“… uno tiene todo el derecho como ser humano de elegir y quedarse con Lautréamont, la poesía de Bashō, las palabras de Louis-Ferdinand Céline, en vez de cambiar y convertirse en una bestia, un mediocre, una persona absorbida completamente por la banalidad”. René Francisco
Magaly Espinosa
La presente publicación tiene como propósito acercarse a las movedizas arenas de la enseñanza del arte y de las relaciones entre Arte y Pedagogía. Este tema es tan amplio y complejo que los lectores podrán apreciar cuántas valoraciones y reflexiones abren la puerta a cuestiones que aquí solo están esbozadas, mientras que otras incitan a pensar y sobre todo a comprender, qué se ha perdido y qué se mantiene del proyecto de la enseñanza artística en nuestro país. Desde esa perspectiva se ha concebido su estructura en tres partes: los análisis iniciales y comentarios escritos por profesores de amplia experiencia; las entrevistas a artistas-profesores, y una tercera parte relacionada con el campo del capital cultural en cuanto a maestrías y doctorados concluidos o en curso.
El dilema comienza cuando los pedagogos no conocen sobre arte, ni tienen la sensibilidad para entenderlo y quieren aplicar las mismas leyes que rigen en el resto de la enseñanza, por eso es muy estimulante encontrar pedagogos con la sensibilidad y los conocimientos para la apreciación artística.
Hacer futurología desde el arte es imposible; cualquier tendencia, tema o género que consideremos agotado nos puede sorprender con una perspectiva inédita. Pero a la pedagogía, en calidad de ciencia, sí le está permitido el pronóstico, y desde diferentes perspectivas, es un arma que impulsa el desarrollo del arte y el proceso artístico en sí mismo.
Hago referencia al tema del pronóstico porque es una de las aristas que con mayor insistencia vemos aflorar en las entrevistas. Las consideraciones del estado actual de la enseñanza artística y las predicciones de su futuro, junto a su significado para el arte, nos ayudan a conocer y a comprender el presente, estimulan o desestimulan, sabiendo que el talento fluye mejor cuando se le sabe guiar.
Las entrevistas están preñadas de vivencias, recuerdos, riesgos asumidos. En ellas, palpita un amor visceral por los años dedicados a la vida en el aula, la añoranza de quienes ya no la ejercen y, sobre todo, lo que más impresiona es cómo la propia práctica artística maduró en el seno del intercambio entre artistas-alumnos y profesores, cómo de ello se desprende la línea evolutiva de la pedagogía artística cubana y su influencia sobre el arte.
Encontraremos interpretaciones acerca de complicados problemas del orden: ¿qué pasa con las polémicas actuales alrededor del arte, con el concepto arte, y las relaciones con la institución que lo representa, con la forma de asumir su mercado? ¿Dónde localizar programas innovadores que motiven y sintonicen con las preocupaciones artísticas? Estas interrogantes abordadas en las entrevistas, tienen una significación particular por la relación que mantienen con los proyectos docentes, con las experiencias creativas grupales y la docencia en las aulas en forma de talleres, clases y conferencias.
Veamos algunos ejemplos: el proyecto docente de carácter multidisciplinar, impulsado por el artista Henry Eric, relaciona arte y ciencias sociales y es una de las propuestas pedagógicas innovadoras que valdría la pena conocer y discutir. En una parte de su entrevista él afirma: “Nadie está inventando ‘el agua tibia’ en la pedagogía del arte en Cuba, solo se trata de cómo tú generas, en momentos determinados, ciertas dinámicas” […] Yo creo que van a salir cosas buenas. Esto se conecta de cierta forma con el trabajo pedagógico que hizo Tania Bruguera. Yo le digo siempre a la generación de Celia y Yunior, Javier Castro, y otros que, en parte, la visibilidad que ellos lograron como generación y como artistas, fue a través de ese proyecto pedagógico…”.
Su visión de los artistas que estudian en el ISA es alentadora, quien lo conoce sabe que es un “luchador” en el sentido de que soluciona situaciones que desanimarían a otros.
También en la lectura de estas páginas hay emotivas vivencias, como las que narra Eduardo Ponjuán: “Lo que hacía era aplicar esa mayéutica que había aprendido con Flavio. Es una idea muy interesante que parte del hecho de que el otro lo tiene todo dentro. Una concepción que sostiene que lo único que hay que hacer es sacar el saber que cada uno lleva por dentro. Y todavía estoy seguro de que es casi así. Pero también está la parte social, lo que te va modelando del medio, las exposiciones, el choque con otras estéticas… A veces agarraba a alumnos de los que nadie quería ser maestros… Atendí también a estudiantes que la gente rechazaba porque hacían un arte que nadie entendía o porque eran pintores. Mis clases eran abiertas, las terminé dando debajo de los árboles, en vez de en las aulas que tenían mucho eco…”
Interpretaciones de cómo se concibe en el presente la enseñanza en la Facultad de Artes Visuales nos la brinda el artista Luís Gómez: “Ahora nosotros en el ISA trabajamos en grupos, ya no hay manifestaciones, no hay talleres de especialidades, son varios profesores de varias especialidades que reúnen a todo el grupo, reciben los proyectos y discuten sobre esos proyectos y esas obras realizadas… lo que hace el profesor es un acercamiento a procesos creativos, ya lo demás tiene que descubrirlo el propio estudiante…”.
Por su parte, Ruslán apunta: “El ISA fue un sitio generador de pensamiento, de cultura, de debate hace algunos años. Yo recuerdo los cuentos que me hacía René Francisco de los requisitos estrictos que había que tener para formar parte del Club de lectores de Ponjuan, pero todo eso ha quedado en la nostalgia y a partir de la nostalgia es muy difícil construir nuevos caminos…”.
Estas reflexiones son algunos de los acercamientos al tema que, como antes señalé, aportan visiones personales del tiempo trascurrido en las aulas. Dentro del conjunto, pueden ayudarnos a comprender en qué medida el proceso ha sido intenso y duro, plagado de incomprensiones que inducen malos augurios porque, en apariencia, parece que se trata de la enseñanza, cuando realmente, tras su paso están las actitudes actuales hacia el arte, las desiguales relaciones con el mercado, la insuficiencia de especialistas con experiencia, las debilidades de la política pedagógica, que como todo lo vinculado al arte tiene su propia dialéctica, sus características y leyes.
Parece que no nos encontráramos frente a un final feliz, sin embargo, pocas prácticas artísticas de nuestro tiempo cuentan con sucesos, acontecimientos, amores y odios, como los que emanan de estas narraciones.
Seguro sucederán muchas cosas, pero el capital cultural con el que contamos para impulsar el arte es poderoso, tanto de aquel que concierne a los especialistas que viven en Cuba, como de quienes se encuentran fuera del territorio nacional –imposible no tomar en consideración algunos del calibre de Antonio Eligio “Tonel”, Iván de la Nuez y Lupe Álvarez. Ahora está entre nosotros Eugenio Valdés, ese inquieto crítico y curador de arte, que ha reunido un capital cultural en campos de su especialidad, que es probable tribute al mundo del arte en la Isla.
Es difícil saber cómo serán recorridos los caminos del conocimiento y de la creación, quiénes se beneficiarán de él, qué sorpresas depararán para que la realidad sea un poco más reconfortante.