Combinar la sensibilidad con una actitud de apertura.
Provienen de una familia multicultural que abarca tres continentes y varios idiomas. ¿Cuánto representa en esa fragua haber nacido en Cuba y estudiado en el Instituto Superior de Diseño (ISDi)?
Para nuestra familia multicultural establecerse en Cuba, a pesar de las naturales dificultades iniciales para adaptarse y desde el punto de vista identitario, significó existir más cómodamente. Para las generaciones anteriores la integración había sido difícil: para la abuela blanca, en África; para el abuelo negro, en Europa. En Cuba, los descendientes –mestizos– pudieron fundirse en la masa, diluirse en el ajiaco multirracial de Fernando Ortiz.
Desde el punto de vista de los estudios de diseño, provenir de una familia extranjera adicionó una dosis de apertura. El acceso a influencias diversas es vital para el diseñador. Y esta dimensión internacional representó una condición provechosa, sobre todo en la situación de aislamiento de Cuba. Por ejemplo, durante la carrera, nosotras viajábamos a Europa. Eso nos permitía ir viendo, en el verano, las aplicaciones (o no) de lo que habíamos aprendido durante el curso escolar. Una dinámica muy enriquecedora.
Pero aunque estudiar en una academia cubana puede sonar muy exótico, en realidad, el Instituto de Diseño de La Habana tiene una marcada influencia europea. Así conocimos a Clara Porset y a Alfredo Rostgaard, pero también a Le Corbusier y a Toulouse Lautrec, que llegadas las vacaciones apreciábamos exponentes suyos en París o en Zurich. En resumen, el ISDi significó la cristalización a nivel profesional de esa doble influencia que ya llevábamos en nosotras.
De dónde proviene mayormente la cultura visual de un diseñador de esta era, ¿del entorno físico inmediato que le es dado (ciudad, libros, conversaciones presenciales, etc.) o del entorno virtual que elige (webs, chats y redes sociales)?
El entorno digital, sobre todo en la primera década del siglo con la explosión de las redes sociales y la hiperconectividad, jugó un papel preponderante. Y sigue constituyendo una valiosa fuente de información. Pero, por su carácter extremadamente diverso, dificulta la apropiación de tendencias que resultan demasiado distantes e impersonales en un contexto en el que la conciencia colectiva privilegia la búsqueda de la autenticidad. Quizás la cultura visual que el diseñador consume es internacional, aunque la que cultiva, la que materializa en su obra, vuelve a estar constituida –en gran medida– por componentes de su entorno físico.
¿Cuánto de lo que creían saber al graduarse y ejercitar en Cuba tuvo que ser re-aprendido en la práctica de un mercado laboral como el de Suiza? ¿Qué se mantiene sólido y útil?
En el ISDi se adquieren conocimientos de base que son aplicables a diferentes contextos. Es el caso, por ejemplo, de los conocimientos “universales” en materia de Historia del Diseño que, por su carácter marcadamente eurocéntricos, de modo directo pudieron ser aplicados aquí en Suiza. Por otra parte, están los conocimientos relacionados con las características morfológicas y conductuales del hombre como especie: la ergonomía o el funcionamiento de la comunicación humana, que tampoco varían grandemente de un continente a otro. Y que seguimos empleando en nuestra función de creadoras de productos y mensajes.
Entre las materias que tuvimos que re-incorporar –aunque nos fueron impartidas en el ISDi– en la práctica de la profesión en Suiza se encuentra el marketing. Su funcionamiento en la sociedad como proceso estructurado, con la misión de influenciar el deseo y el estimular la demanda de un producto, solo lo pudimos observar y comprender aquí. Por otra parte, están los conocimientos relacionados con la industria, que dependen directamente del nivel de desarrollo del país. Tuvimos que aprender rápidamente a dominar una tecnología avanzada a la que, durante los estudios y el ejercicio profesional en Cuba, no habíamos tenido acceso.
Por último, en el campo de las relaciones humanas, se encuentra la cultura del cliente privado.
Los contrastes entre su país de nacimiento y el de acogida son particularmente marcados, no solo por el nivel desigual de desarrollo. Naturaleza, historia e idiosincrasia son también muy diferentes. ¿Cómo se adaptan para prosperar en un entorno altamente competitivo?
Los cubanos se caracterizan por una marcada inteligencia emocional. Combinando esta sensibilidad con una actitud de apertura, uno logra captar las particularidades del entorno y de transformar en ventajas las supuestas desventajas. Por otro lado, ambas somos muy estudiosas y perfeccionistas. Siempre entregamos más de lo esperado y no en detrimento de lo que nos gusta hacer. Al contrario, encontramos un gran placer en la realización profesional. Incluso, tratamos de que nuestros hobbies tengan impacto provechoso en nuestra evolución profesional. Quizás esto ha marcado la diferencia en una cultura donde justamente, para evadir el estrés del trabajo, la gente dedica su tiempo libre a actividades diametralmente opuestas a su profesión.
Aunque inesperado, lo aprendido en el marco de nuestro trabajo con otros diseñadores cubanos por el mundo también ha constituido un bagaje muy útil. Ser testigos de las experiencias de colegas provenientes de la misma academia y del mismo país, que tras emigrar se enfrentan situaciones y realidades muy variadas, ha aumentado nuestra comprensión de la articulación de la profesión en la sociedad. Y con ello nuestra agilidad en el propio desempeño profesional.
¿La hiper-conectividad les ha permitido asumir proyectos de otras ciudades, países o se ocupan sobre todo de encargos locales y nacionales?
Hemos trabajado, por ejemplo, para clientes asentados en Londres o Alemania. Pero, incluso, entre nosotras utilizamos la tecnología para comunicarnos sin necesidad de desplazarnos, ya que no vivimos en la misma ciudad. Otro elemento que dota a nuestro binomio del potencial para cubrir un territorio extenso es el hecho de dominar cuatro idiomas (español, inglés, francés y alemán).
Ustedes gestaron también un proyecto denominado Geográficas… ¿Cuál era su motivación principal?
El ansia de crear un proyecto conjunto con nuestros amigos y colegas. Y la curiosidad de ver cómo los diseñadores cubanos que, como nosotras, decidieron trabajar en el extranjero, se habían insertado en el mercado laboral de sus respectivos países de acogida. El formato de la primera exposición, bajo la forma de pancartas donde cada diseñador exponía su proyecto, el cliente, los objetivos, dio nombre al proyecto Geo-gráficas: gráficas procedentes de diversas partes del mundo.
¿En qué consiste el nuevo empeño “Diseñadores cubanos por el mundo” (DCPM)?
“Diseñadores cubanos por el mundo” es la confirmación, la cristalización de la experiencia y de las herramientas acumuladas tras más de cinco años de actividad en el marco de Geo-gráficas, que queda como su precursor. La motivación de visualizar y promocionar el trabajo de los diseñadores cubanos, de suministrar un espacio especializado para intercambiar conocimientos, de crear vínculos y seguir la actualidad del gremio, que muchos diseñadores cubanos por el mundo comparten, se mantienen vigentes.
El proyecto posee un carácter abarcador, pues integra las distintas especialidades del diseño (diseño gráfico y diseño industrial), maneja enfoques diversos (cultural, proyectual, artístico, académico) y atiende la equidad geográfica (diseñadores cubanos de todo el mundo).
DCPM pondrá mayor énfasis en las experiencias personales y profesionales de los diseñadores, por medio de entrevistas, consultas a expertos y casos de éxito o “success stories”. Y en las colaboraciones con otros diseñadores, tanto cubanos como extranjeros.