¿Cuáles son las motivaciones intelectuales y prácticas que te llevaron a optar por esta rama del diseño?
Pienso que me sentía más cómodo en el campo de lo industrial a la hora de crear, a pesar de gustarme mucho el diseño gráfico. Tenía mejor vibra con lo técnico y sus posibilidades.
El diseño industrial es un campo de una fertilidad constante, nuevos materiales, tecnologías, procesos de fabricación. Es un mundo que va desde la moda hasta el futuro de la humanidad fuera de la tierra. Mezcla desde el arte hasta los procesos de ingeniería más avanzados. Lo “de fértil para producir”, en Cuba, es difícil desde cualquier punto.
¿Cuáles son los productos prioritarios en tu trabajo de diseño interior? ¿A qué se debe esa selección?
Me gusta trabajar la iluminación y el mobiliario, también el diseño de interiores como respuesta a tener un entorno controlado. Son escalas en las que siento una zona de confort para mi trabajo. Y, además, puedo diseñar elementos que sé puedo llevar a fabricar y sin tener grandes contratiempos.
¿Quiénes han sido los principales destinatarios de tu trabajo? ¿Produces los objetos según la oferta y la demanda, o a partir de una iniciativa personal? ¿Cómo articulas o armonizas las exigencias que provienen del cliente y las que emergen de tus criterios personales?
Los principales clientes del Estado son la Oficina del Historiador, CIMEX y diferentes empresas con diferentes escalas de trabajo. El turismo fue desde un principio el motor que movió una gran inversión y allí estuvimos trabajando desde que me gradué en el Instituto Superior de Diseño (ISDi).
También se hacen pequeños trabajos para clientes particulares y cooperativas no agropecuarias de la construcción que trabajan con el criterio llave en mano. Con los clientes siempre se hace un trabajo de mesa y resolvemos un diseño coherente para todos. En mi caso especial, como soy productor, también requiere de ciertas adecuaciones para mis propias condiciones.
¿Podrías enumerarnos algunos diseños y producciones que te han resultado satisfactorios? ¿Cuáles son las peculiaridades conceptuales y estéticas que distinguen a tus creaciones?
He realizado muchos diseños desde mi graduación en los lejanos años 90. Fueron muchos hoteles en aquel “boom” de los noventa y su posterior Período Especial. Las estéticas cambiaban mucho desde el hotel Santiago, con José A. Choy; un hotel Cohíba, con González Romero, o un hotel como El Telégrafo frente al parque central de La Habana. Todos tuvieron sus características y fueron una escuela desde muchos sentidos. Participé en concursos y colaboraciones de trabajo. Desde hace varios años tenemos nuestro propio Estudio de diseño, con mi esposa la arquitecta Mónica Jiménez, y realizamos propios diseños con nuestro taller alternativa. Mi estética tiende a la creación de espacios y objetos contemporáneos, en dependencia de los encargos, las zonas de la ciudad o los criterios propios de la conceptualización. Cargamos más o menos algunas fusiones de estilos o criterios de tendencias internacionales de diseño. En mi caso, no soy muy dado ni a lo “vintage” ni a lo “retro”. Admiro las creaciones de todas las épocas y su gran calidad. Pero siempre me acercaría desde una visión actual.
¿Cuál es la estrategia de producción de los objetos? ¿Contratas la producción o la asumes por cuenta propia?
Empezamos contratando y, ahora, asumimos una gran parte. Siempre hay zonas del proyecto que necesitas contratar. Es imposible tratar de abarcarlo todo.
Todo aquel material añadido al diseño de mueble que realizamos –como es el caso del metal, de la fibra natural, las resinas, etcétera– debe ser solicitado como producción añadida a la nuestra. Pero, indiscutiblemente, todos enriquecen nuestro trabajo final.
¿Posees un mecanismo factible para el cobro de las producciones contratadas? ¿Tienes algo que objetar y sugerir en este escenario específico de las transacciones económicas?
Trabajamos básicamente con la Fundación Caguayo desde nuestros inicios. La misma facilita la contratación y el pago en la menor brevedad posible. Son exigentes con el tipo de trabajo que comercializan y su trabajo es destacado dentro del sector.
Sí debo señalar que el por ciento de representación varía y, en mi opinión, es excesivo para el desarrollo de la actividad. Y esto lo hago extensivo al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC). Además, no contamos con una ley de empresas que permita el trabajo independiente desligado de estas instituciones, donde podríamos decidir un nivel de importaciones en función de viabilizar nuevos diseños; tendencias, sin tener que pedir tantos permisos.
¿Podrías hacernos un balance valorativo sobre la situación del ámbito específico en el que te desenvuelves como diseñador?
Existen espacios para la actividad de diseño, pero limitados a las condiciones económicas y tecnológicas, que redundan en una imagen siempre artesanal y de semi terminación del producto final. En los últimos años muchos diseñadores se han tenido que abrir un camino en el campo de la producción para lograr ver sus trabajos realizados con la calidad mínima.
Tenemos otro lastre y es que la actividad de proyectos es muy mal pagada y las grandes obras que el gobierno realiza se encargan a equipos extranjeros, como todos sabemos, con la hotelería en Cuba. Un mercado abierto al sector privado, combinado con el estatal en cuanto a distribución y comercialización, sería un gran paso para el trabajo de los diseñadores cubanos y sus potencialidades creativas. Y no solo de cara al mercado cubano sino incluso a la exportación.