Por: Javier González Vilaltella
Javier González Vilaltella*
Antes de entrar en materia, es preciso explicar el contexto de la actividad docente que desarrollo pues, quizás sea distinta de las experiencias institucionales de las que se habla en esta publicación. Durante decenios mi labor se enmarca en una Facultad llamada Institut fur Romanische Philologie, en donde el núcleo de la enseñanza es, sobre todo, la literatura. Está destinada a formar jóvenes que, en buena parte, serán profesores de segunda enseñanza, algo parecido a lo que en el contexto norteamericano sería la High School. Pero también a otras ofertas del mundo laboral relacionadas con la cultura, por ejemplo: editoriales, galerías, etc., un sector no muy bien definido, que cada vez amplía más su radio de acción.
Además de la literatura, los estudiantes de esta facultad deben conocer otros campos de la cultura: historia, cine, arte, los que conforman un conjunto de conocimientos, antes denominado humanidades. Un concepto que, en los últimos decenios, había caído en desuso y que está de nuevo recuperándose, pues crea un contexto de enseñanza más flexible.

1. Mesa de diálogo. Javier G. Vilaltella, José Luís Brea y Anna María Guasch. Centro Teórico Cultural Criterios. 2005.
En mi caso, el encargo docente estaba centrado en proporcionar a los estudiantes los conocimientos complementarios a su formación filológica. En ellos se incluye tanto España como los países latinoamericanos, espectro cultural muy amplio en el que, dentro de unas líneas generales, se deja bastante libertad al profesor para fijar temas.
A pesar de que las clases de literatura eran casi siempre en alemán, las mías eran en español. Se aspira a que los estudiantes sean capaces de confrontarse con temas exigentes en el idioma de la cultura que están estudiando. Esto significa que mis clases iban dirigidas a alumnos avanzados, aunque no había ningún requisito formal para participar en ellas.
Le dediqué también mucho espacio, por ejemplo, al cine latinoamericano y menos al español. El cine español es más conocido que el latinoamericano, del cual en muy pocas ocasiones se proyectan filmes en las pantallas europeas, salvo raras excepciones como fue, en su día, el filme de Tomás Gutiérrez Alea: Fresa y Chocolate o, actualmente, los de González Iñárritu, vinculados a la industria de Hollywood.
Ya en el campo específico del arte, la conformación de los cursos no ha sido tarea fácil, por la amplitud de los temas. La proporción que uno le dedica a la cultura española o latinoamericana no está fijada de antemano, se busca un cierto equilibrio teniendo en cuenta que España es un país, y Latinoamérica: muchos países. Al profesor le queda la opción de ofrecer grandes panoramas, o escoger temas específicos y profundizarlos.
Conviene además señalar que tanto la Filología, como las Humanidades tienen, en general en Europa, un planteamiento fuertemente histórico. Es decir, se trata de comunicar las creaciones más destacadas del pasado, pues se considera que forman un patrimonio que hay que cuidar y trasmitir intensamente. Esto deja poco espacio para la realidad cultural más inmediata, aunque no significa que no se tenga en cuenta, más bien se podría decir que ese conocimiento del pasado facilita la comprensión profunda del presente.
En esta universidad alemana prevalece el enfoque en forma de temas monográficos, frente a lo que ocurre, por ejemplo, en España donde ha predominado tradicionalmente el tratamiento con enfoques más panorámicos.

2. Conferencia en el CDAV, La Habana, 2013. “La globalización. El mundo del arte entre el mercado y Documenta”
Los cursos académicos están divididos por semestres, o sea uno avanza según el número de semestres. Últimamente se han realizado reformas a nivel europeo, el llamado “plan Bolonia” que aspirar a unificar los currículos por encima de las tradiciones nacionales.
En mis clases opté por darle al programa un tratamiento monográfico. Por ejemplo, si escogía abordar la obra de Goya, entonces todo el semestre lo destinaba a estudiar el arte de Goya, desde diversas perspectivas. Es preciso destacar que el tratamiento dado al estudio del arte a estudiantes que no son formados como “artistas”, exige otros enfoques.
Desde el punto de vista metodológico, al haber optado por el marco que abren los “estudios culturales” se ofrecen interesantes perspectivas para este campo de estudios, pues además del enfoque puramente formal y estético, “los estudios culturales” invitan a estudiar la obra en otras muchas dimensiones, sobre todo en su entronque con la realidad y los problemas políticos y sociales del momento, lo cual libera a la obra de arte de su aislamiento estético.
Al decidir por el planteamiento monográfico, que limita mucho el número de temas y obliga a plantearse una selección muy rigurosa, abarqué tanto la pintura como la arquitectura en lo referido a la cultura española. Opté por tres pintores que representan diversas épocas históricas: Velázquez, Goya y Dalí. La elección de Dalí para representar la modernidad, se debe a la fuerte presencia del surrealismo en varios países europeos y en la literatura. Pero, en los últimos años opté por unir un trío de pintores españoles modernos con estilos completamente distintos: Dalí, Picasso y Miró, los que permiten una mirada más diferenciada a la modernidad.
Cada uno de ellos ayuda a establecer conexiones diferentes con el tiempo que les tocó vivir. Las más evidentes son las que se producen en el caso de Goya. Pero también en el de Velázquez, al que se le suele tratar casi exclusivamente desde la perspectiva de la perfección de su técnica pictórica. Esta perspectiva permite plantear temas tan modernos como el de la relación del poder político y de la imagen.
La arquitectura la centré en el análisis de los palacios reales, por un lado, y las catedrales, por el otro. En España estos temas facilitan afrontar la presencia e influencia de lo musulmán, por un lado, o estudiar grandes artefactos de la imagen del poder como El Escorial. O temas, como la escenificación del poder con sus estrategias de delimitación de espacios, sobre todo en el ceremonial por medio del cual la gran máquina de poder que constituye la corte regulaba la mayor o menor relación de este con la población.

3. Javier G. Vilaltella con los especialistas españoles José Luís Brea y Anna María Guasch.
Las catedrales, a su vez, siguen siendo edificios muy potentes e imprimen un sello específico a muchas ciudades. Son representantes de un poder descentralizado que se mueve más allá de la corte y que, en gran parte, articulaba la vida de la ciudad. Aunque estas experiencias sean actualmente un recuerdo del pasado, aun así, son un ejemplo de cómo la identidad ciudadana busca verse expresada en la arquitectura.
En lo que se refiere al campo cultural de Latinoamérica, un planteamiento adecuado presenta exigencias que complican una solución medianamente satisfactoria. En primer lugar, no se puede abordar ese continente sin la presencia y la influencia de viejas culturas autóctonas totalmente ajenas a la tradición europea. Ese aspecto lo resolví a partir de un panorama general con los datos básicos sobre la cultura maya, azteca e incaica. A su vez, conviene destacar que estos aspectos satisfacen una fuerte demanda de los estudiantes interesados en la cultura latinoamericana.
En lo tocante a los elementos centrales de esta cultura, el docente debe confrontarse con la realidad del continente a lo largo del siglo xx en relación con la existencia de varios focos de centralidad cultural. La solución, por mi parte, fue limitarme a explicar los países a los que he dedicado más tiempo en mis investigaciones: México y Cuba y, en los últimos años, también Colombia, dejando de lado, por ejemplo, a Argentina y Perú.

4. Javier G. Vilaltella en la Habana. 2013
México es un país clave, dado que con la Revolución Mexicana de 1910, se inició una revalorización importante del pasado indígena y, sobre todo, de la cultura popular desarrollada por ellos. Además, planteó la necesidad de crear un arte público cuya solución se encontró en la corriente “muralista” que, sin dudas, con el tiempo se ha ido degradando con fórmulas repetitivas, además de sufrir los más duros ataques de influyentes críticos como Marta Traba. Aun así los planteamientos iniciales en su núcleo siguen siendo válidos.
Metodológicamente, para mi generación tuvo mucha influencia un libro del latinoamericanista inglés William Rowe: Popular culture and memory in Latin America, muy acertado al tomar en serio todas las manifestaciones de la cultura popular, sacándolas de un visión por así decirlo “paternalista” y concediéndole a esa cultura la centralidad que se merece, por ejemplo, entre otros, en las valoraciones de la música. Por eso incluí en mi plan diversos cursos monográficos sobre el bolero, el tango, la salsa y la música caribeña en sus diferentes variedades, como portadores de valores que superan las barreras nacionales.
En lo que respecta al arte, en su sentido más general, me ocupé mucho de México, por descontado del muralismo, también del surrealismo, ampliando el foco de Frida Kahlo en Europa, e incluyendo otros muchos artistas. En mis múltiples estancias en ese país pude apreciar la gran producción de comics autónomos, por desgracia ahora casi totalmente barridos de las producciones globalizadas, en los que la gente de las ciudades podía reconocer su realidad de manera amena y simpática. Se puede citar el ejemplo, entre otros: de las historias dedicadas a la Familia Burrón, o los comics de Rius, un artista capaz de explicar con gran mordacidad la historia de la Virgen de Guadalupe o el capital de Carlos Marx.
Este tema me permitió elaborar un curso monográfico, en el pude investigar líneas de continuidad sobre la importancia de la cultura visual en México, desde los códices aztecas, las pinturas barrocas de los jesuitas… Luego ya en siglo xx, la tremenda influencia de los grabados de Guadalupe Posada, hasta aterrizar en las políticas de imagen pública de la Revolución Mexicana. También me ocupé de la política museística mexicana desarrollada a lo largo de ese siglo.
El otro foco cultural importante para mi práctica docente ha sido Cuba por varios motivos, entre ellos la Revolución Cubana. De alguna manera significó un fuerte impulso de las artes. Por otro lado, también se desarrolló desde la Casa de las Américas una visión transnacional de la cultura latinoamericana, muy innovadora tanto en el cine como en el teatro, la danza, etc. Teniendo en cuenta también la creación de la Bienal de La Habana, que durante muchos años fue un evento muy influyente para todo el continente, junto a la Bienal de São Paulo.
Dado que el marco docente me dejaba poco juego para entrar más a fondo en el arte contemporáneo, que es mi campo dominante de estudio, pude subsanar en parte este hecho gracias a mis frecuentes colaboraciones en la revista de producción cultural Ecos de España y Latinoamérica, en la que pude publicar artículos y ocuparme de algunos artistas actuales, en particular y de un modo especial, estudiar la presencia del arte latinoamericano en los macroescaparates europeos, como la Bienal de Venecia o la Documenta de Kassel. Esto subsanaba en alguna medida algunos de los vacíos de mis clases.
Sin entrar en detalles, fueron muchos los estímulos que recibí de estudiantes que, en no pocos casos, conocían Latinoamérica por sus largos y atrevidos viajes a ese continente, y por el entusiasmo que en ellos irradiaba esa experiencia y de la cual me beneficié como profesor.
*Profesor de Lenguas Romances y Estudios Culturales. Universidad LMU. Múnich. Alemania.