David Mateo
¿Qué circunstancias y pretextos te condujeron hacia el ejercicio de la docencia en el ISA?
Yo estaba en una disyuntiva inicial: o comenzar a dar clases o irme a Holguín, porque aquí en el ISA te hacían firmar un papel para que cuando concluyeras los estudios regresaras a la provincia. En esos momentos había una crisis de profesores: René estaba viajando constantemente, Ponjuan también. Miguel Mariano, decano entonces, me pide que me quede a dar clases y yo pensé: “bueno, antes de irme para Holguín me quedo de profesor con un grupo de tercer año”. Si Galería DUPP fue un proceso trascendente, para mí también lo fue mi grupo del Departamento de Intervenciones Públicas (DIP), con María, con Douglas…, porque además de todo éramos o somos amigos. Un grupo muy interesado en hacer cosas fuera de la Universidad. También esta experiencia creó dinámicas sobre cómo tratar de incorporar la pedagogía y la obra como un hecho único, donde uno se retroalimenta del otro, donde tu obra tiene que ver con el proceso que haces con los muchachos, y eso a la vez tiene que ver con las cuestiones personales. Ahí comenzaron a aparecer las secciones dentro del Laboratorio de la conducta: la sección pedagógica que se creó en el 2001 se llamó en realidad Arte y experiencia cuando comenzamos el taller, pero los estudiantes no estuvieron de acuerdo con el nombre y cambiaron a Departamento de Intervenciones Públicas (DIP), y una vez terminado en el 2004 el Departamento, yo seguí con las ediciones del Taller Arte y experiencia (que ya va por la número 18), casi todos los años he hecho algún taller: cortos de cuatro días y hasta talleres de 6 meses o de un año.

Actividades del Laboratorio de la Conducta
Para mí ha sido fundamental la relación entre pedagogía y práctica. De todo ese proceso sale la tesis de doctorado que es la investigación Arte y experiencia, que tiene que ver con la forma con que tú auto-indagas un proceso, relacionado con tu práctica pedagógica y tus interacciones constantes. Como el Laboratorio tenía inicialmente el estudio del comportamiento, también era necesario el estudio del comportamiento del estudiante relacionado con tu obra, con tu proceso, con tu imagen como artista, y a la vez cómo se revertía en documento, en dibujo, en pintura. Hay como una mezcla en la tesis que se separa por secciones donde es esencial el proceso pedagógico. Porque para mí la idea de la pedagogía tiene que ver con la ciencia, con un pensamiento desde el trabajo de campo, que después tú llevas al laboratorio que podía ser tu taller, a procesar todas esas imágenes, esas experiencias, en una relación mucho más íntima de análisis con la imagen y con lo que te ha pasado con los estudiantes. Como los talleres se han hecho en muchas partes del mundo, hay una serie de análisis de contextos que son los que los mismos estudiantes te obligan a tener o a visionar. Las necesidades de los propios estudiantes de trabajar un determinado tema en el taller te obligan a tener una mirada diferente de un contexto u otro. Eso se revierte en tu proceso de creación, porque estás mirando cómo tú proyectas tu obra hacia un contexto u otro, y cómo eres deudor de esos procesos.

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Mi formación es pictórica. Comencé trabajando desde la idea de la pintura, pero a lo largo del tiempo me he ido dando cuenta, y también eso forma parte del proceso de formación, de que las ideas responden, necesariamente, a determinados lenguajes. No todos los lenguajes son idóneos para una determinada idea. Sin embargo he mantenido la pintura, el dibujo, y hay momentos en los que tengo que parar el taller, los espacios donde estoy trabajando y salir a la calle otra vez, y ahí es donde vienen otra vez los procesos de trabajo con los estudiantes. Es un acto de manipulación pedagógica, porque los profesores sí manipulan al alumno, como mismo ellos manipulan al profesor, según las necesidades, según las conveniencias. Ese acto de manipulación, que tiene que ver con los primeros conceptos con los que yo estaba trabajando en el laboratorio, en el sentido del poder, de la imposibilidad de los espacios, también se aplicó mucho a la pedagogía, sobre todo para entender que los estudiantes estaban demandando de ti una situación privilegiada, en tanto tú tenías una dimensión particular del contexto del arte cubano, quizás no al nivel de otros profesores y artistas, pero son también posibilidades de puertas y conocimientos, de relaciones que uno tiene que por extensión pasar a los estudiantes. Y el buen estudiante tiene muy claro que el profesor está ahí no para enseñarte sino para ser utilizado en ese proceso de aprendizaje en relación a un contexto. Eso tiene mucho que ver con lo que ha sido la formación en el ISA. Yo siempre digo que el ISA, la Facultad de Artes Plásticas, es un el trampolín para crear nuevas generaciones de artistas cada dos o tres años. Y muchos estudiantes vienen para compartir cosas con los profesores, pero también para aprovechar un espacio que está activo, a partir del hecho incluso que vienen muchos extranjeros, gente que compra obras. Hay estudiantes que han vendido obras en 15 000 dólares dentro del taller, y piensan que ese es su precio de mercado. Hay muchas confusiones en esa relación y tú, como profesor, tienes la obligación de crear espacios de conocimiento sobre esa clase de experiencias de los estudiantes.
Yo llevo en el ISA 22 años, más de la mitad de mi vida, y creo que mi obra es una experiencia de creación que implica todos esos elementos. Esa es una de las cosas que he tratado de buscar en esa diferencia con maestros como René Francisco. René tiene una obra pedagógica que defiende y, de momento, hace otra obra más visual. Él hizo una serie de dibujos dedicados a la abstracción a partir del proyecto Un pensar abstraído que hicimos en Galería Habana, que tenía mucho de ese proceso. Creo que el artista que trata de estar activo en el arte e imparte clases es inevitable que mezcle cosas con otras. En mi caso, los dos últimos años han sido desde el punto de vista pedagógico, un poquito más burocráticos porque a mí me ha tocado ser decano, quizás por una deuda afectiva que tenía con este espacio, y porque no estaba de acuerdo con personas que venían a dirigir el lugar. Sin embargo, pensaba que esa posibilidad de trabajar dos años como decano iba a producir una serie de imágenes aprovechables pero resultó que no, ha sido como la eliminación de un proceso creativo en el cual ya no quiero estar. Entonces eso también es otra dimensión pedagógica, sobre todo cuando tienes que repensarte la formación o la enseñanza artística en Cuba, desde la idea de ser decano. De alguna forma estoy en la Comisión de carreras y hay que analizar todo el proceso de enseñanza en Cuba, y te das cuenta de los niveles de crisis que existen, de los desajustes en un sistema de enseñanza, en el caso de las artes visuales.

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Se eliminaron en el año 89 las escuelas de nivel elemental, después se eliminan diez escuelas de nivel medio, todo se fracturó. Entonces tú, como profesor, artista y decano, tres dimensiones mezcladas, comienzas a pensar en cómo se organizan las cosas, porque eso repercute en los que van a ser tus estudiantes, y cómo tú sigues un proceso pedagógico desde los talleres del ISA. Tenemos un alto grado de formación académica comparado con los países latinoamericanos, con un nivel precedente que las demás universidades no tienen. Llega el momento en el que, y quizás hablando de decepciones, uno se da cuenta de que no puede transformar ciertas cosas que no dependen de ti como artista, ni como docente ni como decano, y que tributan en lo que va a ser tu obra en los próximos diez años, si está tan relacionada con la pedagogía como mi caso, pero también tributan a la formación completa del sistema de las artes visuales en Cuba. Creo, por otro lado, que esa decepción de no poder transformar cosas tiene que ver con la parada que tú te pones, de cómo te exiges un poco más. Digamos, como decano me he creído que puedo transformar cosas que pertenecen al Ministerio de Educación o a algún otro espacio, pero creo que forma parte de ese proceso de aprehensión que uno tiene por un espacio pedagógico determinado, que es tu universidad, donde hemos crecido todos y hemos alimentado una profunda relación. El otro poquito de decepción es ver cómo se ha ido perdiendo ese sentido de relación con la facultad, de todos los que hemos pasado por aquí en algún momento. Y lo digo ahora pero quizás en algún momento yo también me iré del ISA, y no regrese nunca. Mucha gente que ha pasado por aquí debería tener ese sentido de experiencia, de compartir lo que están haciendo ahora. Me parece fantástico, por ejemplo, que Duvier esté impartiendo un taller opcional. Reconozco que esta imposibilidad responde a procesos burocráticos extremos en las actuales concepciones pedagógicas. Me refiero a las categorizaciones, que no tienen relación ninguna con la producción de un artista propiamente. Queremos metodólogos de Artes Visuales en la Universidad, que a la vez sean artistas, eso es imposible. Cada artista tiene una manera personal de proyectar su estrategia pedagógica. Y no es secreto para nadie que ahora estamos en el famoso Plan E, tratando de restructurar los programas y hablar de algo, al cabo de los veinte años, que ya el ISA ha hecho por su propio peso. Y es que los maestros hacen proyectos desde su dimensión personal y no hay un plan. Bueno sí, hay un plan escrito, pero no tiene que ver absolutamente con la realidad; y ahora se está hablando de transformar eso, y de que cada maestro desarrolle el concepto de proyecto dentro de su obra, cuando esta Facultad lo ha hecho toda la vida. Eso hace que te des cuenta de que no existe una mirada de comprensión sobre la Facultad de parte de aquellos que tienen que estar cerca en el sentido administrativo, y que muchos profesores decidan no impartir clases.

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He tratado de buscar un espacio personal fuera de la Universidad, y me ha costado trabajo pensar en mí trabajando solo en un estudio. Y eso hace que diga: “bueno, estoy jodido porque en algún momento me va a pasar necesariamente”, y cada vez necesito más esa presencia, la interacción con el otro, ya sea de un artista que se convierte en tu intercomunicador o de un estudiante. No todos los estudiantes tienen el mismo impacto en uno, pero hay estudiantes que te exigen cada vez más, te exigen leer, ver exposiciones, e incluso viajar, una dimensión necesaria en los procesos pedagógicos de las artes visuales. Si no eres un artista que viajas, quiere decir que no has alcanzado un cierto nivel profesional que te permite crecer un poquito más. Eso es muy importante ahora en la Facultad.
¿Qué diferencias percibes entre ese momento en el que tú te formaste como artista en el ISA y el que ahora vives como pedagogo?
Siempre he dicho que el ISA es como una especie de termómetro de toda la sociedad, y para mí el sistema de enseñanza en Cuba está en crisis, incluso pienso que la proyección de un contexto sobre lo que sería un fundamento, si existiese, sobre las artes visuales también está en crisis. Me parece que hay incomprensiones funcionales, estructurales, que impiden un proceso de evolución de las artes visuales. No hay un proceso crítico ni autocrítico acerca de lo que está sucediendo, no se permite una crítica, y no estamos hablando de contrarrevolución, ni nada que se pueda entender como disidencia, o la cacería de brujas (que las he tenido en la Facultad), o sea no tiene que ver con nada de eso. Tiene que ver con que el artista es un hacedor de crítica directa, que por supuesto ahí entra todo lo que puede ser la metáfora de como tú manejas esa crítica, si se convierte en un panfleto político o no, ya son decisiones que el artista mismo toma. Pero me parece que en el contexto actual de la Facultad hay una necesidad de vender. Y no es algo que sea de ahora, eso viene desde el 2005 o 2008, años en los que se hizo toda una obra en pintura, y no estoy para nada en contra de la pintura, pero era una pintura donde había ciertos prototipos. Todo el mundo repetía los mismos patrones porque había como una especie de paradigma de lo que es exitoso, lo que se puede vender bien… En este momento hay una preocupación diferente, el artista está tratando de hacer una obra censurable porque ha encontrado un camino fácil y directo para una pequeña trascendencia temporal. Ha decaído muchísimo el nivel intelectual que exista detrás de una obra. Los estudiantes escasamente leen, y no leen crítica de arte, estamos hablando lecturas de los clásicos. Puede que haya una excepción, pero te puedo asegurar que de los estudiantes que he conocido en estos cinco años, ninguno se ha leído a Dostoievski, Kafka, fuentes que te permiten llenarte de una cantidad de imágenes que son elementales para encontrar un sentido. Recuerdo que en los años 96, 97, 98, y 99, había verdaderas discusiones conceptuales, debates sobre la obra de Jorge Luis Borges con René, con Inti, con Alexander Guerra, con Juanito Rivero, tertulias informales en estas mismas cúpulas. Poníamos una olla de naranja hervida y se armaban debates intelectuales sobre temas que no tenían que ver propiamente con una crítica de artes visuales. Había un sentido mucho más abierto hacia la cultura. Ya eso no existe. Ahora hay una preocupación más directa sobre los curadores que entran a la Facultad, si son curadores de un museo reconocido, ver qué tipo de obra se le vende. Todo esto es una consecuencia de lo que ha sido la eliminación de las escuelas de nivel medio, los estudiantes vienen con una pésima preparación, no conocen la historia del arte. Yo siempre ilustro el caso simbólico de esa falta de formación a través de un objeto que se llama Tira línea. Yo he pasado por las cúpulas del ISA con un Tira línea en la mano y todos los estudiantes están sorprendidos y preocupados por la funcionalidad de ese objeto. No saben para qué se usa. Por supuesto, ese objeto era un recurso que nosotros usábamos cuando teníamos la obligación de aprender letragrafía, de hacer cosas a mano, de asumir procesos artísticos que ya en este momento no son prioritarios. Estos problemas que hoy afrontamos no dependen de la concurrencia de un determinado profesor, sino de un sistema completo que hay que repensarse. Si esa crisis sistémica no se resuelve puede ser que desaparezca por completo la Facultad de Artes Plásticas. El año pasado hubo solo seis estudiantes aprobados, y no se podía abrir la carrera porque tenían que ser ocho o más.

5-Actividades del Laboratorio de la Conducta
Existen algunas iniciativas personales en el contexto artístico para salvar ciertos principios e ideas, como la tuya en la edición y la crítica, o la de Magaly Espinosa con sus encuentros teóricos, pero yo creo que no deben ser solo iniciativas individuales. Como Universidad, el ISA debe tener una articulación de pensamiento. El ISA fue un sitio generador de pensamiento, de cultura, de debate hace algunos años. Recuerdo los cuentos que me hacía René Francisco de los requisitos estrictos que había que tener para formar parte del Club de lectores de Ponjuan, pero todo eso ha quedado en la nostalgia, y a partir de la nostalgia es muy difícil construir nuevos caminos.