Cuba se ha ido transformando en un país de despedidas: aisladas, personales, colectivas, algunas nostálgicas, otras con la nefasta carga de la renuncia. El cubano migra en búsquedas utópicas, persigue una progresión natural enfocada en la estabilidad psico-política y el bienestar económico. Pero, como en toda despedida –y al final migrar es eso, una despedida–, son los reencuentros el anhelo final: reencuentros puntuales, momentáneos y a veces sucesivos. Precisamente, del 5 de julio al 26 de agosto, la Acacia es el nicho propicio para otra experiencia de reconciliación, la del artista Glexis Novoa con el público cubano, al menos con ese residente en la isla y que no acostumbra, o no puede, trascender fronteras.
Sobre los detalles de la curaduría, el propio autor ha declarado: «Para esta exhibición he creado una serie de esculturas que incluyen dibujos en grafito sobre mármol, hoja de oro, fotografías, artefactos y objetos encontrados. Mi interés en resaltar las dinámicas y procesos vernáculos, incluyen el acceso a nuevos modelos sociales, donde el intercambio y una pujante actividad comercial, me abren un acceso sin precedentes a la historia de la ciudad.»
Formas en el tiempo –título de la muestra– es también una especie de manifiesto personal, búsqueda introspectiva que exterioriza realidades simultáneas conectadas y superpuestas en Novoa como creador y ser social. Despierta un mundo de esculturas austeras, deudor de estéticas orientales que surgen en la adscripción budista del creador. Formas que respetan su origen, una génesis arquitectónica y prefabricada donde el concreto es tan natural como la piedra virgen que lo vio nacer o las plantas y la humedad que brotan de su vejez. Pero la muestra excede este vínculo espiritual con el material: el artista lo interviene, crea a partir de él, lo dispone simbólicamente a su antojo, graba una historia. Y es ahí donde renace ese Glexis obsesionado con las permutas de una estética e ideologías soviéticas, con una historia que se construye en la interrelación de realidades espaciales diversas. Esos fragmentos de piedras, esos bustos, hierros, mesas, mármoles, cristales, resumen el drama transitado por una nación y replicado en sus habitantes. Al final, Formas en el tiempo es un testimonio, un diálogo tripartito en que creencias, historias y migración confluyen en un gesto casi arqueológico y conmovido ante el ser humano y su medio, ante la intrascendencia de lo íntimo y la palabra eterna de los símbolos.
Abram Bravo Guerra
GALERÍA LA ACACIA
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