El tercer piso del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes presenta, desde el pasado mes de diciembre, la antológica Antonia Eiriz. El desgarramiento de la sinceridad. Con curaduría de Roberto Cobas Amate, la exposición recoge obras de las colecciones del museo, privadas y de otras instituciones, realizadas entre 1958 y 1991 en diferentes soportes y técnicas. Todas evidencian diferentes etapas de la vida creativa de Eiriz.
De acuerdo a las valoraciones de Lázara Menéndez, profesora de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, la “obra de Antonia, que se pone al alcance de nuestra percepción, no favorece la creación de lisonjas melancólicas. El receptor de sensibilidad cultivada puede advertir que prevalecen: la conciencia de la fragmentación, el desencanto, la desconfianza y una violencia descarnada junto a nuevas pretensiones de colonización cultural del consenso”.
Por eso, enfatizó Menéndez en la apertura, resulta “extraordinario el proyecto de esta exposición, al exhibir la monumental obra realizada en los [años 60] que apeló y apela al intelecto sagaz, no a la complacencia, ni al ‘juego de las asechanzas’ como respuesta a insidiosas suposiciones tan al uso en aquel período y después”.
De acuerdo a las declaraciones de Cobas Amate, la muestra se proyectó originalmente para celebrar el 90 aniversario del natalicio de Antonia Eiriz (La Habana, 1929-Miami, 1995). Sin embargo, las limitaciones impuestas por la pandemia de Covid-19 hicieron retrasar el proyecto, que ahora coincide con la 14 edición de la Bienal de La Habana. Y ha afirmado además: “La exposición pretende arrojar luz sobre uno de los períodos más complejos de la historia contemporánea de Cuba, como fueron los años 60.// Antonia Eiriz fue protagonista del acontecer cultural de la época y estableció un intenso diálogo con acontecimientos trascendentales que ocurrieron con posterioridad al triunfo revolucionario de enero de 1959.// Me parece importante el rescate de esta figura imprescindible de las artes plásticas cubanas, cuya obra no es tan bien conocida por el público actual”.
Aunque Ñica Eiriz solo ha tenido cuatro muestras personales en su tierra natal, su figura ha sido ampliamente abordada en el circuito del arte cubano, tanto desde la perspectiva exhibitiva como crítica e investigativa. Hamlet Fernández afirma en un ensayo –Premio Guy Pérez Cisneros en 2010– que lo de Antonia es un “arte punzante, provocador, agresivo, de humor negro, un arte que pone ante los ojos del espectador aquellas zonas de lo humano que más detestamos y les impone el reto de purgar sus propias miserias de espíritu; un arte que le corre el velo a la hipocresía, a la demagogia, a la disfrazada manipulación; un arte que delata [el desdibujo] de la psiquis de los más susceptibles a la despersonalización, de los que son arrastrados y diluidos en la marea embriagadora del futuro promisorio, es un arte condenado al rechazo de quienes, como advertía Hugo Consuegra, gustan de ser halagados. Y si los que gustan de ser halagados son mayoría y tienen poder para vetar, es un arte condenado a la marginación y a la exclusión”.
Isabel M. Pérez Pérez