por Axel Li
“Tú habías llenado la Isla:/ las cosas eran/ una forma de tu mirada,/ una metáfora de tu palabra”.
Antón Arrufat[1]
“Tener una casa es tener un estilo para combatir al tiempo. Combatir al tiempo solo se logra si a un esencial sentido de la tradición se une la creación que todavía mantiene su espiral, que no ha dejado aún de transcurrir. El que tiene una casa tiene que ser bienquisto, pues la casa produce siempre la alegría de que es la casa de todos”.
José Lezama Lima[2]
El registro fotográfico ocasional de Lezama Lima en su propia morada logró repetirse varias veces. Accedió a la confidencia visual. Si bien hubo ángulos que quedaron fuera del alcance del lente, donde (mejor) se le capturó fue en su cuarto-estudio. Las varias composiciones de “anónimos” fotógrafos se nos presentan cargadas y enigmáticas en un segundo plano que se ajusta con las paredes, como fondo, rebosantes de libros, obras de arte, reproducciones, adornos, figurillas.
Su hogar, aunque algo oscuro, húmedo y en verdad pequeño; rodeado en las alturas desde su pasillo como centro, por casas casi similares, fue el ámbito de una filosofía también del acumulo, a través de textos e imágenes con un gran significado cultural: sobre todo para él. Diseñó y rediseñó su hogar o, más bien, su zona de trabajo y diálogo: epicentro de casi todo su universo creativo. Desde allí (des)armó los puntos adyacentes cada vez que pudo, porque ornatos y obras de arte –en sentido general– permutaron de posición alguna que otra vez. Aparentemente había estatismo, ¿qué casa lo tiene en grado absoluto?
Pero cuanto hoy vemos desde lo fotográfico, incluso in situ, en la llamada Casa Museo “José Lezama Lima” de la calle Trocadero 162, La Habana, o cuanto existe como testimonio –escrito y oral– es el resumen de una fase avanzada que tuvo un punto de partida, que ignoramos. Nada allí fue siempre así. El acumulo de libros, revistas y arte, tuvo etapas en el tiempo. Debió haber un estallido inicial, una decisión de establecer para sí y los demás –sus amigos– un (gran) reino de impacto en medio y/o como parte de una pobreza irradiante.[3] Ejemplo y émulo: opción.
Eran los tiempos de sus necesarias salidas y visitas, de aprender y relacionar lo diverso. De buscar. Y la vida, y su casa, evidencian que supo hallar para sentirse a gusto. Acompañado. Y entonces, enseguida debo pensar en aquel Lezama sorprendido por una instantánea apenas referenciada, de Funcasta,[4] en la apertura de una exposición colectiva de dibujos en 1936. Mira Lezama a la cámara que documenta el suceso. Resalta, porque está en una posición muy delantera. Y no importa el hecho de que estuviese sentado, lo cual nos confirma que su interés no era el de posar al lado de quienes sí están detrás, a cierta distancia de él, listos para la foto de crónica social. Funcasta quiso ser generoso con la mayoría que esperaba la fotografía documental: por eso salía Lezama en el encuadre. Y salió, donde además, atrás, sonríe Portocarrero, autor del grafito de los años 30 Circo o Los saltimbanquis. A manos del escritor pasó en algún instante. Pudo haberse exhibido aquella vez en el Lyceum o en el año 37, cuando sí es expuesto hasta dos veces por el entonces dibujante y poeta René Portocarrero.
Hacia esos años 30 no logramos imaginarnos cómo era su casa por dentro y mucho menos saber qué obras artísticas llegaron primero. Pero, tal grafito de Portocarrero de la escena de un circo, hubo de ser de las primeras que obtuvo porque ya en los iniciales años 40 lo presta el poeta-escritor para ser mostrado en la Universidad de La Habana en una antológica exhibición. (Y año de realización no necesariamente se ajusta con el instante de adquisición por parte de él).
Lezama, además de crítico de arte a partir de 1935 y desde su eje como escritor-fabulador, fue un (modesto) coleccionista de artes visuales. Vio arte y visitó decisivas y olvidadas exposiciones. Algunas le inspiraron a escribir sobre el gestor de un arte que le expresaba sentidos o que tendría en casa. Tal vez, de haber tenido más espacio, hubiese conservado un mayor número de originales. Cuanto tuvo debe haberle complacido. Hoy día el resumen de (la mayoría de) sus piezas es muy fácil de enunciar: de “un total de cincuenta y cuatro contabilizadas, cuarenta corresponden a pintores cubanos, seis a extranjeros y ocho se encuentran sin identificar. De ellas, cuarenta y una son pinturas, once, dibujos y dos, grabados. Solo en seis de estas obras está representado Lezama (…)”.[5] Cifra relativa, como veremos.
Visibles tuvo, es decir, enmarcados y colgados, dibujos de Roberto Diago, René Portocarrero, Arístides Fernández, Mariano Rodríguez…[6] Los de Diago, Mujeres sentadas (1944) y Variaciones sobre imágenes conocidas (1947) se “contraponen” en factura y temática. En tinta logra dos figuras que vibran por el exquisito rayado en todas direcciones. Es, por demás, uno de esos escasos dibujos que Lezama empleó visualmente en sus proyectos editoriales y logró conservar-tener: Mujeres sentadas es publicada –e identificada solo como un dibujo de 1944 de Diago– en la edición del verano de Orígenes (año I, No. 2, 1944). Variaciones… es una promesa poliédrica, una metáfora que resalta por contraste. Bastante próxima en cercanía al denso texto que escribe del artista y lee Lezama en público en 1948. Ostenta agresión y gracia formales con tonos mínimos de color. Rayas incesantes como relleno y estado de ocaso perentorio-fijo.
Además de los ya aludidos saltimbanquis, igual poseía de Portocarrero una bella capilla identificada como Catedral (1942), la cual regía en una importante posición de una pared decisiva… en sus ánimos. También la conservó y divulgó en los días de Nadie Parecía (No. V, enero, 1943). Solo Lezama podía disfrutar del colorido que el artista amigo había plasmado en tinta y acuarela. Los dibujos de su propiedad tenían y no colorido. De Mariano, por ejemplo, conservaba Mujeres descalzas (1938) y Mujer con pajarera (1941): cual de las dos más interesantes, a pesar de ser –respectivamente– cartulinas en lápiz y tinta y acuarela. Mujeres macizas y descalzas, a puro lápiz; mientras, la de la jaula era –es– una variación menor, en tamaño, sobre todo de un óleo de 1940 de dicho pintor y muy similar a esta otra variante que agrada inclusive por sus colores. De Mariano igualmente tenía Figuras danzando (1949): una acuarela y lápiz sobre cartulina, pieza en la que predomina el conjunto semiabstracto y selvático.
De Arístides Fernández o Fernández Vázquez, como solía firmar, era de su propiedad la tinta y acuarela Las lectoras (1933). Aparece como la lámina XVI en el gran homenaje editorial que fuera el monográfico Arístides Fernández (1950), preparado por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, con texto preliminar de Raúl Roa, un ensayo del propio Lezama Lima y juicios múltiples, realizados sobre el prematuro artista fallecido, por Jorge Rigol, Guy Pérez Cisneros, Juan David, Cintio Vitier, Fina García Marruz, René Portocarrero, Roberto Diago, Jorge Arche, Mariano Rodríguez, Eliseo Diego, etc. Como tantos otros de los dibujos del escritor-coleccionista, poco a poco, este en particular iría cediendo al paso del tiempo que origina “desgastes” y oscurecimientos. Aun así, al parecer, siempre estuvo colgado en una posición privilegiada. Las lectoras, Circo (de Portocarrero) y otros envejecieron a la par de su dueño y mejor analista.
Y aunque apenas estén o no documentados en fotos, siempre estuvieron (in)visibles Cabeza (1931), lápiz sobre papel de Víctor Manuel; Retrato de Lezama sentado (1941), tinta sobre papel de Mariano; Los músicos (1947), otra tinta sobre papel de Mariano, rebuscada y muy elaborada de modo lineal; Lezama (1962), caricatura semipictórica de Juan David;[7] Retrato de Lezama desnudo (1966), dibujo a lápiz sobre cartulina de Alfredo Lozano: “el escultor de Orígenes, antes de partir para el extranjero, justo en el año de la publicación de Paradiso, se despide” con ese dibujo; en la Casa Museo del escritor, está ausente en la actualidad “de la exhibición permanente, pues tiene problemas de conservación: el dibujo sufre un proceso de oxidación que está desvaneciendo la imagen. Esta no se había publicado antes, y es muy poco conocida. Tanto, que un conocedor de la vida, obra y hogar de Lezama –como Reynaldo González–, la descubrió durante un descanso en el rodaje de un documental de Piard sobre Lezama (…)”.[8] Atrae por la gracia, el criollismo, la naturalidad y subversión: en lugar del tabaco, la mano derecha está ocupada con una taza de café; en una cómoda posición, sentado está el retratado, despojado de ropas y zapatos. Llega a conocerse públicamente en el contexto del Museo Nacional de Bellas Artes,[9] a propósito de la muestra homenaje por el centenario del natalicio del escritor y titulada Un rasguño en la piedra (19 de febrero-13 de junio de 2010). Por otra parte, serviría como novedad editorial para la galería gráfica de la antología visual editada por Letras Cubanas[10] y la portada de Revolución y Cultura (No. 1, enero-febrero, 2011).
El que nombran como Retrato de Lezama desnudo sería una reiteración “sutil” en la correspondencia del escritor con su hermana Eloísa y el propio Lozano. Lo celebra varias veces. Se repetía un tanto la historia, pues Lezama en los años 40 había elogiado por escrito otro dibujo (humorístico) que le realizaron.[11] Este de 1966 era para él un “retrato verdaderamente espléndido”, “retrato magnífico”, así se lo expresa a la hermana. Fue inclusive más categórico: “(…) Todos los que lo han visto se quedan impresionados. De cuerpo entero, muy seguro en el dibujo, aparezco sorbiendo una taza de café. Se me ve –de qué otra manera se me podía ver– muy cubano. Ese es mi orgullo”.[12] En tanto, al amigo distante, le manifiesta que suele apreciarlo con regularidad, ejercicio que le revuelve la nostalgia y la fantasía, como ocurrió en 1971: “Con frecuencia miro el retrato que me hiciste y al revés de la posición académica, siento que te oigo hablar en tu pequeño grande estudio (…) La contemplación de ese retrato borra mi figura y es entonces tu voz la que oigo, la que se extiende, la que viene a visitarme”.[13] Pero además de la imagen que transmite solidez, tendría que haber releído la dedicatoria del borde inferior derecho, escrita igual con lápiz: “Para J. Lezama Lima, con amistad y admiración de años, al amigo./ A. Lozano/ 1966”.
Las cartas existentes de Lozano a Lezama Lima revelan sinceridad, añoranza. En ellas el exilio brota y atormenta. En ambos serán sentimientos casi similares, que anuncian posibilidades artísticas, ante la ausencia y la evocación constante: “Como me gustaría hacer una cabeza tuya [,] un gran busto.// Cuando fumo te veo con tu tabaco en la mano [,] en la mano mía y el humo del tabaco que construye y me trae ese gran pasado difícil de borrar”.[14]
En la casa de Trocadero no todo debió estar a la vista y suspendido de las paredes señaladas-elegidas. Obras originales tuvo también guardadas, en zonas estratégicas, como cualquier coleccionista. Por eso, en el caso de los dibujos, tuvo más de 11 en su colección. Los atesoró lo mismo en las restantes paredes de la casa y algún otro sitio especial y cercano sentimentalmente. Los 11 contabilizados hacia los años 90 constituyen el furor en líneas, matemáticamente exactas y poéticas.
Allí había muchísimo más. Tenía dibujos espontáneos y bellos en cartas de amigos y en otros soportes de papel, que nos redimensionan su interés por la línea dibujada. Y también los conservó, aunque fuera entremezclados entre su papelería. Y pienso en este punto en dos dibujos de Lezama Lima realizados por Mariano: Retrato de Lezama (1941) y Retrato de Lezama leyendo (ca. 1941).[15] Ambos los tuvo –al parecer, guardados– y pasarían junto a sus papeles para nuestra Biblioteca Nacional. Apuntes rápidos: un grafito de 30 x 24 cm de un Lezama casi frontal, con pelo alborotado y fino bigote; una tinta de 19 x 27 cm del escritor de perfil y ensimismado en la lectura de un libro.
Algo similar tenemos con un documento casi íntimo que, tal vez, ha pasado desapercibido en el orden de su valía visual: el llamado “Álbum o Libro de los amigos” que tuvo e hizo José Lezama Lima –¿por iniciativa propia?– a partir de 1965. Tesauro de recuerdos, brindado por él en ocasiones escogidas a ciertos elegidos, donde la reafirmación era para el portador que deseaba el sumo elogio, la presencia del recuerdo. Creación de tú a tú, ¿frente a frente?, de “sudar” frío. Confesión extrema y sincera que tendría palabras e imágenes en secuencia creciente, uniforme e integradora. ¡Y hasta unos pocos recortes (visuales), que llamaron la atención de Lezama!
A dicho material ya lo vemos mejor y, esencialmente, por medio de una simulación (digital),[16] al menos, del conjunto en secuencia, porque cada parte es inviolable. En esta nueva representación “se unieron las páginas en pares y, además, se recortaron en tamaño idéntico para simular un libro abierto”.[17] Entonces, ¿cuán lejos y cerca estamos del original del lezamiano Libro de amigos?
El comienzo hubo de ser visual. ¿Casualidad?, ¿deseo calculado, previsto?, ¿necesaria motivación frente a la partida definitiva de la Isla de un amigo artista? Parece ser que era inevitable. El punto de partida entonces tenía que ser de Alfredo Lozano: composición, título, fecha de arranque e iniciales del dueño. Rige el simbolismo entre lo humano y lo material, en una probable noche de arcadas, resguardada además por la señal estática y la custodia de una piña en altura, suerte de guía y faro. Dibujo primero que los elegidos verían antes; el que condicionaría quizás los comunicados lineales que ansiaba Lezama: lo mismo a través de palabras-dibujos, en el caso de los artistas. Aunque intelectuales como Nicolás Guillén, Miguel Barnet o Leonardo Acosta dejarían algún apunte lineal (dibujo). El inicio, de haber sido visto por ellos, convidaba primero a la (posible) interpretación. ¿Cómo no iba a ocurrir?
Por consiguiente, algunos de los (otros) que en ese álbum vertical dejaron su huella confidencial –no precisamente en el siguiente orden– fueron Antonia Eiriz, Raúl Milián, Fajad Jamís, Rapi Diego, Umberto Peña, Tomás Oliva, Darío Carmona, Cleva Solís, Mariano Rodríguez, Jorge Camacho, Chinolope, Antonio Saura, Luis Martínez Pedro, Eberto Escobedo, Samuel Feijóo. Por lo general, son dibujos acompañados por breves líneas o palabras de fidelidad. Elementos que nos hablan en un sentido contrario al usual. Esta vez, del artista al crítico. El signo textual debido a un artista nos complementa a veces aquel posible mensaje que, en algunos de ellos, no encontramos ni tan siquiera a través de una carta. Repasar tales escritos nos puede indicar algo de la relación entre ambas partes. Y las ideas escritas por ellos en dicho Libro de amigos, solitario ejemplar de la cultura cubana en los años 60, valen por igual a lo dibujado con empeño y rapidez, amor y agradecimiento. Se esmeraron con el amigo receptor. Es un conjunto desprovisto de títulos individuales. Un tanto a la inversa de las piezas que tuvo en paredes y muebles, las cuales quizás eran una realidad antes de su interés en cierta imagen. Ya en sus dominios, Lezama recibiría enunciados únicos. Imperiosos. Arte a la mano para ratificar y disfrutar sus convicciones sobre tales artistas, (los) elegidos para acompañarlo durante años en la intimidad de una casa que todavía sojuzga.
Sin embargo, en su Libro de amigos hay una posible ausencia (notable). Sucede que nos falta el otro trazo lineal de José Lezama Lima: el mundo sensorial, naif y simbólico, que hizo también en dibujos. Si existe una autocarta, porque la escribió, cómo no tener pues dibujos propios para él mismo.
El interés por dibujar debió ser la prolongación y continuidad de sus nexos con la línea, que también sintió como idea dibujada. Ejercitó y probó desde los años 50. Junto con sus papeles conservó algunos garabatos lineales, que todavía debemos interpretar de modo más preciso. Al menos, varios han sido impresos. Dibujó para sí, para guardar, ¿y obsequiar?
Feijóo tendría mucho interés en los dibujos de Lezama. Fue su mejor y primer promotor público en las revistas Islas y Signos: “No he olvidado nunca tus dibujos, charangas y animalucos. Preparo (en número ya en la imprenta) un breve ‘homenaje’ a Guillén, por su[s] sesenta años. ¿Me los quieres mandar como parte del homenaje? Sería formidable (…) Espero tus dibujos RAPIDAMENTE (…)”.[18] Eran ya otros tiempos en esa Cuba de los años 60. Samuel Feijóo también había crecido. Los roles editoriales habían mutado. Lezama Lima bien lo sabía: “Ya no hay ediciones Orígenes, pero pienso seguir mi trabajo intelectual y publicar mis libros con un gran esfuerzo (…)”,[19] escribe en una carta de 1961.
La vida había cambiado. No obstante, las pruebas lineales del universo Lezama, que siempre tuvo cercanas e (in)visibles, seguirían vivas. Disponibles. Casi estáticas. Listas para ser observadas. A pesar de…
[Escrito, a solicitud de Llilian Llanes, para la revista Art OnCuba. Es publicado en inglés en su No. 4, September-November, 2014].
- Antón Arrufat: “Lento es el paso”, en el catálogo José Lezama Lima. Círculo de Bellas Artes, Sala Juana Mordó, Madrid, 11 de diciembre de 2001-31 de enero de 2002, p. 164. ↑
- José Lezama Lima: “Sucesiva o las coordenadas” [80], en José Lezama Lima. Obras completas. Tratados en La Habana. Editorial Letras Cubanas, [La Habana], 2009, p. 273. ↑
- Me auxilio aquí del nombre de uno de nuestros imprescindibles libros: Orígenes: la pobreza irradiante (Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1994), de Jorge Luis Arcos. ↑
- Este fotógrafo documentó la inauguración de la muestra “de los notables dibujantes Rigol, Andrés, Yiraudi y Portocarrero” realizada “en los salones de[l] Lyceum el viernes 20”, Carteles, La Habana, vol. XXVIII, No. 4, 29 de noviembre de 1936, sección “Actualidad nacional”, p. 33. ↑
- Jorge R. Bermúdez: Antología visual. José Lezama Lima en la plástica y la gráfica cubanas. Editorial Letras Cubanas, [La Habana], 2010, p. 19. (Su análisis parte de la que sigue siendo la guía de la colección de arte de Lezama: pp. 315-316, del libro La visualidad infinita. José Lezama Lima. Introducción, estudio crítico, selección y notas de Leonel Capote. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994. Guía conformada-finalizada por Capote a fines de los años 80 y como parte de su “Paralelos”. Trabajo de Diploma. Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana, 1989, p. 48, nota 1). ↑
- Guiándonos por varias de las fotografías en las que figura Lezama Lima entre (una parte de) su colección artística. ↑
- También Lezama llegó a tener otra caricatura por David del 70, recibida en una ocasión festiva. Según Israel Castellanos León una “foto testimonia” que en el cristal de una vitrina de libros “estaba pegada otra de las caricaturas que le hizo David. Corresponde a 1970 –año de múltiples homenajes a Lezama, por su sexagésimo aniversario– y tiene firmas de varias personas. No se exhibe al público habitual” (Revolución y Cultura, La Habana, No. 1, enero-febrero, 2011, p. 44). El poeta César López también se ha referido a esta (desaparecida) caricatura de Juan David, “que le hiciera a Lezama esa noche” –cosa que parece improbable cuando se le examina– y con la firma de “todos los participantes en aquel jubileo”. Véase de Maykel Paneque: “Sorpresas nocturnas de la memoria: Lezama en César López” [entrevista], Videncia, Ciego de Ávila, No. 12, enero-abril, 2007, pp. 32-36. (La cita en p. 36). Con un título casi similar fue recogida en el volumen Lezama en César: una ventana en el tiempo. Transcripción, selección, prólogo y notas [de] Maykel Paneque. Ediciones Extramuros, La Habana, 2007, pp. 151-160. (La cita en p. 159). ↑
- Israel Castellanos León: “Lezama, dentro y fuera de la ‘prisión del rostro’”, Revolución y Cultura, La Habana, No. 1, enero-febrero, 2011, pp. 34-45. (La cita en p. 44). ↑
- Específicamente en el área de acceso al Centro de Información “Antonio Rodríguez Morey”, donde fue desplegada una muy útil y complementaria exhibición (documental) en torno a Lezama, a través de originales, reproducciones, libros, fotografías, etc. ↑
- Jorge R. Bermúdez: op. cit., Galería II (1959-1999), s/p. ↑
- Axel Li: “Horizontes inadvertidos de un dibujante”, La Gaceta de Cuba, La Habana, No. 4, julio-agosto, 2011, pp. 35-38. (En particular p. 38). ↑
- Carta de José Lezama Lima a Eloísa Lezama Lima, La Habana, mayo de 1966, en José Lezama Lima: Cartas a Eloísa y otra correspondencia. Editorial Verbum, Madrid, 1998, p. 116. ↑
- Carta de José Lezama Lima a Alfredo Lozano, La Habana, junio de 1971, ibídem, pp. 368-369. (La cita en p. 368). ↑
- Carta de Alfredo Lozano a José Lezama Lima, [Puerto Rico], 16 de noviembre de 1974. Fondo José Lezama Lima, Colección Cubana, Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, La Habana: Manuscrito, 94-1, No. 2104. ↑
- Tomo los títulos de ambos dibujos por Mariano. Catálogo razonado. Pintura y dibujo 1936-1949. Volumen I. Ediciones Vanguardia Cubana, [España], 2007, p. 76. (Parcialmente identificados en ese monográfico. Han sido impresos varias veces sin título. Inclusive han sido expuestos: véase apenas el catálogo de la exposición José Lezama Lima. Círculo de Bellas Artes, Sala Juana Mordó, Madrid, 11 de diciembre de 2001-31 de enero de 2002, pp. 278 y 279). ↑
- Como parte de la multimedia Todo J. Lezama Lima. Volumen I. Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA, [La Habana], 2010. (La primera representación de este Libro de amigos circula, en blanco y negro, gracias al Álbum de los Amigos de José Lezama Lima. Transcripción [de] Diana María Ivizate González e Iván González Cruz. Introducción y notas por Iván González Cruz. Servicio de Publicaciones, Universidad Politécnica de Valencia, 1999). ↑
- Eduardo Torres Cuevas: “Prólogo”, en Todo J. Lezama Lima. Volumen I. Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA, [La Habana], 2010. ↑
- Carta de Samuel Feijóo a José Lezama Lima, [Santa Clara], 18 de abril de 1962. Fondo José Lezama Lima, Colección Cubana, Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, La Habana: Manuscrito, 94-1, No. 858. (Ha sido publicada en Archivo de José Lezama Lima. Miscelánea. Transcripción, selección, prólogo y notas de Iván González Cruz. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S. A., Madrid, 1998, p. 736). ↑
- Carta de José Lezama Lima a Eugenio Florit, La Habana, 5 de julio de 1961, en José Lezama Lima: Como las cartas no llegan… Introducción, selección y notas: Ciro Bianchi Ross. Ediciones UNIÓN, [La Habana], 2000, p. 158. ↑