David Mateo
¿A partir de qué objetivos e intereses has desarrollado tu labor docente?
Mis inicios en los términos pedagógicos fueron como alumna ayudante, vinculada al profesor Adigio Benítez, en mi etapa de estudiante en el ISA. Trabajé también en la Escuela Nacional de Arte. Al graduarme me vinculé al Instituto de Diseño Industrial durante diez años, de 1984 a 1994, y después a la Academia San Alejandro.

Clases de anatomía
En sentido general, me compulsaron circunstancias impensadas, no preconcebidas. La casualidad me fue llevando a esos sitios. He logrado algo especial: una buena comunicación, a pesar de las diferentes edades de los estudiantes con los que he interactuado. He impartido clases a adolescentes, y a jóvenes con pretensiones mucho más concretas y definidas. El mayor logro, y del cual me siento muy satisfecha, es que todos han aprendido, han arrojado un buen resultado. Te puedo poner de ejemplo la Escuela de Diseño, donde muchos estudiantes tributaron hacia el arte sin abandonar la esfera del diseño. En San Alejandro las asignaturas que he impartido se corresponden más con el oficio, porque he estado más vinculada al dibujo y a la anatomía. El dibujo desde el punto de vista natural y creativo. He introducido determinados ejercicios que estimulan la creatividad. Lo que más he tratado, muy humildemente en todos estos años dedicados a la docencia, unos 25 o 30, es de trazar caminos al estudiante, ofrecerles alternativas, viabilizar la parte creativa. No voy a hacer un diseñador o un artista, ellos deben tener una serie de inquietudes, y yo limito el sentido de mi trabajo a ayudar a que busquen esos caminos posibles, y a extraer lo que les ayude a expresarse y a comunicarse mejor.
El oficio del arte lo veo también en ese sentido, aunque he estado más vinculada a una noción tradicional del oficio, a las manualidades, los entrenamientos técnicos. Creo también que es muy importante la elaboración de un concepto, independientemente de que el enfoque que le dé el estudiante o futuro profesional, pueda ser más-menos conceptual, más-menos performático, más ilustrativo, más representativo. He tratado siempre de que los estudiantes encuentren el camino para comunicar sus propias ideas. Eso te lo digo porque el entrenamiento mayor que yo recibí pedagógicamente fue en el Instituto de Diseño Industrial, en el que estuve diez años vinculada a las dos especialidades fundamentales que allí se imparten: Diseño informacional e industrial. En el industrial me enfoqué cinco años, del primero al último curso en la especialidad de Vestuario, que abarcaba el diseño desde una prenda (una bisutería) hasta el calzado y el diseño textil, que es diseño de superficie en definitiva. En la Escuela de Diseño me vinculé con procesos de diseño básico y diseño aplicado, donde también es necesario el desarrollo de la creatividad del estudiante y buscar mecanismos y estructuras que favorezcan la proyección de esas ideas que los estudiantes quieren expresar.
¿Cómo influyó en tus procesos pedagógicos la realidad que vivías como artista?
En la labor pedagógica, mientras ayudas al alumno, te ayudas a ti mismo en lo profesional. Tú tienes que enlazar con los pensamientos de los alumnos que vas formando, y aunque tienes una pauta a seguir o un programa, y cumplir los reglamentos y contenidos, cada uno de los alumnos es un ser independiente. En el caso del arte, se trata de un universo abierto, y entonces tú debes enfocar ese contenido de tu asignatura de manera pormenorizada en cada uno de los alumnos. En estas asignaturas que yo he impartido: Dibujo, Diseño básico, Anatomía, la atención individual se puede hacer un poco más difícil en tanto tienes muchos estudiantes. No es lo mismo una conferencia para 40 personas, que una clase de Dibujo de cuatro horas a 30 estudiantes. Desde el punto de vista práctico se dificulta, porque se te quedan alumnos y no siempre todos requieren el mismo tiempo para procesar la información, mucho menos cuando estás tratando de que cada uno desarrolle su propio discurso.

Alumnos de San Alejandro
Me vinculé más a la Academia de San Alejandro después de haber pasado por el ISDI, y ahí pasé por el perfeccionamiento de un proceso en el que lo fundamental era crear, generar ideas constantemente. Por eso siempre hice hincapié en que la estrategia de enseñanza de las técnicas más convencionales estuviera dirigida hacia la gestación de contenidos, de reflexiones o expresiones. Las escuelas tienen muchas limitaciones y se debe recurrir a lo que se tiene a mano para propiciar esas perspectivas de enseñanza. A veces lo vemos incluso como una limitación, pero otras no, porque al carecer de los recursos tradicionales tú buscas otros modos de expresarte y eso enriquece también el propio discurso, tanto para uno como profesor como para el estudiante. La creatividad de los muchachos es muy diversa y ello también impacta en nuestra formación como pedagogos. Los jóvenes siempre están a la caza de ideas o temas, y si uno no está allí, cerca de ellos, pierde terreno, y si estás allí eso te ayuda mucho en la actualización de tu información. Ellos buscan y se introducen en espacios a los que tú no puedes acceder, como consecuencia del tiempo que te roba la docencia. Tú tienes que estar empapado de los temas o campos que ellos te están proponiendo.
¿Algunos manifiestan que San Alejandro se ha permeado en determinados períodos de las tendencias conceptuales del ISA, descuidando la formación técnica propia de ese nivel? ¿Compartes ese criterio?
Son dos niveles supuestamente diferentes. Pienso que San Alejandro no debe estar ni por encima ni por debajo. En San Alejandro se hace todo lo que se puede, hasta donde lo permite el perfil académico. Debe tenerse en cuenta que en San Alejandro hay estudiantes muy jóvenes que vienen de la nada, y cuando asumen cualquier tipo de enfoque lo hacen desde un nivel determinado. Cuando llegan al ISA lo asumen de otra manera. Habría que definir entre las instituciones, o en general, cuál es el objetivo de San Alejandro o de las escuelas de nivel medio que todavía existen, y cuál puede ser el objetivo del ISA. A veces sucede en San Alejandro que muchachos muy jovencitos comienzan casi por donde se va a terminar, adelantando concepciones. En el ISA van a repetir entonces casi lo mismo. Hay que definir mejor cuál es el objetivo de una Escuela de nivel medio en estos momentos, hasta dónde se va a llegar. Las Universidades, hasta en la época de mi juventud, eran menos abierta en comparación con la actualidad, ya la gente comenzaba a definir un poco el estilo, el enfoque, las particularidades de cada uno, con una obra. Ahora son otros tiempos y otras las contingencias. Ahora se hace una obra más experimental. El ISA debe potenciar los talleres para que la gente que salió de San Alejandro con el ABC, comience a escribir y a proyectar su obra. Si no definimos esos perfiles institucionales, entonces ocurre lo que hoy comprobamos: que San Alejandro está haciendo prácticamente lo mismo que el ISA, y por supuesto se queda un poco por debajo porque no tiene la solidez necesaria. El nivel medio debe definirle al estudiante lo que puede ser el oficio del arte, tanto en las manualidades como en los conceptos, para que después pueda discursar libremente en la universidad, lo cual no niega que ya el alumno empiece a hablar o a discursar desde el propio nivel medio. En el ISA son cuatro años para transitar por todas las manifestaciones de expresión posibles, y para crear desde todos los lenguajes. Antes no existía el ISA y sí San Alejandro, y los artistas se expresaban cuando salían de la Academia con los códigos del momento. Ahora estos contenidos del nivel medio deben ampliarse para que introduzcan una serie de conceptos y criterios, para que cuando el estudiante llegue al ISA transite por donde quiera.
¿Qué insatisfacciones te han quedado de esa experiencia pedagógica de años?
Me siento muy realizada con los logros en la enseñanza. Todos mis alumnos, o casi todos, tanto los de diseño como los de plástica, no solo han alcanzado las expectativas, sino que me han superado. Cuando me llaman para que asista a las inauguraciones de sus exposiciones siento una enorme satisfacción. En estos momentos imparto clases fuera del compromiso institucional. Estoy con un proyecto del adulto mayor, de objetivos muy concretos, pero hasta con ellos he logrado exponer en el Museo de Bellas Artes. En un principio me propusieron que los entretuviera, pero yo no me he limitado a eso, les estoy aportando cosas y ellos a mí. Son un grupo de personas que, ahora mismo están pensando diferente. Ese resultado es el mejor que pueda tener un profesor, que tus discípulos te superen, y estoy contentísima. Porque hasta los que no han ido más allá, salieron de la escuela mejor que como entraron.
Yo me fui de San Alejandro para hacer este proyecto comunitario por razones que no tienen que ver con lo profesional. Esta carrera de profesor, no sé si en todos los lugares del mundo, pero aquí, en el plano real y objetivo, no es una carrera agradecida. Requiere mucho sacrificio, mucha dedicación, y no recibes al final otra gratitud que no sea la que proviene del estudiante. Cuando me di cuenta de que para obtener ciertas cosas tenía que hacer compromisos que no me interesaban, me fui de la Academia y también del ISDI. Allí existen mecanismos burocráticos que te limitan y ponen en riesgo tu trabajo. Cuando encontraba algún obstáculo insalvable en las escuelas lo criticaba, y luego me alejaba de él. Esta labor de la enseñanza hay que llevarla a cabo con gusto y de manera relajada. Me queda esa vocación por la enseñanza y la desarrollo desde mi casa, sin otro compromiso que ver cómo prosperan mis alumnos, cómo aprenden y te lo agradecen. Insatisfacciones como profesora no tengo, tal vez otras sí relacionadas con determinados mecanismos con los que no estuve de acuerdo.
Quien se dedica a la enseñanza del arte tiene una base de conocimientos para introducirse en la relación con el estudiante, pero lo otro tiene que irse generando junto a él, en un proceso continuo. A partir de lo que se le ocurre al estudiante día tras día uno traza un camino, una estrategia. De hecho, la pedagogía en este campo nuestro es tan creativa como el arte. Impartir clases es para mí como la actuación, tienes que entrar en el personaje y debes hacerlo cada diez minutos, si es necesario. El alumno que tienes al lado es una personalidad en formación, con problemas personales, sociales, y te los quiere trasmitir. Algunos con más dificultades que otros, desde el punto de vista formal y conceptual para expresarse, y tú debes hacerle una contribución práctica en la elección de los medios para que puedan lograrlo.