Roberto Zurbano (*)
El retrato sigue siendo, para el pintor contemporáneo, uno de los recursos con que mejor puede revelar la condición humana, no solo en los términos de la individualidad que posa o es elegida por el artista que ha encontrado en un rostro o una mirada, el alma de otra persona; pues el retrato suele ser ese profundo espejo que convierte la biografía de una persona en certeza reveladora de alegrías y sufrimientos, más allá del propio rostro. Si el retratado es aquella persona a la que no solemos encontrar usualmente en un recorrido por las salas de arte, la osadía del pintor se sostendrá a contracorriente, subvirtiendo algún canon, explorando otros y construyendo el suyo propio en el curso de una historia llena de ejemplos ya imperecederos.
Erik Olivera es consciente de tal subversión; sus retratos nos muestran un mundo poco complaciente, bien alejado de esa pintura ornamental que sólo produce una paz desentendida del Universo: ese tipo de belleza esperada y tranquila que hace reposar tantas miradas y mentes… Los rostros de Erik suelen perturbar dicha tranquilidad; son apenas retratos y alcanzan la consistencia de ciertos paisajes urbanos, la intranquila serenidad de un haikú, la profunda gracia de un refrán yoruba y el melódico desgarrón de un blues.
¿Quiénes son los sujetos que aparecen en estos perturbadores retratos? Gente común, tanto que les ahoga la pobreza, la tristeza o la obscuridad. Son gentes comunes, reales e imaginadas que han devenido personajes, máscaras y arquetipos de una compleja realidad: las religiones cubanas de origen africano. Dichas religiones han generado un imaginario visual cuyo fundamento reside en una extraña relación con lo cotidiano, en un singular modo de dialogar hombres y deidades, mientras rompen la linealidad del tiempo, combinando lo que ya sucedió o está por ocurrir, con lo que está pasando ahora mismo: Aquí dialoga lo simple y lo trascendente, lo visible y lo invisible. Esa dualidad suele abundar en las culturas del llamado Atlántico Negro; son culturas mezcladas en su filosofía y en su religiosidad; necesitadas de hacer visible su belleza y legitimar sus valores. Culturas nuevas nacidas en esta parte del mundo, producto de la violación y el escamoteo de la condición humana a sus hombres y mujeres. No son simples retratos si tanta ausencia y dolor los acompaña.
Los dibujos de Erik Olivera también recuerdan las fotos de Richard atravesando la isla en los años veinte del pasado siglo, no en el enfoque antropológico de aquel, sino en la búsqueda paciente de sus retratados, en el modo de llegar a sus rincones e iluminar sus hábitos. Ambas obras tratan la manera en que el hombre negro vive y se expresa: Hay una dureza en sus rostros y en sus ojos anida una ternura, hija del desamparo, se muestra la desnudez de una sabiduría aprendida con dolor y podemos escuchar la sonrisa que reconoce y asume un destino, así como otros sentimientos arropados por la música, la religión y el deseo. Son las mismas personas, pero con Erik asistimos a una conversación triangular entre la Historia, lo Religioso y lo Cotidiano; espacio triangular donde tienen lugar varios rituales de afirmación y supervivencia. Vamos, con ellos, disfrutando un spirituals, un góspel, un soul; desde lo coral hasta esa voz solitaria, ronca y armoniosa, al estilo de un apkwon como Lázaro Ross, que despierta a todos los egguns, y a cada uno de estos retratos para insertarlos en la Historia desgarradora de aquellas almas que atravesaron los mares gimiendo y cantando, atados y humillados para ser vendidos en cualquier puerto del Nuevo Mundo.
Estos retratos están llenos de seres ancestrales, pero también de hombres y mujeres que ahora mismo caminan por cualquier calle de cualquier ciudad cubana o caribeña. Son hombres negros marcados por una gestualidad muy particular en estos dibujos de cierto barroquismo y contenido simbolismo que le identifican con una u otra deidad, pero muy sobriamente, sin folklorismos y también sin aquellas afectadas poses con que Landaluze, Mialhe o Laplante les caricaturizaban y reducían en aquellas primeras imágenes de sujetos negros en la historia de la pintura cubana. No hay aquí folklor ni altisonancia o queja algunas, sólo una prueba testimonial: Rostros que sobreviven, encarando a la Historia.
Son los rostros de una Diáspora Negra que, desde su dignidad, nos observan y nos advierten sobre los modos en que una cultura se afinca a sus raíces, sobrevive y crea nuevas formas de identidad y resistencia. Tienen una mirada muy aguda, una piel apenas cubierta, un pelo enredado en su propia historia y varios rostros contando, cada cual, sus anécdotas, sus mitos, su realidad y su trascendencia. Erik nos muestra, con impecable técnica, el itinerario inconcluso que atraviesa la negra piel de estos seres conocidos y desconocidos que pueblan su galería de retratos; nos lanza, de una sola vez, en dos direcciones: hacia el pasado y hacia el futuro. Es una doble conversación: simultaneidad del sufrimiento y la esperanza. Y en medio de todo, en el hic et nunc, se ha instalado este pintor puntilloso y consciente, ofreciendo más preguntas que respuestas sobre aquellas y aquellos que ha detenido en sus lienzos o cartulinas.
Erik mezcla rasgos de hombres y dioses, pero son dioses demasiado reales, actuales y comprometidos con las desgarradas luchas cotidianas de una atormentada Cuba siglo XXI, como para obligarnos a que nos reconozcamos en muchas de sus obras. Y no será un reconocimiento complaciente, habrá resistencia, negaciones, dolorosas preguntas y trances provocados por la memoria histórica, familiar o religiosa; son los rituales de la resistencia, por eso hemos llegado hasta aquí y sabemos cuánto nos falta todavía para encontrar los nuevos caminos y tocar el cielo. Finalmente, estos retratos no son más que puertas y ventanas a nuestra realidad presente y futura, un espacio de auto contemplación, un espejo cortante, gritando un dolor que no queríamos escuchar ni ver: Ahora, ellos saltan de sus marcos y nos acompañan, somos nosotros… comienza otro ritual, otra conversación sobre el grado del Sufrimiento que ignora de donde viene la fe, o lo que es mejor, sobre los grados de la Conciencia y de la desgarradora belleza de nuestra Historia.
(En el Callejón de Hamel, Centro Habana, octubre 3 y 2010)
(*) Ensayista y crítico cultural cubano.