¿Cuándo y por qué motivo decidiste concentrar tu trabajo de diseño en el área de las luminarias?
Ángel Fornaris: Todo comenzó como una necesidad de supervivencia. Y se ha convertido en una pasión. La luminaria es un objeto que siempre me ha atraído y sobre el que he disfrutado desarrollar mi trabajo. Hablamos de un objeto utilitario –como lo es el mobiliario en general– que resulta bastante interesante a la hora de diseñar. También tenía el sueño de generar mi proyecto personal, en torno al cual se nuclearían las personas más cercanas a mí. A partir de ahí comenzamos a experimentar.
Ya desde mis estudios en el Instituto Superior de Diseño (ISDi) había trabajado con este tipo de objeto. Nosotros salimos con una preparación bastante integral. La formación industrial te permite tener la percepción suficiente para intervenir diferentes productos. Existen herramientas en común, que pueden permutarse de un soporte a otro. La luminaria es un enfoque específico en este extenso campo.
¿Cómo surge el proyecto Katauro? ¿Cuáles son los rasgos técnicos y estéticos que distinguen sus productos?
Ángel Fornaris: Katauro surge en 2013. El nombre aparece luego de varios intentos fallidos por crear una identidad propia. Nos fuimos a nuestras raíces indígenas. Katauro es un vocablo aborigen –aunque con “c”. Nuestros indios utilizaban un tipo de envase rústico construido con los medios a los que podían acceder y así lo nombraban. Ese concepto lo aplicamos al proyecto, que prioriza el desarrollo del objeto con los medios elementales a los que hoy tenemos acceso en nuestro contexto. En el vocablo, a la hora de adecuarlo como nombre del proyecto, se utiliza la “k” para lograr un mayor impacto visual y actualidad en su concepción visual.
Hablamos de un proyecto colectivo, en el que cada una de sus partes e integrantes son fundamentales. Concebimos cada nuevo trabajo como equipo. Cada quien se especializa en momentos puntuales de la producción y, entre todos, damos forma al producto. Nuestros resultados comienzan en ese intercambio.
Nuestra línea de diseño va enfocada a lo contemporáneo. Siempre priorizamos un diseño con estas características y que sea, además, distinto. En Cuba hay muchos grupos de artesanos o artistas que desarrollan luminarias –ya sea como producto único o como una opción dentro de un catálogo más amplio. Nosotros decidimos dedicarnos exclusivamente a ellas: que el objeto –independientemente de su naturaleza funcional– sea nuestra atracción y no una técnica específica que aplicamos a cada pieza. Hay quien lo hace a la inversa y se especializa en una técnica determinada, que aplica a toda una gama de ofertas. Como decía, nosotros aplicamos una gama diversa de procedimientos sobre las luminarias, hecho que permite la producción de ejemplares bastante variados en cuanto a diseño. Aunque el diseño no solo es reconocible desde su vertiente perceptiva, sino también en los sistemas y procesos que se esconden tras el objeto final: todos los pasos para generar un producto adecuado y rentable.
Rosa Y. Rodríguez: Para nosotros es fundamental ese sello de contemporaneidad en las lámparas. Aunque un producto no resulte del todo revolucionario, buscamos la firma de autenticidad, a través del cuidado en los detalles. Perseguimos un acabado de excelencia que diferencie y tipifique el diseño de nuestras luminarias en el mercado. Imprimimos cierta cualidad industrial en cada propuesta, que sella ese empaquetado visual e influye sobre la calidad real de cada lámpara. No obstante, casi todas nuestras herramientas son artesanales –las básicas– aunque tratamos de lograr ese vuelco al acabado industrial. Mantenemos los mayores y posibles estándares de calidad.
¿Existe un público capacitado en Cuba para apreciar y disfrutar de sus producciones? ¿Quiénes son sus principales clientes o receptores?
Ángel Fornaris: La verdad, antes de pensar en el público, siempre pensamos en la pieza en sí misma. Creo que públicos, en cualquier parte del mundo, existen para todo tipo de productos, desde lo mejor logrado hasta lo más cuestionable. Específicamente, para el tipo de luminarias que desarrollamos, descubrimos un nicho en el mercado cubano: existía un público para ello, pero le era demasiado complejo acceder –o no existía– lo que demandaba. Por eso concebimos inicialmente lo que queríamos producir y, poco a poco, fueron apareciendo interesados en lo que hacíamos: arquitectos, los mismos diseñadores, artistas, etc.
Rosa Y. Rodríguez: Nosotros desarrollamos un tipo de luminaria diferente, de autor. El mercado cubano está saturado de lámparas que se repiten en la red nacional de tiendas. Estos objetos importados –aunque muchos estén bien– no se adecúan a todo tipo de espacio. Sobre todo desentonan en ambientes que tributan a la visualidad cubana.
Tenemos dos tipos de clientes principales entre los que movemos nuestro trabajo: los primeros, son los eventos expositivos nacionales o internacionales, a los que accede un público específico y relacionado –o interesado– con propuestas de esta naturaleza. Los segundos, son los hoteles y las empresas estatales que encargan luminarias diseñadas –específicamente– para sus ambientes. Por supuesto, una pieza de exposición necesita de un nivel estético representativo, un trabajo que debe destacar en cuanto a diseño y competir –de manera equilibrada– con su funcionalidad. En cambio, algo implementado para un hotel o una empresa –o el cliente individual, que también existe– debe regirse por sus normas utilitarias. Y empastar con el espacio donde va a insertarse.
Ángel Fornaris: Por supuesto, los arquitectos y diseñadores que trabajan estos espacios de hotelerías y empresas, imprimen una visión contemporánea en sus proyectos. Línea que confluye con nuestro trabajo y con la cual tratamos de estar lo más actualizados que se pueda. Hemos trabajado con cadenas como Cubanacán, Gran Caribe, Meliá, Islazul: para hoteles dentro y fuera de la capital. De hecho, a muchos espacios fuera de la capital se les complica el acceso en territorio cubano de propuestas como la nuestra. En no pocas ocasiones se deciden por importar. No obstante, nuestro producto es muy competitivo y tratamos de mantener un seguimiento –cualquier reparación o ajuste– con respecto a los trabajos realizados.
¿Cómo dialogan las producciones de Katauro con las tendencias internacionales?
Ángel Fornaris: Como cualquier producto del diseño general, la luminaria se adscribe a un grupo de tendencias. Por el dinamismo que exigen nuestros encargos, nosotros somos más productores que proyectistas. No obstante, cuando proyectamos o trabajamos en un espacio de creación –como para las bienales de diseño o para un encargo específico– siempre tenemos como un punto de referencia: las tendencias imperantes a nivel global. Precisamente, son estas directrices las que dialogan con nuestros medios particulares de producción y las características –tanto visuales como físicas– del contexto para generar un producto como Katauro, con un enfoque tanto nacional como internacional. Siempre aparece esa influencia de lo que domina a escala global, ya sea en materiales como texturas, formas, terminaciones e, incluso, en la elaboración.
Dentro de este sistema de tendencias existen algunas con mayor o menor impacto. Y se mueven con conceptos visuales y estilísticos variados. Hoy Cuba se ha convertido en una de ellas, lo que en realidad nos beneficia a la hora de diseñar nuestro producto. Hoy la visualidad que se ha generado en nuestro país –ya sea la colonial, la imagen de los cincuenta o cierta rusticidad en el objeto– parece interesar mucho en el mercado internacional. Elementos que se imprimen en cada lámpara, ante todo por la esencia manual de nuestras herramientas y los procesos de elaboración.
Rosa Y. Rodríguez: También, cuando nos llega un proyecto para la producción de luminarias en un espacio determinado, ya viene definido por el trabajo previo de un diseñador. Por supuesto, ya en este punto el trabajo va a estar marcado por las tendencias que caracterizan el diseño a escala internacional y, como es lógico, ya es una guía claramente influenciada a la cual adscribirnos. Por ejemplo, ahora un material –tan tropical e incluso cubano– como la pajilla ha adquirido una fuerza considerable en la visualidad de las luminarias. Nosotros tratamos de reproducir en estos momentos, sin renunciar a nuestro sello de originalidad, este tipo de material y textura en lo que producimos.
¿Existe una producción luminaria propiamente cubana? De ser así, ¿cuáles serían sus rasgos definitorios?
Ángel Fornaris: Evidentemente en Cuba existen producción y comercialización de luminarias. En las ferias de artesanía existen montones de ofertas con los más variados diseños y técnicas. Las técnicas de producción generan una plataforma de desarrollo –en cuanto a diversidad productiva– bastante amplia. Claro, esto es en el campo específico de los artesanos.
Rosa Y. Rodríguez: En Cuba prácticamente no existen fábricas de lámparas. Hoy casi todo se importa cuando son encargos a mayor escala. En el caso del artesano –que es la figura más parecida a lo que Katauro es– en casi todos los casos no se dedica exclusivamente a la fabricación de luminarias. Los artesanos se adscriben a una técnica en la que basan todo su trabajo: el que hace cerámica, produce lámparas de cerámica; el que hace vitrales, crea lámparas de vitrales. Esta producción exclusiva resulta muy escasa hoy.
Todo esto supone que se vuelva muy complejo el identificar la producción de luminarias cubanas con características específicas. Es una cuestión de individualidades. Y de los rasgos técnicos y estéticos que un diseñador determinado imprima a su producto. Incluso, en el mundo es muy difícil identificar lámparas con espacios específicos, según sus características como objeto. Es un objeto muy identificado con su función y más abierto en sus adecuaciones estéticas. Quizás una cultura milenaria, como la china, tenga expresiones claras en este campo, pero es un caso muy aislado. No creo que exista un código visual que pueda identificar una luminaria cubana. Y esto se replica en gran parte del mundo.
Ángel Fornaris: También influye la visión de lo que el mundo considera como cubano. Desde este punto, quizás alguien con una mirada extranjera pueda asumir ciertas determinaciones sobre lo que es o no cubano. Determinaciones que siempre van a resultar excluyentes. Para mí lo cubano es, ante todo, lo que podemos fabricar en nuestro contexto, con los medios y las opciones a las que podemos acceder. Creo que para identificar una luminaria como cubana habría que trabajar más en la definición de sus rasgos visuales. Habría que madurar más.
Hemos trabajado en varias lámparas –como la Torus– en la que se relega algo de su carácter funcional por una mayor libertad creativa en la forma. Por supuesto, siempre es un objeto con la finalidad de iluminar y esta característica prima. Este tipo de producto, con mayor desarrollo formal, puede tener características que lo diferencien e identifiquen. No obstante, de no conocerse su procedencia, nada garantiza su asociación con Cuba. Además, las técnicas que consideramos tradicionales en nuestro país son importadas, tributarias al sistema de visualidades y préstamos que se superponen en lo cubano, lo que hace más confusa esta identificación en el campo específico de las luminarias.
Este debate, de implementar la marca de lo cubano en nuestro producto, lo tuvimos para la Bienal de Diseño. Pensamos en remontarnos a la etapa del Período Especial y las readecuaciones que trajo en su momento. Búsqueda que terminó por redireccionarnos hacia el legado aborigen. Y en la herencia de la cestería fue que basamos la Torus. No obstante, esta visualidad tampoco es exclusiva del espacio cubano y se conecta con la experiencia histórica de gran parte de Latinoamérica y el Caribe.
¿Cómo lidian los que, como ustedes, se dedican a esta área productiva con esa gran cantidad de luminarias importadas que se ofertan en las redes de tiendas cubanas?
Ángel Fornaris: Es una batalla, aunque nos ha ayudado el hecho de que la dirección actual del país apoye este tipo de iniciativas. Nos es difícil competir con precios y otras opciones y capacidades de la red. Por ejemplo, cuando un hotel decide importar toda su luminaria, nosotros no podemos suplir esta necesidad con la misma cuantía, tiempo e, incluso, nivel de exigencia. A pesar de ello, hemos sido atrevidos. Y nos hemos colocado desde los estándares menos hasta los más exigentes.
Llevamos tres años trabajando en el hotel Meliá Cohíba. Estamos insertando nuestras luminarias poco a poco en todo el inmueble. Y, por supuesto, este espacio requiere un nivel de calidad muy elevado en el trabajo. Requiere además de un diseño destacable en el producto. Un compromiso a cumplir en cuanto a tiempo y cantidad.
También está en nuestros planes abrirnos a un mercado más general en el que ese tipo de luminarias, que se ofertan en tiendas, tiene mucho impacto. Es uno de nuestros perfiles iniciales, aunque tenemos que modificar un poco el modo en el que trabajamos. Esto necesita de una gama de productos a escoger, ya predeterminados, y no de un cliente que encarga el objeto según sus deseos específicos: manera en la que, por ahora, nos desempeñamos. No obstante, estamos muy contentos por los circuitos en que Katauro se ha insertado. Desde todos estos encargos empresariales hasta las ferias y los eventos enfocados al diseño.
Rosa Y. Rodríguez: Es innegable que nuestra mayor competencia es esta red de importaciones que se despliega en nuestro país. Quizás su punto más fuerte sea en cuanto a precio, ya que puede acceder a un público mucho mayor. Pero existe un mercado representativo al que no le interesa este tipo de lámparas, que busca una opción más exclusiva. Y se acerca a nosotros. Una opción que se desligue de esa visualidad común, más acercada a un trabajo artesanal y con otro enfoque en su diseño.
¿Cómo se promueven los productos elaborados por Katauro?
Ángel Fornaris: Nosotros pensamos que el buen trabajo, el buen producto, se promueve por sí solo. No tenemos un enfoque claro en promoción. Hasta ahora todo ha adquirido popularidad por las cualidades acertadas de lo que se oferta y produce. También por la seriedad general, por entregas a tiempo y respetando los estándares que se exigen. Tenemos perfiles en Facebook e Instagram, lo que nos ayuda con la promoción digital. No obstante, es una deuda cuidar más de estos espacios y el centrarnos en este aspecto. De hecho, nuestra cuenta en Facebook la hemos dejado casi sin seguimiento.
Rosa Y. Rodríguez: Hemos dado nuestros primeros pasos con la página web, que ya está en proceso y esperamos que se termine pronto. No obstante, nunca hemos desarrollado una campaña promocional, como sí lo han hecho otros grupos. También tratamos de insertarnos en ferias cuando es posible, o en la Bienal, que también son plataformas promocionales adecuadas. Algunas revistas han realizado trabajos sobre nosotros, pero todavía no abarcamos mucho más en este aspecto. Nuestro taller se ha dado a conocer básicamente por su propio trabajo, calidad y aceptación.