Por David Mateo
Las paradojas que surgen de la dicotomía entre la vida pública y privada constituyen motivaciones relevantes dentro de la producción visual de la joven artista cubana Adislen Reyes. Pero lo curioso hasta ahora de su trayectoria es que, en un brevísimo periodo de tiempo esas motivaciones han ido variando sustancialmente las perspectivas de su abordaje desde el punto de vista alegórico y estético.
La primera vez que tuve la oportunidad de interactuar con las obras de Adislen, ella comenzaba a insertarse en los circuitos promocionales de La Habana. Yo estaba dirigiendo el equipo de curadores de la galería Villa Manuela cuando, en el año 2009, decidimos exhibir algunas de sus pinturas realizadas en acrílico sobre lienzo. La muestra se titulaba “Estampados”, y fue propuesta por la crítica y curadora Sandra Sosa. Su inclusión en la programación de exposiciones respondía a un interés por reactualizar nuestras propuestas curatoriales, por examinar los principales territorios de la creación que se estaban conformando y documentar obras o autores representativos, aunque ello implicara la interrelación esporádica con otros especialistas ajenos a la nómina de la galería.
En aquella oportunidad me sorprendió la irreverencia y suspicacia de sus alegorías, la obstinada supeditación a una temática que, aunque había sido recurrente en periodos anteriores de las artes plásticas, parecía ir perdiendo interés dentro del acervo simbólico de los artistas de su generación: me refiero a las especulaciones de género y su relatividad de enfoque.
El matiz iconográfico de la obra de Adislen Reyes era por aquellos días descarnadamente provocador. Al incorporar en sus composiciones artificios provenientes de la ilustración infantil, pasados por el filtro del pop y de la animación oriental (anime, manga, superflat), y al introducir en ellas una dosis contrastante de perversidad e inocencia, seducción y agravio, su obra llegaba a adquirir por momentos un aspecto bastante cínico.
Pero a pesar de las procaces insinuaciones de sus imágenes, de la inequívoca intención de impugnación que ellas reflejaban frente al ámbito social y su sistema de valores (en especial los éticos, morales), exponiéndose a si misma, además, como la primera constatación de ese desafío, la obra de Adislen dejaba entrever una voluntad de intercambio, de cierta negociación con el escenario cultural y social. Su obra, y la propia autora en algunos de sus comportamientos, no se mostraban “transigentes” ante la probabilidad del rechazo, no lograban disimular las aspiraciones de concurrencia y legitimidad. Daba la impresión –como muchos otros artistas jóvenes que fueron apareciendo en esa etapa, provenientes en su inmensa mayoría del ISA- de estar dispuesta a acelerar al límite la dinámica de su producción simbólica, de mantenerse en máxima alerta ante cualquier posibilidad de inserción y circulación dentro del medio, en aras de algún tipo de augurio trascendente.
Después de esa sugestiva muestra individual en Villa Manuela, tuve contactos esporádicos con el trabajo de Adislen. En el 2013 incluí 4 obras suyas en una muestra colectiva de mujeres, que organicé con el propósito de hacerla itinerar por varias galerías de San Francisco, Estados Unidos. La exposición llevada por título “Arte cubano. Voces y poéticas femeninas”, y la presencia de sus cuadros me ayudaba a testimoniar de manera fehaciente una zona álgida de la contraposición individuo-sociedad, aquella en la que los comportamientos sociales aparecen interpelados por los estereotipos sexuales.
El otro momento en el que pude apreciar un grupo amplio de su obra fue durante la 12 Bienal de La Habana (2015), en los espacios del Complejo Morro cabaña. La muestra que presentaba en esa ocasión llevaba por título “Crisis”. Ese proyecto evidenciaba un cambio notable en cuanto al despliegue del dibujo figurativo y la atmósfera de su dramaturgia. La estructura general de las obras y el delineado de las imágenes se mostraban mucho más escuetos, sintéticos. La divisa de hacer “más con menos”, iba adquiriendo en los trabajos de la artista un sentido prioritario. Las tonalidades habituales de sus obras habían desaparecido por completo para que prevalecieran los colores negros y grises; y por otro lado el mediano y gran formato, la exaltación de los recursos del diseño y el regodeo estético, perdían relevancia como rudimentos de la simulación artística.
No se verificaba ya en esta exposición de La Bienal un discurso tan presuntuoso o sarcástico como hacía unos años atrás; la determinación de un altercado subversivo con el entorno social empezaba a ceder terreno ante la exteriorización de una catarsis de carácter más personal. Esa catarsis parecía dirigir sus remociones hacia las contingencias intimistas y artísticas casi con el mismo grado de intensidad, y quedaba reflejada en el plano museográfico de La Cabaña como una suerte de crónica o diario de vida. Recuerdo que en el centro del pabellón aparecía una figura calada de la propia artista, con una especie de burbuja de plástico cubriéndole el rostro, lo cual podría interpretarse desde dos puntos de vista: como un lente de aumento aplicado de manera simbólica a su persona, o como una enorme escafandra para evitar las contaminaciones externas.
Las sensaciones de escepticismo y pérdida tenían una fuerte presencia en la mayoría de las piezas de la serie, y en ocasiones insinuaban una correspondencia que rebasaba los límites específicos del individuo para caer en el estrato colectivo, generacional. Sin embargo, pienso firmemente que fue en este periodo -bajo la compulsión de esas contrariedades existenciales y artísticas- que Adislen Reyes logra agudizar al máximo la capacidad de elucubración visual de su dibujo, y alcanza un mayor nivel de propiedad en la explicitación de las metáforas.
En la exposición Paciencia, conformada con obras de la serie “Retroceso”, que se exhibió posteriormente en la galería Galiano durante el mes de noviembre del año 2015, como parte del premio que obtuvo la artista en el Concurso Post-it 2 del año 2014, se advertía una readecuación de ese legado conceptual y representativo que conquistó Adislen durante el lapso productivo de la serie “Crisis”, y de otro conjunto realizado más o menos por esa misma fecha, denominado “Pesadilla”. Aunque me resulta difícil dejar de manifestar mi preferencia por las crudas alegorías y las soluciones expresivas derivadas de ambas series, debo reconocer que los cuadros de “Paciencia”, aun cuando reintegran con moderación efectos y atmósferas de obras anteriores, continúan un proceso de modificación efectiva del elemento autorreferencial, y contribuyen a reemplazar algunas interrogantes desestimadas en los presupuestos actuales de la creación visual… ¿Qué fronteras se han ido disipando entre el testimonio colectivo y personal? ¿Cómo se traza hoy día el límite de la confidencia? ¿Creemos, como antes, en los artificios de la confidencialidad?
El pequeño formato desplegado con reverencia, con humildad al centro del cuadro, es el primero de los elementos que corrobora esa clase de re-funcionalización alegórica por la que está atravesando la obra de Adislen. Es una alternativa que hasta podría indicar un punto de distinción, de discrepancia, frente a la presunción formal de las obras pictóricas e instalativas de otros jóvenes artistas, que se han estado exhibiendo en los últimos años en diversas galerías del país.
Los cuadros incluidos en la muestra “Paciencia”, casi diminutos, recrean escenarios, acontecimientos que hasta ahora habían sido considerados demasiado simples, irrelevantes, en la vida de la artista. Tan fuerte pudo haber sido la apariencia de esa nimiedad, que para la constatación de algunos de esos hechos que recrean ahora las piezas, la artista nos hace la sugerencia mordaz de emplear una lupa… Pero no se trata de una acción de desdén o de excusa introspectiva; con esta exposición Adislen Reyes explora nuevas interpretaciones, otros sentidos reflexivos para aquellas experiencias cotidianas que pudieron haber sido relegadas en un tiempo como consecuencia de empeños más ambiciosos. “Paciencia” logra subvertir lo grandilocuente por lo ordinario, lo ilusorio por lo viable, la predicción por la inmediatez, y sobre todo re-direccionar la percepción del debate sociológico, de la especulación conceptual, hacia el interior del sujeto artístico.