Por: Concha Fontenla. Directora de Factoría Habana
El silencio de Duchamp, exposición que cierra la programación de Factoría Habana en este último trimestre de 2016, integra y complementa un proyecto que ha ido evolucionando paso a paso, exposición a exposición, haciendo camino[1] … oteando el horizonte, sin dejar de escrutar con interés, detalle y detenimiento, el contexto artístico más próximo. El silencio como metáfora se constituye en propósito de una muestra, pensada en curaduría compartida con Meira Marrero y concebida para un espacio industrial como el de Factoría, con la pretensión de convertirlo en un espacio de tregua, especie de activismo estético y vital, herramienta con la que hacer frente al bullicio y saturación de imágenes de los mass media, que provocan ese exceso de luz que nos impide ver por sobreexposición; del mismo modo, sus mecanismos de control/censura causan el efecto inverso, la subexposición. El silencio, tema recurrente donde los haya, música (John Cage); poesía (José Ángel Valente); artes plásticas (Malévich, Rauschenberg, Tàpies); cine (Nam June Paik), lo enfocamos haciendo nuestro el comentario de Miles Davis: “el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”, que contribuye a definir nuestros planteamientos expositivos.
Tras una meticulosa selección de artistas contemporáneos, cubanos, de diversas procedencias, generaciones y lenguajes, intentamos crear un espacio capaz de seducir al espectador: lugar de placidez y silencio del tal modo que, frente a la imagen se produzca el desafío… una segunda mirada que incorpore otra lectura al discurso expositivo y, una vez aprehendido lo déjà vu, se puedan incorporar imágenes generadas desde “su percepción ”, ideas y “sentido del gusto” con el objetivo de “Devolver al lenguaje su fuerza, devolver a las palabras su sentido. Con las imágenes ocurre lo mismo: son un espacio de lucha”.[2]
La particular tipología del espacio de Factoría supone un desafío a la hora de definir la museografía: arquitectura industrial, de estilo neo-romano en la que se descubren elementos más propios de una antigua basílica romana: lugar de comercio y reunión de ciudadanos. En este espacio diáfano de más de 500 m2 de planta, con lucernario central y columnas de hierro fundido con basamento, fuste estriado rematadas por capiteles corintios de hierro colado –en los que todavía se aprecia su extraordinaria factura–, se apean techos de bovedillas catalanas, separadas por vigas de hierro. En un alzado de altura decreciente donde la proporción de las columnas confiere al espacio una manifiesta solemnidad. A pesar de lo imponente que resulta al inicio, desde el punto de vista puramente museográfico su estructuración permite establecer pausas y silencios que aportan significantes al conjunto, mientras que mediante los ritmos y las secuencias se logran establecer diálogos entre lenguajes, obras y artistas, dinamización que pretende mantener la atención del visitante hasta el último minuto de silencio. Auténtico reto de un proyecto curatorial creado como instalación, como obra de arte única ya que las conexiones generadas o las miradas sugeridas solo podrán ser contempladas en esta ocasión.
Desde el diseño y proceso de montaje, la distribución de los proyectos y/o la relación entre obras de diferentes artistas, se ha tenido en cuenta un discurso sincrónico que facilita la visita, “el camino”, estableciendo relaciones conceptuales y formales, tanto unitariamente como de conjunto…, imágenes seleccionadas para que conecten con el imaginario visual de los espectadores, facilitando su lectura e interpretación en el espacio que ocupan.
El recorrido comienza con la documentación, prólogo y epílogo de la exposición. Lo inicia Un minuto de silencio, de Eduardo Ponjuán, pieza intimista y autobiográfica (concebida en 2012 para la XII Bienal de La Habana), en la que el artista pretendía rememorar a su madre –en acción de luto– mediante un minuto de silencio en Radio Reloj en el momento exacto de la hora de su fallecimiento.[3]
Una videoinstalación que hace referencia a la performance de Marina Abramović, en la exposición La artista está presente (MoMA de Nueva York, 2010), nos lleva al final del recorrido. Otro minuto de silencio, para mirar-se frente a frente con el visitante, invitándolo compartir esta experiencia. La tensión desencadena diversas reacciones en un público poco habituado a la meditación y al silencio. Finalmente, será Marina la que se sorprenderá a sí misma cuando su ex pareja Ulay comparte este breve pero intenso espacio de tiempo… provocando en ellos una inesperada explosión emocional.
La Caja verde de Marcel Duchamp[4], al que se rinde homenaje con el título de la exposición, funciona como núcleo conceptual: sus inquietudes, búsquedas y experimentación constantes más su carácter transgresor le permiten superar todos los ismos, géneros y tendencias artísticas de principios del siglo XX; hasta que –en el período de entreguerras– se retira de la vida pública para dedicarse a jugar al ajedrez y al savoir vivre. Gracias a la generosa aportación de Ponjuán, hemos podido contar con esta obra, edición de 1968, montada por Duchamp en una pequeña maleta diseñada por Mathieu Mercier, con reproducciones de fotografías, pinturas, ready-mades, papeles recortados, poemas y textos. Una auténtica joya que junto a la publicación de sus Escritos[5], forman un corpus teórico que revela la esencialidad de su pensamiento: anotaciones sobre proyectos, frecuentemente, indescifrables. A partir de entonces, se aísla y, salvo excepciones como otras ediciones de La caja verde, no se conocen más trabajos del artista hasta Étant donnés, obra póstuma en la que amplía los límites establecidos, intuyendo la transformación que experimentará el arte ante la imparable expansión de la tecnología. La ruptura de los tradicionales géneros artísticos reafirma que “su campo no es el de la acción, sino el del silencio, la soledad, la retracción. Y sus armas no son los pinceles, ni la piedra, ni los bronces, sino la reflexión y el humor”[6]. Marcel Duchamp demuestra, una vez más, la utilidad del silencio como resistencia potencial frente a la tergiversación e implantación de los mass media.
Cuerpo de piedra, el site-specifc de Humberto Díaz pretende centrar la atención del visitante en uno de los espacios de mayor complejidad de Factoría Habana: el lucernario. Un atrio de dos columnas le precede y sirve de tránsito, invitando al espectador a convertirse en voyeur y descubrir lo que oculta tras el nylon retráctil que envuelve literalmente seis monumentales columnas. La turbación como primera impresión. La conexión conceptual “con el maestro” es inevitable. La aprehensión y el dominio del espacio –fruto de experiencias anteriores– le permite alcanzar una sintonía total con el proyecto… la instalación de Humberto se convierte en una re-presentación del silencio. Pero… ¿qué se esconde tras las sombras provocadas? La aproximación al espectador es inmediata y la intuición le permite las primeras sugerencias: una columna desvanecida yace en un colchón lleno de huellas que simbolizan el paso del tiempo; otra, sujeta con cuerdas a las columnas del propio espacio, ya casi en pie, sugiere intenciones de salvación…
Yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles como pompas de jabón…
J.M. Serrat
Consciente de que la fascinación que provoca este site specifc no está libre de la influencia de la primera instalación conocida, Étant donnés, la transparencia (interpretación visual de lo infraleve) es de tal sutileza que no solo atrapa y desconcierta al espectador sino que aporta significados y nuevas semánticas al proyecto; y, en tan solo un instante, convierte lo macro en micro. Tres esculturas de pequeño formato demandan atención y cercanía. La poesía visual continúa. El ready-made Landscape with full moon y su contrapunto Rock under the water sorprenden tanto por su simplicidad como por la elección de los materiales o la complejidad de las imágenes generadas, un cristal inclinado ligeramente apoyado en un círculo de metal, alberga en su interior una piedra a la que parcialmente cubre. La iluminación logra amplificar la imagen sobre el suelo, imagen de lo intrafino que estimula nuestra capacidad sensorial… “caminante no hay camino, sino estelas en la mar…”. A modo de objet trouvé, Dr. Jekyll & Mr Hyde nos conducen a una triple video-instalación plena de erotismo y sensualidad, cuerpos que se mueven tras las sábanas y que convierten, de nuevo, al espectador en voyeur ocasional.
Frente a frente, el tríptico The blind de Ricardo Elías mira sin ver… la ceguera que obliga al individuo a desarrollar capacidades táctiles que le permitan leer, escribir o componer, en lenguaje Braille. Nos alerta sobre la infrautilización de los sentidos y, lo que es peor, la atrofia en la que vivimos habitualmente. Este experimentado fotógrafo convierte la imagen en metáfora de la invidencia mental de la sociedad; coincidente con José Saramago, crítico de la globalización y “Disneylandia global que, en su Ensayo sobre la ceguera, pone de manifiesto las diferentes actitudes del ser humano ante situaciones límite convirtiéndola en una alegoría a la “ceguera universal”[7]. El muro de los lamentos, cierra la planta baja de Factoría: homenaje a los Ingenios azucareros silenciados en las últimas décadas, el propio título aporta la gran carga simbólica que su desaparición generó en la sociedad cubana. Impresionantes conjuntos arquitectónicos dispersos por todo el territorio que han parado máquinas creando inactividad y… silencio. Arqueología industrial en estado de abandono…, familias, pueblos y pequeñas ciudades que crecieron con su funcionamiento y dinamismo.
Con la obra non nata de Ponjuán en la retina y con el deseo de que su sueño se haga realidad, subimos las escaleras con la sensación de que hemos dejado atrás no uno, sino varios minutos de silencio. En sección transversal con Ricardo Elías, una obra de gran formato y poética minimalista, Patria, de Fernando Reyna enfatiza en su posición dialógica arte-compromiso, preocupaciones temáticas e iconográficas próximas a la artista argentina Nora Iniesta. Al igual que los viajeros visitan los restos del Templo de Salomón en Jerusalén, para no dejar de recordar el centro del mundo espiritual, según los creyentes judeo-cristianos al que consideran medio de transmisión entre la divinidad y la humanidad; los visitantes, fundamentalmente cubanos, descubren el significado de los transparentes y objetuales números en apariencia inconexos, pero estadísticamente correctos, de una instalación impecable en forma y contenido que “atesoran” azúcar, sal y tabaco re-memorando a sus con-ciudadanos: los que están, los que se fueron y los que deberían estar. El título recalca que Patria somos todos. Las hojas de tabaco, utilizadas en Humo, aluden a la historia, la falta de comunicación y a la emigración.
Elio Rodríguez nos abre un camino iniciático con Ellewa; la religiosidad re-presentada en una pieza –aparentemente frágil– en la que lo invisible tiene gran protagonismo y le confiere una rotundidad formal difícil de igualar…, objeto híbrido e irónico que conecta con Forest on the walls, y con la sexualidad como tema. En Cambio de ropa, cuatro esculturas blandas de pequeñas dimensiones, “llenan” literalmente el espacio que provoca una sensación turbadora al espectador habituado a grandes formatos. Esculturas monocromáticas, sensuales e intimistas, construidas con materiales orgánicos y permiten la observación de matices en este conjunto de obras conceptuales que interrelacionan identidad, mestizaje cultural. En sus esculturas blandas de lenguajes expresionistas recuerdan la semántica de Rauschenberg, fruto de una experimentación constante que le permitió caminar del pop-Art al conceptualismo y, de este, al más absoluto silencio: “exploración de la no-intención”[8].
Plegaria, situada en el centro de la selección de obras de Ariamna Contino y Alex Hernández genera un espacio, contemplativo, de quietismo…, experiencia mística que incita al silencio y al acto sublime de orar propuesto desde el título por los artistas. Tres grupos de seis planchas simulan ataúdes, mientras unas cifras horadadas y policromadas en un blanco impoluto sobre la superficie dura y fría de concreto aluden a las muertes del narcotráfico en México, desapariciones que demandan un minuto de silencio. Quietismo versus activismo, militancia estética y política equilibran las tres series que, en Factoría, funcionan como un todo. Una poética minimalista, espiritual por formas, contenido y color con resonancias a Malévich y al Suprematismo en intencionalidad plástica y de investigación sobre las posibilidades expresivas del blanco, de la nada y de su marcada influencia en el diseño gráfico e industrial. Álex y Ariamna realizan su investigación en Internet, atesorando datos abstractos, estadísticos que –tras una apariencia supuestamente aséptica– les permiten reflexionar sobre la naturaleza de temas de gran envergadura: las rutas de las migraciones humanas derivadas de conflictos bélicos actuales, las víctimas del maltrato o el número de emigrantes cubanos a Estados Unidos… La belleza de las imágenes nos envuelve en una placidez que se diluye entre percepción y recepción, poniendo de manifiesto su dominio del dibujo, la presencia de volúmenes logrados a base de meticulosas superposiciones de planos… secciones en papel que “calan” en el espectador por el compromiso, la denuncia económica y social subyacente tras las imágenes.
Las interconexiones estéticas entre disciplinas, géneros y estilos constituye un tema recurrente en la historia del arte; sin embargo, precisamente, en esos lugares fronterizos donde las fronteras y los límites se diluyen surgen espacios creativos mucho más fértiles y sugerentes que los meramente unidireccionales. El cine toma referentes en la iconografía e imaginario artístico para la composición de planos, ritmos, secuencias…, y silencios. Antonio Núñez des-anda este camino para descubrir la esencia del silencio como significante de unas piezas pictóricas con raíces intimistas y autobiográficas: recuerdos cinematográficos congelados, en frames que este artista revive utilizando un óleo muy denso y resonancias del fauvismo, expresionismo centroeuropeo con influencias primitivistas. Apoteosis pictórica y cromática, literalmente reversible ya que anverso y reverso muestran imágenes diferenciadas, matices y texturas que dialogan con lienzos individuales a las que se enfrentan y completan su lectura. Un lienzo de casi 10 metros de largo serpentea entre las columnas de hierro de Factoría, dividido en frames concatenados por Núñez en una instalación que “okupa” la segunda planta de Factoría y pone fin a este periplo discursivo en torno al silencio y el arte.
…el artista que crea el silencio o el vacío debe producir algún tipo de dialéctica:
un vacío colmado, una vacuidad enriquecedora, un silencio resonante o elocuente.
El silencio continúa siendo, inevitablemente, una forma del lenguaje
(en muchos casos, de protesta o acusación) y un elemento del diálogo.
Susan Sontag. Estética del silencio. Construcción del sujeto moderno (III), 1967
[1] Caminante no hay camino… Poema de Antonio Machado en Proverbios y Cantares de Campos de Castilla, primera edición de 1912, según facsímil de 1999.
[2] Georges Didi-Huberman (historiador del arte y profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París). Entrevista de Estefanía García y David Cortés en Público, 18 dic. 2010.
[3] Alusión a las víctimas de la primera guerra mundial en su primer aniversario… un minuto de silencio a las 11 horas del 11 de noviembre de 1919. El 13 de marzo de 1957 es la única vez que se interrumpe la trasmisión de Radio Reloj, tras la toma de la emisora por José Antonio Echeverría del Directorio Revolucionario.
[4] Obra múltiple, con varias ediciones; en este caso, Boîte en valise, editada en 1968 en Köln, Alemania, por Mathieu Mercier, de la Colección Eduardo Ponjuán.
[5] Marcel Duchamp: Escritos. Duchamp del signo, seguido de Notas. Escritos reunidos y presentados por Michel Sanouillet y Paul Matase. Edición española dirigida por José Jiménez. Galaxia Gütenmerg.
[6] Antonio Molina Flores: El silencio de Duchamp en La vida de los otros.
[7] José Saramago. Ensayo sobre la ceguera, Santillana, Madrid, 1996.
[8] John Cage: “El silencio es… un cambio de mentalidad, […] una exploración de la no-intención”. Cita seleccionada por el artista para su “pequeña” instalación Cambio de ropa, tras “un minuto de silencio”).