A partir de qué motivaciones o argumentos decidiste dedicarte al diseño de vestuario?
Supe del Instituto Superior de Diseño (ISDi) por un programa de televisión y creo que, por primera vez, escuchaba hablar de la universidad y la carrera de diseño. En aquellos tiempos estaba en un preuniversitario de ciencias exactas –IPVCE– donde me iba muy bien. Me apasionaban las matemáticas y las ciencias. Incluso, en un momento pensé en estudiar Física Nuclear o Cibernética Matemática. Pero ya me había percatado que ese no era precisamente mi camino. Me pasaba todo el tiempo dibujando. Mis libretas por detrás estaban llenas de dibujos. El profesor de Electrónica, que era mi especialidad, se dio cuenta y me propuso pasarle en limpio todos los planos de circuitos electrónicos que él tenía: los hice con gusto. Llegó el momento en el que tuve que decidirme y pensar sobre lo que realmente me gustaba. Necesitaba dedicarme a algo que me saliera de forma natural. Me interesé primero por la arquitectura –disciplina que me ha servido de inspiración en mi trabajo posterior–, hasta que descubrí el diseño y me presenté a los exámenes. Y así empezó todo… Preferí el vestuario por azares de la vida.
Siempre pensé en el Vestuario como especialidad. Ningún hecho en particular hizo decidirme. Quizás, un poco de información general de revistas de moda. Un evento de moda que se hacía en aquel tiempo, me llamaba mucho la atención, “Cuba Moda”… No sé, simplemente me gustaba. Me fui enamorando.
¿Cuáles han sido las principales influencias en tu formación?
Al pensar un poco hacia atrás, puedo afirmar que, quizás, las primeras influencias vengan de mi hogar. A mi papá le gustaba mucho la arquitectura, aunque era ingeniero. Dibujaba muy bien. Tenía varios libros de esa temática y también de arte. Mi mamá siempre ha tenido muchas habilidades manuales: pinta, borda, teje, hace artesanías. Y mi abuela también influyó un poco en esta vocación, porque sin tener una gran instrucción le gustaba mucho arreglar su casa. Y tenía un increíble buen gusto natural. Creo que todo esto, de alguna manera, influyó en mí. Y en mi decisión por el diseño.
En mi etapa de estudiante tuve muy buenos profesores que dejaron una huella muy importante en mi formación. Después de graduarme trabajé en dos empresas que pertenecían a la Industria Ligera. Por tanto, estuve muy vinculada a la producción. Fue una etapa de mucho aprendizaje práctico que hoy agradezco enormemente y, también, a las muchas personas que influyeron en tal trayecto.
Uno de esos lugares fue el Centro Creativo Boga. Era la institución que regía la moda. Tenía entre sus principales objetivos recopilar y procesar información sobre las tendencias internacionales de la moda y crear pautas para el resto de las empresas de confecciones del país, sin desatender nuestra cultura, clima, materiales y tecnología disponible. Hacíamos colecciones a modo informativo, pero que perfectamente podían ser comercializables. Se creó un selecto equipo de diseñadores. Tuve la gran fortuna de trabajar en ese lugar con excelentes condiciones materiales, con un personal técnico de alta calidad y, obviamente, aprendí mucho. El jefe del equipo era Rafael de León, que por muchos años fue el diseñador de Tropicana. Tenía mucha experiencia acumulada, también en la industria, y fue muy enriquecedor el trabajo con él.
Luego, cuando decidí continuar mi trabajo de manera independiente, tuve nuevas experiencias creativas y todas muy interesantes. He incursionado en el diseño de vestuario para el teatro, para espectáculos, video clip. He participado en varios eventos y exposiciones internacionales. Entre los más recientes están: el Festival Artes de Cuba, presentado en 2018 en The Kennedy Center, Washington, Estados Unidos, y en 2019 el Design Week México. Siempre se aprende algo nuevo y encuentras personas que te aportan e influencian, de alguna manera, tu trabajo… Creo que la vida entera estás en constante formación y aprendizaje.
¿Qué conceptos y tendencias creativas caracterizan a tu trabajo actual? ¿Crees marcar alguna diferencia dentro del contexto creativo cubano?
Creo que mi trabajo es muy experimental. Me encantan los retos: probar nuevos materiales y maneras alternativas de utilizarlos; jugar con las formas, las estructuras; coquetear hasta un poco con el arte. Por ello, siento placer de participar en proyectos, exposiciones, eventos que se hacen regularmente, como Arte y Moda, etc., los cuales permiten potenciar la creatividad –en algunos casos por encima de la funcionalidad– y trabajar a partir de un concepto y de transmitir una idea. Me cuesta trabajo conformarme con las soluciones comunes, simples. Siempre me estoy complicando: esa es mi manera de crear y lo disfruto.
Habitualmente estoy buscando materiales interesantes, que no sean la tela convencional, u otros elementos que puedan funcionar como accesorios o cierres. Busco siempre materiales alternativos y los elijo por las características estéticas.
Prefiero aquellos que dan volumen y permiten experimentar con la forma, que solo tienes que cortar sin pensar en dobladillos o terminaciones comunes porque el material te lo permite. He utilizado para mis creaciones láminas de silicona, mallas plásticas, cámaras infladas de bicicleta, entretelas fusionables, entre otros.
Esto no significa que, en mis colecciones para comercializar, no utilice los materiales convencionales y preste mucha atención a la funcionalidad y la factibilidad productiva. Pero, generalmente, trato que las prendas tengan algún valor añadido mediante recursos: como aplicaciones gráficas, textiles como cintas, hilos y otros recursos técnicos, además del trabajo creativo con el modelaje.
Actualmente, y condicionado en un primer momento por un proyecto expositivo, he estado creando una línea de vestuario y accesorios. Está inspirada en los recursos de geometría utilizados por la arquitectura contemporánea. Esto me tiene muy entusiasmada.
¿Tienes fácil acceso a los materiales básicos de tu trabajo?
No. Ese es uno de los mayores problemas que enfrentamos los diseñadores de vestuario, la falta de materiales para trabajar.
Hoy creo que solo hay una tienda de tejidos y accesorios. Y otras muy pocas y pequeñas, además, no siempre bien abastecidas. Esto es absolutamente insuficiente. Todos tenemos que comprar en ellas: diseñadores, modistas, sastres. Es un tema que siempre nos ha golpeado. Muchas veces no encontramos el material que necesitamos ni se aviene al diseño que creamos.
La mayoría de las veces diseñamos a partir de lo que hay o compramos un tejido y lo transformamos utilizando diferentes técnicas. Esto, por un lado, no está mal, pero no siempre se puede hacer. Y en muchos casos se convierte en una gran limitante. Es importante la idoneidad de las telas según el tipo de diseño y el mercado al que va dirigido el mismo, también en relación a nuestro clima. Por ejemplo, tejidos más frescos que permiten la transpiración como el lino, el algodón, el rayón, no deberían faltar en nuestro contexto. Sin olvidar tampoco los accesorios: botones, zipper, entre otros elementos.
¿Podrías enumerar algunos aciertos y desaciertos del ámbito nacional en el que te desenvuelves como diseñadora? ¿Hay un campo fértil en Cuba para este tipo de diseño?
Creo que es necesario conferirle a la vestimenta la importancia que realmente tiene. Por mucho tiempo en nuestro país, el fenómeno de la moda, ha sido en múltiples ocasiones criticado y silenciado. Este tiene varias caras: la frivolidad, el consumo. Pero hay otros matices de gran peso que pueden cambiar la perspectiva a la hora de hacer una valoración.
A lo largo de la historia de la humanidad hemos recibido mucha información a través del vestuario. Nos vestimos según las circunstancias.
Muchas personas encuentran en esa acción una manera de transmitir, de mejorar incluso su estado de ánimo porque, según lo veo, es una expresión que va de dentro hacia fuera y viceversa. De este hecho necesario y cotidiano se transmiten muchos sentidos, a diferentes niveles, que van desde lo personal hasta lo social. Incluso, con una importante carga cultural. Nos comunicamos a través del vestuario. A veces se puede identificar el origen de una persona –sin llegar a estereotipos– por los colores, el tejido, la manera de combinar o el estilo que utiliza al vestir. Cuba no está exenta de ello, aunque ese estilo que se asume como el cubano más cotidiano –no hablo de trajes tradicionales– no es el que yo preferiría. Aquí ha estado por mucho tiempo muy limitada la información.
Si lo analizamos desde el diseño, el vestuario es el objeto más cercano al cuerpo humano. De ahí la importancia de su valor funcional además del estético.
Desde otros puntos de vista la producción es una fuente importantísima de empleo y, para muchos países, uno de los renglones económicos más importantes. No darle la importancia que amerita este fenómeno y la falta de apoyo e información al respecto, unido a los problemas económicos que ha enfrentado y todavía enfrenta nuestro país, han creado una situación muy sensible.
Tenemos diseñadores graduados y empíricos que se encuentran con tantas limitantes y se vuelve difícil el proceso de creación, producción y visualización de sus creaciones por falta de medios y espacios. Limitantes que atentan contra la manera en la que los diseños llegan a la gente, lo cual nos lleva a un punto polémico de suma importancia, al consumo de la ropa de nuestros diseñadores, en contraposición a aquella que se importa sin un criterio de selección especializado. Ropas que no son las más apropiadas, ni se avienen a nuestra cultura o clima. No responden a la imagen que queremos exteriorizar. Esa que nos identifica, que expone lo que realmente queremos sea asumido como lo nuestro en término de vestuario. Incluso, sin estar ajenos a las tendencias actuales de la moda.
Hoy en Cuba hay una imagen que desafortunadamente no es la mejor, porque está tan permeada de todo lo que llega de cualquier lugar. Por otro lado, existe un estilo que se basa sobre todo en la nostalgia de lo que fue la imagen del cubano. Hubo una etapa, aproximadamente a finales de los años 90, que en las tendencias de la moda internacionales había una “fiebre cubana”, lo cual se recogía en revistas y libros realizados para los profesionales de la moda y con la interpretación de lo que se suponía era nuestra imagen. Pero nunca lo aprovechamos. Quizás hubiera sido el momento para exponer lo que realmente queríamos que se asumiera como “lo nuestro” en términos de vestuario.
Diré además que, aunque en menor escala, todavía hoy se mantienen ciertos prejuicios en relación con la moda. Lo más lamentable es que estos prejuicios permean el criterio de sectores e instituciones, que son los que determinan un apoyo o no a los diseñadores.
Terreno fértil hay en Cuba para el diseño de vestuario. Hay talento y ganas de hacer por parte de los diseñadores y creadores que se han mantenido trabajando pese a las adversidades. Solo que debemos incentivarlos. Y rescatar oficios y tradiciones artesanales vinculadas al medio, pues se han debilitado. Debemos volver a fomentar el deseo de las personas de adquirir y llevar ropa o accesorios de los diseñadores cubanos. Pero para que estos puedan trabajar y satisfacer esa demanda, con la calidad que lleva, deben tener recursos con qué trabajar. Debemos rescatar esa tradición de interés por el vestuario y la imagen. Reeducar al pueblo en este importante acervo cultural.
¿Cuándo, y a partir de qué objetivos, surgió el proyecto comercial Piscolabis?
Paralelo a mi trabajo de diseño de vestuario, siempre sentí un gran interés por el interiorismo, el diseño de accesorios y objetos. Constantemente pensaba en cómo vincularme con estas otras especialidades del diseño; y así fue surgiendo la idea de un espacio donde, de alguna manera, coexistieran vestuario, accesorios, objetos utilitarios y decorativos. Esta idea la compartía también con una amiga arquitecta, María Victoria Benito Messir.
Por suerte, coincidieron determinadas circunstancias que favorecieron materializar este anhelo y así surgió, a finales del 2012, el proyecto Piscolabis: una tienda de arte y diseño donde se comercializan objetos diseñados y producidos en Cuba. Un espacio donde la intención es que los productos sorprendan por su creatividad y calidad. En su gran mayoría son exclusivos o de producción limitada; muchos con materiales alternativos o no convencionales, pues promovemos el reciclaje creativo. Hay que destacar que contamos con la colaboración de excelentes diseñadores y artistas y, además, con un magnífico equipo de trabajo.
Hoy siento que “Piscolabis” ha sido una escuela en muchos sentidos. Entré a este proyecto movida por la pasión hacia el diseño, sin apenas darme cuenta de que estábamos iniciando un proyecto de emprendimiento. Y, por tanto, hemos tenido que asumir todas las responsabilidades que esto conlleva. Transitando el camino, así ha sido el aprendizaje. Y todavía queda mucho por aprender. Ha requerido de bastante esfuerzo y tiempo pero, sin dudas, las satisfacciones han sido numerosas. Valoro enormemente el poder vivir de algo que disfruto mucho y solo quisiera poder tener un poco más de tiempo para hacer lo que más me gusta, diseñar.