Por David Mateo
DM: ¿Qué tipo de escultura te lanzó al ámbito público? ¿Cuáles eran sus presupuestos técnicos y conceptuales?
GRM: La pieza presentada en el Primer Salón de Arte Cubano Contemporáneo, que fue mención, marca el momento en el que, pienso, me di a conocer y entro –con una pegada más fuerte– en el mundo de la plástica. Aunque tengo que recurrir a la primera exposición personal, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV), específicamente, en la Sala Polivalente. El crítico que hizo las palabras del catálogo fue Tonel. Creo que fue en el año 92 o 93. Tonel fue más bien crítico. Uno normalmente espera una loa cuando un crítico te hace las palabras para el catálogo, pero él me dio unos cocotazos y, de alguna forma, me sirvió de pauta para el trabajo, para encontrar el camino por el cual transitar.

Seré como el Ché. 1994. Barro pintado acrílico. 30 x 16 x 32 cm
Para ese Primer Salón de Arte Cubano Contemporáneo presenté una instalación. Era un fragmento de la segunda exposición personal mía que se llamaba Como te cuento mi cuento. Era una pieza donde todo lo asumía en barro, con toda la connotación del material. O sea, lo asumí, en buena parte de mi obra como material primigenio. De hecho, hay una pieza que yo creé que se titulaba Del barro venimos, donde estoy modelándome en barro. Esa instalación del Salón de Arte Contemporáneo fue muy bien vista, muy bien acogida, porque era una especie de exorcismo. Yo veía mi vida en seis momentos, con una pieza muy auto-reflexiva y también denotativa de mi generación. La gente se sensibilizó mucho con ella.
Pienso que desde ese momento surgen los presupuestos de mi obra más personal, la de galería. Lo digo así porque he incursionado también en la obra ambiental, monumental, para exterior, que tiene otro lenguaje, otras características.
En nuestra formación académica en “San Alejandro”, la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en el Instituto Superior de Arte (ISA), los escultores teníamos una formación muy férrea, sólida. Te estoy hablando de profesores como Sergio Martínez, Osneldo García… Había una forma específica de ver la escultura. Y creo que ese fantasma se sigue arrastrando, como un círculo un poco cerrado.

Santa devoción. 1994. Barro pintado con acrílico
DM: ¿Qué conceptos te interesaban en ese momento inicial dentro la alegoría y los discursivos?
GRM: No viví en carne propia los últimos años de los 80, no viví esa circunstancia. Me fui a trabajar a Cienfuegos en el 89, que creo fue el año realmente de la pólvora, de la dinamita. En esos días cualquier cosa podía provocar una explosión en La Habana: el punto álgido lo alcanzó “El objeto es esculturado” (sic). En todo ese período yo estaba en Cienfuegos en el servicio social y venía puntualmente a La Habana. Allá hice mis incursiones. Trabajé intensamente, pero tenía una deuda con mi generación. En el grupo mío estaban Lázaro Saavedra, Ciro Quintana, Adriano Buergo, Ermitaño… Y la voluntad de incidir socialmente, de tener una repercusión, estaba en el ambiente. La llevábamos en la sangre desde que nos formamos en el ISA. Ese era un poco el espíritu. Estudiaba en la especialidad de escultura; los pintores eran quizás los que llevaban la bandera, con Flavio y Consuelo. Esta pieza de inicios de los 90, de la que ya te he hablado, tenía toda esa voluntad, toda esa necesidad de incidir de alguna manera, además muy irónica. O sea, no es una revisión de la Historia de manera pasiva, sino más bien irónica, de mucho sarcasmo.
DM: ¿Pudiste tempranamente hacer escultura ambiental?
GRM: Ya desde el 94 más o menos… Empecé a trabajar las ambientaciones en lugares públicos con un marcado carácter pop, donde lo objetual me gustaba mucho. No quería recorrer los caminos trillados de la escultura más contemplativa, decorativa. Si la abstracción en sus inicios fue más transgresora, ahora se peca mucho de las ambientaciones abstractas: como que son lindas, que no dicen mucho, y funcionan perfectamente. Operan en cualquier lugar. Y todo el mundo las asimila de alguna forma.

Dos Pintores. 2000. Barro pintado con acrílico. 17 x 9 x 24 cm
DM: En cuanto a recursos, materiales, conceptos, ¿qué te interesaba de esa escultura ambiental?
GRM: Los materiales eran limitados. Trabajé el ferrocemento, la cerámica. Incluso, vinculé ambos elementos. Recuerdo que hice unas ambientaciones, las que Ángel Ricardo Ríos iba a trabajar conmigo. Después creo le salió el viaje y no llegamos a concretar… Uno de los proyectos era en la Marina Hemingway, en el hotel… En las obras asumí una expresión pop. Eran una suerte de señalética. Esto las ambientaciones no lo han abandonado. De alguna forma la escultura puede servir de señalética o para ubicarte en el lugar donde estás, sin tener que recurrir al letrero. Y eso no conspira contra el hecho de que la pieza tenga gracia y sea un producto atractivo.
DM: ¿Cuánto se ha transformado de esos primeros intereses y presupuestos de la escultura?
GRM: Creo que en alguna forma se ha mantenido, digamos, una línea. He sido consecuente. Incluso, veinte años después hice una revisión de la pieza Como te cuento mi cuento y la fundí en bronce e, increíblemente, es una pieza que cambió al variar el material. Incluso, la presenté frente a otra pieza, otra propuesta, digamos más nueva por la concepción, que era un retrato de mi hijo, una imagen que posteriormente se convirtió en un tríptico: un pionero que saluda una bandera conformada por billetes. Era un poco la confrontación de dos generaciones. Yo que en alguna forma le debía al pasado, ya sea como una revisión, de manera crítica, irónica, como un exorcismo, y la generación de mi hijo que al final no tiene tanto apego por la Historia, y que está en función del dinero más que nada. Es una generación que viene con el chip de cuánto cuesta esto, cuánto voy a ganar, por dónde van los tiros… Ya desde que se gradúan, los presupuestos no se mueven en función del modelo artístico, sino de la interrogante de: ¿cuánto vendiste? y ¿cuánto vendió fulano? Siempre están pensando dónde se puede insertar la obra para que se comercialice. Por esa confrontación y divergencia va la historia de esa pieza… Yo he sido consecuente en una línea. No he dejado de generar nuevos proyectos, nuevas series, como es esta de la historia de la tecnología, de la precariedad del tercer mundo cubano y tratar de enfrentarlo y soñar con la alta tecnología… Al final te das cuenta que tenemos todavía una wifi de palo.

Mordiendo duro. 2010. Mármol y piedra de china pelona. 300 x 100 x 100 cm
Sigo dinamizando, sigo buscando nuevos caminos. Incluso, nuevos materiales. Sigo trabajando con la resina, insertando un poquitico más el bronce y otros materiales, con mucho más desenfado. Hace poco me invitaron a una exposición sobre las bicicletas en la embajada de Holanda y me hice un triciclo con el empleo de latas de cerveza, de refresco. Era un triciclo donde la rueda grande estaba conformada por cerveza bucanero y refresco; primaba el rojo, y las ruedas de atrás, eran de cerveza cristal: era el verde olivo. No he dejado mis presupuestos: utilizar la ironía como recurso.
DM: Ya que hablas de la ironía, el sarcasmo… Me da la impresión que la escultura cubana ahora mismo es muy sobria, muy solemne. Sin embargo, tú te vas a la ironía, al chiste, al choteo. ¿Cómo enfrentas esa realidad?
GRM: Puede que vaya con la persona, con la manera de ser, pero pienso que también va con el fenómeno generacional, los amigos, el origen. En la pintura sí estaba mucho más presente eso. Era más común encontrarte estos modos de operar. Es una cosa también que está intrínseca en mí. De hecho, yo suelo ser así: irónico, jodedor, humorista. Y eso se hace extensivo a la obra.
DM: ¿Has podido lidiar bien con la carencia de materiales?
GRM: He vivido un poco de las dos situaciones: la de la crisis y la de la posibilidad… Tengo amigos que resuelven las cosas y tocan puertas. Tienen ese don, que es tan importante como tener un buen oficio. Yo me he visto un poco limitado al tratar de reunir presupuesto, recursos, pero es algo que suplo al tratar de buscar alternativas.
He ampliado un poco el rango de materiales. En momentos de libertad, de desenfado, le he echado mano a cualquier material que me ha venido bien para expresarme. He sentido muchas veces la necesidad de hacer piezas en materiales que no he podido tener por las limitaciones reales económicas. Hay piezas que yo he soñado de una forma y he tenido que buscar modos para resolverla de otra manera. Me he metido en piezas de un nivel de complejidad increíble. Hace poco hice esa pieza del mouse, en la que usé tres mil mochitos de lápiz. Parece una cosa hecha por un loco, pero el resultado valió la pena. Ese nivel de entrega, de sacrificio, es importante. Normalmente no encargo las piezas. No me gusta pensar en una pieza y que alguien me la realice. Quien tiene la dicha de hacerlo, perfecto, pero es una necesidad también mía de realizar la pieza. Es un disfrute.

Arco de Triunfo. Metal. 250 x 30 x 250 cm
DM: ¿Con qué materiales te sientes más cómodo para el trabajo?
GRM: No estoy limitado. Me gustan el barro, el metal; el bronce lo trabajaría más, mucho más, si la economía me lo permitiera. Sueño muchas piezas en bronce y he tenido que buscar alternativas y dejarlas ahí esperando hasta que llegue su momento.
DM: Tú también usas mucho el dibujo, el boceto como alternativa…
GRM: Sí, piezas bocetos o piezas proyecto. Trabajo mucho la pintura, la instalación, el grabado. Por momentos la fotografía me ha servido. Por formación me siento escultor y amo la obra, pero me siento bien haciendo de todo. De hecho, he incursionado en la escenografía y dirección de arte, que te abre el espectro. En la película Nada pude insertar más mi obra, hacer una especie de conjunción entre el trabajo de dirección de arte y mi obra plástica.
DM: ¿Qué piensas del estado de la escultura cubana?
GRM: Si pensamos en la escultura de carácter más ortodoxo, más tradicional, pienso que hay una suerte de estancamiento. Se hacen eventos, exposiciones puntuales, pero pienso que la escultura no es la obra que hacen los escultores, entre comillas, los formados con una solidez y una obra netamente escultórica, sino todas las incursiones y todos los trabajos que hacen artistas instalacionistas, que provienen de la plástica. Para mí en la escultura cubana se tiende a hacer un divorcio entre los escultores y los otros, los artistas visuales. Si usted está haciendo una instalación, usted está incursionando en la escultura. Para mí todo el fenómeno es escultura.

Arco de Triunfo. Metal. 250 x 30 x 250 cm (Intervenida por las personas del barrio)
DM: ¿Entonces no abogas por la escultura desde un sentido gremial?
GRM: Siento que hay escultores que quieren o que necesitan pertenecer a ese gremio. Hay, desde el punto de vista institucional, un encasillamiento de lo que es la escultura, pero la escultura es todo: es lo que hacen René Francisco, Ponjuán, Los Carpinteros. Todo eso es la escultura cubana.
Lara en los eventos que ha hecho, por ejemplo, en la exposición de Poema 2000 agrupó a muchos artistas. Desde Luis Gómez hasta René Francisco, Kcho, entre otros. Si lo vemos desde ese punto de vista, si somos más abiertos, va bien.
DM: ¿En qué proyectos te encuentras trabajando ahora?
GRM: Tengo dos proyectos: uno de grabado, con una gran instalación, que de alguna forma es el escultor que no puedo matar. Es la necesidad de trabajar con el espacio. Se presentará próximamente en el Taller de la Gráfica y se llama Delitos. Tengo también una exposición que es un homenaje a Dolores Oropeza, nuestra Lola, la de las tres de la tarde. En víspera de su centenario quería rendirle un homenaje a esta señora que es tan cubana y que está tan enraizada en todos los cubanos. A las tres de la tarde muchos la recordamos. Es una instalación de relojes paralizados a las tres de la tarde y que abarca todo el espacio expositivo. Es una obra performática. Pretendo que todos asistan de negro. Hacer un minuto de silencio delante de una bandera cubana como una corona floral.
DM: Sería una especie de representación simbólica de un monumento…
GRM: Hay piezas puntuales que quiero realizar próximamente. Hay una que me entusiasma mucho, se llama El descanso de la República, y la quiero fundir en bronce. Necesito recursos, porque quiero hacerla un poco más grande de lo habitual. Es una reproducción de la República que descansa en la escalinata del Capitolio; una suerte de obstinación, de necesaria revisitación de todo lo que ha pasado en la Historia después de ella.