Pepe Menéndez: un intelectual que diseña

Pepe Menéndez: un intelectual que diseña

Corina Matamoros

Una sola palabra se lee en el cartel de mi cuarto de trabajo: Cuba. Su diseñador, Pepe Menéndez, de refinado pulimento habanero ya poco en uso, lo realizó a propósito de la muestra Gritos en la pared y por muchas razones es una figura sobresaliente en el universo visual cubano.

Trato de explicarme por qué en este cartel un único vocablo y las derivaciones de su terminal letra a, hacen que el mensaje se vuelva hipnóticamente efectivo. De la palabra Cuba, con su letra final desplegada más allá de su ortografía natural, van saliendo voces como un manto de seres, todos iguales y a la vez disímiles. Los colores saltan de a en a y encarnan la diversidad de la existencia en un contexto de nación. A la vez que construyen el esperado grito, que se convierte en exclamación escuchada en los 3500 cm² de la superficie del cartel y en la geografía entera de la Isla. Una buena idea, a no dudar.

Por si un cartel óptimo a todo creador le llegara, veamos pues otros ejemplos de este diseñador, egresado del Instituto Superior de Diseño en 1989. Doce hombres en pugna, para el filme homónimo de Sidney Lumet: es imprevisiblemente limpio, de colores esmeradamente discrepantes y perfecto manejo del símbolo de la silla volcada. Tan lejos tan cerca muestra lucidez de selección con una imagen que invierte los sentidos y otorga al anuncio una fuerte connotación lingüística. Hablo poquitou español revela el humor que comparte con gran parte del cartelismo cubano actual. De similar manera podrían describirse numerosos diseños del autor.

Pero lo que Pepe Menéndez ha hecho es mucho más que buenos carteles. Se ha preocupado por la buena salud de los mismos. Su pasión lo ha convertido en un activísimo promotor del reingreso del cartel a la expresión pública nacional, para salvaguarda del buen nombre que esta producción visual ostentara en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX.

Sus diligencias para crear y mantener vivo el Club de Amigos del Cartel (CACa) desde 2008, la curaduría de muestras dedicadas a resaltar esta manifestación, así como la organización de eventos diversos donde destacar la valía de la producción actual de un cuerpo de diseñadores jóvenes y emprendedores, le han valido, entre otros reconocimientos, su afiliación a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba –que le concedió recientemente el Premio Eduardo Muñoz Bachs–, la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Diseño de Libros en 2018.

A estas actividades se han sumado la reflexión y la enseñanza del diseño. Desde el espacio académico y escritural, Menéndez ha desarrollado una significativa labor de profesor, conferencista, asesor e investigador. Su necesario texto “Apuntes para una cronología del diseño gráfico en Cuba” bien prueba sus extendidas capacidades intelectuales para todo tipo de análisis en este saber.

A diferencia de muchos buenos diseñadores jóvenes en Cuba, distanciados en su mayoría del evento mayor que significa la producción de libros, Pepe Menéndez se ha ganado la confianza de esta cimera práctica del diseño. En tal especialidad creativa se revela particularmente la inteligencia y la cultura de un diseñador, pues las exigencias plurales de un libro de arte –como los emprendidos por él– se satisfacen con tanta lógica como arte y no pueden aspirar a excelencia de espaldas a una plataforma cultural del creador. Esa plataforma es la que convierte a un diseñador en un intelectual. Y esa virtud la posee su trabajo.

En libros como I insulted Flavio Garciandía en La Habana (Cristina Vives: Turner, Madrid, 2010), Víctor Manuel (Ramón Vázquez: Ediciones Vanguardia Cubana, Madrid, 2010) o La experiencia DUPP (René Francisco: Artecubano Ediciones, 2019), Menéndez ha mostrado sus dotes de comprensión hacia las poéticas artísticas analizadas en dichos libros, su muy entrenado poder de observación y buen juicio acerca del contenido tanto visual como literario de las publicaciones. Y su habilidad para trabajar en equipo.

En su historia de vida sobresale un evento notable: la estabilidad en funciones clave. Ser Director de Diseño en una institución como Casa de las Américas es una experiencia excepcional en la carrera de un creador. Menéndez lo ha sido por veinte años demostrando empuje y respeto frente a la vigorosa significación de la Casa, a su historia y a su multiplicidad de funciones comunicativas. No hay que olvidar que ha tenido allí antecesores de altos quilates como Raúl Martínez y Umberto Peña, artistas que brillaron con igual esplendor en las bellas artes como en el diseño gráfico. Saber respetar inteligentemente esa espléndida tradición cuando se diseña una nueva colección de libros, o acometer con vivacidad las actuales formas de comunicación en un acogedor sitio web o en lozanos spots promocionales sobre literatura, música, teatro o sobre cualquiera de las acciones acogidas por Casa de las Américas, ha sido un desafío excepcional en la trayectoria de Menéndez, quien ha sabido afrontarlo con dignidad creadora. Por fortuna, cultura obliga.