Luz Merino Acosta
Este año celebramos el bicentenario de la Escuela de Dibujo y Pintura –conocida hasta hoy como Academia “San Alejandro”. Patrocinada por la Sociedad Económica de Amigos de País y por su director Juan Bautista Vermay, este espacio institucionalizó la enseñanza artística en la capital.
En los años ochenta del siglo xix, se incluyó en San Alejandro la historia del arte como asignatura en el programa de estudios, en esa época ya se hacía imprescindible el conocimiento de los procesos artísticos. El hecho representó, sin dudas, un avance en cuanto al vínculo educación-creación, a pesar de que dicho saber se restringía a lo clásico, en opinión de algunos estudiosos.
En la Universidad de La Habana la enseñanza de la historia del arte se introduce por primera vez hacia la década del veinte del siglo xx. Uno de los pioneros, el doctor Luis de Soto, sería no solo fundador sino el conductor de determinados modos de abordar la nueva disciplina en la carrera de Filosofía y Letras. En el horizonte de los años 40 y 50, Soto pretendía ofrecer una determinada autonomía a esos estudios, a pesar de que –en aquellos momentos– Historia del arte era solo una asignatura en la malla curricular de dicha carrera.
Es lógico que el abordaje de los estudios anclara en los procedimientos en boga, a saber: las generaciones, el método filológico, el formalismo y la estilística, herramientas indispensables para la lectura de las piezas y para poder conducir el conocimiento y el gusto entre un alumnado que, posiblemente, se acercaba por primera vez a la conjunción entre el ver y el leer una obra de arte.
Todo apunta a que la materia llamada Historia del arte dominó la teorización y la experiencia en la docencia del arte durante los primeros 50 años del pasado siglo. El formalismo: teoría, corriente, estilo, mirada, enfoque, desde sus diversas posturas, fue la plataforma que le concedió autonomía. Los estudiosos coinciden en que las teorizaciones y conceptualizaciones del formalismo artístico o del arte antecedieron los aportes del formalismo literario ruso, lo que significa que hubo un predominio de la teoría del arte en la primera mitad del siglo xx que consagró a teóricos, maneras de acercarse a las obras, modos de lectura, creación y elaboración de un vocabulario, de conceptos y terminologías, así como la aparición de estilos que ampliaron el espectro discursivo.
Fue un suceso, en aquellos años, la publicación en América Latina de un libro sobre el tema (Filosofía de la Historia del Arte, 1943), más aún escrito por un cubano, el doctor Luis de Soto, quien además fundó un departamento a la manera de las universidades norteamericanas –cuando no existía una carrera sino apenas el umbral de los estudios de Historia del arte–, con lo cual se iría conformando sobre la base de dos elementos claves: enseñanza (docencia) y actualización, este último término, con alcance informativo y teórico.
La teoría no emanaba de la Revista Cubana de Filosofía –que para muchos estudiosos se encerró en fronteras muy estrechas, como también lo hicieron las publicaciones teóricas de la izquierda–, sino desde el espacio académico, con un concepto novedoso y contemporáneo del arte y de su historia. Lógicamente, Soto aplicó los métodos de la época, pero la lectura de su Filosofía… nos lleva de la mano por un camino inclusivista (cuando no estaba en auge), en la medida en que ponía a disposición del alumnado métodos que pautaban la modernidad, pero sugería analizarlos todos, readecuarlos y combinarlos, si era posible. A este sistema lo llamó “mi método”.
Los estudios sobre arte dieron paso a la carrera de Historia del arte en los años sesenta, consecuencia de los esfuerzos anteriores, aunque se intentó ver más como una ruptura, pues el enfoque formalista cedió ante el énfasis de la mirada arte-sociedad que se entronizaba no solo en la Isla sino en la región. No obstante, podría decirse que, entre 1963 y 1990, se estructuró un diseño pedagógico e investigativo que contribuyó a una sólida y diversa formación.
La historia del arte no es ajena al tejido social en el que se mueve el intelectual, a las circunstancias particulares que condicionan su trabajo: situación geográfica, estructura de producción cultural y/o tradición historiográfica en la que se integra este entramado de relaciones, ya que su acción se proyecta hacia el pasado desde un aquí y ahora siempre concretos (Congreso Historia el Arte España, 2008). Desde esta perspectiva colocamos, tal vez con determinada anticipación, una historia del arte que superaba o simplemente era diferente a la mirada de la mayoría de las universidades, tanto europeas como de la región, al incorporar estudios de profunda raíz identitaria: arte español, africano, del Caribe, Asia, Culturas negras y, lógicamente, arte cubano en sus diferentes vertientes.
Pero, además de la Estética, se ofrecía Didáctica, Metodología de la Investigación, Cine, Música, Promoción, y Museos y Galerías y, en un ámbito más cerrado o monográfico, temáticas como el Cartel, que en los años setenta aún no se impartía como asignatura en las universidades norteamericanas, la Caricatura, la Fotografía, Taller de Crítica. Obviamente estas asignaturas, en el arco temporal señalado, se fueron incorporando de manera paulatina o concurrente. Se diagramaba así una carrera interesada en actualizar, ampliar el diapasón con materias que ofrecieran un instrumental visual, en la cual el egresado pudiera insertarse en la labor institucional del país.
¿El enfoque arte-sociedad, visto en perspectiva, lesionó determinados conocimientos de la historia del arte? Todos sabemos que la sociología es un plano, al igual que la sicología, sin instrumentos para desmontar o hacer una lectura de la estructura de la obra. ¿Se perdió lo visual por lo social y lo político?, ¿se perdió la lectura, la descripción?, ¿se hablaba más del proceso sociocultural que del discurso del arte? Nunca se perdió la lectura de la imagen, y a lo largo de tres décadas se hicieron grandes esfuerzos por interrelacionar las particularidades de la disciplina con el enfoque arte-sociedad. Se trabajaron diversos autores: Giulio Carlo Argan, Mario de Micheli, Roberto Segre, Fran Castell, et al. De cada uno se tomaban aspectos diferenciados y, siguiendo las enseñanzas de Soto, se interrelacionaban según la zona a estudiar o, el proceso a particularizar, etc.
Los años noventa (del siglo xx) trajeron otros aires y representaron un cambio, o si se prefiere una apertura metodológica. Será en el Instituto Superior de Arte –desde el entonces Departamento de Marxismo–1 donde ese giro se evidenció. Algunos lo denominaron el giro de los enfoques. Con Magaly Espinosa y Lupe Álvarez se comenzó a trabajar, incluso las escuelas consideradas internacionalmente marxistas pero que, en el enfoque restrictivo de los manuales y de la Facultad de Filosofía no se les juzgaba ortodoxas, me refiero a la escuela de Fráncfort. Comienzan a aparecer teorías y teóricos desconocidos y un alumnado deseoso de saber, que además indagaba por su cuenta y pretendía explicar su obra a partir de una teorización.
Y, de momento, cayeron de golpe: la semiótica, el estructuralismo, la deconstrucción, la recepción, y surgió así la biblioteca de papel, entiéndase: revistas, libros o impresos que corrían de mano en mano para tratar de estar al día. Porque el arte había cambiado y los enfoques no podían continuar siendo los mismos, era imprescindible dar un vuelco y colocarse en las miradas que brindaban los estudios más avanzados sobre la lectura y, más que eso, a partir de la interpretación y el cabal entendimiento de las obras. A una instalación, o a una performance, no se avenían los conceptos formalistas y estilísticos. Era necesario reordenar la mirada, rehacer un registro de conceptos. La Teoría del Arte daba paso a la Teoría de la Cultura Artística desde las nuevas posturas y enfoques. A esto contribuyó la revista Criterios, que también operó como abridor de vías, teorías y conceptos que reposicionaban saberes como la antropología, marginada desde la misma mirada reduccionista a la que hemos hecho referencia.
Pero si en algo la academia siempre se mantuvo actualizada, hasta donde se podía y con un trabajo sistemático fue en las investigaciones, proceso indagatorio que cubrió los espacios más insospechados, y en ello ha sido y aún es pionera. En los años 90 del siglo xx, además se continuaron incorporando asignaturas, muchas vinculadas a investigaciones como se había hecho años atrás, como la Caricatura y el Cartel por ejemplo, la Monumentaria Conmemorativa, el marketing, el art deco, lo audiovisual, monográficos sobre El Vedado, y temas de la Teoría de la Cultura, así como la curaduría desde ambas miradas.
Si el siglo xix y parte del xx se representan según la prensa y la novela, el siglo xxi se entiende y piensa desde la imagen. En fin se busca un nuevo objeto para la historia del arte a partir de un universo que incluye, además de las imágenes tradicionales, las inmateriales (unas son arte y otras, no). La televisión forma parte de este universo-imagen que, como sabemos, Eco marginó de su concepto universalista de texto. Esto permite entender la proyección del audiovisual y de su interrelación, pues la televisión –históricamente apartada por la modernidad, en particular en lo concerniente al placer–, ya ha entrado en el mundo académico. Aquí late de alguna manera la relación entre lo culto y lo popular.
Pero, ¿cuáles son hoy los desafíos de la historia del arte? Para algunos ha habido mucha teoría y en Latinoamérica, por ejemplo, se ha teorizado desde su propia perspectiva tratando de no perder las fuentes internacionales, más bien con una mirada crítica ante ellas, forjando caminos propios. Se dice que ya la etapa teórica concluyó, o que ya no tiene el mismo empuje, o que se ha desplazado a otros territorios y que ahora es necesario mayor pragmatismo o, “poner los pies en la tierra”. Acerquémonos a Latinoamérica hoy: ¿cómo se conforma la carrera Historia del arte? ¿Cuáles son algunos de los caminos o los canales de sus planes de estudios? Unos se enfocan hacia el turismo, otros se mantienen en una línea más clásica, pero superponen todos los enfoques y se renuevan desde esa mirada, otros se vuelcan más hacia la cultura artística, o a los estudios visuales, mientras la mercadotecnia domina junto con la gestión cultural y la curaduría.
En la actualidad, los planes de estudio de la carrera de Historia del arte reducen el tiempo de las materias y se giran hacia la práctica, con la meta de hacer más dinámico y participativo el estudio articulado con el mercado de trabajo. Ya el historiador del arte no es aquel especialista en manuscritos sirios del siglo tercero, ahora se vincula con el mundo del arte, no para criticarlo sino para integrarse a él.
¿Con esta propuesta se ha dejado de impartir Historia del arte, se ha cancelado el concepto de proceso de la historia del arte universal? No. Se continúa la enseñanza ahora con periodizaciones y enfoques diferenciados a los tradicionales. Se trabajan los conocimientos a través de problemas, con lo cual se valoriza la interpretación de los análisis desde diversas perspectivas que enriquecen la mirada tanto del profesor como del alumnado. En este siglo, si bien ha perfilado los bordes interpretativos, la presencia de la teoría de la recepción, también ha abierto cauces a saberes como el patrimonio, el coleccionismo y los museos, tematizaciones que la propia práctica ha conducido a un desarrollo que solo se apuntaba como parte de otras asignaturas en los años 90, y ahora tienen vida propia y contribuyen a ampliar los perfiles de la disciplina y otorgarle mayor espesor como saber.
La Historia del arte es una disciplina porosa. Puede integrar diversos métodos y así se ha puesto de manifiesto, superpone acercamientos y perspectivas y, en su proceso temporal, hemos comprobado cómo ha ido incorporado numerosas metodologías. Sus límites no son férreos, son movibles hasta un punto. Posee sus propiedades y características, pero es capaz de colocarse en intersticios: participar de lo multidisciplinario y lo transdisciplinar, siempre que la visualidad y los procesos artísticos guíen los principios.
Un abordaje de la problemática de la Historia del arte entre nosotros no debe perder de vista las discusiones actuales, más allá de algo que se debe considerar capital: una lectura sosegada de nuestra propia trayectoria, nuestra geografía, y hacer balances periódicos para evaluar el perfeccionamiento de los planes y los enfoques que se inscriben en los nuevos lineamientos y estándares internacionales de la disciplina, sin perder nuestra identidad.
Centro Habana
27/02/2018
1.Dirigido por la profesora Caridad Alcebo.