Por: Carlos Arturo Fernández Uribe
Carlos Arturo Fernández Uribe(1)
Se me ha pedido hacer una reflexión acerca de la influencia que tienen los estudios actuales de teoría e historia sobre el programa de la Maestría en Historia del Arte,2 en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia) donde trabajo. Para ello, me parece indispensable contextualizar el desarrollo de este proyecto de posgrado, tanto en el ámbito colombiano como en el propio de la Universidad que lo acoge. Más adelante plantearé algunos de los logros y una breve referencia a ciertas proyecciones e inquietudes teóricas que nos trazamos en el presente.
Contexto
Quizá los historiadores del arte tenemos la tendencia a dar mucha importancia a los contextos y procesos que conducen a las situaciones actuales; pero no creo que se trate de un “interés historicista” sino, por el contrario, de la convicción de que es necesario entender el origen para poder comprender el presente. A propósito, se pueden recordar las inspiradas palabras de Martin Heidegger: “Origen significa aquí aquello a partir de donde y por lo que una cosa es lo que es y tal como es. Qué es algo y cómo es, es lo que llamamos esencia. El origen de algo es la fuente de su esencia”.3 Por eso me parece indispensable detenerme en este contexto.

1.Universidad de Antioquia. Colombia
Hacia mediados del siglo xx los escritos y discursos sobre artes plásticas logran una presencia hasta entonces desconocida en el contexto colombiano, gracias su difusión a través de revistas y de la reciente llegada de la televisión, se produce entonces un verdadero salto cualitativo.
En asuntos historiográficos siempre es peligroso hacer afirmaciones demasiado categóricas, que en muchas ocasiones están basadas en el desconocimiento de fuentes y de archivos que luego vienen a desmentirnos. En efecto, ya a mediados del xix aparece la primera monografía sobre un artista que se escribe en Colombia, Noticia biográfica de Gregorio Vásquez y Ceballos, pintor granadino del siglo xvii, de José Manuel Groot (1859). Sin embargo, cabe afirmar que los temas artísticos solo empiezan a permear la sociedad colombiana más adelante, mediante publicaciones periódicas, entre las que destacan el Papel Periódico Ilustrado (1881-1888) y, posteriormente, revistas como El Gráfico (1910-1941) y Cromos, revista semanal ilustrada (desde 1916). Conviene señalar que, en la actualidad, estos materiales están siendo investigados intensamente y que en ellos se descubren trabajos sobre estética de gran profundidad teórica como, entre muchos otros, los de Baldomero Sanín Cano (1861-1957).
Más adelante se presenta una notable influencia de intelectuales extranjeros. En 1938 llega al país como comerciante, el historiador y crítico austríaco Walter Engel, nacido en 1908; permanece en Bogotá hasta 1969 y se traslada luego a Canadá hasta su muerte en 2005. Engel fue el primer crítico especializado en artes plásticas que hubo en Colombia, atento a todas las exposiciones de la capital y con publicaciones constantes en periódicos y revistas generales y especializadas. En 1943, huyendo de la guerra, llega el polaco Casimiro Eiger (1909-1987) quien, además de ser galerista interesado en el arte moderno y de escribir en los medios habituales, lleva la crítica de arte a la radio. Finalmente, en 1954 llega una joven argentina, Marta Traba (1930-1983), que con su energía y contundencia logrará que las artes plásticas tengan una presencia hasta entonces inédita en el país; sus clases de historia del arte en la recién creada Televisora Nacional de Colombia, siempre en directo, en blanco y negro, intentando que la cámara enfocara las imágenes de sus libros de arte, siguen siendo un antecedente imborrable para la enseñanza de estas disciplinas entre nosotros. Y paralela a la actividad de Marta Traba, pero no siempre dependientes de ella, vendrán procesos como la creación de museos de arte moderno, la revitalización del Salón Nacional, la presencia de los nuevos artistas en el ámbito internacional, la aparición (y desaparición) de nuevas revistas, la multiplicación (y desaparición) de galerías, y las grandes bienales de Medellín y Cali. En síntesis, en la primera parte de la segunda mitad del siglo xx se produce un verdadero salto cualitativo en lo que se refiere al interés por las artes plásticas en Colombia.
Sin embargo, sería necesario afirmar que, en el medio académico y universitario, la disciplina de la Historia del Arte no gozaba de igual vitalidad y presencia. En general puede afirmarse que hasta la década de los años ochenta, en algunas universidades (y no ciertamente en la mayoría de ellas) existían cursos de historia del arte que tenían el carácter de materias complementarias dentro de los currículos de Filosofía y Letras, de Arquitectura y Diseño y en algunos programas de Artes Plásticas. Pero, como es evidente, esa condición de disciplina de apoyo no propiciaba desarrollos conceptuales e investigativos suficientes. Lo mismo que ocurría en muchísimos países occidentales, en Colombia no existía una carrera de Historia del Arte; de hecho, habrá que esperar hasta 2013 cuando la Universidad de los Andes, en Bogotá, ofrecerá el primer programa de pregrado en esta disciplina.
En esta breve reflexión no es posible entrar en el análisis de los estudios estéticos en Colombia que, en el espacio universitario, estaban, como es lógico, vinculados con las carreras de Filosofía en las cuales, al menos hasta el paso de los setenta a los ochenta, tenían un peso predominante los planteamientos kantiano y marxistas.
Sin embargo, la necesidad y las posibilidades de la disciplina de la Historia del Arte presionaban por desarrollos ulteriores. Y así, en 1989, la Universidad Nacional de Colombia, en su sede de Bogotá, abre la Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, que fue la pionera en el país. En 2001 se inicia la Maestría en Historia del Arte en la Universidad de Antioquia, en Medellín, que desde 2012 se ofrece simultáneamente en la ciudad de Cartagena de Indias, en extensión a la antigua Escuela de Bellas Artes (hoy Institución Universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar). En 2009 la Universidad Jorge Tadeo Lozano, de Bogotá, abre su Maestría en Estética e Historia del Arte. Y, finalmente, la Universidad de los Andes, de Bogotá, da inicio a la Maestría en Historia del Arte en 2017.4 En cualquier caso conviene prestar atención a los nombres de las distintas maestrías, lo mismo que a los lugares en los cuales se desarrollan porque ambos asuntos tienen influencia directa en sus intereses y procesos.
Para completar este contexto es necesario hacer referencia al marco de la Universidad de Antioquia. Nuestro programa de Maestría en Historia del Arte, tras un largo proceso de gestación, se abrió en 2001 teniendo como fundamento la carrera de Artes Plásticas, dirigida a la formación artística. A partir de una reforma curricular de mediados de los años ochenta se introdujo en el programa un área teórica, con una amplia serie de cursos de historia del arte, de estética y de seminarios teóricos; esta área representaba, en cada período académico, al menos una tercera parte del trabajo de los estudiantes que tenían como perspectiva su formación como artistas. El marco teórico de ese planteamiento curricular tenía que ver con los desarrollos posmodernos que habían vuelto a poner sobre la mesa el interés por el museo y la recuperación de la historia del arte. Hasta el presente, la carrera de formación artística en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia es la que más atención y espacio académico dedica a la teoría y la historia, entre todos los programas de su tipo en Colombia. Ese desarrollo condujo, casi naturalmente, a que nos planteáramos la necesidad de un posgrado.
Éramos conscientes, sin embargo, de que no queríamos una maestría “de anticuario”, que solo buscara llenar la ausencia de programas de pregrado en Historia del Arte; y para eso sabíamos que debíamos reforzar las perspectivas teóricas. Nos aproximamos entonces al Instituto de Filosofía de nuestra Universidad que nos dio su respaldo para la creación del posgrado. Ese respaldo ha estado representado por algunos profesores y egresados del Instituto que han ofrecido seminarios, han dirigido tesis y actuado como jurados, a lo largo de los 9 grupos que ha desarrollado la Maestría en Medellín y Cartagena. De hecho, se ha generado una circulación entre nuestra Maestría en Historia del Arte y el Instituto de Filosofía, con estudiantes que pasan de un área a la otra. Pero, sobre todo, esa relación ha posibilitado el trabajo de nuestro grupo de investigación de Teoría e Historia del Arte en Colombia, adscrito simultáneamente a ambas dependencias universitarias (Facultad de Artes e Instituto de Filosofía) y que, por su productividad, está catalogado en el sistema oficial de Colciencias (Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación) como el más importante del país en su campo.
Desarrollos
Si se tiene en cuenta lo ya dicho acerca de los desarrollos académicos de la Historia del Arte en Colombia, quedará claro que nuestros estudiantes no siempre tienen un conocimiento amplio y profundo acerca de los problemas tradicionales de la disciplina que, también tradicionalmente, determinaban los procesos investigativos. Frente a ello se pueden plantear dos alternativas. La primera es renunciar al intento y aceptar que la Historia del Arte es una disciplina eurocéntrica, válida y posible solo en determinados espacios culturales. La segunda es considerar que, a partir de unas condiciones concretas, comprensibles en perspectivas epistemológicas y de historias pedagógicas particulares,5 se pueden hacer investigaciones que contribuyen a enriquecer una disciplina que, según creemos muchos, no es europea ni occidental sino esencialmente humana. No renunciamos al hecho de que, como alguna vez decía E.H. Gombrich, la Historia del Arte es una disciplina tradicional; y ello implica conocimientos que no se pueden dejar de lado si, efectivamente, se quiere investigar en este campo. Así, a modo de ejemplo, solo a quien tenga un conocimiento básico del arte medieval o del arte colonial hispanoamericano se le podrá ocurrir que se pueden avanzar hipótesis acerca de ciertas interpretaciones de obras relacionales contemporáneas, de la misma manera que solo una persona que supiera de arte prehispánico pudo, en su momento, plantear una lectura de Henry Moore hoy muy conocida.

2. Carlos Arturo Fernández Uribe
En muchas oportunidades podemos constatar que nuestros estudiantes se encuentran más inclinados a desarrollar reflexiones teóricas que a hacer análisis que involucren la lectura y discusión de obras de arte específicas. Aunque el programa se fundamenta en la convicción de que la obra concreta es documento fundamental de la Historia del Arte, nos encontramos muchas veces con el temor a enfrentar su lectura, de manera que se privilegian trabajos de archivo, de historias de vida, de crítica bibliográfica, de discusión de políticas culturales, etc., y pocas veces aparece la consagrada monografía de artista o la crítica sistemática de un conjunto de obras. De nuevo, en este caso existe la alternativa de convertirse en una especie de caballero medieval que defiende la cruzada de una Historia del Arte tradicional o reconocer que asistimos a una redefinición disciplinar que, de alguna manera, nos obliga a “quemar las naves” y a enfrentarnos con ámbitos desconocidos. Sobra decir que los Estudios Culturales juegan un papel predominante y ha posibilitado estudios fronterizos especialmente enriquecedores (publicidad, arquitecturas populares, estados alterados de conciencia, entre otros).
En ese contexto comprendemos entonces que nuestra propia historia nos enriquece. Porque en un panorama en el cual lo conceptual se ha convertido en “lingua franca” del arte contemporáneo, la familiaridad con la teoría se constituye en la herramienta fundamental para aproximarse al arte, y cierto desconocimiento del pasado se traduce en la posibilidad de una mirada desprejuiciada y transparente sobre la realidad actual.
Sin embargo, procuramos que se mantenga la Historia del Arte como ámbito fundamental de investigación; por ejemplo, no desarrollamos el estudio de políticas públicas en el campo cultural sino el de las prácticas artísticas que se generan al calor de esas políticas. De todas maneras, como es evidente, a veces resulta difícil establecer límites claros entre los terrenos de la estética, de la historia y de las teorías del arte, una situación que entendemos como manifestación de la riqueza del presente.
Quisiera destacar el caso de la Maestría en Historia del Arte que desarrollamos en Cartagena de Indias, un espacio cultural que se ha visto enriquecido por reflexiones de teorías poscoloniales, teorías del Caribe, estudios culturales y orientalismo. Como resultado podemos presentar un conjunto de investigaciones sobre arte del Caribe colombiano que no tiene antecedentes en el país.
Proyecciones
Lo mismo que ocurre en cualquier proyecto de formación posgradual, en esta Maestría en Historia del Arte la necesidad esencial que se plantea es la de conservar los niveles de exigencia académica e investigativa. Dado que, en sentido estricto, la mayoría de los estudiantes de la Maestría están vinculados al programa solo durante los dos años de duración de la misma y luego regresan a sus espacios de trabajo, nuestro esfuerzo debe concentrarse en ese corto período en el cual buscamos acompañarlos en el descubrimiento de ámbitos históricos y teóricos que quizá no conocían antes, al mismo tiempo que exigimos constantes esfuerzos sobre conocimiento de artistas y obras,6 de análisis y de escritura de textos.

3.Universidad de Antioquia
Desde perspectivas teóricas, en estos momentos creemos conveniente insistir en dos aspectos. En primer lugar, profundizar en los problemas de recepción y análisis de la obra de arte, en contextos modernos y contemporáneos, buscando reivindicar la señalada convicción de que ella se constituye en documento esencial de la Historia del Arte. Y, en segundo lugar, reforzar la consideración de la Historia del Arte en cuanto historia, prestando una mayor atención a planteamientos del ámbito de la historia cultural.
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Como es claro, el espacio universitario de la formación en Historia del Arte es diferente al de la creación artística, al de la teoría y al ejercicio de la crítica, aunque esté profundamente relacionado con ellos. Frente al empeño por la originalidad o al esfuerzo por avanzar en los límites de la reflexión que nos causan tanta admiración y asombro, los profesores de Historia del Arte estamos constantemente jalonados por la tradición y por el presente. El interés por Bourriaud, por Rorty, por las prácticas artísticas colaborativas, por Danto o por el archivo y una extensa lista de etcéteras, no puede permitirnos olvidar a Vasari, a Winckelmann, a Kant y a Hegel, a Benedetto Croce o a tantos otros, a teorías sin las cuales nada de lo que vivimos hoy sería comprensible. Porque es posible que para aproximarse al arte de hoy no sean necesarios Wölfflin o Arnheim, pero sí son indispensables para entender los procesos que nos han traído hasta aquí.
Universidad de Antioquia, Medellín, junio de 2018
1 Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). Coordinador de la Maestría en Historia del Arte. Miembro del Grupo de Investigación en Teoría e Historia del Arte en Colombia. Correo electrónico: carlos.fernandez@udea.edu.co
2 La invitación de David Mateo y Magaly Espinosa para participar en este número de Artcronica.com venía acompañada de una doble pregunta: “¿Cómo valora el estado actual de los estudios históricos y teóricos y su correspondencia con los programas de estudio de la especialidad de Historia del Arte? ¿En qué sentido y dirección se encamina su perfeccionamiento?”.
3 Martin Heidegger, “El origen de la obra de arte”, en: Caminos de bosque, Alianza, Madrid, 1995, p. 11.
4 Adicionalmente existe en Colombia una oferta importante de Maestrías y Doctorados con énfasis en Estética.
5 No me refiero solo a los espacios que puede haber tenido la Historia del Arte en nuestro sistema educativo colombiano (donde casi podríamos decir que no ha tenido ninguno) sino, sobre todo, a lo que las manifestaciones artísticas, y las plásticas en particular, han significado en la formación de nuestros niños y jóvenes. Como muchas veces se ha señalado, siempre nos enseñaron a leer textos escritos pero jamás textos visuales; en la era de la imagen, el analfabetismo visual es predominante.
6 Aunque no podría plantearse aquí, un asunto de especial interés teórico y conceptual está relacionado con las posibilidades actuales de acceso al conocimiento directo o indirecto de las obras de arte; jamás una generación humana conoció tantas obras de arte como la nuestra. Y eso cambia todo.