Yenisel Osuna
¿Cuál es su especialidad, Miryam?
Soy médico de profesión y dentro de la medicina hice la especialidad de psiquiatría. Además de eso, aunque te parezca que no tiene ninguna relación, pasé un Master en medicina verde tradicional. Por lo general lo he usado en función de la psiquiatría.
¿Cómo supo de Art Brut Project Cuba?
Yo no soy habanera. Soy camagüeyana. Este mundo del Art Brut lo conozco mucho antes de conocer el Art Brut Project Cuba. Porque en la provincia de donde provengo estuve trabajando durante muchos años en el hospital de día, de estadía corta. Hay dos de su tipo en Camagüey. En el que yo laboré, es un hospital que se dedica a trabajar con pacientes con problemas emocionales, trastornos sicótico-neuróticos: por lo tanto, es eminentemente psicoterapeútico. Allí, antes de estar en ese hospital, pasaron otros siquiatras, pero entre los profesionales que pasaron estuvo durante mucho tiempo un profesor, al cual yo siempre quise mucho y admiré, y sigo admirando, aunque ya no está físicamente: se llamaba Orlando Alonso García, psicólogo y Doctor en Ciencias. Me interesaba mucho el mundo del arte también. Y él es la primera persona con la que yo tengo contacto y es quien me habla, a mí y a otros siquiatras y sicólogos del área, de mi provincia y de otros lugares, del Art Brut. Él daba conferencias. Nos contaba de artistas del Art Brut, como el ejemplo, de Martín Ramírez que era un señor mexicano que pasa a los Estados Unidos sin conocer ni la más mínima palabra en inglés. Eso lo llevó a miles de problemas. Llegó con muchas ansias de buscarse un trabajo y después quiso llevarse a todos sus hijos. Y no lo logró nunca, ni siquiera reunir a la familia. La vida lo llevó por una serie de caminos desventajosos y desdichados para él hasta que comenzó a desarrollar una mudez: queda totalmente mudo, no sabe cómo comunicarse. Se convirtió en una persona de la calle, sin hogar, la policía constantemente lo buscaba, lo llevaba a la prisión. Y así estuvo mucho tiempo hasta que empezaron a notar que no solo era una persona de la calle, sino que comenzó a tomar manifestaciones sicóticas. Lo pasaron a una institución siquiátrica y allí estuvo durante toda su vida hasta que murió. Allí fue donde empezó a pintar. Y es interesante, porque él pintaba en un cartón “artbrutista” (risas): a Samuel le llamaba la atención, y se reía el otro día conmigo, porque dice que le encanta ese término. Martín Ramírez empezó a pintar en un papel, con cualquier cosa que encontrara a la mano, un carbón, un trozo de lápiz… Y esos dibujos los ponía debajo del colchón: hasta que alguien los encontró. El pobre Martín se murió sin saber que sus cuadros iban a estar colgados en el Museo Reina Sofía en Madrid.
El profesor del que yo te hablo, nos decía que Martín Ramírez –claro, desde la percepción profesional– lo que pintaba tenía que ver con sus ansias de volver a su patria, con sus recuerdos, su ideología. Por ejemplo, pintaba a la Virgen de Guadalupe que es la patrona de México: la pintaba, incluso, en un caballo. Pintaba trenes. Pintaba túneles, carreteras, todo lo que quizás él no podía expresar, de las ansias de volver a su tierra.
Cuando vi y oí aquellas historias, para mí fueron fascinantes. Y de alguna manera, esto tenía una relación –no por gusto mi profesor nos hablaba de esas cosas– no solo porque era un paciente con una enfermedad siquiátrica severa, sino porque además estábamos hablando de eso en un contexto de la siquiatría donde las personas con las que nosotros trabajábamos eran enfermos mentales: y eso traía un arista, una línea por la cual trabajar. En el hospital ya se hacían muchísimas cosas de terapia ocupacional, sobre todo con los pacientes más enfermos. Se hacían muchísimos talleres de terapia ocupacional, a los que iban los pacientes según la complejidad de su enfermedad, según el nivel de deterioro que tuvieran. Lógicamente, el paciente en estado sicótico que funcionaba de manera mental a un nivel neurótico, pues podía hacer un poco más de cosas. La dirección del hospital en un momento determinado me da la tarea de montar un taller en el que las personas hicieran cosas artísticas y que fuera libre. Porque el objetivo de utilizar el arte como terapia o arte terapia, es precisamente que la persona haga cosas desde su espontaneidad, su creatividad. Por esta vía ellos muchas veces pueden comunicar cosas que les cuesta trabajo verbalizar, llevarlas a un lenguaje hablado. Y de esta manera muchas veces logran un estado de alivio a sus angustias. Logran aliviar un poco su estrés. Así empezamos nosotros a interesarnos por la parte de arte terapia para trabajar más adelante yo, con un poco más tiempo allí, con un poco más de experiencia en el diseño de otro programa con otras manifestaciones, donde incluyo la musicoterapia, la escritura. De manera jocosa a veces hacíamos una novela en grupo, que era muy divertida, a la que después le incorporábamos el debate psicoterapéutico de lo que estábamos haciendo. De manera paralela a eso, a mí me siguió interesando este mundo del paciente que crea sin haber recibido la más mínima instrucción artística. Yo siempre me pregunté: ¿cómo son capaces de hacer esto?, ¿cómo es el tema de la creatividad? Y entonces me puse a estudiar…
Pasan los años, vengo para La Habana y un buen día me hablan del proyecto sobre Art Brut. Nos contactamos y cuando yo fui allá a ver el proyecto… realmente me encantó. Ah, me saltaba una parte: en Camagüey hay muchas personas interesadas en el arte; una de esas personas, a la que admiro también extraordinariamente por sus conocimientos y a la que le agradezco muchísimo, por las clases que tuve con él, es el Dr. Luis Álvarez Álvarez, ensayista y Premio Nacional de Literatura. Esta persona me ofrece una plaza de profesora de psicología en el camagüeyano Centro de Estudios Nicolás Guillén. Yo a pesar de ser siquiatra, como docente estaba categorizada por Psiquiatría y por Psicología. Cuando llegué allí, a ese Centro de Estudios, entre las cosas que diseñé fue un Diplomado sobre Arte, Cultura y Psicología. Allí tuve que estudiar todavía más sobre el Art Brut porque no era ya solamente arte terapia… Hay una cosa: el arte en personas del Art Brut puede haberle servido de terapia, pero nadie se lo propuso. Le pudo haber servido para mil cosas, para ser creativo, para estar más tranquilo, para dedicarle el tiempo a eso y no a sus alucinaciones o usar sus alucinaciones y plasmarlas en una obra, cosas que fue bueno para esa persona. Pero no necesariamente alguien se lo propuso. No podemos decir que una cosa es la otra, sino que, en este sentido, tienen un vínculo. Trabajando allí, estudié más del Art Brut de los artistas, me puse a estudiar algunas ideas de ellos, di el Diplomado y me encargué de la tutoría de la tesis de Yaysis Ojeda Becerra,[1] que era algo que me habían pedido del Instituto Superior de Arte (ISA). Cuando ya pasa todo eso es que vengo a La Habana y conozco el proyecto habanero. Proyecto que me dejó admiradísima.
¿Además de Yaysis sabe de otros estudiantes que estuviesen investigando el tema?
No, que yo conozca, no. Sí te puedo decir que, en Camagüey, sobre todo bajo la dirección del Doctor Alberto Clavijo y de su colectivo de dirección que fueron varios siquiatras, siempre le dieron mucha importancia al trabajo del arte en los pacientes.
¿Es un enfermo mental más creativo que una persona normal?
No, para nada. Como tampoco hay una tendencia a que un tipo de persona normal sea más creativa que otra. La creatividad es muy abierta y muy amplia. La creatividad no solamente se expresa en el arte. A lo mejor hay un artista en una familia, hay un científico que es capaz de hacer una innovación… O sea, están expresando su creatividad en el mundo social donde se desenvuelven de manera diferente. Tampoco existe nada que diga que una persona con determinada enfermedad mental esté limitada a crear, a crear una obra de arte. Los mecanismos mentales funcionan igual para los normales y para los enfermos.
Un detalle del arte terapia es que logra motivar a los pacientes para que creen, pero no te da instrucción artística. De hecho, ninguno de los que impartíamos el taller sabíamos de técnicas artísticas. Sí queríamos que ellos se expresaran y que aprendieran que había otras cosas. Me gusta mucho hablar de manera gráfica, independientemente de que es una metáfora lo que voy a decir: se trata de quitarles las orejeras, como las que se les ponen a los caballos, para ver que el mundo es más que lo que tienen ellos. Y nada mejor que el arte para eso. Porque a lo mejor fue un dibujito sin importancia, pero a lo mejor vio lo que hizo el otro, vio lo que el otro piensa. Ver cómo nos ven. Eso es una norma en psicoterapia, que casi siempre es diferente a cómo nos vemos nosotros mismos. Todo eso es importante en psicoterapia y la manifestación artística, además de bonita, es muy interesante para entrar en el mundo de las personas. Las defensas psicológicas de las que tanto habló Freud, y de las que tanto hablamos los que nos dedicamos a trabajar en el campo de la psiquiatría y la psicología, a veces no permiten que las personas se den cuenta en qué situaciones están. Y sin embargo se expresa en un dibujo, en una pintura.
Luego de este tipo de talleres psicoterapeúticos con los pacientes, ¿se les daba seguimiento a algunos de ellos?, ¿podían conocer de sus comportamientos en los entornos normales de sus vidas?, ¿existía algún tipo de evolución?
Es difícil decirte que fuera por el asunto del arte terapia que ellos mejoraran. Porque nosotros siempre usábamos el arte terapia como técnica de apoyo. Como una técnica que apoyaba la línea psicoterapéutica, psicológica. Nosotros ingresábamos a los pacientes por un período de tiempo y después les dábamos un seguimiento, luego del alta, por un período de dos meses. En esos dos meses nosotros valorábamos cómo ellos se iban reincorporando a sus vidas. Y realmente en el equipo que laborábamos, logró un alto por ciento de personas que no reingresaban. Eso fue un estudio que llegamos a hacer en algún momento hace ya unos cuantos años. Ahora, la neurosis es una enfermedad crónica: por lo tanto, es muy difícil decir o saber si se curó.
Sí hubo algunas modificaciones dentro del programa psicoterapéutico que pude poner en práctica, también con la aplicación de la medicina natural y todo un amplio programa terapéutico. Debo decir que logré en un altísimo por ciento la reducción de los psicofármacos. Prácticamente me sentía obligada, porque les dabas la receta de diazepam o de clordiazepóxido a los pacientes y ellos te decían: “Bueno, doctor, pero no hay”. Te estoy hablando de un Período Especial donde la situación con los medicamentos era muy complicada… La alternativa a este problema la encontré en la medicina natural que, según mi criterio personal y la experiencia que tuve, es magnífica. Pero nunca la usé sola. Lo introduje dentro del programa psicoterapéutico. Se trabajaba psicoterapéuticamente al paciente desde varias aristas, entre ellas, importantísima, el arte terapia.
Entre la técnica de arte terapia y los psicofármacos, en su opinión como especialista, ¿cuál es más afectiva en los pacientes?
Los medicamentos tienen su uso y son muy importantes. Porque los medicamentos mueven los caminos neurotransmisores. El cerebro y la función síquica surgen a partir de una serie de mecanismos eléctricos que ocurren en el cerebro y esos mecanismos eléctricos ocurren por los neurotransmisores. Y se llaman transmisores porque transmiten el impulso nervioso de una célula nerviosa a otra. Esto ocurre en miles y millones de neuronas. Tú tienes tu idea, porque tienes miles de conexiones cerebrales que dan esa idea. Entonces los medicamentos funcionan a nivel de las estructuras cerebrales y facilitan que la persona mejore su estado de salud pero no por amor al arte, sino porque hay cambios bioquímicos en el cerebro. ¿Qué es lo que sucede? Que hay muchos medicamentos de estos que, a veces, tienden a disparar mecanismos de adicción, además de que la mayoría de ellos traen reacciones secundarias, sobre todo los más fuertes, los que se llaman medicamentos sicóticos: desencadenan lo que se llaman reacciones extrapiramidales, que son muy molestas para el paciente. El medicamento en algunos pacientes no se puede sustituir y, mucho menos, con una técnica que es coadyuvante, que no puede ser única. Por ejemplo, Wölfli estuvo ingresado en un hospital psiquiátrico toda la vida. Pintó cosas preciosas con su horror vacui, pero yo supongo que él haya tenido que tomar medicamentos toda la vida: estaba diagnosticado con una enfermedad que requería que en su cerebro hubiera una sustancia que modificara el tipo de estructuras bioquímicas que le producía sus delirios, sus alucinaciones, su agresividad.
El sujeto que se dedica a hacer arte espontáneamente es porque esa es la vía que encontró para expresar su conflicto, su trauma, sus dolores, sus agobios. Porque a veces tiene una idea delirante o una voz que le está hablando, que lo está agobiando y entonces él encuentra en esa actividad artística la forma de expresar lo que de otra manera no logra. O de aliviar la angustia, la ansiedad que eso le crea. Por ejemplo, hay artistas alcohólicos y de esa manera logran expresar la angustia que les genera ese alcoholismo. O los traumas que lo llevaron a convertirse en alcohólico, que no siempre es un trauma, pues quizás empezó a ser un bebedor social y no paró, pero entonces tiene la angustia del problema social que le trajo el alcoholismo. El arte ayuda y considero que es una vía magnífica para que la persona abra sus horizontes, para que la persona encuentre más caminos, para que la persona sea reconocida. Porque, por ejemplo, dondequiera que tú vayas por ahí, tú puedes escuchar la frase “El loco este”, y a pesar de que yo misma tengo por ahí un artículo que le puse “Arte de locos” –no lo digo en el sentido peyorativo– pero es el sentido peyorativo el que más se utiliza socialmente: “ese es un loco”, aunque sea en broma, aunque se hable de una persona que no está loca. Pero que sus características, su personalidad le dictan que está loco. Entonces, sí, son enfermos. Y hay que ayudarlos para que su vida sea más adaptativa, lo mismo que si es sicótico o si no lo es.
La medicación es fundamental en algunos casos o en muchos casos. Pero cuando se trata de trastornos que, psicoterapéuticamente pueden ser manejados, la psicoterapia es mucho más útil que el medicamento. En el hospital en el que trabajaba, todos los pacientes llegaron tomando medicamentos. Yo nunca me negué a que lo tomaran, pero yo no se los indicaba. Entonces, en el programa terapéutico, se les explicaba desde el inicio para que conocieran el tipo de tratamiento que iban a recibir ahí, en qué consistía el tratamiento. Se les explicaba qué iban a hacer en esos talleres que eran eminentemente psicoterapéuticos y que ellos podían tomar sus medicinas. A algunos síntomas se les indicaba acupuntura y eso, junto con la psicoterapia, era mágico. A veces ellos llegaban a la consulta y yo les preguntaba cuánto estaban tomando de medicamentos, y ellos me decían: “Doctora, hace bastante tiempo que no los estoy tomando”, o me decían también: “Doctora, yo los empecé a disminuir”. Porque ellos mismos empezaban a darse cuenta que no los necesitaban y que se les iban por encima las reacciones secundarias, como por ejemplo la somnolencia, la sequedad en la boca, que no son nada grave pero son molestas. Siempre les dije también que no podían disminuirla de golpe. Por eso es que estaba atenta también. Y les preguntaba cada vez que iban a consulta para que no les surgiera lo que se llama síntoma de rebota, o sea, los suspenden bruscamente y empiezan los síntomas a aparecer.
Dentro del Art Brut hacen la obra. Trabajan la obra. Y sabemos que eso les sirve de aliciente, ya es algo extraordinario, de liberación de sus demonios. Porque a veces esas alucinaciones y esos delirios los están persiguiendo, los quieren matar o les ordenan que hagan algo.
¿Qué opinión tiene usted sobre los fines de lucro de la obra Art Brut?
Saber que una persona haga algo, sin tener la más mínima idea de que eso le va a proporcionar una economía, y que lo haya hecho por una motivación interna que saca de su interior, con esa ingenuidad, que no estoy hablando de la pintura ingenua, y espontaneidad, por el amor al arte, eso es el arte por el amor al arte. Al arte que ni siquiera sabe el autor que es arte, que eso no se puede perder nunca de vista. Podemos hablar del caso de Martín Ramírez, que se murió en la más absoluta pobreza, y quien empezó a lucrar su obra fue el siquiatra que lo atendió. Ese siquiatra era el que le facilitaba los materiales, cuando se dio cuenta de que él pintaba hasta en un pedazo de papel de carpeta. Martín seguía escondiendo las cosas, pero ya luego no estaban tan escondidas, sino que el siquiatra las iba obteniendo. Hans Prinzhorn, que fue el primero que comenzó a fijarse en este tipo de expresión, que comenzó haciendo un libro porque además de ser siquiatra era historiador del arte, era una persona con una gran sensibilidad por esto. Y empezó a notar cómo sus pacientes pintaban espontáneamente sin que nadie los mandara y también empezó a recoger las obras y luego las publicó en un libro. Creo que es importante que las personas que están alrededor de este tipo de autores no ejerzan ningún tipo de presión sobre ellos para que su obra la confeccionen, la produzcan en función de la comercialización. Si la comercialización viene después de una galería donde se expongan y vienen las personas interesadas y quieren comprar, maravilloso, porque esa persona va a vivir de su arte. Es muy probable que hasta mejore su estilo de vida, mejore su nivel de vida. Cuando hablo de estilo de vida también incluimos que ese artista sea reconocido, incluso, entre su familia, entre sus vecinos. Y en la sociedad. No es solamente hacerlo para que lucre otra persona o para que lucre él. Creo que lo más importante es que la persona se sienta importante en la vida. Lo va a sentir en la medida en que lo reconozcan y en la medida en que él se sienta útil, que se sienta capaz de hacer cosas: cosas buenas para la vida, para los demás y para la sociedad.
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Nacida en Santa Clara en 1977, ella es la autora de un libro testimonial sobre el Art Brut, sobre las creaciones, los sueños, los desvelos… de siete artistas cubanos. Y tiene por título El aullido infinito, y fue publicado en 2015 por Ediciones La Memoria, el sello editorial del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana. Según ha expresado Yaysis en su perfil de Facebook –18 de octubre de 2019, 4:29– tiene otro similar en preparación: “ (…) mi próximo libro de testimonios y ensayos de Art Brut [en Cuba], ‘La Piel del Grito’. Fue un inmenso placer recorrer la Isla de Occidente, Centro a Oriente, para conocer [a] grandes artistas; acercarme a sus realidades, a sus modos de asumir la vida a través del Arte, escucharles e intercambiar diálogos y criterios”. [Nota de los Editores]. ↑