Por David Mateo
David Mateo: Jorge, ¿cómo se ha integrado la colección de arte cubano del Museo Nacional a esta concepción curatorial de la XIII Bienal de La Habana?
Jorge Fernández: Este proyecto para la XIII Bienal es el resultado de muchos debates dentro del equipo de curadores del Museo Nacional; ha sido un trabajo de inteligencia colectiva. Me tocaba como director provocar ese tipo de reflexiones. No queríamos participar en la Bienal con una simple distribución de salas donde invitáramos a un grupo de artistas buenos; aquí las exposiciones que se hacen en la Bienal de La Habana son siempre de primer nivel. Pero, más que invitar a artistas a hacer su proyecto específico, lo que queríamos era que las colecciones del patrimonio que atesora este lugar fueran las protagonistas. También asociado a estas ideas fue importante ver, analizar, estudiar, cómo a través del coleccionismo el Museo Nacional ha ido creando un relato de nación. Es una reflexión también hacia el interior de esta institución: lo que fue, lo que es, y lo que le correspondería ser en el futuro, con la responsabilidad que ha tenido a lo largo de tantos años. El Museo fue en los inicios Museo Nacional y después se convirtió en Museo Nacional de Bellas Artes, que en la actualidad tiene una responsabilidad grande porque asume muchos periodos históricos. Por razones de espacios y la propia museografía que se orienta en un orden cronológico, hay muchas carencias. Por ejemplo, el arte Taíno, el arte aborigen, no está aquí, no hay una sala, es algo que queda pendiente, y los jóvenes tampoco están. Como tú sabes, el Museo llega solamente hasta la generación de los noventa… ¿Cómo crear un proyecto que imbricara todo esto?, ¿qué hacer para que el desarrollo de la museografía no fuera una cronología y que estuviéramos abordando determinados ejes temáticos? A partir de ahí salieron algunos tópicos, reunidos en un título general que es “La posibilidad infinita. Pensar la nación”. “La posibilidad infinita” es un concepto metafórico de Lezama, cómo se va formando esa idea de lo que puede ser Cuba, y la nación está ahí también en ese concepto Lezamiano.
De esa construcción genérica se desprende entonces el conjunto que denominamos “Isla de azúcar”, curado por Corina Matamoros, que está tratando el tema de la industria azucarera desde sus comienzos hasta el cierre, y que además ha tenido una presencia importante en el arte, desde Laplante hasta Ricardo Elías o Douglas Pérez, y hasta Alejandro Ramírez con un documental, “Demoler”, que fue premio en una de las ediciones del Festival del cine latinoamericano; también hay noticieros ICAIC. O sea, se están involucrando otros soportes y medios del arte, no solo la pintura o la escultura. De igual modo Roberto Cobas y Laura Arañó están haciendo una curaduría que se llama “Nada personal” en la que se abordan los temas etnológicos, los temas raciales, que han estado latentes en la historia de la cultura cubana, y es un asunto recurrente en varias curadurías que se han hecho en el contexto de las artes plásticas. Pero nunca se había inducido una mirada así, que incluya una genealogía tan abarcadora. Por otra parte, lo mismo está sucediendo con la especialista Delia López que ha curado “Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia” donde está incorporando documentos, textos, artistas jóvenes como Mecías, el chino Novo, que de alguna manera han estado interesados en este tipo de lecturas. Toirac también está, es un creador fundamental y ha sido un maestro en estos temas. Muchos artistas de diferentes generaciones se han interesado por conectar su obra con los sucesos históricos que se han producido en cada momento. A través del arte uno puede recrear lo que realmente pasó en un país como este, con esa carga política tan fuerte desde su propia gestación.
DM: ¿Y te has incorporado directamente a ese gran proyecto en calidad de crítico y curador?
JF: Con la co-curaduría de María Lucía Bernal, una especialista joven que ha estado trabajando conmigo de manera muy cercana todo el tiempo, traté de hacer también un proyecto que se llama “El espejo de los enigmas. Apuntes sobre la cubanidad”, un título que igual surge de la obra literaria de Lezama. Él siempre hablaba, cuando se refería al “Espejo de los enigmas”, que ese pensamiento que venía de los místicos orientales era el alibi. El alibi era cuando la imagen encarnaba en la realidad; y ese momento en el que la imagen encarna en la realidad, cómo se llega a producir, era para él “El espejo de los enigmas”. Por eso Lezama decía que el único que penetró la casa del alibi fue José Martí. Eso está presente en el espíritu de esta exposición, donde están dialogando artistas muy importantes como Ponjuan, Juan Carlos Alom, Los Carpinteros, Tonel, Aguilera, Wifredo Lam… Hay una reflexión también sobre el paisaje insular, con obras contrastadas de Lázaro Saavedra, Guillermo Collazo, Ibrahim Miranda…, todos los que de alguna manera han reflexionado sobre los mapas, buscando momentos cumbres, importantes en cada uno de estos procesos. Y después abajo, en el segundo piso, tenemos una sala donde se manifiesta el tránsito de lo etnográfico, de lo antropológico hacia lo político, cómo se da ese proceso en la información cultural de cualquier nación. En esta exposición es un suceso grande también el regreso a Cuba de una artista como Ana Mendieta. Realmente ha habido un diálogo, un apoyo importante de la familia, que ha estado muy cercana de nosotros, sobre todo la figura de Raquel Cecilia Mendieta, su sobrina. De Ana Mendieta vamos a poner tres obras emblemáticas, dialogando con obras de Belkis Ayón, Elso Padilla, Wifredo Lam y otros artistas que ya te mencioné…
En el proyecto “El espejo de los enigmas” ponemos a dialogar obras representativas de Raúl Martínez, Antonia Eiriz, José Ángel Toirac, Octavio Marín, Pedro Ávarez, Leandro Soto, Fernandito Rodríguez, Javier Castro, Luis Gómez, Luis Gárciga, la fotografía de Mayito, el grupo DUPP… Veremos cómo los imaginarios culturales y políticos se unen. Este es un espacio concebido como una fuga, utilizando el término musical, de muchas voces. Cuba es eso: con todos y para el bien de todos. Una nación se construye con esa polifonía, con esa diversidad.
En el primer piso tenemos también los proyectos de varios artistas cubanos, y esa curaduría se denomina “Museos interiores”. Ahí están Carlos Garaicoa con la pieza Partitura, Kcho con la obra Regata, René Francisco con Taller de reparaciones, José Manuel Fors trabajando con la idea de la memoria, con los objetos que él va estructurando, ensamblando, en ese paisaje tan personal, en ese reservorio de todos sus pensamientos, de todas sus ideas… Y en el exterior, a la entrada del Museo, está ubicada una escultura de José Villa que se llama Arpegio, que ha quedado muy bien. Corina Matamoros y yo tuvimos una conversación muy buena con Villa, y yo le decía que sería muy interesante un diálogo, desde su lenguaje abstracto, con el propio Museo y con las esculturas que poseemos de Mateo Torriente, Rita Longa, Los Carpinteros, y creo que lo logró. Es una obra muy bien resuelta, con un alto nivel de síntesis, muy interactiva con el espacio… Como verás es un proyecto curatorial profundamente indagatorio, revalorizador, que estamos seguro atraerá la atención del público asistente a la XIII Bienal de La Habana.