Por: Alexis Triana
(Entrevista a Enrique Martínez Murillo)
Este proyecto me resultó excepcional. Un Pabellón cubano en Venecia concebido como exposición colectiva de 14 artistas representaba un gran desafío, una aventura que asumimos con la ilusión y el compromiso con que nuestra empresa ha llevado a término innumerables proyectos de arte desde la Décima Bienal de La Habana en el año 2009.
En esta ocasión, Logística del Arte no solo asumió el enhuacalaje, transportación, acondicionamiento, y montaje de la exposición y la gráfica, sino la producción y el aseguramiento de todas las acciones derivadas de la presencia cubana, lo cual suponía estructurar un engranaje múltiple y dilatado, que además debería adecuarse a las muy particulares condiciones de Venecia, una ciudad hermosísima pero construida a partir de sus canales.
Esto, que parece sencillo al relatarlo, significó desplegar una estrategia pormenorizada: organizar desde la contratación del espacio, los pasajes aéreos y el hospedaje de los artistas, la documentación del proceso, el aseguramiento y organización de la inauguración. Ello como complemento a la transportación de las obras, el montaje de cada una de ellas en los espacios de la Biblioteca del Instituto Veneciano de las Artes y las Letras (sitio espléndido y complejo), el intercambio y asistencia a cada artista según el carácter de su trabajo (desde las necesidades de una performance como el de Carlos Martiel o el emplazamiento de una escultura a escala urbana, como la de Esterio Segura).
Un palacio veneciano a los pies del puente de La Academia: ¿un golpe de suerte?
Como casi todo en la vida, una mezcla de perseverancia y azar. Mi empresa había acompañado la participación cubana en la 55 edición de la Bienal de Venecia. Desde ese momento, habíamos tejido el gran sueño de conseguir una presencia autónoma, donde los artistas cubanos no compartieran el espacio con ningún otro país. El presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, desde ese año 2013, me propuso el desafío… Y ciertos acontecimientos de mi vida personal, que me obligaron a guardar reposo de alguna manera favorecieron ese objetivo, porque en ese tiempo recuperé algunos contactos de una vieja agenda manuscrita… y me sumergí en este nuevo reto.
Con una colega hicimos una primera visita, recorrimos muchísimos espacios posibles en 48 horas… El Palacio Loredan fue el primer lugar de la lista. Estuve convencido desde el primer momento que este sería el sitio perfecto. Pero la disciplina y la curiosidad nos hicieron recorrer toda Venecia según una larga lista de posibilidades que nos había organizado un colega arquitecto. Palacios casi extraviados en intrincadas callejuelas que solo tenían unos metros disponibles; salas en excelentes edificaciones, pero donde podrían albergarse uno o dos artistas, museos que tenían disponibles únicamente espacios comunes muy contaminados… todo ello homologado por astronómicos alquileres.
Así que mi primera corazonada quedaba verificada. El Pabellón cubano a la 57 Bienal de Venecia estaría emplazado en el Palacio Loredan, uno de los espacios más céntricos y extensos que pudiera soñarse en Venecia…, y a partir de ahí a construir una utopía.
¿Algún termómetro para aquilatar la recepción del público?
Por mi parte, pusimos un libro en la sala para que los visitantes dejaran sus impresiones. Resultó muy interesante, pues no se trataba de los criterios de la crítica especializada, que al final puedes rastrearlos en Internet, o de la conversación con tal o más cual curador o especialista. Son visitantes de todo el mundo, y desde muy diversas perspectivas, quienes volcaron sus opiniones y muy especialmente las emociones que despertaron las distintas piezas o la exposición en su conjunto. No encuentras ningún criterio desfavorable. Se trata de decenas y decenas de páginas en muchos idiomas, en ocasiones dibujos que inspira la propia exposición, aportando desde la personal visión de cada visitante una posibilidad de comunicación y relación con Cuba, sus artistas y su gente y con este momento específico donde parece que se imponen “tiempos de intuición”.