Por Pancho López
El Whitney es uno de los museos de arte contemporáneo más sofisticados de la ciudad de Nueva York. Si bien tiene una preferencia por mostrar obras de artistas del norte global, es muy cierto que en ocasiones incluyen artistas de otras latitudes. Están interesados en fomentar el arte creado en Norteamérica e incluyen obras relacionadas con la diáspora, particularmente de creadores puertorriqueños y del Caribe insular. Es un museo versátil, dinámico y muy renombrado.
En la última planta del edificio, se exhibe una obra llamada Pieza de supervivencia #5 : huerto portátil, en la cual Helen Mayer Harrison (1927-2018) y Newton Harrison (1932-2022) crearon una propuesta de ecosistema auto sostenible. Esta obra, cuyo origen se remonta a los años setenta, fue inspirada por los movimientos ambientalistas que desde entonces comenzaban a preocuparse por el calentamiento global y la supervivencia.
Huerto portátil está conformado por siete núcleos de obra. En este caso, la número cinco, cuenta con 18 maceteros donde crecen diferentes árboles frutales, particularmente cítricos, como el limón, la toronja, la naranja y la mandarina. Esos maceteros hexagonales son regados por el personal del museo y cada uno cuenta con un cedulario que describe el tipo de árbol. La sala está impregnada por el aroma de los diferentes cítricos y es un verdadero placer visitarla.
Cabe señalar que en la terraza, además de una cafetería, se ofrecen espectaculares vistas de la ciudad, y ahí se encuentra la exposición de realidad aumentada de la artista Nancy Baker, llamada Cento. Para acceder, se puede descargar una app que te permite interactuar con el arte digital a través de lo dispositivos portátiles, al menos doce plumajes que la artista propone en torno a la evolución ambiental, con una mirada futurista.
En el quinto y sexto piso se encuentran piezas que corresponden a la Bienal Whitney. Bajo el título de Aún mejor que la real, esta edición reúne la obra de 71 artistas y colectivos que trabajan con la inteligencia artificial, cuestionando directamente cuál será el devenir del cruce entre la tecnología y el arte, explorando la relación entre mente y cuerpo, las identidades fluidas y la realidad que existe entre los mundos naturales y artificiales que nos rodean, con la intención de demostrar que aún existen estrategias para conectar con la actualidad fracturada en la que vivimos hoy en día.
En el quinto piso está la exposición titulada Edges of Alley, una magnífica muestra que reúne un innumerable grupo de piezas que transitan entre la escultura, la pintura, la fotografía, la instalación y el videoarte. Alvin Alley (1931-1989) fue un ícono de la danza moderna que fundó su propia compañía, siempre con el interés de colaborar con otros y otras artistas. Logró reunir a más de ochenta creadores en la década de los años treinta. Además, se incluye material personal y de archivo que ofrece una visión de los procesos imaginativos y la vida de este artista. Una interesante propuesta que devela una vida dedicada a la danza y a la interdisciplina. El artista quería pintar, esculpir, hacer poesía, escribir novela; pero dedicó su vida al arte de los movimientos «llenos de imágenes».
En la museografía destaca el color rojo, presente a lo largo de toda la sala. Una decisión curatorial que hace referencia a aquellos telones y butacas presentes en los teatros de la época, un universo con explosión de colores y formas que rinde homenaje a artistas como éste que ya no se encuentran.