David Mateo
¿Podrías comentarme sobre los principios o programas que han pautado tu labor de maestro en el ISA?
En los diez años que he estado en el ISA no ha habido un programa al cual me haya supeditado. De hecho, cada nivel realiza su propio programa, y creo que es una ventaja y un inconveniente ¿Por qué razón? El ISA no tiene una política o una filosofía definida. La tuvo en los años 80, porque un grupo de artistas profesores pensaban de manera similar, pero hubo un cambio de intenciones en los artistas y en el arte después (de los 80 hacia acá), y desde entonces ha habido muchas contradicciones en los términos de la política o la filosofía de la institución. Cada curso hace su programa, lo redacta. Aunque es una institución en la que los profesores van y vienen constantemente, se ha hecho una reducción de los programas relativos a los talleres, lo cual quiere decir que la pedagogía se ha convertido en un taller de crítica continuo, y ese taller de crítica, si te pones a pensar, termina siendo, lógicamente, un taller acerca del lenguaje del arte. O sea, nosotros no enseñamos habilidades, no vemos dentro de este tiempo de estudio, de taller, cómo los estudiantes están realizando las obras. Ellos tienen sus proyectos, nosotros los discutimos y después evaluamos el resultado. Esa es la base, es lo que quizás la gente entiende como programa en el ISA, pero esa base tiene muchísimas variantes, muchísimas ramificaciones. El ISA no es programático, no tiene una visión a largo plazo.
No tener un programa es una deficiencia porque hay muchas contradicciones en los grupos, y en muchas ocasiones los profesores no se interesan por lo que ha hecho el profesor anterior, por las obras que han realizado los estudiantes durante su trayectoria, a mí me parece que eso es fundamental. He visto que hay profesores buenos, pero no llegan al alumno por la sencilla razón de que en el año anterior ya se cubrió parte de las expectativas de esos alumnos. Esa es una de las deficiencias del ISA, porque no nos interesamos los unos por los otros, hay una individualidad grande, una falta de cooperación entre los profesores. De hecho, durante muchos años, hubo siempre una especie de competencia entre el profesorado.
En mi caso, siempre me ha interesado el lenguaje del arte. Hace unos días estaba viendo un documental sobre el conceptualismo y hay una parte en la que uno de los artistas, profesor igual, aconsejaba a sus alumnos que cuando tuvieran alguna relación con un galerista o un curador no le hablaran, o se hicieran los tontos o los borrachos, porque así no habría una contradicción en cuanto a lo que piensa el artista y lo que piensa ese intermediario o agente que te va a conectar con la otra parte del contexto. Creo que eso es una de las cosas que ha sucedido en el arte y de las que a mí me interesa tratar en el ISA. O sea, el artista, si es un intelectual, debe tener voz propia y no dejar llevarse por la corriente, es algo que está en mi programa pedagógico.
Siempre, desde que fui estudiante, me molestó mucho que en la educación artística hubiera un programa hegemónico, colonizador inconscientemente si se quiere, no solo en Cuba sino en cualquier parte del mundo. Las enseñanzas artísticas se dan por asociaciones hacia maestros del arte, y estos maestros están fuera política y geográficamente del área donde vivimos. Por eso tú escuchas la frase: “pintas como Rembrandt”, o “tu obra tiene que ver con Goya”. Entonces el profesor te muestra a Goya y te dice: “tienes que seguir por aquí”. Estos son los parámetros que tenía Goya para entenderse como arte, y esa es una visión muy reducida de la creatividad. Tú tienes que montarte sobre un personaje que ya todos conocen, primero para que te entiendan (entre comillas), y luego para que la gente vea que tú eres conocedor de la Historia del Arte y que tu trabajo tiene valor. Esa fue una de las razones por la cual decidí crear el Laboratorio de Nuevos medios, hace ya más de diez años, porque los Nuevos medios no tienen una historia sólida en la cual tú tendrías que montarte para hacer arte; y eso me servía a mí como plataforma para discutir sobre los procesos creativos. Una de las cosas que hago en nuestro programa es no dar referencias o plantearle un modelo al estudiante de acuerdo con lo que está haciendo, sino plantearle un problema que tendrá que resolver. Por supuesto, él por otro lado tiene esa relación con la historia porque está estudiando otras posibilidades, otras materias. En el caso práctico de la ejecución, la idea es poner problemáticas que el estudiante deba resolver con la mayor libertad posible.
La otra cosa que me resultó muy importante en el ISA fueron los pequeños detalles, que a lo mejor no tienen que ver exactamente con el arte, pero sí con temáticas como la organización, la disciplina, etc. Mi fama en el ISA, aparte de pesa’o, es por la exigencia. Mis alumnos tienen que forjar una disciplina de trabajo. Siempre he dado clases en segundo año; nunca he aceptado otro nivel que no sea ese por varias razones. Segundo año es un grupo que ya está sintonizando, cosa que no ocurre en el primero porque los estudiantes provienen de diferentes escuelas. Los profesores de primer año tienen la tarea de encauzarlos para que el grupo tenga una expresión y que se entiendan unos con otros. Segundo año ya viene con esta sintonía y son más receptivos. En tercer año son pretendidos artistas, y en cuarto ni te cuento, las discusiones son interminables, no podrías poner ejercicios, bueno, no sé cómo resuelven ese dilema los profesores de esa etapa. En mi caso, la disciplina favorece esa estructura, que sean más receptivos a la hora de enfrentar los problemas.
Ahora en el ISA trabajamos en grupos, ya no hay manifestaciones, no hay talleres de especialidades, son varios profesores de varias especialidades que reúnen a todo el grupo, reciben los proyectos y discuten sobre esos proyectos y esas obras realizadas. La otra cosa, en este punto, es que hemos tenido muy pocos contactos. Solo he oído el feedback de los profesores de primer año y de algunos de tercero, pero nunca he estado en sus clases, no me gusta interrumpir las clases de otros, no me gusta tampoco que lo hagan conmigo. Nosotros no intercambiamos criterios sobre las cualidades que pueda tener el proyecto, sí hablamos de lo que está mal. Eso es a veces chocante para los alumnos porque la crítica es muy agresiva, aunque creo que solo es una primera impresión, después se dan cuenta de que los estamos ayudando.
En realidad lo que hace el profesor es un acercamiento a procesos creativos, ya lo demás tiene que descubrirlo el propio estudiante. De cualquier forma, siempre he pensado que el arte es una estafa, mientras mejor eres considerado mejor es la estafa. Al final, nosotros enseñamos a estafar, a hacer creíble esa cosa que se llama arte, que puede ser y no ser, dependiendo de la circunstancia, del momento y del lugar donde estés. Como tú sabes mi obra viene de la antropología, y aunque yo he negado luego la antropología por ser la ciencia de la colonización, todavía tengo esos impulsos antropológicos, y para el tipo de obra que estoy haciendo ahora, que tiene mucho más que ver con los procesos dentro del arte, con los procesos políticos dentro del arte, cómo se llega a ser artista, quién decide lo que es arte y cómo lo decide, para mí es todo un laboratorio. Es una satisfacción porque estoy comprobando continuamente algunas ideas que tengo, que no provienen de lo que realizan los estudiantes sino de sus comportamientos. Y también cuando veo algunos de los estudiantes, ya con una carrera exitosa o llamativa, y que mantienen una ética, eso también es una gran satisfacción para mí, por supuesto.
La única insatisfacción que tengo es con el medio artístico cubano, que es muy mediocre, sobre todo en lo que se está convirtiendo ese medio, muy apolítico, edulcorado. Creo que nosotros los profesores no estamos trabajando para eso, estamos trabajando para que el artista, o ese estudiante que será artista en el futuro, tenga un sentido panorámico amplio de lo que puede ser la creación y no quedarse en esa negociación, en este lobby que continuamente está fomentando el arte cubano… Quizás yo no tenga razón, al final la historia te pasa por arriba. Uno intenta ser persistente con algo que ya es agua pasada. Pero a mí me da mucha insatisfacción ver cómo todo lo político se ha edulcorado, se ha convertido en un valor de cambio. La mayoría de los grandes tópicos del arte cubano, como el negro, la mujer, los temas sociales, el género, etc., se han convertido en algo pasado por agua. Por supuesto, hay excepciones.
Me da mucha gracia porque cada vez que hablan de mi trabajo dicen que es críptico, y creo que definir a un artista como críptico es un comentario apolítico. Creo que la realidad dentro del arte es entender el medio artístico, entender el arte como tal. Si tú vas a ser un intérprete de ese arte, tú no puedes entender las cosas como crípticas sino valorarlas como son, como te las propone el artista. Tienes que tener un bagaje, un acervo que te fundamente y dé pie para enlazar las cosas que estás viendo, esos mensajes que te están llegando… Yo creo que todo esto cambiará de alguna manera, no es posible que sea eterno.
Siempre he creído que el gueto artístico, como yo le llamo, es un reflejo de la política gubernamental del país, es decir, del poder. Y lo que está sucediendo ahora es eso, un reflejo de un cambio edulcorado, apuntalado, y si se quiere neoliberal. Esa situación la reproduce el artista cubano hoy día, y me duele porque he visto, por ejemplo, algunos muchachos que han pasado por el ISA, que hacen una obra totalmente vacía, puramente estética, y el ISA no es una escuela que fundamente lo bello por lo bello, es una escuela lógica acerca del lenguaje. Nosotros no prohibimos que la gente pinte, pero decimos: “ok, si lo vas a hacer tienes que saber por qué lo haces”. Goya sabía por qué pintaba, y fíjate, te estoy citando los personajes famosos para validarme; Stella lo sabía, Warhol también, hay miles de artistas que estaban montados dentro de un programa que llevaron durante toda su vida, un programa que tenía un sentido… Últimamente se ve que hay un tipo de arte que es como muy light, muy suave, y es además el arte que se promueve. Imagino que sea un reflejo de este cambio que estamos teniendo. Yo sé que la gente está cansada del arte como política, que el tema político en el arte da buenos dividendos y mucha gente está cansado de eso. Pero me parece que irse al otro extremo significa lo mismo. Lo que no aceptamos nosotros los cubanos es que nos hablen de la política del arte. Yo no incito a mis estudiantes a que hagan eso, y no los puedo incitar porque mi intención no es la de crear grupos de seguidores o fanáticos de mi obra, como muchos otros profesores han hecho. Estoy en contra de eso, abogo por que el artista sea individual, tenga su voz y su pensamiento, y una decisión política propia, no la que otros le impongan.
¿La decepción sobre el contexto artístico no ha menguado tu voluntad pedagógica?
Eso realmente no me hace mella, porque cuando tú ves a los muchachos interesados en lo que tú les estás proponiendo, sientes una gran satisfacción, te das cuenta de que están aprendiendo. Para mí han sido fascinantes estos diez años de pedagogía en el ISA, trato de no perderme ni un solo día de clases. Además de la deuda que tengo con profesores como Juan Francisco Elso, Ever Rojas o Emilio Rodríguez, que fueron mis primeros maestros y que me inculcaron muy buenas ideas. Creo que la única manera eficiente de hacer pedagogía en el arte es creando en el acto mismo de enseñar, es como hacer una obra in situ para esas personas.
Una de las cosas que a mí me fascinan del ISA es que tú puedes crear tu propio programa, porque eso siempre fue una carga para los profesores de arte: incorporar un programa que no era de ellos, y que podría ir incluso en contra de su filosofía, en contra de su manera de pensar. Eso le pasó a Elso Padilla y a muchos profesores de San Alejandro en mi tiempo de estudiante. Se dice incluso que la Escuela Elemental cerró porque los metodólogos estuvieron en contra de que los profesores hicieran cosas fuera del programa, y lo mejor que tuvo la Elemental fueron los programas que crearon esos tres profesores: Elso, Rojas y Emilio Rodríguez, un programa diseñado para estudiantes de esa edad, los estudiantes no estaban obligados a aprender nada, lo único que hacían era jugar. Ellos nos llevaban a la playa y allí empezábamos a jugar, a divertirnos, y poco a poco comenzábamos a crear obras dentro de los ambientes en los que compartíamos. Y, por supuesto, obtuvimos mayores conocimientos, mayor velocidad de aprendizaje, en comparación con las clases convencionales dentro de un estudio intentando reproducir un objeto o una figura de la realidad. Ese estado de creatividad libre, abierta, dentro de la enseñanza es muy importante. Ese mito de que si eres un buen artista puede que seas mal profesor es falso, si tú eres buen artista con seguridad podrás ser también buen profesor, porque vas a estructurar tu programa y a llevarlo a cabo con la misma pasión con la que creas tu obra.