En la tarde de ayer el artista cubano Nelson Villalobo inauguró su exposición en Apocada 260 entre Factoría y Aponte, Habana Vieja, otra de las colaterales que se asoman entre las primeras del gran evento de las artes visuales en Cuba.
La pluralidad discursiva hizo gala de un dominio técnico que transita desde una abstracción lírica deudora del maestro Kandinsky, un lenguaje muy apegado al de los concretos en el plano bidimensional, hasta la desestructuración del objeto escultórico en el espacio. Ante la pregunta sobre la diversidad de estéticas expuestas al unísono, aclara Villalobo: “Me considero un rizoma, soy rizomático, vengo de una patata, de una papa que echa raíces donde quiera, y esta es un poco la idea.” Y es que la propia condición del sujeto fragmentado, el mismo que vive y padece en los tiempos de la postmodernidad, fractura la noción única sobre el arte, viniendo incluso esta de un mimo creador. Desechado entonces el encasillamiento sobre un único discurso, los influjos resultan muy diversos, así como las soluciones ante las provocaciones externas.
“El espacio me condiciona, me engendra. Yo empiezo a trabajar el material, el espacio donde vivo y desarrollo la pieza me va hablando y yo lo voy resurgiendo y poetizando la idea, ese es mi planteamiento.” Biblioteca de la construcción y restauración permanente de La Habana, por ejemplo, es una pieza con fuerte aliento instalativo. Para su concreción ha sido intervenida por completo una de las habitaciones del lugar donde se desarrolla la exhibición, que hasta ese momento estaba abandonada a los antojos del tiempo. Una serie de losas pertenecientes al mismo edificio fueron colocadas sobre el suelo, acompañadas de otra cantidad de objetos encontrados y un mural sobre la pared que sirve de fondo donde se observa un librero. Ellos conviven con la Giraldilla, un Elegguá y hasta una imagen de la Catedral de La Habana. Y ese collage de símbolos se erige como fuente invaluable de conocimientos.
La videocreación también contó con un espacio en la muestra. Pablo Villalobo utilizó piezas escultóricas de su padre que datan de los años ochenta y jugó con ellas en el espacio, también abandonado. El rescate de su herencia lo coloca ante una situación de imponente resemantización, la cual soluciona en gran medida a través del soporte que le proporciona el audiovisual.
“Hemos escogido –agrega Nelson– este local para convertirlo en una obra, una obra en construcción, donde aparecen unas piezas terminadas y otras medio terminadas.” Efectivamente, cada una de esas piezas que se presentan desconectadas entre sí forman parte de un mismo todo: su percepción ante el arte y la vida.
Nayr López García