La revista Artcrónica, en su número especial dedicado a la arquitectura cubana, ha querido rendir homenaje a cuatro grandes figuras que han hecho relevantes aportes a la cultura del país desde diferentes ángulos y perspectivas: Daniel Taboada, el elegante caballero de la restauración y conservación de gran parte de los principales monumentos arquitectónicos del país; Vittorio Garatti, quien creó obras que son parte del patrimonio de la arquitectura insular de todos los tiempos; Andrés Duany, que nos enseñó a valorar en su justa dimensión el tesoro que guarda el patrimonio urbano de la Isla y nos entregó desinteresadamente las herramientas para su manejo. Hemos considerado también que la presencia de Isabel Rigol sería imprescindible dentro de esta iniciativa editorial de diálogo. Ella es una de las figuras más reconocidas en nuestro medio por su prolífera labor nacional e internacionalmente en el tema de la “Conservación y Restauración de Monumentos”.
Artcrónica: Isabel, a partir de una larga trayectoria profesional –ampliamente reconocida– y subordinada a la Conservación y Restauración del Patrimonio, nos gustaría saber: ¿te queda alguna aspiración o cierto deseo profesional por cumplir?
Isabel Rigol: Como ya tengo bastantes años de edad, mi aspiración fundamental es que me acompañen la energía y lucidez necesarias para poder continuar contribuyendo a la conservación de nuestro patrimonio. Otra aspiración es la de ver que la conservación patrimonial tenga cada vez más prioridad en el país.
Fuiste la fundadora y directora del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) desde 1981 hasta 1996. Allí irradiaste tu sabiduría y pasión por la conservación del patrimonio construido de la nación, frágil y a veces amenazado. Formaste especialistas a lo largo de toda la Isla y facilitaste becas en centros claves de la conservación del patrimonio en el mundo; contribuiste a las declaratorias para Monumentos Nacionales y Patrimonio Mundial; acogiste eventos, seminarios internacionales, conferencias… En resumen, ayudaste a colocar a Cuba en un lugar destacado en el mapa elitista de la conservación del patrimonio mundial. Según tu criterio, ¿cuál de estos logros te satisface más? ¿Qué circunstancias provocaron la desaparición del CENCREM?
Estimo que ayudar en la formación de decenas de especialistas de todo el país, y también de algunos de la región, fue el logro más importante.
El CENCREM desapareció en 2010, muchos años después de que yo me trasladara a la Facultad de Arquitectura. Pero debo reconocer que, en mis tiempos, tuvimos un gran apoyo del Ministerio de Cultura y de la UNESCO. El equipo interdisciplinario de trabajo que se reunió allí, compuesto por arquitectos, historiadores, restauradores de obras de arte, biólogos, químicos, etcétera, fue excelente. Todo eso permitió alcanzar resultados importantes. En los noventa terminó el apoyo financiero de la UNESCO y del PNUD; los recursos del país fueron más limitados; muchos de nuestros mejores especialistas se fueron a otros lugares y algunos lamentablemente fallecieron. Pero a pesar de todo esto, si el Ministerio de Cultura hubiera entendido el gran potencial que todavía poseía ese Centro como impulsor del desarrollo científico técnico de la conservación del patrimonio en el país, no lo habría clausurado, no habría renunciado al mismo.
Se perdían además los cuantiosos recursos financieros y esfuerzos humanos invertidos. Por si fuera poco, el antiguo Convento de Santa Clara (sede del CENCREM) en La Habana Vieja, que había sido casi totalmente restaurado, se abandonó y fue deteriorándose cada vez más hasta encontrarse parcialmente en ruinas. A mi juicio, se trató de un grave error.
Felizmente, la Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, ahora lo está rescatando para instalar allí un nuevo centro regional de formación, apoyado por la UNESCO y la Unión Europea.
De tus múltiples acciones como asesora, consultora o participante en seminarios y congresos, desde la Comisión Nacional de Monumentos, ICCROM, UNESCO, PNUD, ICOMOS, World Monuments Fund, entre otras, ¿cuál valoras como más gratificante y trascendental en tu vida profesional?
Todas esas experiencias de una forma u otra han sido trascendentales en mi vida. Entre las actividades más gratificantes, que he realizado, se encuentran las consultorías realizadas para ICOMOS con respecto a las evaluaciones de sitios nominados al Patrimonio Mundial de la UNESCO y los monitoreos de lugares ya inscritos. Aprendí mucho de ellas. Conocí lugares preciosos y personas maravillosas, sobre todo en América Latina y el Caribe.
¿Qué postura ética y cultural aconsejarías a las nuevas generaciones de arquitectos cubanos?
Les transmitiría que sean persistentes en la defensa del patrimonio cultural, aunque no se vayan a dedicar precisamente a la conservación del mismo. En cualquier caso, se trata de su herencia y de una fuente inspiradora para la nueva creación. No porque deban imitarla, pero sí reinterpretar y readaptar cuidadosamente los valores del pasado. Les recomendaría que reflexionen seriamente en la relación entre lo nuevo y lo viejo, ejercicio bien difícil y, por cierto, igual de imprescindible.
Deben aceptar que cada época, cada tiempo, tienen sus propias expresiones, pero lo deseable es que estas se sumen. Y no que lo nuevo aplaste o destruya lo preexistente y valioso.
Es necesario que piensen mucho en cómo lograr un hábitat humano, hermoso y sostenible para todos. Y que los viejos lugares y las edificaciones, cuando se rehabilitan de forma inteligente y sensible, pueden perfectamente ofrecer estas posibilidades.
Les sugeriría también que no olviden nunca que la arquitectura y el urbanismo son parte fundamental de la cultura: y no la mera técnica o construcción que es utilizada para materializarlos.