Marek Bartelik. Presidente de AICA
¿Por cuáles razones fue seleccionada Cuba como la sede del 49º Congreso de AICA?
La Asociación International de Críticos de Arte (AICA) es una organización global que cuenta con 63 capítulos nacionales en cinco continentes y agrupa una membresía de más de 4 500 críticos de arte. Se estableció de forma oficial en 1950 como una ONG afiliada a la UNESCO y, desde su creación, la membresía ha estado comprometida con el desarrollo de la cooperación internacional en las artes visuales, la difusión de las ideas y el desarrollo cultural. Los principales objetivos de AICA son promover la crítica de arte en tanto disciplina y contribuir a su metodología, proteger los intereses éticos y profesionales de sus miembros y defender sus derechos, así como contribuir con la estética visual allende las fronteras culturales. Recientemente, se ha puesto énfasis en el alcance global de la asociación, sus ambiciones interculturales y su enfoque interdisciplinario. La selección de Cuba ha recibido una calurosa acogida de parte de nuestros miembros.
De hecho, el congreso de este año, organizado por la AICA conjuntamente con AICA-Cuba, es el primero en la historia de la AICA a celebrarse en este país. La organización de base en Cuba se revitalizó en 2014. Este ha de ser un evento histórico, no solo para AICA sino para la comunidad internacional del arte, sobre todo porque se celebra en momentos en que Cuba expande su intercambio cultural y artístico con el resto del mundo.
Dentro de su estrategia de trabajo como presidente de AICA, ¿América Latina ha ocupado un lugar priorizado?
América Latina siempre ha sido una región de importancia para AICA. Contamos con secciones muy activas en Brasil, Venezuela, Paraguay, República Dominicana y otros países. Se han celebrado en la región muchos congresos, incluido el Congreso Extraordinario (Brasil, 1959), que tuvo lugar a la par que se constituía Brasilia. Entre los quince presidentes de AICA solo hemos contado con uno de América Latina: Bélgica Rodríguez de Venezuela [1987-1990], por lo que espero que en un futuro cercano podamos contar con otro.
Para mí, la región siempre ha tenido gran importancia. De hecho, me eligieron para presidente durante el congreso celebrado en Paraguay, a finales de 2010. Como crítico, tengo también un marcado interés en el escenario de las artes en América Latina, que según he podido descubrir es muy rico y activo. Creo que la mayoría de nuestros miembros comparten ese criterio.
Debido a la naturaleza internacional de nuestra asociación, me gustaría ver más intercambio entre los países en la región, y entre estos y otros del mundo, pero no necesariamente a lo largo de los ejes “periferia” a “centro” (o viceversa) sino también, y quizás sobre todo, entre los que denomino “periferia” a “periferia”, que son extremadamente ricos y, en mi opinión, siguen sin ser explorados.
Adriana Almada. Vicepresidente de AICA. Presidente de la Comisión de Premios
Usted ha desempeñado un rol importante en la reintegración de Cuba a la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) y en el apoyo a la celebración del XLIX Congreso Internacional en La Habana. ¿Cuáles han sido las razones que le han motivado a adoptar esta voluntad de respaldo?
Creo que lo realmente significativo que hice fue propiciar la conexión entre AICA Internacional y los colegas cubanos. Conocía el trabajo de David Mateo en el campo de la crítica, la curaduría y la edición, y me pareció muy oportuno invitarlo a participar como disertante en el XLIV Congreso de la AICA Internacional que tuve la satisfacción de organizar en Asunción, en 2011, en mi carácter de presidente de la AICA Paraguay. Allí él pudo tomar contacto con el buró de la AICA, que acababa de renovarse con la elección del nuevo presidente, Marek Bartelik, con quien meses más tarde conversamos sobre la posibilidad de restaurar los vínculos con los críticos de Cuba. Poco después David Mateo me invitó a colaborar, desde Asunción y en mi rol de vicepresidente de la AICA Internacional, en la elaboración de la agenda de la primera visita de Marek Bartelik a La Habana para abordar la cuestión. Creo que la reintegración de la Sección Cuba, tras casi veinte años, es el resultado de la vocación de diálogo y cooperación –fundamentos de AICA Internacional– que AICA-Cuba ha puesto en práctica y que se manifiesta hoy en este Congreso. Colaborar en todo este proceso ha sido muy grato, ya que uno de los objetivos principales de nuestra asociación es facilitar y extender los intercambios internacionales en el dominio de las artes visuales, y contribuir al acercamiento y al conocimiento recíproco de las culturas.
¿Qué influencia cree usted que tiene AICA para el desarrollo de un pensamiento teórico y crítico en América Latina y el Caribe?
Creo que la influencia de la AICA en América Latina es significativa, pero podría ser mayor. En este sentido me parece que los congresos y simposios son herramientas fundamentales para debatir sobre la escena contemporánea, así como las publicaciones impresas y digitales. Creo que sería muy fructífero que las secciones nacionales de la región entrasen en contacto más fluido a fin de superar el desconocimiento mutuo que todavía existe y llevar adelante proyectos comunes, tales como coloquios, simposios, plataformas de discusión online, etcétera. Y si pensamos en una proyección mayor de la intensa y extensa producción teórica de América Latina y el Caribe, vemos que uno de los puntos débiles es la falta de traducciones oportunas que lleven, en principio al inglés, todo ese pensamiento crítico. La colaboración entre secciones vecinas podría ser un primer paso para impulsar tal proyección.
Adelaida de Juan. Presidenta de la sección cubana de AICA en los años 80. Miembro de Honor AICA-Cuba. Crítica de arte y profesora de la Facultad de Historia del Arte, Universidad de La Habana
¿Cómo se fundó el capítulo cubano de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) en los años en que usted lo presidió?
En 1985 fui invitada por la Presidencia de la AICA a asistir a su reunión anual en Caracas. Yo había colaborado, en tanto Experta de Arte Latinoamericano de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en varias de sus reuniones y publicaciones. Al asistir al congreso en Caracas, fui entrevistada por el entonces presidente y secretario. Ellos me instaron a la fundación de un capítulo cubano de la Asociación. Respondí que mi país no estaba en condiciones económicas para asumir tal creación. Me plantearon el procedimiento usual en esos casos: la existencia de un capítulo amplio, del cual solo cuatro miembros se acreditaban ante la Asociación. Como todas las gestiones se habían cursado por el Ministerio de Cultura, presidido por Armando Hart (con Beatriz Aulet en la Dirección de Artes Plásticas) me dirigí a esa instancia, y se determinó nombrar a Llilian Llanes, por el Centro de Arte Contemporáneo “Wifredo Lam”; Oscar Morriña, por la sección de crítica de arte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); José Veigas, quien trabajaba con Beatriz en el ministerio, y yo como presidenta, al haber sido contactada por la presidencia de la AICA. La parte económica era asumida por el MINCULT. En 1987, ya el Capítulo Cubano funcionaba a nivel nacional con unos 35 miembros. Establecimos un premio anual de crítica de arte y otro para la curaduría (ganado inicialmente por Lesbia Vent Dumois). El término curaduría resultaba tan inusual, que el periódico Granma me entrevistó sobre él.
Asistí entonces al Congreso celebrado en Madrid, presenté las biografías de los otros tres miembros designados por el ministerio y esbocé la labor realizada. Tuve dos intervenciones que creo fueron correctas: los críticos de Puerto Rico habían enviado con Marianne de Tolentino, presidenta del capítulo de República Dominicana, su deseo de crear un capítulo puertorriqueño independiente del norteamericano. Un delegado europeo se opuso, alegando que eso crearía un doble capítulo. Señalé que en los grandes eventos deportivos solían competir dos equipos: uno de USA y otro de Puerto Rico. Añadí que en un reciente concurso de pelota, había triunfado el puertorriqueño. Así fue aceptada su creación. Además, en ese congreso se celebraron elecciones para presidente y, por primera vez, se postulaba una persona de la América Latina. Por supuesto, voté por ella: era la venezolana Bélgica Rodríguez, a quien había conocido en un evento –creo que en la Bienal de La Habana. Posteriormente pude asistir a congresos anuales en Buenos Aires y en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Al celebrado en Los Ángeles, California, no pude concurrir pues la visa norteamericana llegó a La Habana el día viernes en que se clausuraba el congreso. Entonces llegó la última década del siglo pasado, con las conocidas condiciones económicas. Así se agotó la labor del inicial capítulo cubano de la AICA hasta el presente, cuando se crea de nuevo, con buenos augurios.
¿Cómo valora el hecho de que Cuba haya podido reintegrarse a AICA internacional, y que ahora se desarrolle en el país el 49º Congreso Internacional de la AICA?
Durante algunos años del siglo pasado el capítulo cubano de AICA desempeñó un papel activo tanto nacional como internacionalmente. Superadas ya las circunstancias económicas que frenaron tales actividades, el reintegro de Cuba a la asociación es altamente provechoso, y la celebración de su congreso anual en Cuba es motivo de júbilo y compromiso.