La concurrida Venecia de esta 58 edición de su Bienal de Arte acoge, desde el pasado 11 de mayo, una multitud heterodoxa de proyectos. Concomitando con las muestras oficiales, las participaciones nacionales y las actividades colaterales que se anunciaban en el programa central, la ciudad se presenta como un observatorio plural desde donde avistar un segmento suculento de lo producido en arte en casi cualquier rincón del universo. Palacios, museos, fundaciones, instituciones, canales, plazas y puentes devienen en un prisma fractal donde se compila un inventario extendido de nombres de las más disímiles procedencias geográficas y estéticas.
En este maremágnum de propuestas, el Palacio Zenobio, en las cercanías de la céntrica Plaza Santa Margarita, se suma al certamen con varias propuestas, desplegadas en sus espaciosos salones. Entre ellos, destaca la muestra colectiva de artistas cubanos quienes, reunidos bajo el genérico Cuba: identidad y diferencia ofrecen una panorámica global de las producciones visuales de la isla. La exposición recorre un arco temporal que va desde creadores nacidos en los años cincuenta como Alberto Lescay, Rocío García o Arturo Montoto hasta figuras emergentes que lo hicieron en la medianía de los noventa como Alicia Rodríguez, Lianet Martínez o Miriannys Montes de Oca. En el trayecto se suman muchos otros de generaciones intermedias como René Francisco Rodríguez, Lidzie Alvisa, Esterio Segura, José Emilio Fuentes / Jeff o Rafael Villares, et al.
En palabras del catálogo a cargo de su curador, David Mateo, se afirma que “El que obras y estilos tan disímiles hayan logrado converger de forma coherente, orgánica, se debe, sobre todo, al imperativo de una conducta que reconoce en la búsqueda de un lenguaje expresivo, en la obsesión por adjudicarle una voz y una connotación simbólica a la iconografía cotidiana, su mejor pretexto de ilación. Cada una de las obras que hoy se producen dentro del país, revisita por su cuenta y riesgo, un valor o un espacio específico del patrimonio cultural insular, a partir del cual se van improvisando una serie de nuevas metáforas, o readaptando las ya existentes desde sus significados seculares.”
Una museografía distendida, desplegada en tres salones espaciosos y muy bien iluminados, propicia al espectador un ambiente de armonía entre las muy variadas propuestas donde aunque prima la pintura, también pueden apreciarse varias técnicas gráficas y obras escultóricas.
Esta presencia de Cuba en Venecia ha sido coordinada por Suzzete Rodríguez, quien además comparte labores curatoriales, y se estructura en dos muestras sucesivas que se sucederán en el marco temporal de la Bienal, como parte del proyecto Next Stop. Asimismo se suma la colaboración de organizaciones italianas como Divulgarti Consulting y Associazione Culturale il 2 colli. En paralelo, un conjunto de instituciones cubanas apoya el proyecto como la Fundación Caguayo, Dihavana, y la aerolínea Blue Panorama.
Aún en medio de un evento colosal, plagado de artistas mediáticos y transoceánicos, la muestra de los cubanos tuvo una inauguración muy concurrida, a la que asistieron tanto el público general, curioso e interesado, como directores artísticos (Dott. Angelo Bacci); galeristas italianos e internacionales; críticos de arte (Christian Humouda y Dott.ssa Mattea Micello); curadores (Annarita Boccolini, Loredana Trestin, Mauro Dell Aira)…
Cuba en el horizonte y una exposición como pórtico. Una estación de confluencias, de trasiego de sentidos y percepciones para los cubanos en la más antigua de las bienales del mundo.
PÉREZ & DEL VALLE
Texto e Imágenes