Surisday Reyes Martínez
El discurso cerámico femenino de las últimas dos décadas del siglo XXI supone medular atención para un análisis crítico y valorativo de fenómenos particulares que se entrecruzan y convergen en diversos escenarios creativos. La agudeza y complejidad –en términos formales y conceptuales– en las proposiciones de artistas como Teresa Sánchez, Lisbet M. Fernández y Beatriz Sala Santacana, apuntan hacia una visión postmoderna dentro del amplio universo de la cerámica artística contemporánea cubana.
Conversaciones “aparentemente” espontáneas han suscitado polémicos debates en torno a sus inicios en la cerámica, los intereses ideoestéticos, las experiencias expositivas más importantes y hasta los azares de la vida que, en definitiva, han ido permeando sus quehaceres dentro del arte. Aprovecho entonces la oportunidad para asumir el reto de un diálogo plural con estas versátiles, talentosas e inquietas mujeres, ante cuyas propuestas surgen siempre las interrogantes.
Desde una actitud desprejuiciada, no solo evidente en su obra plástica sino también en sus propias reflexiones, inicia este presunto intercambio Teresa Sánchez. Primero comparte a qué debió sus estudios en el perfil de Cerámica Escultórica. Vale aclarar que es la única profesional en el país graduada de esta especialidad fuera de los predios de nuestro sistema de enseñanza. A propósito explica que una vez concluida su formación en la Academia de Artes Plásticas “San Alejandro”, en los años 80, la principal aspiración era poder continuar en el Instituto Superior de Arte (ISA): “Cuando aprobé los exámenes de ingreso para comenzar en el Instituto, supe que habían escogido a cuatro jóvenes para proponerles una beca en Alemania y, por fortuna, aparecía en la nómina. En mi caso, viajé hacia la entonces República Democrática Alemana (RDA) en 1984 y me formé durante cinco años en el perfil de Cerámica Escultórica en el Instituto de Arte de Berlín-Weissensee”.
En la obra inicial de Teresa afloran precisamente el lenguaje expresionista y el carácter grotesco de las representaciones. ¿Ello se debe a su formación en Alemania, país donde el expresionismo ha adquirido una importante significación en el contexto artístico? “Aunque podría ser criticable el hecho de que el Instituto se mantenía bastante ajeno a lo que pasaba en el arte contemporáneo de Occidente, fue esencial en mi formación que existiera una fuerte tradición del expresionismo. De manera que se me abrió un mundo cultural inmenso, en tanto pude tener acceso a obras de expresionistas importantes en los museos y otras instituciones culturales. Al tiempo que asistí a exposiciones retrospectivas de representantes del movimiento. Hubo, incluso, cierta intención del profesorado en indicar: este es el buen arte”.
Por su parte, Lisbet comenta que a partir de la tesis de graduación del nivel medio profesional, en la escuela de Artes Plásticas de Camagüey, que titulara “Tribuna de angelotes” (1993), expuso por primera vez un conjunto de esculturas en terracota: “El barro marcó mi formación en la especialidad de escultura, pues es este el material por excelencia para el estudio de la figura humana. Mis primeros tanteos en el quehacer escultórico me permitieron encontrar la posibilidad de construir imágenes y extraer conceptos de él partiendo de su propia naturaleza”.
Explica Santacana que el acercamiento a la manifestación fue de un modo azaroso. En la búsqueda de bibliografía sobre temas filosóficos tuvo su primer contacto con la arcilla: “Quizás fue magia pero, al este señor abrirme la puerta con las manos totalmente embarradas y llevarme directamente a su terraza para mostrarme lo que hacía, se me olvidó el sentido de la visita; pasó la filosofía a un segundo plano y me senté con él a compartir aquella maravilla que jamás había tocado”.
La diversidad generacional –(y) en cuanto a formación profesional– también perfila la proyección de estas creadoras. Los espacios de trabajo colectivos juegan un rol muchas veces decisivo en el aprendizaje. En este sentido, ¿cree Lisbet que fue importante para consolidar su formación insertarse en el Taller de Cerámica del Instituto Superior de Arte (ISA)? ¿Cuáles considera que hayan sido las principales aportaciones para su desempeño posterior?: “El taller de cerámica del Instituto Superior de Arte (ISA) tiene grandes méritos, precisamente, por estar en el contexto pedagógico de la Facultad de Artes Plásticas. Constituye un importante espacio en el que se puede aprender el puro arte de la cerámica, respetando sus procesos y creando con ellos. A mí me aportó mucho, sobre todo, el poder adentrarme en el proceso de horneado de las piezas, conocimiento que he usado hasta hoy día. De allí salieron todas las obras que realicé mientras cursé estudios en esa universidad”.
Un intenso proceso de instrucción individual, por parte de Santacana, la acercó más aún a la cerámica. Innumerables fueron sus visitas a talleres en Calabazar, además de recibir clases sobre modelado en cursos básicos sobre cuestiones técnicas. Significativo, y por demás estimulante, resultó el intercambio con Fúster: “Las aportaciones técnicas y conceptuales que supusieron para mí conocer el Estudio de Fúster y su obra fueron muy importantes. Él me mostró su creación artística y sus conceptos, lo que me llevó a pensar que las obras debían tener un mensaje implícito, y que el estilo era fundamental para definirte como artista. Comencé entonces a ver el mundo del color y la compleja alquimia de los esmaltes”.
Es interesante la (re)inserción en el contexto creativo cubano a inicios de los años 90 para la Sánchez. Con detalles, así cuenta esta experiencia: “Regresé a Cuba una vez culminados mis estudios en la especialidad de Cerámica Escultórica a finales del año 1989. Me sentí en esa época completamente desplazada del movimiento plástico que se generaba en la Isla y, sobre todo, de lo que había transcurrido en los fértiles años 80 en nuestras artes visuales. De manera que comencé a trabajar individualmente con una poética muy definida y ajena a las propuestas del resto. Debo afirmar que la exposición Toma II, en 1994, fue la que me abrió las puertas para proyectos futuros. Esto se debe a la aceptación que tuvo la muestra por parte del crítico y curador Alejandro G. Alonso, director del entonces Museo Nacional de la Cerámica. Fue, justamente a través del museo, que comencé a participar y buscar otros lugares en los cuales presentar mis propuestas”.
Tras graduarse en 1998, Lisbet ejerció la docencia y supo conjugar de modo coherente su trabajo creativo con el propiamente pedagógico. Impartió, en la carrera de Artes Plásticas, clases de Dibujo del natural y Restauración. En ocasiones ofreció conferencias relacionadas con su dominio del quehacer escultórico. Esos siete años de labor ininterrumpida (1998-2005) dentro del sistema de enseñanza del ISA, no supusieron un obstáculo o rezago en su desempeño artístico. De manera que, al contar en determinadas ocasiones con el equipamiento técnico disponible en el taller, pudo realizar varias obras que le permitieron vincularse a los escenarios expositivos nacionales.
Asimismo, las visitas que Santacana realizó al propio Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana, las exposiciones y en especial las bienales, organizadas por la institución museal, tributaron a su interés por insertarse en algunos certámenes. Presentó en el año 2006, por primera vez, una obra a la VIII edición de la Bienal de Cerámica. Esta fue laureada con el Premio Ópera Prima, lo cual daría un mayor impulso para seguir su labor en tan complejo pero gratificante camino.
En pos de profundizar en las proposiciones ideoestéticas de estas artistas se impone una tan retórica pero imprescindible pregunta: ¿consideran que existen diferentes etapas en su quehacer artístico o unidad en términos formales y de significados? Cada creadora expone interesantes argumentos, los cuales permiten una comprensión de su obra y la articulación de esta con el contexto cultural cubano e, incluso, el foráneo.
A propósito, Teresa afirma que reconoce dos quehaceres paralelos, ya que comenzó trabajando el pequeño formato y la figuración. Posteriormente, la propia temática de cuestionarse lo social y el arte mismo la llevó a hacer piezas que ya se instalaban. La escultura de pequeño formato fue, en definitiva, la que trazó el camino hacia la instalación y lo abstracto. Un ejemplo significativo es Epojé (2012), pues es una proposición de carácter efímero en la que el espacio es determinante. Se genera, en este caso, otra relación con el espectador y la vivencia puede ser más intensa. En términos de significados es notable que sus recientes piezas tienen cuestionamientos mucho más profundos y menos accesibles.
Al respecto, Lisbet plantea: “Creo que en mi producción artística hay una unidad formal y conceptual, ya que mantengo el protagonismo del niño como eje central y todo lo que su uso sigue aportando a la obra. Lo que sí se ha ido renovando es el trabajo con la técnica misma de la terracota, a lo que se suma el interés por el quehacer instalativo. En este sentido, el conjunto escultórico Caminos (2007) inició un momento importante, pues la obra sale de la galería para integrarse al espacio público. Encontré en el niño detalles muy sugerentes e interesantes, como la expresión del rostro, miradas, poses, así como gestos que definían actitudes o reacciones muy peculiares. Teniendo en cuenta tales características comencé a plantearme la idea de jugar entonces con la propia psicología infantil, que tanto sugestiona a los adultos”.
En su trabajo –añade Santacana– ha logrado una unidad formal centrada en el ser humano y sus circunstancias, algo tratado desde una óptica imaginaria y desmarcada de todo realismo. En consecuencia, podrían sintetizarse tres etapas estéticas: “Una etapa inicial, influenciada por la cultura maya, con formas más recargadas y abundancia de elementos o símbolos. Posteriormente se abre un período intermedio en el cual realicé piezas por encargo a comitentes estatales y privados. Esto tributó a consolidar el aspecto básicamente técnico. El último y actual período, que se corresponde con el nuevo espacio de trabajo en mi Estudio Taller, me permite además reflexionar y analizar las propuestas tanto en su figuración como en su discurso. Desde el punto de vista estético ha sido fundamental la influencia de artistas contemporáneos cubanos e internacionales con un interesante lenguaje minimalista y abstracto. Otro elemento esencial es la incorporación de materiales diversos para integrarlos a la cerámica con el objetivo de lograr una obra escultórica diferente y con un lenguaje de mayor contemporaneidad”.
La labor expositiva está indisolublemente relacionada con momentos a veces de cambio y hasta de transgresión en lo justo del término. ¿Cuál o cuáles muestras personales o colectivas han sido significativas en la labor que han desarrollado? ¿Cómo ellas han contribuido al planteo de los contenidos? Sobre estos aspectos ofrecen criterios muy atinados, que posibilitan sensibilizarse aún más con su creación.
En esta oportunidad, inicia Beatriz Sala Santacana sus comentarios. Destaca que son cuatro las exposiciones que, por diversas razones, han trascendido: “Mi exposición personal Frida: alas para volar fue la de mayor complejidad. Constaba de nueve esculturas cerámicas de gran formato en las que, por primera vez, utilicé elementos de madera y metal, y realicé una instalación. Desde el punto de vista conceptual resumí la vida y obra de Frida Kahlo, sin excesos descriptivos en las piezas, basándome en su propio arte, pero a través de mi interpretación. También la colectiva Utopía, colateral a la XII Bienal de La Habana, en la que participé junto a un grupo de importantes artistas en la Fábrica de Arte Cubano. Allí presenté la instalación La marcha, expuesta con un gran boceto del conjunto y un audiovisual que complementaban la historia de un grupo de nueve personajes en desfile acordonado. La tercera –pero primera fuera de Cuba– tuvo lugar en 2019, junto a artistas cubanos (Villa Soberón, Ángel Ramírez, Lissette Solórzano…), latinoamericanos y estadounidenses, presentada en Pittsburgh (Pennsylvania, Estados Unidos). Por último, fue relevante la colateral a la XIII Bienal de La Habana, con sede en el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana. La pieza Inercia fue de difícil ejecución, tanto por el gran formato de las figuras de cerámica conectadas por una cuerda, así como por la estructura de hierro que cada una soportaba”.
Por su parte, Lisbet M. Fernández insiste en que han sido importantes todas sus exposiciones personales, pues han contribuido a un paso de evolución en su propio trabajo: “Sin embargo, hay una muestra que fue para mí y continuará siendo casi una revelación. Me refiero a Sentido (2004) en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, dada su síntesis conceptual y formal, la combinación de elementos tan diferentes pero frágiles y la forma de instalar las esculturas de terracota. El niño-terracota o niño de tierra es una metáfora de algo tan esencial como el inicio, el crecimiento y el desarrollo del individuo. Cada obra alude a escenas provenientes de la cotidianidad, aparentemente simples, pero con mucha carga de subjetividad y simbolismo. Los problemas que ocupan al hombre, como las relaciones humanas, la comunicación con el otro que nos rodea y el autoconocimiento, son los asuntos más recurrentes que se enuncian en esta instalación”.
Desde las primeras incursiones de Teresa Sánchez se advierten características inherentes a una parte significativa de su trabajo, como son la agresividad en la conformación de las estructuras de arcilla. En diversas propuestas la ambigüedad de los términos escogidos contradice la representación misma y tienen otras significaciones de acuerdo a su procedencia lingüística. El aspecto básicamente técnico puede fungir como mero pretexto para sugerir lecturas de alto grado de complejidad, puesto que se cuestiona lo social, lo político y hasta lo objetual. La artista ha realizado diferentes muestras personales que privilegian las etapas reconocibles en su labor; asimismo, las exposiciones colectivas, le imponen siempre un pensamiento más abierto para adecuarse a los presupuestos curatoriales definidos. Confiesa que “la muestra In Anima Vili (2006) marcó otro momento fundamental en tanto ya la obra es la exposición, es una especie de enviroment, que no puede ser sin el espacio”.
En síntesis, es destacable la presencia femenina en el contexto artístico contemporáneo y sus escenarios legitimadores. Sobre todo en esferas de conflicto teórico. La propia cerámica resulta un desafío. Solo el quehacer constante, el afianzarse a aspiraciones individuales, la necesidad de comunicación desde lo visual y la experimentación no como moda sino con lógica, sentido y efecto, les han permitido a estas mujeres articular un discurso explícitamente postmoderno. Hay temas, sin dudas, para otro diálogo…