Moisés Finalé

Moisés Finalé: visiones en el tiempo

“Moisés Finalé ha hecho de su pintura un espacio de convivencia para todos los espíritus; se trata de una geografía donde cohabitan los mitos de las más diversas procedencias en un nuevo contexto de significados (…).

La obra de Finalé mira al pasado mítico de nuestros pueblos antiguos de una manera transvanguardista, con talento y oficio. Su obra adquiere una dimensión antropológica de vocación intercultural en la que sin duda se conserva una profunda inspiración de sus experiencias cubanas de los años ochenta. La geografía que ha creado hace de cada lienzo una isla, poblada por espíritus que viven ya en su universo propio, diferente, que el artista renueva con sus sueños, sus pesadillas y sus íntimos secretos”.

Yolanda Wood

Profesora y crítica de arte

Expo Herido de Sombras, Cuba, 2003

II

“Este nuevo Moisés conduce a una ignota tierra prometida, a una legión de divinidades danzantes que –en inacabable procesión– portan ofrendas, lanzas, estandartes… Dioses de un Olimpo que Alejo Carpentier halló en las islas exuberantes del Caribe, y Wifredo Lam, en el invisible personaje de La silla o en el verdor febril de La jungla.

Llevado por su sueño, y sin proponérselo, el artista vislumbró el camino propio, dejándonos a veces su rostro, dibujado o esculpido, mutando su semblante de facciones helénicas por el de esos morenos sacerdotes y oficiantes, tan antiguos como la historia misma.

Sin embargo, ellos son símbolos de una modernidad inacabada en los diseños del Art deco, en sus bronces tornasolados o en las joyas que lucieron en sus cuerpos voluptuosos las bailarinas de París o de Broadway en los tiempos [de Cléo de Meróde, Emilienne D’Alencon o la Bella Otero].

Lo cierto es que el Maestro creció en gracia y sabiduría. Y, en prenda de su paso, en la pintura suya nos deja un retrato de su alma. [Y de delicadeza de una expresión artística en la que se unen, en callada armonía, novedad, tradición, belleza y elegancia, primor de la pincelada y de la inspiración que la motiva]”.

Eusebio Leal Spengler

Historiador de La Habana

Expo Herido de sombras, Cuba, 2003

III

“Siempre he disfrutado la capacidad asociativa de la obra de Finalé cuando junta materiales de ímproba familiaridad, cuando en su trazo asoma Lam o con un toque casi romántico homenajea a Víctor Manuel, a Mariano, cuando cede a la tentación de sus grabados y en un tejido de reminiscencia musulmana introduce un entramado de las rejas de Amelia, contención que impone el negro al desborde colorista. En el collage y en el impacto matérico está su sabiduría: es materia cultural, historicista y compulsión de lo inmediato. Si nos devolvemos a la ordenación lezamiana, se parea a la ‘lectura oblicua’ y la incidencia de la imago para ‘las eras imaginarias’, donde un icono egipcio comulga con la clave sonera, el balaustre colonial y el hacha de Changó, el que llegó de África y el nuestro, amulatada consanguinidad de una herida que burló el desprecio en las dulzuras insulares. Brindamos en la copa de las libaciones rituales y en el recipiente familiar que nos ofrece un néctar de elaboración casera. Asistimos a la lucha y al rendimiento de los guerreros y al forcejeo sexual, idéntica imantación de dominio y cántico, sudor y sangre confundidos con las humedades y los olores que incitan al pálpito nervioso. De la sofisticación de la máscara frívola, del hermetismo ritual, del gesto del danzante en la representación vamos al pudor de la mirada en el atrevimiento propiciado del sexo, el encimarse con tanta ternura como procacidad para abrir las compuertas de los sentidos en el desembozado avance genital, espermático”.

Reynaldo González

Premio Nacional de Literatura

Expo Simulacres Atypiques, Cuba, 2005

IV

“(…) La ciencia es la libertad más fecunda; el rigor, el del arte mismo en su conversión de lo preciso en lo vago o ambiguo, de lo concreto en lo múltiple, de lo demostrable en lo inferible, de lo exacto en lo emocional.

De ahí que la pintura de Moisés Finalé parezca una tenaz reverencia para con la cultura occidental (…) que simula sin embargo la transparencia y el primitivismo sabio del arte naif. Cuando en otros artistas esa operación redunda en el cinismo decadente o el exotismo deplorable, en Moisés alcanza una dimensión plástica y una experiencia estética monumentales, no solo por la envergadura de los formatos. No hay acentos adicionales o sesgos de manipulación que sobrepongan demasiados sentidos: es como si la superficie pictórica adensara un serio proceso de observación personal que quiere existir no más en el arte, fuera de los sensacionalismos intelectuales que seducen a algunos artistas para quienes el logos supone el todo de la creación. En Finalé el todo está en la creación misma, acaso en las vibraciones de sus fuentes, pero difícilmente en el conocimiento que de ella se derive o en las aspiraciones de lucubración filosófica que se le suele adicionar”.

Rufo Caballero

Crítico de arte

Expo Doble Realidad, Cuba, 2004

V

“Moisés Finalé conserva siempre una atracción con respecto a la cultura africana, su carga de símbolos y de signos, mezclados con la cultura católica (nótense las cruces suspendidas al cuello de ciertos de sus personajes), todo lo que ha fundado el artista popular cubano en una floración asombrosa, la ‘cubanidad’ en el seno de la identidad caribeña. Moisés Finalé es uno de ellos, ¡con una suntuosidad soberana muy personal!”.

Pierre Gaudibert

Crítico de arte

Expo Trajectoire Cubaine, Francia, 1989

VI

“A mediados de los años ochenta Moisés Finalé comenzó a pintar en la vertiente de la elucidación de las raíces, de la búsqueda de la identidad.

Su trabajo pertenece a la pintura en toda la materialidad de su historia, ahí donde el cuerpo se constituye como primer sujeto de un lenguaje visual autónomo cuya finalidad es la de cuestionar el balance incesante entre presencia y ausencia que nutre al ser durante el tiempo que le da forma”.

Giovanni Joppolo

Crítico de arte

Expo Trajectoire Cubaine, Francia, 1989

VII

“El bestiario tropical de Moisés Finalé no ha cambiado, al parecer, desde sus inicios, el leopardo moteado de las leyendas aztecas, los perros famélicos de los caminos de tierra, ni las figuras enmascaradas de los carnavales nocturnos, imbricando sus quimeras de sueños, peces-pájaros o panteras-lunas bajo la punta de los puñales. Pero él se ha alejado, el grueso de las tropas que poblaban las obras abundantes de su juventud cubana. Sus entremezclas ya no se desbordan. Solo algunos personajes aislados se han entretenido, mostrados en planos grandes, arrastrando quién sabe qué amenaza, mientras que la fiesta tornasolada y sonora se ha esfumado.

He aquí que Moisés Finalé ha escogido permanecer en Europa. Él se ha instalado en la lengua francesa cuyo equilibrio medido está plagado de trampas, lejos de las pasiones, de las fiebres y de las languideces del español caribeño. A la orilla del Sena, él se ha sumergido en los inviernos demasiado largos, demasiado grises, húmedos y fríos. Mucho tiempo para él, cada día ha sido de combate, de conquista, sin duda, pero ¿al precio de qué pérdidas? Así pues, el desarraigo ha endurecido la línea y manchado los pigmentos de la paleta. Sobre el lienzo preparado, antes de dar los colores, las siluetas visten inicialmente sus ojeras negras y sus superficies sombreadas al carboncillo que se transparentan bajo las capas de óleo y de acrílico donde en adelante los pardos y los ocres se mezclan con el gris y con los blancos de los creyones. Una mujer enigmática, cruel, hostil, llena el espacio; ser terrible en carapacho de bronce, mygale [sic] cuya boca bien pudiera ser un sexo de metal. ¿Es imposible el duelo por aquella a la que no se puede ni rechazar ni seducir, esposa o tierra madre? Con ira, el cincel se ha encarnizado sobre los troncos toscos pero clavados y cubiertos de armaduras martilladas”.

Hélène Lassalle

Crítica de arte

Traversée Galerie Fallet, Switzerland, 1997

VIII

“Moisés Finalé sigue buscando la luz, persiguiéndola, como un felino cuando se envuelve en la noche, tanteando formas, tropezando contra masas inciertas. Ahora Finalé se vierte y se esmera con una técnica noble sobre papel donde ejecuta figuras femeninas, cuerpos de marfil, de ébano, de piedra o cristal, materias naturales con la fuerza de poder subsistir la aparición de la carne. Mas, todas son mujeres. A Finalé le gusta el misterio, y su lenguaje se encierra en él, como si se tratara de ir desnudando la adivinanza, antes de alcanzar la palabra.

(…) Su trabajo fundamentalmente expresivo, de alto lenguaje clásico y gran técnica de elaboración, no permite encasillarlo en el vaivén del abstracto y del figurativo. No obstante, su propuesta lleva un refinamiento y una sugerencia tan repleta de metáforas, mitologías y sueños, luciendo una maestría tan honda y pensada que indiscutiblemente, con todo el riesgo de anunciarlo, Finalé es un pintor contemporáneo barroco, heredero hasta la médula de este lenguaje estético que Alejo Carpentier plasmó en El Siglo de las luces. Y queremos aclarar que el barroquismo tal como lo entendemos es más una virtud de inspiración y de estilo que una escolástica de definición cerrada, traída de occidente. La plástica de Finalé ofrece este cuestionamiento”.

Delia Blanco

Antropóloga cultural

Ventana Santo Domingo, 1993

IX

“Las figuras de Finalé, muchas veces entrelazadas, pueden interpretarse como personalidades en conflicto. Llevando la especulación a sus límites, una de sus interpretaciones es que plasman una confrontación por el poder”.

Armando Álvarez Bravo

Crítico de arte

El Nuevo Herald, Miami, 2002

X

“Moisés Finalé vive cruzando el Atlántico. En ese ir y venir entre Cuba y Francia, la obra del artista ha definido su propia territorialidad que en algún texto anterior llamé ‘una geografía para los espíritus’, porque existen en ella esos seres que pululan y andan por todas partes, personajes que él ha hecho habitar en la isla que va y viene con él, en sus valijas, en sus huacales, en su memoria afectiva e intelectual.

La poética visual de la obra de Finalé pertenece a un itinerario artístico que se despliega con la virtuosa espontaneidad de un consagrado, un creador seguro de los medios que le son propios, para con certeza y dominio de los recursos plásticos, definir la inflexión necesaria que particulariza cada pieza de las precedentes y de las que están por venir. Es justamente en esa dualidad de permanencia y cambio donde el espectador queda atrapado para constatar y descubrir. Se visualiza así un proceso que tiene que ver con su sensibilidad y una intuición que lo atrapa y que él disfruta: acrílicos secos y endurecidos le funcionan como crayolas sobre el lienzo, un soporte de tela negra, un objeto, algo encontrado, o las cuentas de colores que aportan un contraste de textura y color a las superficies siempre sensibles de sus cuadros. La sorpresa forma parte del proceso, y el artista le da la bienvenida por lo que ella le aporta al momento creativo. No hay descuido alguno en las libertades gestuales y en los chorreados que comparten el lienzo con la sólida estructura compositiva que revela su consistente formación artística y su condición de gran dibujante”.

Yolanda Wood

“Moisés Finalé y los espíritus antillanos”

2013

XI

“Ante el mundo visual de Moisés Finalé quedamos a solas con su invención estética, nuestro conocimiento cultural, y la facultad imaginativa que nos ha sido dada. Sin que se produzca la fusión de estos tres ámbitos –nuestra imaginación siendo catapultada por nuestra competencia cultural, para poder conectar así, con total desenfado, con esas extrañas realidades plásticas–, sería muy difícil poder disfrutar a cabalidad de la propuesta de este artista. Porque se trata de una pintura difícil, de complejas composiciones, repleta de referentes culturales transfigurados por la imaginación del creador, donde todos los matices del lenguaje visual adquieren gran protagonismo estético; una pintura que devela y oculta al mismo tiempo lo que muestra, que es rica en detalles gráficos, en sutilezas simbólicas, que hay que mirar casi con lupa, recorriendo las superficies fragmento a fragmento, pero que también exige una distancia, para que así la totalidad de los motivos se arme ante la vista y se exprese la monumentalidad. Porque, también, se trata de una pintura monumental”.

Hamlet Fernández

Profesor y crítico de arte

“Desnudez sin voluptuosidad, la maestría de Moisés Finalé”

2015

XII

“Moisés Finalé es un magister ludi consumado, sus operatorias van de lo mágico a lo místico y de aquí a lo intercultural, del buen hacedor de collages al autor de retablos o panteones preñados de encantamientos. La gama de colores viene en apoyo de cada pieza y cada una es dueña de sus tonalidades; el color no domina, sirve a la línea, la engrandece. Lo narrativo define a la generalidad de sus piezas, por lo general de grandes formatos. Esa narratividad de las piezas de Finalé se resuelve en clave clásica y mitológica, es un don del artista. Lo matérico es naturaleza en esta obra. Para que se llegue a la dimensión de la maestría es necesario cultivar y saber suministrar todas estas dosis en cada cuadro; las mismas que Finalé aplica a cada pieza, en cada exposición. No hay gratuidades ni facilismos, solo oficio y talento, experiencia y sensibilidad instruida. Sus cuadros no son nunca superficies inertes, son, todo lo contrario, espacios vivos, construidos por líneas e imágenes sutiles y poderosas que nos impresionan por su belleza, misterio y composición. Misterio oficiado en la cabeza del artista, su verdadero taller”.

Rafael Acosta de Arriba

Crítico de arte

“Todo Finalé”, octubre de 2016