Dayneris Brito Castillero
En años recientes el término “fake news”, o noticias falsas, ha venido haciendo eco en no pocos medios de difusión tradicionales y otros que circulan en las redes: como blogs, revistas digitales, boletines informativos, etcétera. Su alcance y velocidad de propagación, gracias a internet y las redes sociales, confiere a este fenómeno, tan antiguo como la comunicación, un nuevo matiz. La universalización de las herramientas de difusión, su facilidad de uso y su carácter gratuito multiplica la capacidad de divulgación de las noticias falseadas y, por tanto, el potencial de inducir al error y a manipular decisiones.
Si bien su existencia es legendaria, el término alcanza su boom en Estados Unidos a raíz de las disímiles oleadas electorales de las últimas décadas, donde los líderes políticos, partidos demócratas y republicanos, publicistas propagandistas, comenzaron a circular el término de noticias falsas como una vía de desvirtuar la recepción. Y, también, el consumo de la información, con fines económicos y de tergiversación ideológica.
La perversión de su evolución llega hasta la frecuente identificación de “fake news” con conceptos más actuales y polémicos tales como “hechos alternativos” –como si la realidad pudiera admitir una alternativa igualmente válida– o “posverdad” –que se torna aun un tanto más ambiguo. De hecho, al apropiarnos de este último concepto, antes tendríamos que reparar a qué nos referimos cuando hablamos de verdad para asumir luego qué vendría a continuación. Planteaba Aristóteles que es imposible alcanzar plenamente la verdad en tanto no se conozca su causa. Mientras, Spinoza sostenía una posición de la verdad que no podía entenderse fuera de la realidad: esa realidad que creemos tener y que solo existe en la mente y la concepción de cada individuo. De manera que la posverdad pareciese explicar una distorsión deliberada de la realidad que nos circunda, en la cual nuestras creencias son manipuladas a través de la influencia de ciertos líderes de opinión y actitudes públicas.
Wilfredo Prieto (Zaza del Medio, 1978) es un artista de grandes ideas con gestos aparentemente minúsculos. Es un proveedor de metáforas visuales. Su quehacer estético toma partido de las dinámicas neutralizadoras de mercado y la cultura de la manipulación, para –apropiándose de la Institución Arte como plataforma de declaración– criticar ciertas posturas de la dinámica cultural contemporánea: como la sobrevalorización del arte, la cultura del consumo, la banalización del conocimiento y la insostenibilidad de las teorías socio-culturales actuales.
A sabiendas de su operatoria, no resulta casual entonces que en pleno apogeo de las llamadas “noticias falsas” o era de la falsificación virtual, en momentos donde se está registrando la mayor cantidad de flujo de información –y desinformación– digital nunca antes vista, el artista haya inaugurado una muestra personal bajo el mismo rubro. Fake News o Noticias falsas (Galería Habana, 21 de marzo-30 de abril de 2020) se nombra la exposición más reciente de Wilfredo Prieto, luego de un largo período sin exponer dentro del panorama nacional.
Presentada mediante la plataforma online en Galería Habana, doce piezas pictóricas, de mediano o pequeño formato y confinadas al quehacer abstracto, presumen de releer y traducir con frecuencia diaria, noticias eventualmente colgadas en importantes fuentes digitales como Russia Today, The New York Times, CNN y El País. Llama particularmente la atención la concepción curatorial sobre la cual ha descansado la muestra Fake News, pues las doce obras han sido expuestas en un plazo de un día de duración, bajo la necesidad de ser diariamente reemplazadas. Las propias bondades de una “curaduría en tiempo real” han permitido que la muestra, desde su punto de partida, se proyectara con la misma vorágine y fugacidad con la que trascurren las noticias en internet. Por otra parte, dicha operatoria ha colocado un pie forzado en la frecuencia y rapidez con la que Prieto ha reinterpretado las noticias, para posteriormente llevarlas al lienzo. Acaso ha requerido una mayor velocidad de recepción y una producción más apresurada.
A través de su relectura diaria, a simple vista ha pretendido cuestionar los consensos que asumimos con frecuencia como verdades. Su gesto ha puesto en crisis las nociones de originalidad y veracidad –tan ancestrales como el arte mismo–, al asumir para ello dos aristas conceptuales: por un lado, la (des)credibilidad de las noticias y la información online; por el otro, la susceptibilidad de la pintura académica para con la recepción y reproducción de ciertos tópicos actuales. Esto se justifica en el propio título de las obras (que se apodan): Treinta y nueve médicos y enfermeros, Siete lecciones geopolíticas o Enterrar con honores a un toro. Esto demuestra que no hay interés alguno en producir una alteración de sentido en las obras sino, más bien, una aliteración de su forma y contenido.
En ese proceso de aliteración, que transcurre de la palabra escrita a la pintura, del verbo al trazo, se acude –por instinto– a una desviación de la imagen que, en última instancia, reproduce –tal cual– los sucesos narrados por la noticia, dado que su naturaleza de piezas abstractas impide dilucidar la esencia redimida detrás de cada una de ellas. Solo el título funciona como una posible alegoría. Si bien se hace intencional estrechar el vínculo entre la noticia y la composición abstracta, lo cierto es que dichas composiciones no son más que productos de la exégesis personal del artista, reinterpretadas con posterioridad y mediante trazos y manchas de color. Y es que la preferencia de Prieto por abstracciones, en lugar de figuraciones miméticas, resulta un punto a su favor. Se trata de hacernos partícipes de una realidad –en este caso tan desfigurada como la abstracción misma– extraída de otra que, a su vez, no existe. En tanto el arte, cualquiera sea su expresión, está confinado a ser en toda su esencia una desviación o elucidación, más que una reproducción en sí.
En un plano superior de interpretación, dicha exposición ha resultado ser una declaración de principios ante la pasividad, la indiferencia y la celeridad con la que asumimos la información –real o no– en la era de la reproducción mecánica. Otro factor cuestionable es la inconsistencia y ambigüedad de criterios expresados por los individuos en sus redes sociales, así como la falta de rigurosidad a la hora de filtrar lo que a diario consumimos. De igual manera, esta ha enfatizado en los endebles límites existentes entre aquello en lo que creemos y en lo que otros quieren que creamos, al colocarse al sujeto receptor de cara a su ciega confianza e incapacidad para liberarse. ¿Será que estas propias abstracciones, dadas en releer las noticias que le son conferidas, son otro producto de la falsedad y no existe detrás tal lectura? En definitiva, “el hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades”.[1]
“La mentira, otro modo de representación en el arte cubano. Fake News, última exposición personal de Wilfredo Prieto” es el título original del presente texto de Dayneris Brito Castillero (La Habana, 1996). Estudió Historia del Arte en la Universidad de La Habana y actualmente cursa un Master en Prácticas Curatoriales en el Instituto Europeo di Design, Italia.
- Friedrich Nietzsche: Más allá de del bien y el mal. Literatura Universal, Colombia, 2017 [sic]. ↑