David Mateo
Henry Eric, estuviste realizando hasta hace muy poco un taller con estudiantes del ISA… ¿Qué conceptos y expectativas lo fundamentaron?
La iniciativa pedagógica parte de mi experiencia como artista. El taller se llama Transdisciplinaridad. Artes y ciencias sociales, o sea, se concibe a partir de mi doble vida: como artista y pensador académico –después de pasar un doctorado de estudios culturales en la Universidad Complutense de Madrid. Hice una pequeña versión de este taller también en España, e hice algo similar en Brasil durante cinco semanas, pero la idea real del trabajo toma un período largo. Propuse al ISA hacer el taller opcional durante un semestre. El argumento del taller era generar un cruce entre las obras y los proyectos de los artistas: obras, trabajos en progreso; un cruce de proyectos vinculados a las ciencias sociales u otras disciplinas, como antropología, historia cultural, crítica visual, filosofía, estudios literarios, en fin… Para ese proyecto armé tres carpetas: Representaciones para la historia; Cuerpo y corporalidad, y Vida cotidiana y cultura material. Digamos que entre esas tres carpetas conceptuales existía un cúmulo de textos, artículos, capítulos, fragmentos seleccionados, con los cuales yo iba a forzar un poquito las obras de los alumnos para que entraran. En esa experiencia del ISA, las obras se forzaron más para pertenecer a la carpeta Representaciones para la historia. A partir de ahí entra las discusión con ellos. Una de las palabras claves para el ejercicio de la publicación fue Tránsito, referido al proceso en el que está el contexto actualmente. Comenzamos a redirigir textos. La gente no se leyó todo lo que yo hubiese querido, pero se leyó y trabajó. Era una clase muy conversacional, me interesaba que trabajáramos en círculo, que conversáramos sobre lo que se leía, una especie de disertación a nivel de conversación.

Clase abierta. Primera edición. Muestra de los resultados en Galería Taller Gorría
Una cosa que me interesaba era que tú supieras nutrirte de textos de las ciencias sociales que, de alguna manera, daban nociones de tu trabajo o te ayudaban a guiarlo teóricamente, te generaban ideas o te daban cuestiones de métodos, o sencillamente tú tenías la intención de afinar tus textos, de escribir más que de hacer arte. El arte cubano, y eso habría que estudiarlo, es muy verbo-visual, utiliza mucho la herramienta de la escritura, porque muchas veces hay impedimentos simbólicos para decir determinadas cosas y la gente necesita ser más directa, más explícita. Para mí, como artista, es muy importante el conocimiento, y entonces lo que hago es revertir esa experiencia. A veces te conectas más con unos alumnos que con otros, pero lo más satisfactorio del taller es que logré que leyeran algo. Cuando entré a presentar el proyecto por el Departamento de Estudios Teóricos me dijeron que los alumnos no querían leer. Y yo les decía: “pero bueno, ¿cómo ustedes los preparan conceptualmente?”. Luego, en mis conversaciones con los estudiantes, ellos comentaban acerca de lo mal que los preparaban en estética, en filosofía, o en los talleres mismos, porque no sabían cómo motivarlos. Además de ir guiándolos en la producción de obras y en las lecturas, hicimos un Ejercicio de pensamiento, que consistía en una colección de reflexiones, crónicas, pensamientos breves, pero todas tenían un hashtag (o palabra clave, en este caso: tránsito), que se repetía, y mi texto era el último. Había también un esquema, algo importante del taller, una representación de cómo se veían hoy día los estudiantes, era como una especie de desarraigo. Entonces estaban como desnudos y parados en un bloque de hielo en medio del océano, ese era el esquema. La idea consistía en generar reflexiones en torno al contexto y todo ese proceso de tránsito, a partir de la condición en la que estaban: el desamparo, no solo a nivel académico, sino a nivel político, a nivel familiar. Era una especie de frustración generacional heredada de generaciones anteriores, una muestra de sus propios desarraigos y desencantos. Y yo creo que eso les pasaba un poco también a los profesores del ISA. Cuando vine de España en el 2015 yo fui a varias clases. Y me di cuenta de que había un grupo de profesores que no sabían qué decirle a los alumnos, y en varios momentos tuve que intervenir para darles otra explicación o perspectiva del tema, y ellos se asombraban de cuáles eran mis análisis.
Una de las cosas que me gustó del taller, y es por eso que lo voy a realizar ahora de forma independiente, es que logramos leer algo, logramos tejer obras, hacer exposiciones. En la última muestra que preparé para la Galería-Taller Gorría incorporé a dos de mis alumnas, pera repetir esa tradición que antes existía en la que se invitaban a alumnos del ISA a exponer con artistas ya maduros y reconocidos. En sentido general, eran excelentes estudiantes, muy motivados. Lo único que tenías que hacer era incentivarlos. Los jóvenes tienen la antorcha en la mano, lo único que debemos hacer es darles el fuego, ellos te van a dar tremenda candela.

Clase abierta. Primera edición. Muestra de los resultados en Galería Taller Gorría

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La idea de las publicaciones era también un complemento importante en el taller. Uno de los materiales, por ejemplo, fue producido por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, ellos me dieron un apoyo financiero. Le dije a Rubencito: “quiero que me ayudes para publicar estos textos, pero no quiero que me los revisen”, y así fue. Esa publicación al final fue una de las cosas que provocó que cerraran mi taller en el ISA. Ruslán me llamó para pedirme explicaciones y me expulsaron del Instituto. Después vino la inauguración de la exposición durante tres días en un espacio fuera del ISA.
Al final los otros ejercicios siempre han estado al uso en los proyectos pedagógicos del ISA. Nadie está inventando el agua tibia en la pedagogía del arte en Cuba, solo se trata de cómo tú generas, en momentos determinados, ciertas dinámicas. El proyecto que hizo Lázaro Saavedra con el grupo Enema en el performance, era un poco el tipo de generosidad que a mí me interesaba del creador. Todos somos un poco autosuficientes, con ideas duras, arrogantes, pero en el momento en que trabajas en grupo con estudiantes tienes que hacer un pacto de nobleza, tienes que enseñar e ir aprendiendo, a la vez, y sobre todo está la parte coloquial que a mí siempre me ha interesado. Había entonces una parte de mi taller que era el Ejercicio de pensamiento, lo otro era la clase abierta que fue la exposición crítica que hicimos, y la tercera parte era generar un seguimiento más como colegas de las obras. O sea, al final se crea una dinámica, un interés de trabajo que tú les dejas y ellos solos siguen funcionando. Tenemos la idea de continuar haciendo el taller de manera independiente, vamos a hacer un trabajo de proceso durante seis meses en torno al ocio. Hay un texto aquí de una de las alumnas, Daniela, que se llama Popular problem, que habla acerca del ocio como actividad, que está removiendo hoy día a toda la sociedad cubana. Es esa actividad social para la que las personas se preparan, buscan dinero: se está creando un estilo de vivir y gozar el ocio, un tema que políticamente fue algo castrado durante un buen tiempo. Pues el próximo ejercicio tiene esa motivación que genera el texto de Daniela. Lo vamos a realizar en Fábrica de Arte, que es el lugar de ocio más relevante que hay hoy día en Cuba. Pero también vamos a hacer un trabajo de campo en otros lugares: cabaret, restaurantes, y después en octubre hacemos el trabajo de campo en este mismo lugar. En este trabajo de campo, de proceso, vamos a abordar también la arista económica, cómo se transita el proceso productivo o legal para poder construir esos espacios de ocio. Este ejercicio consiste en decir, a nivel de reflexión, lo que no puedes decir pintando. Todo el proceso de estudios, de lecturas, de aprendizajes conceptuales, es algo que voy adaptando a las distintas áreas de la creación hacia donde me muevo, incluyendo la labor pedagógica.

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El peligro que entraña lo que me pasó en el ISA, que me negaron la opción de seguir desarrollando el proyecto, a causa de un texto publicado en el boletín de la Fundación Pistoletto, llamado Cantiere, es esa falsa creencia de que podemos argumentar las cosas con la intención de que las vamos a poder justificar. Para mí la censura no está justificada en ningún momento. Lo más dramático o mezquino no está siquiera en la censura en sí, sino en cómo la gente la calza o la argumenta después… Pero, al final, el ISA lo hacen las personas, y algunas de ellas para mí son artistas grises, que continúan mitificando el éxito que tuvieron en el pasado. Tras la clasificación del pedagogo no se puede esconder la merma del impacto profesional. Nosotros somos artistas y punto, esa es nuestra principal condición y trascendencia… Los alumnos de cuarto año, a los que yo les di clases, son muy buenos, son muy leídos e instruidos y juzgan de manera muy fuerte a los profesores insuficientes, a los maestros limitados, tanto a nivel intelectual como de obra.
El ISA ya no es lo que fue en determinado momento, cuando había artistas con una dinámica como la de Lázaro Saavedra, Ponjuan, René Francisco, Lupe Álvarez; también hubo profesores con otra instrucción técnica, más allá de los años 70, como Luis Lara, Negrín y José Villa. De ellos yo aprendía también, porque a mí sí me interesa conocer de todo. Aunque yo estaba a mi aire, me buscaba los frijoles del pensamiento por otro lugar. Hoy día se ha perdido el deseo, la dinámica, la voluntad de otras épocas. Tampoco tengo el interés ya de regresar algún día al ISA. Allí no regreso nunca más. Estuve en el ISA por romanticismo, por el deseo de expandir un proyecto pedagógico que había experimentado solo en unas pocas semanas.
¿Esta censura a tu trabajo pedagógico ha disminuido la voluntad de relación con los estudiantes?
Yo creo que al final en el contexto cubano, no solo cultural, sino en todo sentido, lo que necesita es que nazcan cosas nuevas. La negociación del parto, sea independiente, concertada, no importa, lo importante es la acción del nacimiento en sí. Y no solo está en crisis el espacio pedagógico, también lo están las instituciones. Recientemente me llamaron para que participara en el Salón Nacional y unimos tres proyectos que cruzan prácticas artísticas e historia del arte, uno de ellos surgió precisamente

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no vale la pena el esfuerzo como artista y productor de pensamiento. Por eso agradezco que surjan cosas nuevas como la Galería-Taller Gorría, Fábrica de Arte, El apartamento, que son a mi juicio los espacios más dinámicos, visibles y en los que más queremos participar. También están los magazines, las revistas, las plataformas de información cultural, los blogueros, que es la experiencia de generar intertextualidad desde la individualidad.
La nueva propuesta de mi taller va a tener ahora solo un ejercicio, va a ser virtual y a nivel físico, y va a girar, como te decía, a partir de esta reflexión de Daniela en torno al ocio en Cuba. Todos trabajaremos en torno a ese tema o problemática. Yo creo que van a salir cosas bien buenas. Esto se conecta de cierta forma con el trabajo pedagógico que hizo Tania Bruguera. Yo le digo siempre a la generación de Celia y Yunior, Javier Castro, y otros, que en parte la visibilidad que ellos lograron como generación y como artistas fue a través de ese proyecto pedagógico. Un espacio que fue concertado entre el ISA y todos ellos. Ahora las acciones deberán ser más radicales todavía en su concertación porque ya el ISA no quiere admitir este tipo de proyectos. Todo tiene que ver con el desvanecimiento de un sistema, en el sentido de la incapacidad de generar políticas de vida, no de presupuestos ideológicos… He escuchado decir, incluso a algunos profesores, que los alumnos están muy mal formados, que son superficiales, y yo no creo eso, los muchachos están pasa’os como lo estábamos los de nuestra generación. Los acusan, incluso, de que están fomentando un pensamiento disidente por el simple hecho de conversar con personas eruditas, que van más allá del pensamiento medio o del funcionariado cultural.
Creo que ya han pasado dos grandes momentos sociales y políticos de moda en Cuba, los años 90 y ese otro que fue a partir del 2013 con las nuevas medidas y leyes, y en el arte ya pasó también esa especie de boom, que hasta lo peor se vendió por una millonada. Y aunque ahora las aguas están más calmadas y hay una producción artística y un pensamiento crítico bueno, sobre todo en el arte, yo pienso que los próximos cinco años en Cuba aumentarán la descreencia, se recortarán la fe y la confianza, y a la vez disminuirán los presupuestos para proyectos artísticos y culturales. Ahí entonces tendrás que ingeniártelas para armar un buen proyecto, y todo lo que funcione bien, todo lo que sea bien gestionado, con cordura, con inteligencia, tendrá una trascendencia. Definitivamente el ISA no va a poder entrar en ese proceso, en esa dinámica.