CRÍTICA
Torres Llorca en Praxis: una exhibición reveladora
Adriana Herrera
Entre las exhibiciones individuales que las galerías locales inauguraron de manera concomitante con Art Basel Miami Beach, 2019, hay que señalar a la de Rubén Torres Llorca en Praxis International Art Gallery, en el Wynwood, como una muestra reveladora en la trayectoria de quien es uno de los grandes pioneros de la contemporaneidad en Cuba. En efecto, refleja tanto una profundización como nuevas –y afortunadas– exploraciones en su lenguaje único.
Alice’s Famous Last Word, la enorme obra que Torres Llorca construyó con una de sus inconfundibles telas de araña –que transforman la sutil invisibilidad de los hilos originales en gruesas sogas donde el ojo sucumbe a pesar de que está advertido del peligro mortal– es no solo por sus dimensiones, mayores que cualquiera de las que la han precedido, sino por su concepción, la mejor entre las piezas de este estilo que ha creado. En el centro de la obra hay una liebre negra que reemplaza a los conejos blancos, de la travesía de Alicia, que tantas veces ha usado, no para hablar de la maravilla cotidiana, sino todo lo contrario: para crear una coartada que advierta por anticipado al espectador del desencanto que le espera en todos los mundos, incluido el del arte.
En esta pieza sintetiza muchas exploraciones precedentes. Usa bombillos de madera que son una negación de sí mismos, puesto que aun si llegaran a encenderse, no podrían iluminar –un elemento que había hecho ya una tímida aparición en The Weather Emotional Report, subastada en Christie’s años atrás. Y aparecen sus inconfundibles pequeños retratos circulares de personas que conectan al espectador con sus propias redes de relaciones. A diferencia de otras obras de Torres Llorca, que comparten el mismo tipo de estructura, en Alice’s Famous Last Word hay dos redes superpuestas: la perfecta y predecible geometría de la tela de araña y las sogas que se entrelazan a esta en formas sinuosas, sin dejar de ser puntos ciegos.
No menos contundente es la fuerza de la instalación History According to the Defeated. De la boca del busto de un hombre –un vencedor puesto que se le ha erigido una estatua– brota la soga –el hilo mentiroso de la narración– que está conectada con voluminosos tomos de libros tallados en madera y con el último de 14 pequeños cuadros de dibujos en los que aparece un hombre de perfil –un derrotado– y con los ojos vendados. Las demás imágenes contienen símbolos alternos de la historia de los vencidos, como la rueda dentada y otros elementos punzantes, que en esa pieza funcionan como atributos del poder que avasalla.
Por último, vale destacar que es la primera vez que este artista, quien ha recreado de incontables maneras el tema de la trampa –no en vano una de sus obras emblemáticas lleva este título– y que en cierto modo no hace otra cosa que fabricarlas en incontables y refinadas variaciones, recurre a dibujos de alto contraste en el tipo de composiciones: las realiza con grupos de pequeños cuadros enmarcados en torno a una pieza central, al estilo de You Haven’t Talked to Me in Years, subastada en Christie’s. En la pieza que exhibió en Praxis, los dibujos son citas a personajes de otros cuadros suyos, como el boxeador –inspirado en el personaje del cuento “Por una libra de carne” de Jack London– que es una de las figuras claves de la mitología del perdedor, o como el hombre con un extintor en la mano de What Matters Most Is How Well You Walk Through the Fire. Si en las obras compuestas por una serie de cuadritos siempre usaba máscaras y/o veladuras, y ese recurso se aunaba al sentido de piezas como Watch Me Disappear, ahora ha prescindido de esos elementos de ocultamiento. Cada dibujo elegido ahora aparece en líneas blancas sobre fondo negro y remite directamente a la intransferible iconografía que Torres Llorca ha desarrollado en torno a la derrota. O el desengaño, que puede funcionar tanto en términos del universo emotivo de quien mira, como de una afilada crítica cultural colectiva.
Especial/El Nuevo Herald