a este planteamiento mediante un conjunto de boomerangs realizados en madera e intervenidos con pintura acrílica y texto. El boomerang -presente intensamente como metáfora dentro del arte cubano- habla del desplazamiento físico dentro del monte, así como del retorno. De otra parte, el texto aporta el elemento vivencial y cierra el círculo añadiendo un componente más autorefencial. En esta cuerda se incluye también Marcel Molina con su grabado Soñar no cuesta nada, al transformar en parque de diversiones las ruinas del central Mal tiempo de su natal Cienfuegos. La relación entre materiales orgánicos como parte del cuerpo de las obras de arte se hace patente en la obra de Dania González Sanabria Animal no.1 Remanente, escultura construida con polvo, cenizas y huesos aglutinados con resina, que aluden a lo existencial como metáfora de un estado de pureza espiritual. Por su parte, Rafael Villares en la serie Morfología del Eco (Eco # 8 El cauce del río Mississippi cayendo en forma de rayo sobre La Habana) establece nuevos nexos entre el paisaje y otras unidades naturales del universo, expandiendo las fronteras físicas a partir de la superposición de los referentes geográficos.
La noción física de espacio y sus correspondientes fronteras, se aprecia en la pieza de Aaron R. Moreno (Mar no es tu nombre, es el nombre de todos los que lo conformamos). La noción y el manejo del lugar-no lugar defendido por Sergio Marrero en su serie Cronotopo era imprescindible, así como afloraron diversos discursos sobre la insularidad y la emigración. La condición de isla y los procesos de movilidad entre los diferentes espacios, han sido y continúan siendo un tema cardinal de las producciones artísticas cubanas como se verifica en Loophole, video-instalación interactiva de Mario Enrique Briño.
En el espacio concurren y se yuxtaponen distintas territorialidades locales, regionales, nacionales y mundiales, que nos llevan al encuentro de múltiples relatos que pueden desmarcarse de lo real al buscar fuentes de inspiración en testimonios de ficción. Tal es el caso de El Pueblo Desnudo, mediometraje de Pablo Villalobos que retoma el mundo de los muertos a través de una nueva propuesta del pueblo de Comala recreado por Juan Rulfo en su novela Pedro Páramo. Un film resuelto desde la elegancia del blanco y negro, donde la historia narrada connota precisamente el dualismo vida/muerte a través de un argumento que entrecruza los tiempos de la novela y la ficción cinematográfica. En el caso de Chuli Herrera (#zelfportret) su instalación retoma el retrato, pero ampliando las fuentes hacia el espacio de las redes sociales –Instagram- donde cada palabra clave seleccionada es buscada en idioma holandés y de ahí se escoge la escena que se representa en pintura. Un lenguaje elegido también por Jassiel Palenzuela en su tríptico Rizoma, pero desde las complejidades de la interacción multisensorial en redes sociales donde la verdad deriva, divaga, miente2.
Pensar el territorio también demanda recordar a Foucault y su concepción heterópica. Las contaminaciones de tiempo-espacio afloran en la muestra con piezas como Rituales de Noche, de Dayana Trigo, donde una fiesta patronal no tiene diferencia alguna con un ataque armado en el Medio Oriente. La similitud de los sucesos, paralelismo acentuado por lo sonoro y a nivel de consumo por la audiencia, invita al cuestionamiento.
La noción del tiempo, en este caso rescatada desde la fotografía, anima el discurso de las piezas de Ricardo Miguel Hernández en la serie Cuando el recuerdo se convierte en polvo o la indudable existencia de las sirenas al recuperar antiguas diapositivas empleadas en las escuelas cubanas para ilustrar el contenido referente al período histórico de la Revolución bolchevique de 1917. Por su parte, Hora exacta, pieza de Fernando Reyna, se centra en la muerte de José Martí, pero desde el análisis de su carta astral que es dibujada con carboncillo y se complementa con un video donde se explican los factores que hacían de este momento un período de riesgo para su vida.
Las obras, vistas en su conjunto, constituyen una serie de expresiones que ilustran plurales experiencias sociales acumuladas a lo largo de un tiempo de vida, estrechamente vinculado a un trasfondo socio-histórico y, al mismo tiempo, comprenden una pertenencia territorial supeditada a procesos de identificación y de representación colectiva e individual. En esta línea del análisis crítico del contexto se sitúan los videos de Yoxi Velázquez (Nubes) y Aluan Argüelles (Tirando piedras). Una postura seguida desde la instalación por Jeosviel Abstengo (Welcome, Boceto de Guante blanco).
Las formas en que se construye lo erótico, en esta ocasión relacionado con la violencia, son abordadas por Lancelot Alonso (La muerte de la serpiente). Otras piezas tocan zonas igual de atendibles como el humor, presente en la desacralización de un espacio e imagen de culto en Lección perdida de Luis E. Milán, o la fuerza de una frontera como marca Nicolás Sánchez Noa con su Gesto de ghetto (valor amortizante).
In/out intervención de arte sonoro de Amalia Echemendía se une a piezas como Hors d’œuvre, performance de Amanda Alonso que incluye un menú de degustación y un vestuario de chef diseñados para la muestra a partir de su idea central. Asimismo, Microtopía, acción efímera de Disbel Roque y Eileen Almarales, propicia la mutación temporal del espacio al ser marcado con plantillas de celosías hechas con arena. Regresando a Echemendía, la acción de grabar su respiración y hacerla parte del trasiego a través de un túnel, apela a dinamizar el espacio urbano. En el caso de Roque y Almarales la relación con lo público se establece a través de lo arquitectónico. A estas acciones o intervenciones se suma Nubes heladas, work in progress de Elizabet Cerviño, que propone la transformación de dos lienzos ya pintados a través de la huella provocada por todos los componentes del entorno. Así, se documenta la transformación que provoca el propio espacio cotidiano sobre la obra de arte.
El territorio es espacio de vida y es espacio de muerte, de ilusión y de cansancio. Esa marcha ─ como noción abstracta de las imágenes construidas a partir de un suelo común─ evidenciada en paisajes pictóricos, instalativos, cinematográficos, fotográficos y escultóricos, se inserta en cada arista de la vida ciudadana: la vejez, el poder, la personalidad. En la obra Reliquia, de Daniel Madruga, la historia es contenida como lastre, como amuleto. Recuerda, de Yadier González enlaza la historia personal con la de la patria y, Tradiciones de Elyani Castell, desde una postura más romántica traduce la vivencia en los campos cubanos.
Delirio, de Miriannis Montes de Oca, una pieza de gran carga emotiva, cierra junto a los lienzos de Armando Ruiz Olivera el ensayo visual, en este caso a través de los ataúdes, símbolo de muerte, pero por esta vez también coloridos porque hasta el marcharse, dejar el cuerpo─ que es un camino por el que apuesta Alexis Jacas en su video Consagración─ puede ser connotado, puesto en solfa, re-pensado desde el arte, sino cuál es la función de uno de los últimos escenarios donde lo racional y metafórico se dan la mano.
Una cartografía, para no abandonar la importancia de lo físico, del sentir la tierra, ha sido premisa de esta exposición a partir de una secuencia de producciones que muestran cavilaciones diversas que han invitado a un desplazamiento entre analogías desde el paisaje, circunstancias sociales, relatos históricos, narraciones apoyadas en lo literario o lo vivencial. El territorio es dibujado, poetizado y definido, metamorfoseado, todo a la vez. De la montaña al céntrico Pabellón Cuba, de la identidad colectiva a lo privado, fluyen los discursos porque dilatar y yuxtaponer las experiencias que pertenecen a lo cotidiano y lo simbólico fue siempre la premisa de curar una exposición que evidenciara las tensiones ─las identidades, tristezas y la historia también las provocan ─entre los hombres y su tierra.
1 Montañez Gómez, Gustavo y Delgado Mahecha, Ovidio. «Espacio, territorio y región: conceptos básicos para un proyecto nacional». Cuadernos de Geografía. Universidad de Colombia, N° 1-2, 1998.
2 Tomado del statement del artista. Consultado en formato digital.